Capítulo 43 🎤
Cuando Gaby despertó eran cerca de las siete de la mañana, se sentía fresca y con ánimos de continuar aquello que dejó a medias por la noche. Se fue al baño a asearse y luego se colocó la peluca como pudo y el antifaz, estaba dispuesta a cumplirle a Lautaro todas las fantasías que se le pudieran ocurrir.
Se acercó a él, que aún dormía con el cabello alborotado a su alrededor y comenzó a cantarle al oído. Lautaro abrió los ojos y la observó con amor, adoraba la voz que tenía y la manera en que lo miraba cuando le cantaba. Sus manos pequeñas acariciaban sus ojos, su mentón, su pecho y la voz le fluía desde el alma.
—¿Una serenata? —dijo cuando acabó.
—Te cantaré las veces que desees... solo a ti, mi amor —prometió la muchacha.
Lautaro la abrazó y comenzó a besarla.
🎤🎤🎤
Un par de horas más tarde, Gabriela se sacaba la peluca para darse un baño junto con Lautaro.
—A Lala no le gustará el estado de la peluca, me regañará —susurró.
—¿Le dirás por qué está así? —quiso saber él divertido.
—Obvio, le diré que ha valido la pena —añadió.
Divertidos los dos, tomaron un baño y luego desayunaron en la cama.
—Extrañaré esto cuando estés de gira —dijo él.
—Lo sé, yo igual... pero al menos al principio podremos escaparnos para vernos. Puedes ir junto a mí o yo venir... las primeras ciudades no quedan lejos.
—¿No es peligroso? No quiero meterte en líos y que la gente comience a sospechar.
—Me gustaría gritar a los cuatro vientos cuanto te amo, Lauty.
—El problema es que todo el mundo sabe que tengo una relación con Gabriela, si de pronto me vieran con Ágatha no tardarían en hacer las matemáticas...
—Lo sé...
—¿Nunca has pensado decir quién eres? —quiso saber.
—Sí, muchas veces, por un lado, creo que será mucho más sencillo en algunos aspectos, pero por otro, me aterra perder la libertad.
—Comprendo...
—Gracias por lo de anoche, fue perfecto. ¿En serio has mirado tutoriales? —quiso saber—, o es que ya sabías cómo hacerlo.
—No, la otra noche estaba en internet y me salió una publicación de una sexóloga que hablaba sobre eso, lo investigué y me propuse regalarte ese placer. Lo único que deseo es ser mejor para ti en todos los aspectos, Gabriela...
—Eres genial —dijo ella y lo miró con el amor que rebozaba de su corazón—. El hombre perfecto es mío —añadió.
—Tuyo y de Ágatha —bromeó Lautaro.
—Podemos compartirte...
Los siguientes días, Gaby se quedó en casa de Lautaro y compartió con él y con Pili todos los momentos que pudo, disfrutaba de cada instante como si fuera el último, sabía que pronto se encontraría sola en una habitación de hotel luego de su actuación y que esos recuerdos alimentarían su estado de ánimo.
Esa tarde, Pilar y ella habían estado haciendo galletas y ahora se encontraban comiéndolas en el patio trasero.
—¿Gaby? —dijo la niña y la observó—. ¿Te puedo preguntar algo?
—Claro, siempre puedes hacerlo...
—¿Puedo pedirte un regalo más por mi cumpleaños? —inquirió.
—¿Qué deseas? —quiso saber la muchacha.
—Quisiera poder llamarte mamá ese fin de semana... solo esos días, por favor... quiero saber cómo se siente poder decirle mamá a alguien —musitó con vergüenza.
Gaby sonrió y la abrazó con dulzura.
—Yo no tengo problemas, pero vamos a preguntarle a tu papi, ¿sí? A ver qué le parece la idea...
La pequeña asintió.
—¿Sabes? ¿Te acuerdas de que te dije que solía soñar con que Ágatha era mi madre y que cuando la veía y se sacaba el antifaz nos reconocíamos? —inquirió y Gaby asintió—. Bueno, últimamente ya no pienso en eso...
—¿No?
—No... Sigo amándola y me encanta su voz y su manera de cantar... me gusta mucho como baila también, además estoy contenta porque mi papá la ha conocido —explicó—, pero... si Dios me diera la oportunidad de elegir una mamá, no la elegiría a ella... te elegiría a ti —añadió—. Creo que eres la mejor mamá del mundo incluso sin ser mamá...
—Oh, mi pequeña, corazoncita —dijo Gaby y la abrazó—. ¿Sabes qué me gusta soñar a mí?
—¿Qué? —quiso saber la niña.
—Que un hada madrina se nos aparece, como la de los cuentos, ¿sabes? —La pequeña asintió—, y nos pregunta qué queremos, ambas nos miramos y decimos que deseamos ser madre e hija, entonces ella nos toca con su varita y de pronto lo somos...
—Me gusta ese sueño... —añadió la niña—. ¿Crees que tú y mi papá se pelearán algún día?
—No lo sé, espero que no, ¿por qué?
—Porque los padres de otra de mis amigas se han separado —comentó y luego suspiró—, y me preocupa que, si eso sucede, tú...
—Ya te he dicho que incluso si me peleo con tu padre no dejaré de verte... —dijo Gabriela acariciando los cabellos de la pequeña.
—Sí, pero si no eres mi madre no tienes obligaciones —añadió—, estudiamos en la escuela los derechos y obligaciones de los niños y de los padres —comentó.
—Las cosas que se hacen por amor no se hacen por obligación, Pili... —explicó Gaby—, yo te amo, tú me amas, eso no cambiará porque yo me pelee con tu padre o me aleje de él —añadió—, seguiremos unidas por ese amor y nos seguiremos viendo...
—¿Lo prometes? —quiso saber.
—Sí, lo prometo —dijo ella besándola en la frente.
En ese momento llegó Lautaro que venía de dar clases en la escuela y las encontró en el jardín. Pili estaba sentada en el regazo de Gabriela y ella le besaba en la frente y le acariciaba el cabello.
—¿Tú tienes mamá y papá? —inquirió Pili.
—Sí, pero viven en otra ciudad... Iré a verlos para Navidad —comentó.
—¿Puedo ir contigo? —quiso saber—. Me gustaría tener una abuela también —añadió.
Gabriela sonrió.
—Si tu papá quiere pueden ir a pasar conmigo las fiestas —añadió.
—¡Papi! ¡Hola! —dijo la niña cuando lo vio y corrió a abrazarlo—. Ven a probar las galletas que hicimos...
Lautaro se unió a ellas y se sentó sobre el césped en el improvisado picnic a comer galletas.
—Están deliciosas —añadió.
—¿Papi? Gaby me dijo que debo preguntarte a ti... ¿Puedo decirle mamá el fin de semana de mi cumpleaños? Quisiera poder saber lo que se siente —explicó—. ¿Puedo?
Lautaro miró a Gaby quien asintió con ternura.
—Si así lo deseas —añadió y la niña comenzó a dar pequeños brincos de emoción y luego se arrojó a los brazos de ambos.
—Los amo mucho —susurró entre besos.
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