Capítulo 32 🎤
Lautaro la pegó contra la pared y colocó una mano tras la nuca y la otra sobre su espalda baja, la besó con ardor y lujuria, mientras Gaby se apretaba contra él y respondía con la misma intensidad.
—Vamos a mi habitación —dijo él consciente de que podían ser descubiertos en cualquier momento.
La levantó entre sus brazos y la muchacha enredó sus piernas por su cuerpo. La llevó así hasta su cuarto y la depositó en su cama.
—No puedo creer que te tenga aquí —susurró él mientras la miraba aún de pie—, imaginé esta escena por toda la semana —admitió.
—¿Ah sí? —inquirió ella.
—Sí... —dijo y se sacó la camiseta de un movimiento.
—Dime que hoy sí tienes preservativos —susurró.
—Claro que sí —añadió él—. ¿Sabes lo que ha sido esta semana? Verte todos los días y desearte de esta manera me ha quemado el alma y el cuerpo —admitió.
Gabriela sintió su sangre arder tras aquella declaración, por lo que se apresuró a sacarse la blusa y desabrocharse el jean que traía. Lautaro la ayudó a sacárselo y luego él se quitó el suyo.
Los dos ardían en las llamas de un deseo contenido del cual apenas habían probado un poco el fin de semana anterior, por lo que no necesitaron demasiado tiempo. Él se colocó sobre ella y la besó en la boca para bajar con premura por el cuello y encontrarse con sus pechos ansiosos por recibir sus caricias. Gaby arqueó la espalda y abrió las piernas para envolverlo, pegar su cadera a la de él y comenzar aquella fricción que le producía cierto alivio. Lautaro siguió bajando para llegar al ombligo y un poco más para introducir sus manos entre la última prenda que le quedaba por quitar y la piel ardiente. De inmediato sintió aquella humedad caliente y enterró los dedos en el interior de la muchacha.
—Wow, estás...
—Listísima —dijo ella mientras se contorneaba con desesperación.
—Y sabrosa —añadió él y sacó sus dedos húmedos para llevárselos a la boca y probarlos—. Dios, eres exquisita —afirmó.
Gaby no pudo evitar sonrojarse ante aquel gesto tan íntimo.
—¿De verdad? —preguntó.
—Eres mi sabor favorito —dijo él y procedió a quitarle las bragas.
—No quiero esperar más, por favor —pidió—, solo hazlo, ¿sí?
—¿El qué? —inquirió él mientras con lentitud se sacaba el bóxer y la miraba con una sonrisa lujuriosa.
—No me hagas decirlo... ya lo sabes... —respondió ella con una timidez que volvió a enrojecer sus mejillas.
—Me encanta cuando la carita se te pone colorada y tus pecas brillan como estrellas —susurró mientras se levantaba de la cama—, pero no sé qué es lo que quieres —insistió.
—Hazme el amor, Lautaro, vamos, eso es lo que quiero —pidió ella.
Él sonrió y caminó los pasos que le faltaban para llegar a la mesa de luz de la cual sacó un preservativo, lo abrió con premura y se lo puso.
—¿Lista? ¿Segura? Mira que recién empezamos y...
—Por favor... —insistió ella como si esperarlo le doliera.
Lautaro caminó de nuevo y se colocó a los pies de la cama desde donde la observó con ardor. Ella le sonrió y se mordió el labio. Le encantaba verlo desnudo y disfrutar de la perfecta armonía de su cuerpo.
Él gateó sobre la cama hasta colocarse sobre ella. Gaby abrió las piernas para recibirlo y él se colocó en medio. Con cuidado, buscó la entrada y empujó de una estocada certera. La muchacha gimió al recibirlo y lo abrazó con las piernas, como si quisiera apresarlo allí para siempre.
Él se quedó quieto, la observó y besó sus labios, sus párpados, sus mejillas, la punta de su nariz. Gaby apretó sus manos contra los glúteos firmes de Lautaro y comenzó a moverse. Él respondió a aquel llamado y ambos se contonearon de una manera tan coordinada que sus cuerpos parecían conocerse desde siempre.
Ninguno de los dos tardó demasiado, el deseo contenido hizo explosión en ambos en pocos minutos. Gabriela estuvo al borde del grito, pero él la besó para acallar aquel sonido que podía despertar a Pili o a su abuelo.
Con el cuerpo laxo y relajado tras el placer y aún encima de ella, Lautaro la miró a los ojos. Gaby tenía el rostro sonrojado y los ojos brillosos, su cabello estaba desordenado y sus pecas parecían más intensas.
—Qué hermosa eres —susurró y la besó en la punta de la nariz—. ¿Estás bien? Todo ha sido muy rápido —dijo con un poco de vergüenza.
—Hemos deseado esto por más de una semana —susurró—, no íbamos a aguantar mucho...
—Así es... Pero... me preocupa que fuimos directo al grano sin preliminares y... pero tú estabas lista... y...
Gaby sonrió y colocó un dedo sobre los labios de Lautaro.
—Necesitaba de ti con urgencia, ahora podemos hacer todo lo que nos saltamos —murmuró y le guiñó un ojo—, si aún tienes ganas, claro...
—¿Ganas de ti? Me estoy volviendo adicto —admitió.
Gaby sonrió y él se levantó para poder deshacerse del plástico y volver a acostarse a su lado. Los dos se pusieron de lado para poder mirarse.
—No sé qué me pasa contigo, Gabriela. Todo es intenso, y no solo me refiero a el sexo... sino a estar cerca de ti... Solo la música logra tenerme así como me tienes tú —admitió—, eres música...
Gaby se mordió el labio y volvió a pensar en contarle su secreto, pero sabía que no podía hacerlo aún.
—A mí me pasa lo mismo —admitió—, te has vuelto el centro de mi vida y eso me asusta, sé que no debe ser así... pero ¿cómo lo evito? Me da miedo...
—Gracias por hacerme abrir los ojos antes, eres una mujer maravillosa —dijo abrazándola y atrayéndola hacia sí.
Gabriela se acurrucó en sus brazos y besó su pecho. Fue en ese instante en el que tuvo ganas de escribir una canción y esperó que la idea se le fijara en la cabeza para cuando más tarde pudiera escribir.
—El jueves tengo mi primera actuación en el hotel. ¿Vendrás? —inquirió él.
—Allí estaré, soy tu fan número uno —dijo ella y él sonrió.
—Nunca tuve una fan —bromeó—, se siente bien saberlo...
—Pues ya tienes una, y puedo ponerme muy intensa —añadió en tono divertido—, me pondré muy celosa cuando sean muchas más. Seré la presidenta de tu club de fans.
—¿De verdad crees que soy bueno? —preguntó él.
—Sí, lo eres, no lo dudes... Si yo fuera una cantante famosa como Ágatha, no dudaría en compartir escenario contigo —admitió y escondió su rostro en su pecho para ocultar una sonrisa.
—No lo creo... —rio él.
—¿Por qué? Bueno, ya sé que no la consideras a tu altura...
—No, eso no es cierto —interrumpió—. La muchacha tiene talento, la primera vez que la escuché supe de inmediato que Liza no tenía ninguna posibilidad de ganarle, era justo que fuera la ganadora... lo que dice la prensa es cierto, es carismática y tiene una voz increíble.
Gaby levantó la vista y lo miró como si hablase en mandarín.
—¿Cómo?
—Es mi secreto —dijo con una sonrisa que a ella le derritió el corazón.
—¿La viste en aquel concurso? —inquirió.
—Claro, cuando eso yo aún hablaba con Liza, la ayudé a elegir sus canciones, a preparar sus presentaciones, a ensayar... Ella sabía que su única competencia allí era Ágatha... Yo fui al programa el día en que se batieron a duelo, era justo, Ágatha era la ganadora... Claro que eso no podía decirle —comentó.
—Oh... —dijo ella al recordar aquel momento.
—Pero no estoy seguro de que esté manejando bien su carrera —añadió—, bueno, sé que no es ella quien la maneja, pero no creo que tomen las mejores decisiones. Hay canciones que... no lo sé, yo explotaría más su voz, tiene un buen registro y un timbre único... le hacen cantar canciones comerciales con las que no aprovecha todo su talento...
—¿En serio? —preguntó ella aún asombrada por todo lo que él decía.
—Sí... pero bueno, qué sabré yo si soy solo un pianista callejero, ¿no?
—No, eres un buen músico, Lautaro.
—Lo dices porque no sabes mucho de música —añadió.
—¿Quién te dijo? Sé tocar la guitarra y cantar —admitió ella.
—¿Cantas? —inquirió Lautaro con incredulidad.
—Ajá
—¿Y por qué no me lo dijiste nunca? —quiso saber.
—No lo preguntaste... —añadió y volvió a esconder su rostro en su pecho.
—¿Me cantas algo?
—No... todavía no...
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó él.
—Un día lo haré, lo prometo...
—¿Te da vergüenza? —quiso saber.
—No, solo... prometo que lo haré algún día. Cantaré para ti muchas canciones —añadió y lo miró a los ojos.
Lautaro la miró con curiosidad.
—¿Qué más no sé de ti? —inquirió.
—Sabes lo más importante de mí, Lauty... En este momento de mi vida, en los que estoy comenzando a conocerme en realidad, creo que eres junto a Lala, quien más me conoce... por favor no dudes nunca de eso —añadió.
—Es un honor... —afirmó él—. Aunque todavía quiero conocerte mucho más... quiero saber todo de ti...
—Y yo de ti —susurró ella y se acercó para besarlo—. ¿Es normal que me sienta tan a gusto en tus brazos? —inquirió.
—A mí me encanta abrazarte —respondió él.
Gaby lo besó y el fuego volvió a calentarles la sangre, esta vez, calmada ya la urgencia, se tomaron un buen tiempo para explorarse, besarse, morderse y tocarse en cada rincón de sus cuerpos antes de que Lautaro volviera a ingresar en ella.
Agotados, pero incapaces aún de separarse, Gaby suspiró en los brazos de Lautaro. Sentía que la emoción que la embargaba tenía una peligrosa onda expansiva y la energía que los unía era mucho más que física, lo que al final podría resultar peligroso. Un tremendo terror a perderlo le ahogó el alma.
Lautaro, por su parte, comprendió que ya no había vuelta atrás, lo sabía desde el inicio, lo había percibido, la abrazó con fuerza y la apretó contra él, no quería perderla y la intensidad con que las emociones crecían en su interior le asustaba. Sabía que si seguía así estaría enamorado más pronto que tarde, y eso, significaría volver a sufrir.
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