Capítulo 30 🎤


Una repentina racha de alegría tomó a Lautaro durante los días que siguieron a aquel encuentro. Ver a Gaby cada día en la universidad le resultaba refrescante, y se comportaba con ella como si fueran pareja, aunque en ningún momento habían delimitado los límites de la relación.

Alicia estaba de nuevo en casa de su madre y su vida mejoraba, no tenía noticias de Marcos y aquello la hacía sentir tranquila. A pesar de que en un principio creyó que su familia se burlaría de ella, no fue así, encontró en ellos mucho apoyo y contención, por lo que comenzaba a ser la misma chica efusiva y alegre de antes del incidente.

Durante la semana, los besos y abrazos entre Gaby y Lautaro se limitaron a sus encuentros en la universidad, al principio intentaron ocultarlo, pero Alicia los descubrió y les dijo que no se preocuparan por ella, que le parecía genial que estuvieran juntos y que no diría nada, ya que no deseaban que Pili se enterara.

Lala y Fernando continuaron en contacto, lo que a Gaby le pareció llamativo, pues su amiga raras veces mantenía comunicación con un chico luego de una noche de pasión, pero suponía que era a causa de su tremenda necesidad de olvidar a Valentino.

Los ensayos se mantuvieron con normalidad, y el jueves de esa semana, Ágatha dio una conferencia sobre la próxima gira que ya se acercaba.

El sábado por la noche, se habían reunido para una cena en lo de Lautaro, acababan de comer pizza y jugaban una partida de cartas en la mesita alrededor de la sala, Pili sacó a colación el tema de la conferencia.

—Ali, ¿viste la conferencia? ¿Cuándo comenzará la gira? —le preguntó la niña.

—Sí, escuché que iniciará a fines de noviembre y se extenderá hasta marzo...

—¿Vendrá a Caya? —inquirió Pili con emoción. Gaby estaba atenta a la conversación, pero fingía estar concentrada en el juego

—No, no pasará por aquí, ya sabes que es una ciudad muy pequeña... Pero igual podríamos ir al concierto de Reyes —comentó Alicia al darse cuenta de la desilusión de la pequeña.

—¿Tú crees? —inquirió y luego miró a su padre—. ¿Iremos?

—Claro —dijo él con una sonrisa—, aunque aún no sabemos los precios de las entradas.

—¿Crees que podremos comprar la que es con... no recuerdo como se dice...

—¿Meet and greet? —añadió Gaby con ternura.

—¡Eso, lo que te permite conocer al artista! —exclamó.

—No lo creo, Pili —respondió Lautaro—, esas entradas suelen ser muy costosas...

—Oigan, voy a hablar con Lala para que les consiga pases VIP —dijo Gaby con entusiasmo.

—¿Crees que pueda? —preguntó Pilar mientras daba pequeños brincos de emoción.

—Seguro que le tocará maquillarla —susurró Gaby como si lo que decía fuera un secreto—. Estoy casi segura de que lo conseguirá.

—No puedo creer que vaya a conocer a Ágatha —dijo Pilar dejándose caer en el sofá con un gesto exagerado, como si se desmayara. Todos rieron.

—No sé qué le ven —añadió Lautaro en un suspiro.

—¿Qué dices? —exclamó Alicia fingiendo indignación y llevándose una mano al pecho. Pili se echó a reír—. Es hermosa, canta bellísimo, baila como los dioses, seguro es una persona fantástica...

—¿Cómo sabes que es hermosa? Usa peluca y máscara, a lo mejor esconde una cara horrible —exclamó con diversión y la pequeña se cruzó de brazos como si estuviera enfadada—. Además, no estoy seguro de que sepa cantar, con toda la tecnología de hoy en día seguro le ayudan a mejorar la voz... Sobre el baile, bueno, eso lo admito, se mueve bien... y sobre si es buena persona, la mayoría de la gente famosa no lo es...

—¡Papi! ¡Te apuesto que cuando la conozcas sabrás que estás equivocado! —defendió la pequeña con ímpetu.

—¿Así que la gente famosa es mala persona? —inquirió Gaby con curiosidad—. Vaya, eres un poco juzgón —añadió.

—¡Juzgón! ¡Juzgón! —exclamó Pili señalándolo—. ¿Qué significa eso? —añadió en un susurro.

Alicia se echó a reír.

—Significa que critica todo lo que se refiere a Ágatha —añadió.

—No es cierto, solo digo la verdad —apuntó él con diversión.

—¡Lala dijo que era bellísima! —añadió Pili.

—Seguro que lo dice porque para eso le pagan. A ver, si fuera tan bella, ¿por qué se escondería tras esa máscara siempre? —inquirió.

Pili se puso pensativa.

—Porque no quiere ser reconocida —aclaró Gaby con certeza—. ¿No lo crees?

—¿Por qué? —inquirió él y miró a Gaby—. ¿Acaso no es el sueño de todos? Es decir, ella ha alcanzado muchísima popularidad en poco tiempo...

—Bueno, no siempre es el sueño de todos... Algunos solo quieren poder hacer música y disfrutarla, que la gente disfrute... Lastimosamente con ese éxito viene la fama, es inseparable, ¿no? Como un combo —añadió ella y echó un rápido vistazo a Pili, en una clara alusión a lo que él le había dicho sobre que él y su hija eran un combo—. Pero a lo mejor no todo el mundo disfruta de la fama, es una cárcel...

—¿Ser famoso es estar en la cárcel? —inquirió la niña confundida.

—No, cariño —respondió Gaby con una sonrisa dulce—, solo que una persona muy famosa no puede vivir una vida normal, no puede hacer las cosas que hacemos nosotros, ir al supermercado, a la universidad, caminar por la calle sin que nadie la mire. ¿Comprendes?

—¿Por qué? —preguntó.

—Porque la gente te sale al paso para pedirte fotos y autógrafos.

—¿Y eso no es divertido? —inquirió.

—Sí, pero no todo el tiempo, a veces una tiene ganas de ir a tomar un helado con una persona importante sin que nadie se le acerque a tomarle fotos... O imagina que quieras salir con una ropa vieja y sin maquillaje... ¿comprendes?

—Sí... lo entiendo —añadió y alzó la mirada como si lo estuviera meditando.

—Eso hace que los famosos a veces no puedan salir a la calle... y tienen que quedar encerrados en sus casas o... disfrazarse para pasar desapercibidos —añadió.

—Tiene sentido —dijo Alicia—, como ella canta disfrazada, puede salir a la calle como ella misma y es probable que nadie se dé cuenta.

—¿Te imaginas cruzártela en el supermercado y no reconocerla? —inquirió Pilar con entusiasmo—. ¡Eso sería horrible!

Gaby se echó a reír.

—No creo, un fanático la reconocería de inmediato —zanjó Lautaro y Gaby se mordió el labio inferior.

—¿Entonces su cabello no es de color negro? —preguntó Pili como si de pronto sintiera cierta desilusión.

—Probablemente no —respondió Gaby que miró con ternura a la niña.

—Yo creí que tenía su mismo color de cabello —añadió la niña con desilusión y suspiró.

—Tu color es hermoso —añadió Gaby.

—Me pregunto quiénes sabrán la verdad —añadió la pequeña.

—Yo me pregunto cómo harán para que no se filtre esa información. Los periodistas pagarían millones para saber quién es —dijo Alicia.

—Han de tener contratos de confidencialidad muy fuertes —zanjó Lautaro.

—Ha de ser así... —asintió Alicia.

—¡Lala la ha visto! —exclamó Pili—. Deberíamos preguntarle quién es.

—No te va a decir, Pili... —dijo Lautaro con dulzura.

—¿Por qué? Es mi amiga... las amigas se cuentan todo —añadió.

—Sí, pero ella ha firmado un papel en el que se compromete a no decirlo, si lo hace, la meterás en problemas, y a las amigas no las metemos en problemas, ¿cierto? —dijo Alicia con dulzura.

—Pero yo prometeré no contarlo... —insistió.

—¿Para qué quieres saber? —preguntó Alicia.

Pili no respondió, pero bajó la vista como si se sintiera un poco avergonzada y luego miró a su padre.

Lautaro se levantó nervioso y negó con la cabeza.

—Ella no es tu madre, Pilar, ya te lo he dicho miles de veces —añadió con enfado.

—Yo lo sé... es que...

—No lo comprendo —interrumpió Alicia.

—¿Le puedo contar? —preguntó Gaby y la niña asintió—. La madre de Pili es cantante, y su sueño era ser famosa... a Pili le gusta imaginar que podría ser Ágatha... o alguien como ella.

—¡Pero no es ella! —exclamó Lautaro enfadado.

—Ella lo sabe —defendió Gaby—, solo le gusta imaginar, como a cualquier niña.

—¡Hay cosas que no necesitamos imaginar! —añadió él—. Tu madre no es famosa ni es Ágatha —métete eso en la cabeza —dijo mirándola y señaló su sien con el dedo índice.

—Lauty... —llamó Gaby para que se calmara.

—¡No! Me tiene cansado este tema. A ver, Pili, si ella fuera tu madre, ¿de qué te serviría? ¿Crees que al verte vendría a ti?

La niña comenzó a llorar.

—Lautaro, por favor —insistió Gabriela.

—¡No te metas! ¡Cuanto antes comprenda esta situación, todo será más sencillo! —exclamó.

—¡No! ¡Te equivocas! Ella es muy pequeña y es normal que desee el amor de una madre, es normal también que sueñe cosas y se ilusione con eso...

—¡Le dolerá comprender que nada de lo que sueña es real! —afirmó él.

—¿Pili? ¿Quieres que vayamos a tu habitación a escuchar música? —dijo Alicia levantándose y tomó a la niña de la mano para llevarla al cuarto.

—Escucha —dijo Gabriela acercándose a Lautaro una vez que la pequeña se fue con Alicia—. ¿No te parece que de por sí es difícil tener ocho años y ser consciente de que tu madre no te quiere? ¡Es una herida enorme, Lautaro! Una herida que marcará por siempre a Pilar. ¿Te parece que haciéndole esto le ayudas a sanar?

—¡No es justo! ¡La madre es una egoísta que no quiere a nadie más que a ella misma! —gritó—. No es justo que mi hija sufra por ella, ¿no te das cuenta? ¡Yo ya sufrí por ella y me costó muchísimo superarlo! ¿Te crees que es lindo verla sufrir a ella también?

Lautaro cerró los puños y frunció los labios con enfado mientras intentaba sofocar las lágrimas.

—Lo sé, sé que como padre no deseas que ella sufra —dijo Gaby acercándose a él—, pero no puedes evitarle ese dolor, no puedes, y porque te pongas a gritarle y le obligues a no sentirlo las cosas no cambiarán. Lo único que logras con esta actitud es hacerla tener miedo y callar sus emociones. Le ayudarías más si hablaras de este tema con naturalidad, cierto que la madre no la quiere, y eso es doloroso para ella. Es cierto que tarde o temprano deberá aceptarlo, pero si le ayudaras a hacerlo sin que sintiera que eso también está mal, si pudiera llorar si quisiera y dejar fluir lo que piensa o siente, el dolor se va a ir más rápido. Ilusionarse es su manera de calmar lo que le duele, Lauty...

Lautaro no contestó, se acercó a ella y volteó a mirarla.

—¿Acaso tu dolor cuando Liza los abandonó iba a desaparecer porque alguien te obligara a no sentirlo? Todo tiene un proceso, Lauty, ella es chica, recién ahora es cuando comienza a sentir la ausencia, al compararse con sus amigas...

—Tienes razón... Es que...

—Lo sé —dijo ella abrazándolo—. Sé que te costó soltar a Liza y, sobre todo, comprenderla, eres una gran persona por haberlo hecho, y un fantástico padre, el mejor del mundo —añadió con una sonrisa dulce—, lo haces perfecto... solo que, eso no quiere decir que la figura materna no le haga falta en ocasiones... y por más que lo intentes, eso siempre será así y no es tu culpa...

—¿No? —inquirió él como si necesitara la afirmación de aquella muchacha—. Yo quizá pude haberle dicho algo a Liza... Intentar convencerla...

—No, tú tomaste tu responsabilidad y te hiciste cargo... ella no lo hizo, es su decisión, no tuya —zanjó Gaby con decisión—. Ese dolor no lo causaste tú, pero tampoco lo podrás curar tú...

Lautaro la envolvió en sus brazos.

—Tú me encantas —susurró y la besó en la frente—. Haces que la vida se viva con más facilidad...

Ella sonrió y recostó la mejilla sobre el pecho de Lautaro.

—¿Por qué te molesta tanto Ágatha? No criticas a nadie más como a ella... —dijo porque de pronto sentía que le hubiese gustado tener la admiración de él.

—Es que... me preocupa que ella la idolatre tanto, que sueñe con que es su madre o la personalice a su gusto... Es alguien lejano, siempre lo será, Pili no la conocerá ni sus sueños de ser su amiga se harán realidad...

Gaby deseó contarle la verdad con toda su alma en ese momento.

—Bueno, pero eso es normal, Lauty. ¿Acaso no tuviste un ídolo en tu niñez o adolescencia? Todos pasamos por eso...

—Lo sé, pero ella no solo la ve como ídola, piensa que la madre podría ser así... O sea, son dos cosas que le dolerán por separado y a la vez juntas... ¿Te imaginas si le consigues ese pase? La verá y le hablará, quién sabe qué cosas le dirá... Es decir, Pili piensa que se conocerán y saldrán a jugar al parque o a tomar un helado... Y tú sabes que no es así... —añadió—, me preocupa que no lo entienda, es una niña... imagina si le consigues el pase y la muchacha es prepotente o engreída... ¿y si le rompe el corazón?

—Shhh —dijo Gaby y le cubrió los labios con su dedo índice—. No te precipites, déjala ser, déjala soñar... no pasa nada... —añadió acercándose mucho a él—. Luego tendrá mucho tiempo para crecer y comprender el mundo y sus injusticias...

—Tienes razón —susurró él aferrándose a ella y dándole un beso—. Dios, te extraño...

—Pero si nos vemos todos los días —respondió ella mientras le daba pequeños besos en el rostro.

—Pero quiero más... —susurró antes de morderle el lóbulo de la oreja con suavidad.

—Hmmm y yo...

Se besaron un rato, pero el temor a ser descubiertos los separó.

—¿Vamos a hablar con ella? —preguntó Gaby y Lautaro asintió.

—Solo déjame... que me calme un poco —añadió y bajó la vista hasta el sitio donde sus pantalones se hinchaban.

—Oh... Te espero allí, porque ver eso altera todos mis sentidos —añadió y antes de dirigirse a la habitación de la niña, tomó entre sus manos la excitación de Lautaro y lo apretó fugazmente, para luego guiñarle un ojo y marcharse.

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