Capítulo 25 🎤

Lala observaba a su amiga con los ojos abiertos y la expresión sorprendida.

—¿Es en serio? ¿Liza?

Gabriela asintió. Las dos estaban sentadas en el suelo del camerino de Ágatha una frente a la otra.

—Me sorprendió tanto como a ti, pero tuve que callarlo... Ahora que lo pienso, la niña tiene cierto parecido con la madre —afirmó—, pero por suerte sacó el carácter bondadoso del padre, porque Liza es una mujer egocéntrica y demasiado ambiciosa.

—Sí, te odió por ganarle...

Gaby se encogió de hombros.

—Otra cosa que me cuesta creer es ese desparpajo que tienes con Lautaro. ¿De verdad le has dicho todas esas cosas? —inquirió.

—Imagínate que le dije que quería que se hundiera en mí —susurró y ambas se echaron a reír—. No sé qué demonios me pasa cuando estoy con él, quiero provocarlo...

—Me divierte tu nuevo despertar sexual —admitió Lala—, pero también lo comprendo, lo que te dijo habla bien de él.

—Lo sé, y estoy de acuerdo, pero yo en serio le he tomado cariño a la niña, no solo por él, sino porque me admira tanto y... eso me resulta tierno, ¿sabes? La quiero, me genera una sensación inexplicable, no la voy a dejar solita, voy a estar para ella pase lo que pase... y tú sabes que siempre cumplo mis promesas...

—Lo sé, Gaby, pero hay algo que no me queda claro.

—¿Qué? —inquirió tras la mirada pensativa de la muchacha.

—¿Qué es lo que quieres con él? ¿Estás segura de que esa atracción o magnetismo es solo sexual?

—No, no estoy segura porque hay momentos que lo miro y... no sé, quiero ser parte de su vida, de su día a día... no sé ni siquiera cómo explicarlo —admitió—, pero eso no puede ser amor tampoco, es muy rápido... Lo que sí sé es que lo admiro tremendamente.

Lala se encogió de hombros.

—¿Qué tal con Matías? —preguntó.

—Muy profesional, hasta ahora no hemos hablado de nada personal y me ha dicho que ya ha sacado sus cosas del departamento. Mejor así...

—¿Y Rosi? Vi que sigue en el elenco...

—Sí, no sé qué hacer con eso, lo estoy pensando —añadió.

—Si fuera tú ya la echaba —zanjó ella con decisión.

—Es que no quiero que Matías me quiebre la paz que traigo... y en verdad, no me interesa en lo más mínimo que esté con ella.

—No va a durar —afirmó Lala—, Matías es demasiado ambicioso para estar con alguien tan simple —dijo y puso los ojos en blanco—. Va a volver a buscarte cuando se dé cuenta de que hablas en serio, estoy segura de que él cree que es una tontería más como lo de la universidad y lo de Caya...

—Bueno, se dará cuenta de lo equivocado que está en cualquier momento —afirmó.

—Yo creo que después de la gira deberías despedirlo volver con Franco, no creo que sea muy buena idea seguir con Matías por aquí... No me da buena espina —añadió.

—Veré qué hacer —suspiró—. Por cierto, el sábado participaré en un desfile madre hija en la escuela de Pili, ¿podrás maquillarnos y prepararnos? —inquirió.

—¡Ah! ¡No! —exclamó Lala sorprendida y con un gesto que envolvió todo su cuerpo, Gaby rio con diversión—. Esto es demasiado... —añadió y negó con la cabeza.

—No es pedido de Lautaro, él ni sabía... fue Pili, no pude decirle que no.

—Comienza a asustarme que la niña, que está tan sedienta de una imagen femenina, te coloque en el rol de madre... —dijo mientras se mordía el labio, pensativa.

—¿Qué tiene de malo? Es decir, no soy ni seré la madre, pero ¿qué tiene de malo que me vea como su imagen femenina? —inquirió.

Lala negó.

—¿Qué? —inquirió Gaby.

—Es mucho más que pasión lo que te sucede Gaby, ese es mi veredicto —añadió—. Te estás comportando como una madrastra, ¿te das cuenta? Cuidado, anda despacio...

—No exageres, Lala. ¿Qué tiene de malo que le de un poco de amor a una niña de ocho años? No mezcles las cosas...

—El mismo Lautaro te lo dijo, ellos son un combo, uno que te quieres comer entero —añadió la muchacha.

Gaby se encogió de hombros y sonrió.

—¿No te da miedo? —preguntó Lala que la miraba con mucha curiosidad, no reconocía el ímpetu que poseía su amiga.

—Sí, claro que me da miedo —afirmó—, pero también tengo unas enormes ganas de ver a dónde me lleva todo esto. Si lo pienso, me lleno de alertas y preguntas, pero cuando estoy con ellos, solo quiero seguir allí y todo lo que pensé o los miedos, se esfuman en un instante. No sé si tiene sentido...

—Sí, lo comprendo, pero puede ser doloroso. ¿Qué pensará Lautaro cuando sepa que eres Ágatha? ¿La misma Ágatha que destronó a Liza? ¿Y qué pensará la niña cuando se lo digas?

—Quizá deba ver la manera de decírselo a Lautaro, no quiero que piense que le miento en algo tan importante —zanjó—. La niña no sabe quién es su madre...

—¿Vas a contarle tu gran secreto a un tipo que no conoces? ¿Y qué pasa si entre ustedes sucede algo, y luego no funciona, y él para vengarse hace pública tu identidad? ¿Le harás firmar un contrato de confidencialidad?

Gaby suspiró.

—No creo que Lautaro haga una cosa así —añadió—, me genera mucha confianza...

—No seas tonta, las personas despechadas hacen cualquier cosa, y si somos sinceras, no lo conoces tan bien aún —afirmó y Gaby sabía que tenía razón—. Mira, no digo que no disfrutes... solo digo que tengas cuidado, tú tienes mucho que perder si las cosas salen mal.

—Lo sé...

El resto de la semana transcurrió sin dificultades, Matías se mostraba distante y profesional, lo que a Gaby le daba paz y por lo que comprendió que no había podido tomar una mejor decisión que esa. Su cuerpo ya se había acostumbrado a la rutina del viaje diario y los ensayos, así que no se sentía tan agotada como al inicio, pero como ya no iba a diario a casa de Lautaro en busca de Alicia, tampoco tenía una excusa para pasar mucho tiempo por allí. Sin embargo, en la universidad se veían y se mostraban buenos amigos, como siempre.

—Entonces, el sábado por la tarde podemos juntarnos en tu casa —combino Gaby—, vendrá mi amiga Lala y nos maquillará y peinará a ambas —añadió—. De allí nos vamos a la escuela...

—¿Puedo ir? —inquirió Alicia con entusiasmo.

—Claro, contaba con ello —dijo Gaby con una sonrisa dulce—. Luego, me gustaría que fuéramos a bailar... ¿No tienen ganas? Mi amiga, Lala, quiere conocer alguna discoteca por aquí.

—Yo primero debo preguntar a mi abuelo si puede encargarse de Pili —añadió.

—¿Por qué no van ustedes? Yo me quedo con Pili —ofreció Alicia—, aún no estoy con ánimos para salir —afirmó.

—¿De verdad? —preguntó Lautaro.

—Claro, además he extrañado pasar tiempo con ella esta semana y tú mereces distenderte un poco —afirmó.

—¿Vamos entonces? —pregunto Gaby a Lautaro con una sonrisa entre dulce y pícara.

—Con gusto —respondió él.

Esa misma noche, cuando Gaby se encontraba viendo tele con su sobrina Farah luego de la cena, recibió la llamada de Alicia.

—Ali —saludó y se alejó para poder hablar.

—Gaby, solo llamo para preguntarte algo... ¿Qué hay entre Lauty y tú? —inquirió.

—Nada, ¿por? —preguntó la muchacha curiosa ante aquella pregunta.

—Es que... se me hace muy obvio que explotan estrellas alrededor de ustedes. ¿Te gusta? —quiso saber.

—No te voy a mentir, me gusta... pero no sé bien qué hay entre nosotros —afirmó—, no ha pasado nada... bueno, un beso... o dos —añadió—, pero no ha pasado de allí.

—¡Awww! ¡Qué romántico! —exclamó Alicia con emoción—. Hacen una pareja genial —añadió.

—¿Lo crees?

—Estoy segura... Espero que aproveches la salida del fin de semana.

Hablaron un poco más y luego cortaron. Cuando Gaby regresó a la sala, Farah dormía. Justo en ese momento, su hermano entró para llevarla a la cama.

—¿Te puedo preguntar algo? —inquirió Gaby al verlo alzarla en sus brazos.

—Claro...

—¿La quieres como si fuera hija de tu sangre? —preguntó.

—Así mismo es —admitió—, es mi hija —afirmó con orgullo. ¿Por qué?

—Hay un chico... —murmuró—, tiene una hija.

Ale sonrió.

—¿Te gusta? —preguntó y ella asintió—. ¿Conoces a la hija? —inquirió.

—Sí... Nos llevamos bien y me admira mucho, claro, no sabe que soy yo, pero...

—Ve con cuidado, Gaby, los niños son sensibles y sufren mucho el abandono. Cuando yo conocí a Andrea, ella no me presentó a Farah por mucho tiempo, no quería que se ilusionara antes de que lo nuestro fuera un poco más seguro. Pero cuando lo hizo, me enamoré de ella en el instante que la vi. Así como desde el inicio supe que Andy era la indicada, también desde el inicio supe que Farah era mi hija —afirmó.

Gabriela sonrió.

—Nunca me planteé ser madre, ¿sabes?

—¿Te lo estás planteando ahora? —preguntó él.

—No lo sé, quiero a la niña... es decir, quiero protegerla, siento la necesidad de estar allí para ella y evitar que sufra más de lo que ya ha sufrido... No sé si eso es parecido a lo que siente una madre...

Alejandro sonrió.

—Tu vida está cambiando mucho en poco tiempo, eso es bueno, pero anda con cuidado, Gaby... solo eso —afirmó antes de llevar a Farah a la cama.

Todos le decían lo mismo, que se cuidara y fuera lento. ¿Por qué? Al fin se sentía libre y creía que estaba en el camino correcto para encontrarse a sí misma, al fin se sentía ella, al fin tenía ganas de vivir y de experimentar. Por un momento la vida que hacía unas semanas le resultaba aburrida y frustrante, ahora era como una montaña rusa llena de emociones y novedad. ¿Por qué debía ir despacio?

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