Lala llegó con puntualidad a las once, ingresó al departamento del cual tenía la llave y buscó a su amiga, que se encontraba sentada en el balcón con una sonrisa en los labios, un café en las manos y la mirada perdida en la hermosa vista.

—¿Hola? ¿Estás? —inquirió la muchacha y se sentó en la silla de al lado.

—Te estaba esperando —dijo Ágatha y volteó a verla.

—Esa mirada me da miedo —aseguró Lala al percibir aquella chispa de diversión que hacía demasiado tiempo no encontraba en su amiga.

—Necesito que me ayudes con esto, Lala, quiero que me transformes en alguien —pidió—. Tengo a mi favor que la gente me conoce con la peluca oscura y la máscara, yo creo que, con mi cabello natural, nada de maquillaje y una gorra o pañoleta podría servir... ropa holgada o deportiva funcionó con Shakira —añadió.

—¿Qué? ¿De qué hablas? —preguntó Lala confundida.

—Hoy recibí un email de la universidad, ya sabes que en dos semanas inicia el nuevo y último semestre, el rector invita a los alumnos de la modalidad virtual a tomar clases presenciales por el semestre.

—¿Cómo? No estarás pensando en...

—En ir a clases —zanjó Ágatha con seguridad—. Nadie me reconocerá, la gente por la calle no suele reconocerme y si me visto de maneras menos llamativas... He investigado, Shakira lo ha hecho y nadie la reconoció, leí que se hizo llamar Isabel... En mi caso será más fácil, ya que Ágatha es un personaje... Usaré mi nombre real, nadie sabrá quién soy, Caya es una ciudad pequeña y no queda demasiado lejos de aquí.

—Pero queda a dos horas de aquí —dijo Lala con consternación ante la alocada idea de su mejor amiga.

—Sí, podría organizar para que los ensayos fueran por la mañana y luego del medio día voy para allá, me inscribiré en el turno noche, ya que en estos meses previos a la gira no tenemos nada planeado. Si surge alguna presentación faltaré ese día a clases y ya... Solo son unos meses y luego que comience la gira todo volverá a la normalidad... Además, estaré cerca de Ale, podré compartir más con ellos la llegada del nuevo bebé... —añadió ya que su hermano y su familia habían elegido Caya para vivir porque consideraban que era una ciudad cercana a la capital, pero que no había perdido su calma y en la cual podrían criar a sus hijos de manera más saludable.

—No lo sé... ¿Ya se lo dijiste a Matías? —inquirió Lala poco convencida.

—No, eres la primera a la que se lo estoy diciendo.

—Gracias por la deferencia —bromeó—, pero creo que sabes cuál será su reacción cuando se lo digas.

—Mi plan es el siguiente —dijo Ágatha ignorando a su amiga—, acompáñame a Caya ahora, hablemos con el rector y expliquémosle la situación, de manera a que ellos estén al tanto de mis posibles responsabilidades. No quiero mentir ni tener problemas con eso, si el rector lo sabe creo que será más sencillo, además podemos ver un alquiler por allí y comenzar a idear todo esto.

—No lo sé, Gaby —dijo Lala que la llamaba así siempre que estaban solas—, ¿qué sucedería si la gente se diera cuenta?

—¿Qué es lo peor que puede suceder? Daré una conferencia de prensa y diré que quería probar lo que se siente vivir una vida normal. ¿Acaso no es esa la verdad? ¡Lala! Estoy cansada de esto, tú lo sabes más que nadie, he dejado la escuela y siempre he tenido profesores que iban y venían, me he perdido todas las experiencias de los adolescentes, el primer baile, los pasillos de la escuela, los amigos... Ahora ya es tarde para eso, tengo veintiséis años y lo único que me he animado a hacer por mí misma fue inscribirme en la universidad.

—Sí, lo sé... Matías no estuvo de acuerdo con eso...

—No, porque él nunca está de acuerdo con nada que no tenga que ver con el plan de vida que estructuró para nosotros y para mí. Pero yo estoy harta de eso, me siento presa... Me inscribí en la universidad para sentir que podía hacer algo por mí misma y prometí que no interferiría con mi carrera, nunca lo ha hecho, he estudiado de madrugada o en el camerino, pero jamás he suspendido una actuación ni una materia. Lo único que deseo es experimentar ser normal por un semestre... y luego retomaré mi vida, o lo que han planeado para mí —dijo con tristeza.

A Lala se le rompió el corazón tras aquella triste definición de lo que era la cárcel de oro en la que parecía vivir su amiga. Era irónica la vida, desde afuera, miles de personas anhelarían vivir como ella, tener su éxito, ser famosas y reconocidas, tener dinero y estatus... sin embargo, lo único que ella anhelaba era vivir una vida normal, una de esas llenas de rutinas de la que la mayoría de las personas deseaba escapar.

—Está bien, vamos a Caya —dijo y se levantó para buscar el maletín que siempre llevaba consigo—. Vamos a arreglar un poco tu cabello para asegurarnos de que no queden rastros por los cuales alguien pudiera llegar a saber quién eres... Sin maquillaje, tus pecas explotan y eso es bueno, porque cuando eres Ágatha las cubrimos...

Gaby se dejó hacer, Lala le cortó un poco el cabello y le agregó un flequillo que le cambiaba bastante el rostro. El cabello natural de su amiga era pelirrojo y con bucles, pero Ágatha llevaba siempre una peluca negra larga hasta la cintura. Sus ojos eran grises y los ocultaba tras un antifaz.

El personaje se había creado en los inicios de su carrera como una estrategia de su productor de aquel entonces, y había dado buenos resultados, además, le permitía a Gaby tener una vida más o menos normal, dentro de lo que cabía entre sus miles de horas de ensayo y sus constantes actuaciones. Pero siempre tenía unos meses más libres durante el periodo previo a una gira, justo el tiempo en el que se encontraba en ese momento, durante esos meses Matías no tomaba actuaciones ni conciertos, salvo que fueran casos especiales, y ella se dedicaba solo a los ensayos, el resto del tiempo debía descansar para prepararse para lo intenso que vendría después.

—Lista... no creo que corras mucho peligro, no creo que nadie te reconozca —admitió Lala.

—Lo sé, mi miedo es más por la prensa, ya sabes que siempre andan por allí intentando descifrar el acertijo de mi identidad.

—Lo sé, pero espero que no suceda nada.

Gaby calló, se miró al espejo y suspiró. Había días en que quería acabar con todo y gritar al mundo quién era de verdad, volver a cantar las músicas que le hacían feliz y hacerse cargo de su propia vida y de su carrera. Estaba cansada de ser un títere de los demás y de que todos le dijeran qué hacer y qué no. Su reflejo en el espejo le recordó a la chica que un día fue, la que cargada de sueños fue a esa audición. ¿Qué quedaba de los sueños de esa chica?

Matías siempre le decía que era afortunada por haber alcanzado todo lo que cualquier cantante desearía, era cierto, pero ¿qué de eso había sido en realidad un sueño suyo? Aquella muchacha que solía ser solo quería usar la música para poder expresar sus emociones y sus sentimientos, no contaba con que la fama la envolviera en esa cárcel de la que esperaba pasar desapercibida al menos por unos meses.

—Lista —susurró—. Gracias, Lala...