Denji
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Antes de leer esto debes tener en cuenta lo siguiente:
🥀) Denji x Lectora.
🥀) Escenario situado en los inicios del manga.
🥀) No tiene +18.
🥀) ¡Espero que les guste mucho!
🥀) En esta ocasión quise intentar algo tierno y a la vez plasmar una imagen de lo que podría ser el primer amor de Denji, sin tomar en cuenta a Makima.
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"Más roto que muerto".
El eco de sus emociones crepitó cuando terminó uno de esos trabajos mal pagados y desgastadores que tenía; todo el día pensó en ella. El jefe le dio unas pocas monedas que no alcanzaban para nada al terminar de cortar algo de madera con esos brazos débiles y jóvenes.
Pero Denji se sintió alegre contando unas cuatro monedas en mano, tan solo unas pocas más y seguro podría comprarse una galleta y al fin comer algo desde los últimos dos días (Eso si ignoraba la deuda con la que su padre lo dejó). Aunque, claro, bajó la mirada a su compañero y se dijo que, de comprarla, tendría que partirla por la mitad porque Pochita también se esforzaba en su parte del trabajo.
Eran el mejor equipo en el que podía pensar. Pochita era su único amigo ¿no era eso un poco lamentable? Pues para Denji no lo era ni un poco cuando podía abrazarlo y dormir juntos en un lecho de pobreza y hambre.
Ignorando el apuro con el que el hombre al que le trabajó lo estaba corriendo de su propiedad, Denji se encaminó a su último trabajo. Su sonrisa infantil hacía un juego divino con la noche que estaba cayendo a sus espaldas; nadie podía imaginar la dura vida del niño que transitaba las calles, alegre con unas monedas y cargando a su mejor amigo. De pronto sus mejillas se sonrosaron y un resplandor de ilusión albergaron sus ojos al pensar que por fin la vería.
Denji sacudió la cabeza, emocionado. Antes de dar vuelta a la calle y llegar a un negocio donde tenía por tarea tirar la basura en otro lugar, se detuvo y revisó que su cabello sucio al menos estuviera bien peinado; no se olvidó de acomodar su parche. Ya poco o nada podía hacer mucho con las manchas de sudor y tierra que se pintaron en su piel y carita, pero con un poco de saliva alcanzó a borrar algunas.
Estaba visiblemente indispuesto, pero esto no fue impedimento para que su corazón se acelera cuando llegó a las puertas del sitió, donde el dueño lo recibió con tono frío. Una sombra pequeña y frágil se asomó por detrás de él. Le dejó las bolsas en el suelo, no quería tener contacto con Denji.
—Esta noche son dos bolsas —dijo el hombre, pero Denji prestó más atención a la pequeña que se asomaba dentro del lugar. Tenían la misma edad y ella aun así aparentaba ser más un ángel que un humano; era tan hermosa que Denji había olvidado cómo hablar—. Toma, por dos de estas te daré un par de monedas.
Como si estuviera en el limbo, con su mirada haciendo contacto con la de la castaña, Denji tomó las bolsas casi como un robot. No protestó ni un poco por haber recibido tres monedas y el hombre entró para cerrar con fuerza, invitándolo a irse rápido.
Al contrario, el pequeño se quedó inerte en su lugar. Al fin había podido hacer contacto con ella y no quería desperdiciar su momento, así que elevó su mano en un saludo y sus labios formaron una sonrisa que dejaron entre ver sus dientes en forma de pico. La niña salió de detrás del mostrador luciendo un vestido que le llegaba poco más debajo de las rodillas.
Le sonrió y la noche se iluminó.
Era la primera niña que en su vida le había dedicado tal gesto lleno de belleza y ternura. Denji sintió que sus mejillas se colorearon y no sabiendo qué hacer a continuación, tropezó y se guardó las monedas en sus bolsillos; algo le decía que era hora de escapar. Tomó las bolsas con torpeza, intentando seguir su camino, pero fue inútil.
—¡Espera! —la puerta se había abierto y la voz de la niña le siguió con rapidez en un hilo exclusivamente tierno y suave. Denji se detuvo y la observó, estaba seguro que iba a tartamudear—. ¿Puedes esperar un poco? Por favor.
¡¿Qué se suponía que debía hacer cuando todas las niñas lo rechazaban por su apariencia sucia y pobre?! Detuvo sus pasos, tembló y bajó las bolsas. Sus labios formaron una respuesta afirmativa entre tartamudeos. Estaba bien seguro de que su cuerpo no dejó de temblar en ningún momento.
La niña sonrió. La timidez de Denji la había cautivado al punto en que dio un paso a él y Pochita. Desde hacía días ella también lo había visto, más no estaba segura de si él querría hablarle.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó después de aligerar el ambiente con sus risas. De un bolsillo de su vestido sacó un par de galletas después de presentarse, y se las extendió—. ¿Quieres comer un poco? Se las robé a mi papá, más te vale guardar el secreto.
Inmediatamente Denji y Pochita asintieron. Aceptaron llevarse ese secreto blanco a la tumba cuando tomaron las galletas de la mano de la pequeña. Las comieron en un parpadeo y siendo tan cómicos, la hicieron reír.
—Soy Denji... —dijo el rubio limpiándose las migas alrededor de sus labios. Esa galleta le cayó tan bien, nadie antes había sido tan atento con él—. y él Pochita.
Sus sentimientos fueron en crecimiento cuando el rostro de la jovencita le regaló la mejor expresión de emoción.
—¡Pochita! —gritó ella, riendo mientras se arrodillaba sin miedo a acariciar al pequeño demonio inofensivo—. Un gusto conocerlos. Y Denji, —lo llamó y elevó sus ojos castaños en un segundo donde él se encontró atrapado por su profundidad. Parecía que cayó como un ángel del reino celestial y él tuvo la suerte de encontrarlo—. ¿quieres ser mi amigo?
En el momento no sabía qué decir. Quería que fueran amigos, pero los labios de Denji se enredaron en palabras sin sentido hasta que tomó aire, cerró los ojos y los abrió con tal cariño que la castaña enrojeció. Asintió con fuerza.
—¡Sí!
Desde entonces y gracias a ese tierno encuentro, el par de niños se reunían todas las noches en que el padre de la castaña entraba a casa. Tenía prohibido hablar con Denji, pero ella no podía hacer ojos ciegos y oídos sordos al caudal del río que se formaba en su corazón y se conectaba con la figura de Denji.
Encontró en él el dulce sabor de la fruta más prohibida. Se volvió adicta a su humor, a sus risas, e incluso, le divertía verlo tropezar o escuchar esas historias que el muchacho tenía por contarle.
Se vieron reflejados en la perfecta definición de primer amor. Un manto de ternura e inocente aprecio los atrapó en el cielo de sus risas y ocurrencias, pero la fantasía terminaría ni bien una noche, Denji dio la vuelta por la misma calle y encontró las luces del lugar apagadas. Estaba cerrado y por más que llamó a la puerta nadie le atendió.
Reacio a creer la realidad, vistió el lugar varias noches hasta que un vecino le participó la noticia de que aquella familia se había mudado de un día para el otro. Entonces Denji conoció el sufrimiento de su primer amor que destrozó su corazón antes que matarlo.
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