Hombre lento se vuelve rápido
Hombre lento se vuelve rápido.
Peter.
10 de diciembre, 2013.
—Esa camisa es horrible papá.
— ¿Qué? ¿No me hace lucir menos informal? Siempre me ve en traje.
—Te hace lucir como si un pájaro multicolor te vomitó y defecó.
—Las dulces palabras de una hija.
—La sinceridad de una hija, vas a espantarla.
—No estoy buscando impresionarla.
—Ajá.
Camina hasta mi habitación y la sigo mientras me ordena deshacerme de la que pensé era una buena camisa que mi hermana Nancy me regaló.
—La tía Nancy es un amor, pero sus gustos son horribles.
—No es para tanto.
—Sí que lo es, ella me regaló varias bragas de abuelas con corazones ¡Horribles!
—Por favor, no me lleves ahí hija, si me amas, no me lleves ahí.
Todo lo que Leah hace es reír mientras revisa mis camisas guindadas y dobladas a la perfección en mi closet. Vivir solo durante tantos años me ha hecho un ser ordenado, limpio y que sabe cocinar más que comida instantánea, en parte le agradezco a mi madre por siempre haber tenido el gesto de encargarse de enseñarle a sus hijos a sobrevivir por sí mismos.
—Aquí, ponte está, papá.
—Nunca me la he puesto, parece muy informal.
—Y es perfecta para una cena casual.
Tomo la camisa de algodón, negra y de mangas largas. Se adhiere a mi pecho y torso, hago una mueca.
—Esto no es holgado.
—Bueno papá, muéstrale a Emma que esos 44 años te han entrado de maravillas sin panza de cervecero y una buena tabla para que ella lave su ropa.
—Leah, por favor, vamos a enfocarnos en conversaciones normales.
—Pero papi, yo soy especial—río antes de besar su nariz. Ella me sonríe—. Ahora agáchate.
Hago lo que me pide y pasa sus dedos por mi cabello despeinándolo un poco.
—Así está mejor, te ves más relajado. Parece un hombre de 34 años papá. Todo un modelo.
Sonrío y me enderezo. Vuelvo a la sala asegurándome que las chuletas de cerdo asadas no se estén pasando, están jugosas y perfectas. Leah termina de preparar la ensalada mientras me cuenta su entusiasmo ante el recorrido que dio por la universidad, en enero comienza su primer semestre. Parece irreal que esta chica que gateaba y no hablaba, ahora sea la misma niña que en diciembre cumplirá 18. Siento que creció muy rápido.
Apago las estufas y le doy toda mi atención mientras esperamos a nuestra invitada.
— ¿Te gusta viajar con los chicos?
—No es como si conociera mucho los países, me encargo de asegurarme de que estén a salvo, pero ellos son buenos. Me tratan como familia y francamente la mayor parte del tiempo estoy riendo de sus ocurrencias, son como niños.
—Eres de esas personas que son felices con su trabajo.
—De la manera en la que debe ser.
— ¿Te gusta mucho Emma, papá?
Su pregunta me toma por sorpresa, veo la hora en el reloj de mi muñeca, pero ella no se rinde, espera pacientemente una respuesta.
—Sí, me gusta... ¿Eso está bien contigo?
— ¿Bromeas? Te conseguí esta cita donde graciosamente soy la chaperona y te ayudé a ponerte guapo ¡Estoy súper bien con la idea! Quiero que mi papá tenga una novia así de hermosa, ella es tan dulce papá y técnicamente sería hermanita de Doug McQueen.
— ¡Para! Estás casándonos.
—Bueno, creía que ustedes serían a la antigua e irían primero por la boda antes de...
—Detente.
— ¡Solo iba a decir tomarse las manos!
—Ajá, seguro que ese es el concepto que te dejan los libros.
—Grey me enseñó bien.
— ¿Quién es Grey?
—Un hombre dulce, amable, tranquilo, no dominante y con un exquisito gusto hacia la vainilla.
— ¿Qué?
—Confía en mí papá, te gustará más ese resumen que el otro.
Estoy por responderle, pero entonces el timbre del apartamento suena y doy un respingo. Leah ríe mientras a paso rápido me dirijo hacia la puerta, la abro y tomo un profundo respiro cuando todo lo que recibo es la dulce sonrisa de Emma.
Tiene un bonito vestido floreal rosado y por encima de el, un suéter color blanco, su cabello rubio está suelto y por primera vez la veo usar un poco más de su maquillaje habitual. Preciosa.
—Traje galletas— extiende una bandeja hacia adelante ampliando aún más su sonrisa.
—Gracias. Eso solo hace que este almuerzo se vuelva mucho mejor, pasa adelante.
Tomo la bandeja y su mano se posa en mi brazo antes de que, como en las últimas ocasiones, se ponga de puntillas y yo me incline para que bese mi mejilla. Como siempre, se siente muy bien y me hace sonreírle de regreso.
Me sigue mientras paso el pequeño pasillo, soy consciente de que observa todo alrededor, fijándose en las pocas fotos que decoran la pared, casi todas de Leah en su crecimiento.
—Aquí llevas a Doug sobre tu hombro. Tienes una foto con Doug.
—No es la única, es una especie de pared familiar, y puesto que BG.5 es una familia, tiene un lugar en mi pared.
—Eso es dulce.
— ¡Señora, Emma! Que alegría tenerla acá, se ve usted muy hermosa— la saluda Leah con un pequeño abrazo—, pero por supuesto que mi papá ya debió habérselo dicho.
Mierda. Mi hija me lanzó a los lobos.
Emma me da una sonrisa cómplice y casi dejo caer la bandeja de galletas ante el impacto, pero sus manos me ayudan a sostenerla.
—Tu papá de hecho me dijo que nunca vio a una mujer tan hermosa almorzando en su apartamento y yo le dije que nunca tuve un almuerzo con un hombre tan guapo— quita la bandeja de mis manos—. Creo que estas las sostengo yo, las ibas a dejar caer de nuevo ¿Dónde las dejó?
—Aquí, ven—Leah le indica donde está la cocina y me guiña un ojo gesticulando "me encanta".
Sí, a mí también me encanta y precisamente porque me encanta actúo como un estúpido con complejos de caracol.
—No seas lento, Peter. No tienes 18 años— me reprendo en voz baja.
Cuando regresan a la sala ambas están riendo y sonrío. Leah suele ser muy tímida cuando conoce a nuevas personas, le toma muchos encuentros sentirse cómoda y a gusto para ser la común dramática y parlanchina. Emma se la ha ganado sin siquiera intentarlo.
No es como si hubiese intentado ganarme, pero también me tiene ahí.
Nos sentamos en el sofá y las escucho conversar, Leah parece tener un millón de preguntas que Emma con gusto le responde. Luego la conversación se desvía hacia mí, donde ambas me hacen preguntas con respecto a la gira y qué tal la pasé.
En algún punto, anuncio que es el momento de almorzar, me encargo de llevar la comida a la mesa y luego Leah insiste en servir y cuando estoy dispuesto a llevar el primee bocado de comida, Leah carraspea su garganta.
— ¿Qué?
—Vamos a agradecer.
— ¿Si?
No es que no esté agradecido de tener comida en mi mesa, pero no es algo que acostumbremos a hacer, no sé si Leah lo hacía en Australia con Lisa, pero prefiero solo seguirle la corriente.
—Sí, papá. Ahora vamos a tomarnos de la mano.
La veo tomar mi mano y la de Emma, volteo a ver a Emma y me encojo de hombros antes de extenderle mi mano. Su mano se siente delicada en la mía más grande.
»Gracias por poner alimentos en nuestra mesa, que todas las personas del mundo tenga la posibilidad de tener un alimento. Gracias porque papá sepa cocinar y gracias por darnos la oportunidad de tener a la señora Emma en nuestra mesa hoy, esperemos y sea más de una vez. Bienvenida a nuestra mesa.
—Es todo un placer— dice Emma con la mayor de las sonrisas.
Procedemos a comer en medio de una conversación amena, me sorprende la cantidad de sonrisas y risas que compartimos. Leah no deja de hablar, es evidente que todo este asunto de fingir ser casamentera la emociona, es como si hubiese ingerido una cantidad insana de azúcar.
El almuerzo no es eterno y sospecho cuando Leah se ofrece a recoger y lavar los platos, entrecierro mis ojos hacia ella, amo a mi hija, pero conseguir que lave los platos es una lucha constante.
—Ustedes siéntense, yo me hago cargo.
Prácticamente me empuja y gesticula tantas cosas que no entiendo ninguna, pero asiento con mi cabeza porque mi hija realmente está loca en este momento. No sé quién le hizo creer que ella es Cupido.
En un principio Emma y yo nos mantenemos en silencio, aclaro mi garganta llamando su atención.
—Entonces...
— ¿Entonces?
Nos decimos nada y eso nos hace reír. Sus mejillas se sonrojan.
— ¿Paso la prueba cocinando?
—Con honores.
De nuevo nos mantenemos en un torpe silencio, a esta edad esto debería ser más fácil, no debería sentirse como aprender a montar bicicleta de nuevo con miedo caerse.
—Peter ¿Recuerdas esa vez que me recomendaste sonreír?
—Sí.
—Entonces, sigo preguntándome si me mentiste.
—No, no lo hago.
Asiente lentamente con su cabeza mientras parece llevar una batalla interna, enarco una de mis cejas mientras espero.
—Entonces... ¿Por qué solo me devuelves las sonrisas?
—Espera... ¿Qué?
—Mis mejillas van a acalambrarse si solo sigo sonriendo como loca maniaca y tú solo sonríes de regreso.
— ¿Puedo tener un minuto para procesar esto?
Abre y cierra su boca. Acaricio con mis dedos mi barba. Esta información está entrando a mi cabeza.
Yo le aconsejé a Emma que todo lo que tenía que hacer era sonreírle a un hombre y éste caería, lo cual no es una mentira.
Cada vez que he visto a Emma ella me sonríe. Siempre. Mucho.
Me lo dijo en varias ocasiones y le dije que el tipo era ciego o imbécil.
Yo soy el ciego imbécil.
¿Qué sucede conmigo? ¿Cómo se puede tener el sentido de la vista pero aun así ser absolutamente ciego para ciertas cosas?
—Tú me sonreías a mí.
—Sí. Pensé que de hecho estaba siendo muy directa. Es un poco vergonzoso, pero es que estás estresándome un poco.
—Y yo no hacía nada, lo cual te genera estrés.
—Es lo que he dicho.
—No puedo creerlo. Creo que me siento apenado.
—Apenada me siento yo, prácticamente he dicho la cosa más directa en mi vida y tú estás disculpándote y repitiendo lo que digo— cubre su rostro con sus manos—. Esto es muy vergonzoso.
Estoy un poco sin palabras, alzo la vista y Leah está una vez más gesticulando como loca. Parece que también la estoy estresando. Me levanto y me siento al lado de Emma.
Con delicadeza tomo una de sus manos retirándola de un rostro muy sonrojado.
—Me disculpo porque me siento tonto. Para ser un guardaespaldas debería tener mejores dotes para captar indirectas. Pero es que a tu alrededor pierdo mis facultades.
»Me siento muy halagado.
— ¿Halagado? Puedes dar algo más que esto papá— se cansa Leah.
—Calla, Leah— le digo volviendo mi atención a Emma—. Y secretamente estoy agradeciendo que seas sincera, porque de ese modo entonces no me siento solo en esto.
— ¿Puedo tomar entonces un respiro de alivio?
—Bueno, ya yo he tomado el mío sabiendo que las sonrisas son para mí.
—Qué alivio saber que no he esperado en vano—ríe apretando mi mano.
— ¿Ves que no mentía en mis consejos?
— ¿No?
—Sonreíste y caí.
—Ow— Leah suspira—. Esto es tan romántico.
—Y lo arruinaste hija. Totalmente arruinado.
—No me ofenderé, soy la chaperona. Vigilo que todo se mantenga inocente en la primera cita.
— ¿Primera cita? — pregunta Emma.
—Era nuestro plan secreto—admito—. Estabas en una cita sin saberlo.
—La mejor cita— sonríe dejando un beso en mi mejilla. Le devuelvo la sonrisa y entonces ella me sorprende dejando otro beso...En la esquina de mi boca.
Coincido. La mejor cita.
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