Encuentro casual
Encuentro casual.
Emma.
1 de diciembre, 2012.
Tenía fe de que vería a mis dos hijos con buenas mujeres, una relación seria y quizás nietos, antes de morirme. Pero bien, no esperaba que el primero sería Doug.
Amo a mi hijo, pero no veía que esto llegara tan pronto, aun cuando siempre noté lo atento que era con la pequeña Jefferson. Sin embargo, estoy feliz. Puedo notar como la mira, las sonrisas y complicidad que hay entre ellos.
Es un amor bonito.
Converso con ambos, divertida porque mi pequeño no cambia. Él siempre tendrá cosas incómodas para decir y nunca parecerá sentir vergüenza.
Me acerco a la ventana de la cocina y frunzo el ceño porque hay un auto negro y un hombre vestido algo formal, está simplemente recostado del auto observando a la casa y a los alrededores como un halcón.
En un primer momento me tenso, pero entonces recuerdo que a veces Doug se moviliza con guardaespaldas.
— ¿En dónde has dejado a tu guardaespaldas pasar la noche, cariño?— pregunto sin despegar la vista de la ventana. El clima está más frío de lo habitual ¡Tiene que estar congelándose!— Uno de ellos está parado frente a tu auto.
—Él quiso quedarse en un hotel— responde—. Es Pet. El mejor.
—El mejor y lo tienes pasando frío afuera sin comer— lo reprendo—. Te enseñé mejores modales. Dile a ese pobre hombre que venga a desayunar. Todo aquel que cuide y haga feliz a mis hijos tiene un puesto asegurado en mi mesa.
—Pensé que íbamos a desayunar en este mesón, no en la mesa.
— ¡Nicholas! Sabes a lo que me refiero.
—Bien, bien. Que conste que voy a invitarlo a desayunar porque quiero. No porque estás de gruñona regañándome.
—Deberías darle nalgadas por mí, Hilary— digo y río cuando ella se sonroja.
Veo a Doug salir de la casa y acercarse al hombre. Toma más de lo que esperé para que se acerque con su guardaespaldas, pero al menos logra traerlo para que el pobre hombre ya no pase frío.
Cuando llegan, él observa todo alrededor, como si verificara que no hay ningún peligro. Al menos mi hijo tiene la educación de pedirle que se siente.
—Hola, Pet— lo saluda Hilary.
—Hola, Hilary ¿Cómo amaneces?
—Bien, gracias, que bueno que entraras. Está haciendo un poco de frío.
—Mamá él es Pet, Pet ella es Emma, la reina.
Tiene dulces ojos grises, cabello color rubio miel que sorprendentemente parece aun libre de canas; su mandibula esta cubierta de una barba rubia mucho más clara, aunque si mi memoria no falla, en otras ocasiones lo he visto sin ella. Me sorprende para el caso, que aun tenga tanto cabello, muy abundante cabello.
—Siéntate, ponte cómodo. Si no te gusta lo que estoy haciendo puedo conseguir algo para ti. Quizás eres vegetariano— hablo porque no hay manera en la que me quede de pie reparando a un hombre. Y ahora estoy nerviosa de que nada le guste y estoy siendo neurótica mientras frunzo el ceño hacia mi hijo— ¡Doug! ¿Por qué no me dijiste que quizás él no come carne?
— ¡Pero qué voy a saber yo! Pet ¿No comes carne ni nada de tocinos?
—No soy vegetariano, huele delicioso. Lo que haga estará bien.
—Ya ves, el hombre come. No me ataques mamá.
—Hombres— me quejo dejando mi atención en la sartén.
Es como estar fuera de mi elemento. Como si intentara impresionar a alguien y eso es aún más extraño que Jeremy siendo ordenado o Doug un niño obediente.
—Mujeres—escucho a Doug— ¿Qué?
—Deja de molestar— todo lo que hago es escuchar la conversación sin ver—. No sé mucho de ti ¿Tienes esposa?
—No.
— ¿Hijos? —parece que Hilary lo interroga, pero no la detengo, estoy algo curiosa. Nunca me he tomado el tiempo de conocer a las personas que se encargan de velar por la seguridad de mi Doug.
—Sí.
— ¿Cuántos?
—Una.
— ¿De dónde es tu acento?
—Australia.
— ¡Oh! Mi otro hijo estuvo hace un tiempo en Australia por unos meses— digo dándome brevemente la vuelta. Me observa y asiente lentamente con la cabeza antes de sonreír levemente.
—Es un buen país.
— ¿Edad?— sigue Hilary.
—43.
No muy por debajo de mis 46. No es que deba sacar ninguna cuenta. Me sonrojo y vuelvo la atención a la sartén.
—Te ves más joven ¿Seguro qué no estás enloqueciendo a mujeres por ahí? Incluso mis fivers te aman—Doug no puede permanecer mucho tiempo callado— ¡Mujer deja de maltratarme!
—Compórtate.
— ¡Tú eres la que está interrogando al pobre hombre!
—No te preocupes, espero haber disipado tus dudas.
—Solo tenía curiosidad. Lo siento si te incomodé.
—No te preocupes, Hilary.
Observo a Doug con ojos entrecerrados, no importa cuántos años pasen, él siempre seguirá siendo un chico de palabras rápidas e ingenio para hacer pasar un momento incómodo al receptor de su atención. Es algo que lo hace Doug.
—Te estoy vigilando, compórtate.
—Bah, ustedes me quieren atacar. Soy un ángel.
Pet, dudo que este hombre se llame así, se ríe y aparece un hoyuelo en su mejilla.
—Hasta Pet lo cree.
—Soy quien te cuida Doug, te conozco. Ángel y tú no se asocian— informa y sonrío.
—Dímelo a mí. Desde que nació ha hecho de las suyas.
— ¡Mamá!
—Una vez vendió un par de zapatos de su hermano.
—Te compré flores y le regalé al tío Henry una planta.
— ¿Tu hija es así de ocurrente?
—Leah es una chica tranquila, y más joven. Tiene 16 años.
—No quiero decirte cómo encontraba las sabanas de mis hijos durante esa faceta adolescente.
— ¡Mamá! Me estás avergonzando con mi novia.
— ¿Así que tú puedes ir por la vida incomodando a las persona y yo no puedo hacerlo?
Hilary ríe y yo apago la estufa, la comida lista para el desayuno. Sirvo los platos mientras Doug se queja sobre yo siendo rara.
Mientras comemos no hay mucho que decir porque Doug habla haciéndonos preguntas constantes a todos mientras estamos sentados en la pequeña mesa de vidrio. Saboreo bien las tostadas mientras de manera distraída tarareo.
Me gusta esto, no desayunar sola y tener risas para el desayuno mientras se conversa. No estar sola.
Miro al frente y me encuentro con unos ojos cálidos y grises enfocados en mí. Toso y sonríe antes de continuar comiendo. Siento que me sonrojo, de la manera que lo hacía cuando solo era una adolescente.
Luego de desayunar, Doug y Hilary se encargan de los platos mientras rápidamente hablo por teléfono con mi hermano Henry. Cuando finalizo la llamada observo por la ventana la tranquilidad que hay afuera.
—Gracias por del desayuno, señora McQueen.
—Emma, puedes llamarme Emma.
Se planta a mi lado viendo al igual que yo hacia afuera, es un poco como una sombra porque notablemente es más alto que yo por mucho.
—Puedes llamarme Peter.
—Algo me dijo que Pet no podía ser tu nombre.
—No, esos chicos tiene apodos para todo— se ríe—. Peter Ferguson es mi nombre.
—Peter— repito. Alzo el rostro observándolo—. Bueno, sí luces como un Peter, era llamarte Peter o David.
— ¿Qué? — la diversión brilla en sus ojos, me encojo de hombros.
—Algunos tienen cara de sus nombres. Yo tengo cara de Emma, mis padres no se equivocaron.
—Y de Reina también, tu hijo te llama reina. También tienes el rostro de una.
Bueno, no sé qué responder. Así que solo sonrío y vuelvo mi vista al frente viendo a unos niños salir de la casa del frente.
—Así eran mis niños, pero más desastrosos. Y esta casa siempre estaba llena de risas, gritos, peleas y mucho ruido. Ahora solo somos mis pensamientos y yo— no planeaba hablar, pero ya he comenzado—. Supongo que podría ir y recoger a un hombre en un bar o fingir que soy una puma atrapando a jóvenes con menos edad que Doug—río—. No podría hacerlo. Dudo que siquiera podría tener una cita.
»Pero, supongo que me gustaría llenar el silencio. Ser más que una mamá.
Mantengo mi mirada al frente un poco sorprendida de haber dicho eso en voz alta a un hombre que he conocido hace un par de horas y que cuida a mi hijo. Lo último que deseo es parecer una mujer necesitada.
— ¿Quieres mi opinión?
—Quizás.
—Creo que cualquier hombre estaría dispuesto a salir contigo. Ni siquiera necesitarías ir a un bar, solo sonríele a alguno y ya caerá. Es el poder de las reinas.
Alzo la vista y me está sonriendo antes de rascar su barbilla y aclarar su garganta.
»Iré a revisar que afuera todo esté seguro, de nuevo, gracias por el desayuno.
—Ha sido un placer, Peter.
—Igualmente, Emma.
Lo observo caminar afuera de la casa. Se sintió bien, hablar con un hombre atractivo, con todo su cabello y un encanto natural. De hecho se sintió muy bien.
Quizás pueda realmente intentar la cosa de conocer a buenos hombres, excepto que hay un problema: ahora si conozco a un hombre, voy a compararlo con Peter Ferguson. Vaya lío.
Espero les guste.
Un beso.
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