6. Fuga en moto
Me quedé parado frente a la entrada un buen rato, intentando visualizar el interior por las ventanas, pero no lograba distinguir nada. ¿Y si me encontraba con Evan? Él iba a sacarme a golpes del lugar. Tomé un suspiro profundo y entré.
Me senté en una mesa y no pude creer que Tamara, mi mejor amiga, estaba ahí.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté de inmediato.
—Estoy trabajando aquí en las tardes, ayudo a Evan a administrar el lugar. Lo sabrías de haber leído los mil mensajes que te mandé. No me has hablado en días —Me reclamó. Desde el partido que no hablaba con nadie. Ni siquiera había tenido ánimos de responderle a ella.
—¿Entonces puedes decirme si está Grecia?
—No, pero seguro llega en cualquier momento.
¡Por fin! Por fin había algo de esperanza.
—¿Sabes cómo ha estado en estos días? ¿La ves muy triste? ¿Molesta? ¿Ya está en su nuevo colegio? —la atiborré de preguntas. De haber sabido hace días que Tamara estaba trabajando en el pub de Evan, que me habría ahorrado tanto sufrimiento.
—¿Por qué tanto interés repentino en ella?
¿Por qué todos me tenían que preguntar lo mismo?
—¿Por qué no? La conozco desde hace años y sé que no la está pasando bien.
Tamara cruzó los brazos y arqueó una ceja, poniendo la pose de reprimenda que le ponía a sus hermanos menores.
—Me encantaría saber más, pero estoy trabajando así que ordena algo o lárgate.
—No quiero nada.
—¡Entonces largo! ¡Te llamaré cuando acabe mi turno! —me gritó señalando la puerta. Estaba por contestarle cuando escuchamos gritos afuera y un tremendo alboroto. Salimos corriendo hacia la puerta y vi a Grecia abrazándose con desespero a su hermano mientras un hombre la jalaba dentro de un auto.
Sin pensarlo ni un segundo corrí a empujarlo y a librar a Grecia de su agarre. Una mujer salió del asiento del copiloto y empezó a gritar que llamaría a la policía.
El tipo le ordenó a Grecia que subiera al auto y Evan se puso en medio de ambos, confrontando también a ese sujeto.
—¡No van a llevársela! —les gritó a los adultos. Rápidamente volteó hacia mi—. Llévatela—Me ordenó. Y no necesité preguntar nada. Enseguida tomé a Grecia de la mano y corrimos hacia mi motocicleta, no volteé a ver, pero estaba seguro que Evan los detenía.
Partimos a toda velocidad y para asegurarme de que no nos siguieran me fui en contra ruta por la avenida. Avancé un par de cuadras y me metí a una calle angosta. Pensaba dónde ir y recordé el parque al que había llevado a Grecia en su cumpleaños. Podía ingresar en moto y no había forma de que nos siguieran en el auto.
Cuando llegamos al sendero de tierra des aceleré y nos internamos entre los árboles. Bajamos al mismo tiempo del vehículo y noté que Grecia lloraba, extremadamente nerviosa. La abracé e intenté tranquilizarla, sus lágrimas mojaban mi pecho y sus brazos me rodearon también. Me mecía lentamente, escuchando como poco a poco sus sollozos bajaban de intensidad.
—¿Qué fue todo eso? —le pregunté cuando sentí que por fin era capaz de hablar.
—Mi madre quiere llevarme con ella y su novio.
—¿Por qué? —hacia cualquier otra persona sonaría como una pregunta absurda, mas no con Grecia. A su madre le importaba muy poco lo que pasara con ella y con Evan, estaba seguro que después de lo ocurrido se iría y los dejaría solos.
Nos sentamos contra un árbol de tronco grueso, sobre la hierba seca y la tierra. Grecia parecía ya más tranquila cuando comenzó a relatarme lo ocurrido.
—El esposo de mi madre se enteró que lo engañaba con el novio que tiene ahora en mi fiesta de cumpleaños y la dejó ese mismo momento. Mi madre gastó todo el dinero que teníamos y su esposo no le dejó nada o creo que pelearán lo que tiene en el divorcio. Después de la fiesta se fue con su novio y pensábamos que no volvería. Así que Evan y yo nos mudamos. Pero ayer apareció diciendo que debía irme con ella. Evan no la dejó llevarme, pero ahora nos interceptaron en la puerta del pub.
Rayos... ¿qué podía decirle? Tomé su rostro con una mano y la miré a los ojos. Eran tan hermosos, ella era hermosa y verla triste de nuevo era insoportable.
—Ni Evan ni yo dejaremos que te lleve. Te lo juro.
—Gracias—me respondió con una media sonrisa, no se veía convencida. Se apartó de mí y contempló el suelo por unos largos segundos. —Tiago perdóname.
—¿Por qué? —No entendía de qué tenía ella que pedirme perdón.
—Por todo... sé que estos años fui muy cargosa y acosadora. Era una niña y no me daba cuenta. Prometo que de ahora en adelante no volveré a molestarte.
—¡No digas estupideces! —Creo que me alteré un poco al decirlo pues Grecia lucía asustada—. Me refiero a que sé lo que pasó con Lorena y el video espantoso que hizo. Nada de eso es verdad. Ella solo quiso ganarse unos likes colgándose de tu fama.
—No, ella tiene razón. No en la parte en la que tú quieres tener sexo conmigo —explicó nerviosa—, pero sí fui patética.
—No es cierto, nunca me molestó, me parecía tierno y gracioso. —Volví a recalcar—. Y no era motivo para que cierres tu canal o tus redes. La gente adora lo que haces, es divertido verte y tienes algo que Lorena no: mucho talento.
—¿De verdad piensas eso? —Su rostro se iluminó como antes, mostrando esa alegría mezclada con inocencia.
—Por supuesto, y perdóname tú por no habértelo dicho nunca. A veces solo pienso en mí y no te agradecí todo el esfuerzo que pones siempre en grabarme, manejar mis páginas o hacerme de comer, sobre todo eso último.
—Lo hice porque quería, no necesitaba nada a cambio, pero mi canal y mis redes no los cerré por el video.
—¿Entonces por qué? —Ahora sí que no entendía nada.
—Esa chica me hizo darme cuenta de que ya no era una niña y se veía ridículo que siga manejando tus cuentas de fans, así que borré todas y los videos en los que aparecías. Pero un día después eliminé todo lo demás por mi madre.
—¿Te obligó a hacerlo?
—No. —Acompañó su negación con un movimiento de cabeza—. Creo que el motivo por el que quiere que vaya a vivir con ella es porque estoy ganando mucho dinero gracias a los patrocinios de marcas. Por eso pensé que si ya no tenía marcas que promocionar y dejaba de recibir dinero, ella me dejaría en paz.
Por un lado me sentí estúpido, de nuevo asociaba todo lo que le pasaba Grecia conmigo, por otro, estaba furioso. Grecia debía abandonar lo que amaba solo por permanecer en su hogar con la gente que la amaba de verdad.
Me di cuenta que era la primera vez que conversaba con Grecia, por primera vez lo que hablábamos no se centraba en mí, sino en ella, en lo que estaba pasando y en cómo se sentía al respecto. Yo la escuchaba con atención, pero me era imposible despejar mi mirada de su rostro, sobretodo de sus pequeños labios. No sé en qué pensaba, o si estaba pensando en algo, pero me acerqué a ella y tomé posesión de sus labios. Ella sin duda se sorprendió, por un momento era solo yo quien saboreaba por primera vez un manjar más exquisito que la ambrosía, luego ella me correspondió. Por su inexperiencia y nerviosos movimientos me di cuenta que era el primero de sus besos.
Mi hermana tenía razón, jamás podría cansarme de besar esos labios, palpar con las yemas de mis dedos tan suave piel, sobre todo, no me cansaría de sentir ese agradable ardor en la boca del estómago. Nos separamos apenas, todavía nos manteníamos muy cerca el uno del otro.
—¿Esto es un sueño? —me preguntó en un murmullo que se confundía con la brisa que soplaba y revolvía su cabello.
—No lo sé —aseguré con sinceridad—, pero si lo es, te juro que al despertar voy a hacer que se cumpla.
Ella sonrió y se apartó un poco, podía notar un adorable sonrojo y una expresión soñadora en su angelical rostro.
—Desde que me acuerdo soñé con que me besaras —confesó. La volví a tomar del rostro.
—Pues ahora será realidad todos los días —le dije intentando besarla de nuevo.
—¡Wow, espera! —Reaccionó empujándome—. ¿A qué te refieres con eso?
—¿Cómo que a qué? Te quiero Grecia, estoy locamente enamorado de ti. —Esta vez yo fui quien se confesó y lejos de recibir una radiante sonrisa a cambio, Grecia lucía desconcertada.
—¿Estás hablando en serio?
—Sí... tú también estás enamorada de mí, ¿no es así?
—Obvio que sí, pero... como algo totalmente platónico.
—No tiene que ser platónico. —No entendía qué pasaba, a lo mejor Grecia no estaba entendiendo, así que intenté ser lo más directo posible y pronuncié lo que jamás le había dicho a nadie nunca—. Me refiero a que quiero que seas mi novia. — Grecia desvió la vista, en shock. Metí mi mano en el bolsillo y saqué su regalo, lo había llevado por si la ocasión se presentaba y este era el momento—. No es mi verdadero corazón, pero debes saber que ya es tuyo. —Lo deposité en su mano y la cerré con la mía.
—Tiago, en verdad me gustas, pero jamás pensé que me tomarías en serio, es decir sé que no vas a tomarme en serio.
—Nunca he tomado a nadie más en serio en mi vida.
—Me alagas... supongo, pero ya en serio. Si empezamos algo, te aburrirás de mí en una semana y no soy tan masoquista. Luego todo sería muy raro. Te quiero demasiado para iniciar una relación contigo. Es hermoso, pero no puedo aceptarlo. —Depositó el dije de nuevo en mi mano.
—¿No te gusta? Sophie insistió en que lo compré por tu cumpleaños, pero no pude dártelo ese día.
—Sophie tiene un excelente gusto, pero es... demasiado. Unos audífonos hubiesen estado bien.
¿Qué demonios acababa de suceder? ¿Grecia me estaba rechazando? ¿Eso era posible? Jamás habría visto eso venir. Estuve por replicarle cuando sonó su celular, ella se apresuró a contestar. Se trataba de Evan. Le explicó dónde estaba y se levantó sacudiéndose el pantalón.
—Evan no está muy lejos de aquí. Le iré a dar alcance. Muchas gracias por ayudarme, y muchísimas gracias por el beso, estuvo increíble. —Me agradeció con una enorme sonrisa, sin duda su estado de ánimo había mejorado. Se fue corriendo hacia la salida del parque y yo me quedé parado ahí, con el regalo en la mano, el corazón destrozado y sintiéndome como un completo imbécil.
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