38. Sobreviviendo a la relación
Candela y yo sacamos las bolsas de compras del auto. Las fui dejando en el suelo, y me di cuenta que no paraban de salir. Antes, no compraba más que lo necesario para cada día, pero de un tiempo atrás que con Candela nos la pasábamos horas en el supermercado llenando el carrito.
—¿El miércoles comerás donde tus padres? —Me preguntó mientras llevábamos las bolsas al ascensor.
—Sí, como siempre —respondí tratando de apretar el botón con uno de mis nudillos.
—Y... ¿no has pensado que sería una buena oportunidad para llevarme a conocerlos? —me preguntó.
Me quedé callado un momento. Ella y yo estábamos casi tres meses juntos y no había considerado llevarla a visitar a mis padres. Era muy nuevo en eso de las relaciones y con Candela era la primera vez que tenía algo realmente en serio y que había durado más de tres horas.
—Sí, supongo, tienes razón, les diré que vendrás conmigo.
Candela sonrió y me dio un beso, se veía muy emocionada por ello.
Había música saliendo del departamento y las luces estaban encendidas, por lo que supuse que Daniel estaba ahí. Muchas veces iba y se quedaba incluso a dormir.
Al entrar Candela se tapó los oídos, la música estaba un poco alta, dejé las compras en la entrada y recordé que me había olvidado de comprar una manguera o al menos una pistola de agua. Mi hermano de nuevo se besaba con una chica en el sillón.
Candela apagó la música y los dos adolescentes del sillón se percataron de nuestra presencia.
—Hey, ustedes dos sepárense —les ordené, de pronto la chica se levantó y reconocí a Samy, que se alejaba dos metros de mi hermano y evitaba mirarme. Eso era sorpresivo. No sabía que habían regresado, o algo así.
—Perdón... ¿continúen?
—No, yo ya me voy. —Samy exclamó de pronto. Recogió su mochila del suelo y cruzó miradas con Daniel.
—Samy debe irse y su papá la recogerá de la esquina —dijo Daniel, sin dejar de mirarla.
—Sí, no le gusta entrar a esta calle, dice que es angosta. ¿Puedes acompañarme? —me pidió. Miré a Daniel, él me hizo un gesto con los ojos, de inmediato entendí que ambos querían que fuese yo quien llevase a Samy.
—Claro... ya regreso —le avisé a Candela y salí en compañía de la chica—. ¿Qué pasó? hace rato que no te veía. ¿Volviste con Daniel?
—Sí, volvimos —respondió, la notaba muy preocupada.
—Bueno, genial. Creo que el tiempo separados le sirvió para saber qué es lo que quieren.
—Sí, pero... quería hablar contigo de otra cosa —Samy me cortó.
—Claro, en qué te ayudo. —Subimos al ascensor, ella lucía nerviosa como siempre que hablaba con cualquiera.
—Es sobre Grecia.
Respiré profundo, no quería tocar ese tema. Me estaba costando muchísimo superarla.
—¿Qué pasó? —podría habérselo dicho: que no quería escuchar de ella, pero eso era imposible. Si Grecia tenía algún problema, y podía ayudarla de alguna manera, no iba a dudar en hacerlo.
—No está bien, no está nada bien. Hablo con ella a diario y siempre insiste en que tiene amigos, pero me habla de ellos como una generalidad, es decir, cuando tú hablas de tus amigos sueles mencionar algún nombre, pero ella no, es raro.
—Eso puede ser por muchos motivos —consideré.
—Sí, pero sé que miente. También me insiste en que se lleva mejor con su madre, pero tampoco le creo. Y además está ese tipo Luka...
—¿El imbécil que hace videos en su mansión? —de inmediato reconocí el nombre.
—Sí, ese, tenía algo con Grecia, o al menos ella me dijo hoy que ya no tienen nada, pero no sé si creerlo.
—Espera, ¿Grecia tenía algo con ese sujeto? El imbécil tiene veinticuatro años y una novia.
—¿Cómo sabes tanto?
—Bien, cuando vi que Grecia hizo un video con él lo investigué y le pregunté a Susan, ella sabe todo de todo el mundo y me dijo que tiene una novia desde hace meses y es otra chica conocida, pero que no lo han hecho público.
—Entonces espero que no esté usando a Grecia para engañarla, o que sea verdad que ya no le habla... Tiago, en serio me preocupa y no sé con quien hablar. Creo que tú eres la única persona a la que escucharía. Le sugerí ir a un psicólogo, como cuando estaba aquí y hablaba con Sara, y me dijo que esta yendo a terapia, pero sé que me miente con eso. La fui a ver hace un mes y te juro que parece otra persona. Ella era muy alegre y segura de sí misma y ahora... Mira, no tengo pruebas de lo que te digo, es solo que la conozco bien y es un presentimiento que tengo.
—Te creo, puede que ella no la esté pasando bien y mienta con muchas cosas. Yo también noté que se fue apagando desde que se mudó con su madre. Pero ella me sacó de su vida. Y no sé qué puedo hacer además de hablar con Evan. Él consiguió a una abogada que podría conseguirle la custodia, pero Grecia se negó, le dijo que estaba bien ahí.
—Está mintiendo, Tiago, te juro que miente —Samy intentó convencerme y le creía.
—Hablare con Evan ¿sí? Pero... sinceramente, no sé si él pueda hacer algo. Grecia necesita regresar, pero Evan no puede conseguirlo.
Llegamos a la avenida, el auto del padre de Samy la esperaba. Prometiéndole mil veces que hablaría con Evan y ayudaría a Grecia de alguna manera, Samy se despidió.
Caminé lento de regreso, pensando en todo. En los pasados cuatro meses había intentado seguir con mi vida, no pensar en Grecia y aceptar que habíamos tomado caminos separados. Pero no me había sido posible. Todavía miraba sus videos. Eran como un vicio, de esos que prometes dejar, pero caes una y otra vez. Verla a través de la pantalla era hipnótico. Seguía siendo la chica más bella que había visto en mi vida, pero como pasa con todos los vicios, después me sentía culpable. Ya tenía una novia, y la quería. Candela también era hermosa y los pasados tres meses habían sido muy tranquilos y estables. Teníamos discusiones, pero solíamos arreglarlas y no llegábamos a más.
Al entrar al departamento escuché gritos. Daniel y Candela tenían una acalorada pelea.
—¡Vete de aquí mocoso¡¡me tienes harta!
—¡Tú me tienes harto, esta no es tu casa!
—¡Oigan ya basta! ¡¿Qué está pasando?! —me metí entre ambos.
—Tu novia es una estúpida —dijo Daniel y me contuve de pegarle.
—¿Qué te pasa? ¡Discúlpate! —le ordené.
—No, no voy a disculparme —Daniel tomó sus cosas y salió de ahí antes que pudiese reclamarle nada.
Candela seguía furiosa.
—¡Tu hermano es un mal educado!
—¿Qué fue lo que pasó?
—¿Que no viste? ¡Me insultó!
—Sí, pero qué pasó antes.
—Le dije que no puede venir aquí cuando le de la gana. Entra y sale como si fuera su casa. ¿De cómo tiene las llaves?
—Yo se las di.
—¿Y por qué hiciste eso?
Me froté la cara con las manos y tomé aire. Odiaba las peleas y lo menos que quería era un enfrenamiento entre mi hermano y mi novia.
—Candela, esta casa no es mía. Es de mi hermana y su esposo, y ellos le dieron permiso a Daniel de venir cuando quiera. Y a mí me agrada pasar el tiempo con él. Solo dale la oportunidad y sé que van a llevarse bien.
—Lo dudo. Y por más que no sea tu casa, él debería respetar tu privacidad. Entra sin llamar, deja a su gato por días.
—¿Ash? Es de ambos, acordamos que se queda tres días a la semana conmigo —le expliqué y me acordé que ese día mi gatita se quedaba conmigo, así que empecé a buscarla con la mirada, seguro que con los gritos se había asustado.
—Tiago, es un gato, no un niño para que anden compartiendo la custodia. Si quieres verlo ve a su casa.
—Es ella. Escucha, hablaré con Daniel, para que me llame antes de venir y si no quieres verlo le avisaré cuando tú estés ¿de acuerdo?
—No Tiago, no me entiendes, no es cosa de negociar. Es que me des mi lugar como tu novia. Pones a todo el mundo antes que a mí —se quejó.
—No es cierto.
—Claro que sí. Ahora por ejemplo, solo te fuiste con esa chica, ni me preguntaste.
—¿Hablas de Samy? Quería hablar algo privado y que la acompañe a la esquina, ¿tengo que pedirte permiso para eso? —la cuestioné, no me gustaba a dónde llevaba nuestra discusión. Y no era la primera vez que discutíamos por algo similar.
—No permiso, pero ¿Qué tienes que hablar a solas con otra chica? —me confrontó.
De nuevo me froté la cara sin poder creerme que estuviéramos discutiendo por eso.
—¿Estoy entendiendo mal o te pusiste celosa por Samy?
—No son celos, pero soy tu novia y espero un mínimo de respeto.
—Pero es Samy. Es la novia de mi hermano y es una niña.
—No es una niña. —Frunció el entrecejo, muy enojada—. Tiene la edad de tu ex.
—En mi mente tiene seis años. Literal me crie con ella como si fuera mi hermanita. Es como que me cuestiones el hablar a solas con Sophie.
—No es lo mismo.
Quería un ladrillo. Sí, un ladrillo para darme en la cabeza. Por suerte no necesité buscar otro objeto contundente para noquearme, mi teléfono sonó y contesté de inmediato. Era Ian... cómo lo quería en ese momento. Ojalá y me diera una charla larga.
—Sophie entró en labor de parto —dijo apresurado.
—¡¿Qué?! pero todavía falta bastante. —Me senté en el sillón, debí ponerme muy pálido porque Candela de inmediato cambió su rostro enojado y se acercó a mí con preocupación.
—¿Pero está bien? ¿qué pasó? Por favor dime que los tres están bien.
—Acaba de entrar a quirófano. Yo iré en un momento. Quería avisarte, por favor no le cuentes a tus padres todavía, no quiero preocuparlos.
—Está bien, pero por favor llámame en cuanto nazcan.
Ian me colgó y me dejó con otra preocupación en la cabeza. Esa en definitiva no era mi noche.
Al parecer Candela había escuchado y se olvidó de sus reclamos, me abrazó y me hizo sentir que todo estaría bien.
Claro que no dormí, me mantuve en vigilia hasta la madrugada. Candela me acompañó. Solo podía mirar el celular. Le mandé cientos de mensajes a Ian, pero no los había leído. ¿Cuánto podían estar en el quirófano?
Tenía tanto miedo. La historia se repetía, otra vez Sophie tenía un parto prematuro, pero esta vez la vida de sus dos bebés estaba en juego.
—Tranquilo ¿sí? Seguro van a estar bien —Candela volvió a abrazarme. Puse mi mano sobre su brazo, su presencia era muy relajante, aunque a veces peleáramos, tenerla a mi lado me daba una sensación de seguridad que no había experimentado con otras personas.
De golpe, todos los mensajes que le mandé a Ian aparecieron con doble verificación y vi que me escribía. Candela y yo miramos la pantalla con mucha expectación.
Ian: Ya nacieron.
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