36. La realidad
Diez días pasaron lento, y la emoción por ver a Luka de nuevo hizo que me olvidara por completo de todo. Hablar con él a diario, ver sus videos, me hacían sentir bien. Tal vez eso era todo lo que necesitaba, encontrar un nuevo amor. No podía decir que lo amaba, al menos no con la intensidad con la que había querido a Tiago; pero sí sentía que, en ese momento, ese sentimiento era como una semilla que iba a germinar cuando empezáramos a pasar tiempo juntos. La edad no importaba, él jamás hacía mención a eso y no me hacía sentir como una niña.
Las conversaciones que teníamos ya habían cambiado de tono. Era más cariñoso y estaba segura que en cuanto nos viéramos íbamos a formalizar.
Luka llegó viernes y acordamos vernos el domingo. Me recogió del mismo lugar de la vez anterior, pero en la tarde. Esta vez yo corrí a darle encuentro y ni bien salió del auto me abrazó con fuerza.
—Cómo me moría por verte —me dijo al oído.
—Yo también.
Me tomó de la mano y me alejó un poco para verme de pies a cabeza mientras se mordía el labio.
—¿Es mi impresión o te pusiste más hermosa mientras no estaba? —preguntó de forma dulce.
No sé por qué cuando me decía ese tipo de cosas, me sonrojaba y me ponía nerviosa. Cuando me alagaba me sentía vulnerable.
De nuevo me llevó a su casa, pero esta vez no estaba solo su equipo. Había más gente. Me dijo que sus compañeros habían decidido hacer una "reunión social". La música estaba tan fuerte que la había escuchado desde una cuadra antes de llegar. En la piscina había cinco chicos y dos chicas, todos metidos con la ropa puesta, Daner y Luis entre ellos. Con Luka nos dirigimos hacia la cocina. Me pasó una cerveza y le pregunté sobre lo que me había prometido de regalo.
—Eres una impaciente, pero está bien, me muero de ganas de dártelo.
Me tomó de la mano y me llevó a la sala, ahí había algunas maletas y su equipo de grabación apilados antes de la escalera. Se notaba que no había desempacado todavía.
Sacó una maleta roja de la parte de arriba de la pila y la abrió de espaldas a mí. Me mantuve unos pasos alejada, no quería mostrarme demasiado interesada en ver qué traía, así que desvié la vista mientras le daba un trago a la cerveza.
Cerró la maleta y se levantó con una caja mediana de cartón. La puso sobre la mesita frente al sillón y sacó una navaja suiza de su bolsillo para abrirla.
—Espero que todo haya llegado bien. —Cortó la cinta que la cerraba y me la acercó.
Adentro había dulces y snaks, montones de ellos.
—Son dulces japoneses. Y sí, sé que eso de probar dulces extranjeros ya pasó de moda, pero... cuando pensé en ti lo primero que se me vino a la cabeza fueron dulces. Además con el gusto que tienes para la cocina y eso imaginé que lo apreciarías.
Me pareció muy tierna la forma en la que parecía ponerse inseguro.
—Me encanta, en serio. Adoro este tipo de cosas —le dije con toda sinceridad, me aventuré a abrazarlo, pero él de alguna manera se las arregló para mantenerme a la distancia justa para juntar sus labios con los míos. Esa vez, el beso no fue fugaz como el primero, nos besamos lento, probando con delicadeza los labios del otro hasta que sentí la intromisión de su lengua en mi boca, me acerqué más a él y lo rodeé con mis brazos.
—Tengo una cosa más —dijo cuándo nos separamos. Metió la mano a su bolsillo y sacó un pequeño paquetito, era como una bolsita cuadrada de papel.
Lo abrí con mucha curiosidad, adentro había una pulsera de colores, parecía tejida en algún tipo de fibra natural. La quitó de mis manos y la puso alrededor de mi muñeca.
—Es una pulsera especial. La hacen a mano en una tribu en Tailandia y no hay dos iguales, siempre usan patrones y colores diferentes. Ellos se la entregan solo a la persona más especial que tienen en ese momento. —La terminó de atar y la contemplé fascinada. Me encantaba.
—Es hermosa, la usaré siempre —le agradecí, pero esta vez no me acerqué a abrazarlo, no fuera que otra vez me besara largamente. Noté que dentro de la caja además de los dulces había una bolsa de papel de regalo. Quise alzarla, pero él se apresuró, la tomó y la ocultó tras su espalda—. ¿Qué es? —quise saber.
—Otro regalo más, lo que compré en Hong Kong, pero esto te lo daré más tarde.
—Qué veo aquí, ¿otra conquista? —Erick apareció, se sentó a nuestro lado y dejó su vaso con la bebida sobre la mesa.
—No molestes—le reclamó Luka.
—Estoy bromeando. —Se aproximó a mí, por su aliento me daba cuenta que ya estaba un poco borracho—. Este chico habló de ti todo el viaje. Te lo mereces. —Me dio una palmada en el hombro y se levantó a molestar a Daner, quien estaba grabando a las chicas de la piscina.
—Es un tonto. Y lo siento, es posible que todos estén un poco saturados de ti, porque yo no paraba de hablar de ti.
—Está bien, no te preocupes.
Me dio un beso en la mejilla, guardó mi caja en un mueble y salí con él al jardín, donde ya había más gente. Su supuesta reunión se iba convirtiendo en una fiesta. Con tal iban llegando, también entraba más alcohol de todo tipo, y si bien no era el ambiente al que estaba acostumbrada, me sentía cómoda. Luka me hablaba de rato en rato al oído y en varias ocasiones nos separamos. La casa era muy grande, todos querían estar con él y sacarse fotografías, por momentos no nos localizábamos entre la multitud. En uno de esos ratos, me fui hacia la mesa con bebidas cerca de la piscina. No quería beber demasiado y acabar en estado de ebriedad, así que me serví un refresco. Parte del contenido del vaso cayó porque dos personas chocaron contra la mesa. Levanté la vista para reclamarles y de inmediato reconocía a una chica. Era la tal Sabrina, la que filmó el video de Tiago en la cama con otras dos chicas más el día después de su cumpleaños. Cómo podía olvidarla. Después de ver ese video tuve un ataque de locura y me puse a revisar todo su Instagram.
—Perdona niña —me dijo entre risas, estaba muy cariñosa con Luis. Se movieron hacia la pared y se besaron. Yo di media vuelta hacia el interior de la casa. ¿Por qué siempre había algo que me recordara a Tiago? Él era un asunto zanjado en mi vida y solo Luka importaba.
Ya estaba oscureciendo y las luces de colores dentro de la casa se veían muy bien. No sé cómo Luka me encontró, me tomó por la cintura y me dijo al oído que mejor nos vayamos a un lugar solitario. Tomó una botella de wiski, y vi que llevaba la bolsa de regalo en la otra mano. Subimos al segundo piso y entramos en una habitación. La música ahí no se escuchaba tanto. No había demasiados objetos personajes. La habitación era muy grande, con un televisor frente a la cama y las paredes de color gris. Lucía muy elegante, pero impersonal, era como estar en la lujosa habitación de un hotel.
—¿Este es tu cuarto? —le pregunté
—No, es la habitación que usamos para invitados, pero créeme que está más ordenada que la mía, llegué y todo es un desastre.
Me decepcionó un poco. Me hubiese encantado conocer su espacio personal.
Me senté en la cama, ya que no había sillas. Al lado del armario había un mini bar. De ahí Luka sacó un par de vasos, hielos y los sirvió a la mitad con el Wisky. Me acercó el vaso y le dio un trago al suyo. Yo le di un sorbo muy pequeño y rápidamente lo dejé sobre una de las mesitas de noche.
Luka se sentó a mi lado y de inmediato volvió a tomar posesión de mis labios. A diferencia de nuestro primero o segundo beso, este fue más intenso. Dejó mis labios y avanzó con un camino de besos hacia mi cuello. Sentí un pequeño cosquilleo y me retorcí un poco. Luka aprovechó ese gesto para separarse.
**** escena censurada, debido a las nuevas pautas de contenido de Wattpad***
Para mí fue una tortura que duró una eternidad. Cuando por fin se detuvo, se levantó rápido y se quitó el condón de inmediato.
No me miraba, pero percibía su enfado.
Me senté al borde de la cama, esperando que me dijera algo. Él comenzó a vestirse.
—Luka...
—Eso estuvo terrible. Esperaba algo mejor
—Lo siento —quise decir, pero esta vez las palabras no salieron.
—Mejor vístete. Seguro otro de los chicos querrá usar de mejor manera esta habitación.
—Sí, lo siento —me disculpé de nuevo y no sabía por qué lo hacía—. Ya es muy tarde y tengo que regresar.
—Llama un Uber ¿quieres? Tengo gente aquí y es muy tarde para que te lleve.
Mis manos temblorosas no me dejaban agarrar bien mis prendas, así que me vestí lento.
—No tardes —Luka me ordenó saliendo de la habitación.
Me vestí como pude y recobrando fuerzas salí de esa casa. La fiesta continuaba. Desde la salida vi a Luka, fotografiándose y bebiendo con unas chicas, como si nada hubiera pasado.
Caminé hasta la esquina de la calle y recién me golpeó la realidad de lo que había sucedido.
Las lágrimas cayeron de pronto. Jamás me había sentido así: humillada, y con el mundo derrumbándose a mi alrededor.
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