31. Cambio de contenido

Lo más ridículo que hice fue cuando tenía trece años y escribí un fanfic de Tiago. En ese tiempo con Daniel empezábamos a ganar seguidores en internet gracias a los videos que hacíamos de skate y yo era quien manejaba la mayor parte de páginas de fans de Tiago Cohen. Él había ganado fama gracias a su actuación en Transalterna, una serie de televisión protagonizada por su hermana Sophie. Pero a Tiago lo conocía desde hacía mucho tiempo atrás, y me es difícil recordar un momento en mi vida que no haya estado muy enamorada de él. No sé a qué se debió. La primera vez que lo vi, yo tenía diez años y pensé que era el chico más atractivo del mundo. Claro que segundos antes de conocerlo estaba segura que Ian era el chico más atractivo del mundo, pero después de Tiago no hubo nadie más.

Todos dicen que recuerdan su infancia y pubertad con algo vergüenza, en mi caso, es una total vergüenza. No sé cómo tenía coraje para seguir a Tiago de manera tan descarada y todavía no entiendo cómo Tiago nunca fue grosero conmigo o me mandó a volar cuando me ponía pesada. Al menos nunca vio el fanfic, o sí, pero no sabía que yo era la autora. La cosa esa se volvió bastante viral. Obviamente lo escribía con un seudónimo, mi nivel de ridiculez no llegaba tan alto como para aceptar que en mis tardes libres me la pasaba escribiendo una historia donde él me pedía matrimonio y luchaba por nuestro amor.

Unos días atrás lo había encontrado y me costó mucho recuperar la cuenta para borrarlo. Esa cosa se había vuelto un monstruo que cuatro años después seguía siendo leído.

Revisé otras cuentas viejas que recordaba, no quería nada que me ligara en lo más mínimo con Tiago. Por suerte mi canal y redes sociales antiguas las había borrado un año atrás, y lo nuevo no mencionaba a Tiago en absoluto. Lo que era irónico, porque todos esos videos los había filmado él.

Cuando borré el fanfic pensé en mi yo de trece años. Estaría muy enojada, furiosa, y me habría arrancado el cabello a mí misma por lo que había hecho. Después de años y años soñando con el amor de mi vida, él por fin me hacía caso, y no solo eso, había puesto todo de sí para que tengamos una relación y yo lo había terminado en la primera oportunidad.

Explicarle a mi yo de trece años por qué había hecho eso hubiera sido imposible, porque ni yo misma lo sabía bien. En cierta forma no me arrepentía. Prefería cortar antes que me cortaran. Tiago estaba encaprichado conmigo, tal vez porque yo era la única chica que se lo había puesto difícil. Pero sabía que él no tardaría en aburrirse de mí. Es decir ¿por qué no lo haría? Él me seguía viendo como a una niñita a la que llevaba a pasear y a tomar helados, no como una novia que lo excitaba, a la que no podía sacar las manos de encima; él no me veía como a una mujer y en cualquier momento iba a extrañar eso: estar con una mujer de verdad.

Es más, después de haber cortado con él no tardó ni un día en ir a acostarse con tres chicas a la vez. Si tan urgido estaba por sexo, ¿por qué no me había usado a mí para eso?

Sé que mi hermano Evan tenía mucho que ver en el asunto, y eso me enojaba más. ¿Con qué derecho él y Tiago tomaban decisiones sobre mi vida sexual? Vaya que eran idiotas. Sin embargo, Tiago era un idiota que podía seguir ignorando, pero Evan no. Así que después de pasar toda la vacación de invierno sin hablarle, decidí llamarlo un día antes de empezar el colegio.

Se alegró, me regañó, me pidió disculpas... a mí no me quedó más que perdonarlo. Lo había extrañado tanto... se suponía que las vacaciones las pasaría con mis amigos de mi anterior escuela. Que ellos vendrían, que Tiago se quedaría dos semanas completas conmigo y que mi hermano también haría el esfuerzo de venir. Pero todo se había arruinado y pasé mis vacaciones sola, completamente sola subiendo los videos que ya tenía grabados a mi canal y evitando cruzarme con mi madre y su novio.

—¿Cómo pasaste las vacaciones? Acá todo estuvo muy loco. Alan vino, Camila reapareció y resulta que tuvo una hija con él —me contó Evan.

—Daniel y Samy me lo contaron, hasta me pasaron fotos de la niña, no me lo podía creer.

—Sí... fue algo gracioso, el tipo de cosas que solo le pasan a Alan... y bueno, ya que me desbloqueaste y todo está bien, ¿puedo preguntarte qué va a pasar con el susodicho?

Evan tocó el tema que no quería tocar.

—No va a pasar nada. Sigo sosteniendo que es un idiota y mejor que ya lo saqué de mi vida.

—Bueno, sí, es un poco idiota, pero no es tan malo. Seguro viste el video ese donde amaneció con tres chicas. No pasó nada. Él tomó demasiado en su cumpleaños y esas chicas querían publicidad. Voy a contarte un secreto, un hombre en un estado tan alto de ebriedad difícilmente puede tener erecciones.

—Pues gracias por la lección de educación sexual no solicitada. Pero eso da igual.

—Como quieras, yo solo te paso el mensaje. Te escribió algo y solo quiere que lo leas.

—Sí Tamara ya me lo dijo. ¿Desde cuándo lo defiendes tanto? —le pregunté. Evan jamás se había llevado bien con Tiago. Y aunque en el último año no me hablaba tan mal de él, tampoco era que hablara a su favor, como ahora.

—No lo defiendo.

—Sí lo haces.

Evan resopló y volcó los ojos antes de darme sus explicaciones.

—¿Quién es la persona más importante en el mundo para mí?

—¿Tamara? —le respondí, él me volcó los ojos de nuevo.

—Amo a Tamara, muchísimo, pero ella podría terminar conmigo el día de mañana y eso sería todo. Pero tú eres mi hermana hasta el fin de los tiempos.

—Media hermana —le recalqué.

—Hermana completa —me contradijo—. Y no hay nadie, absolutamente nadie ni nada que sea más importante para mí. Aunque me bloquees meses y me llames idiota, al primer llamado que me hagas voy a estar de tu lado siempre. Y no puedo prometerte que mataré a todos los que te hagan daño, porque no puedo matar a nuestra madre, pero sí puedo reconocer a las personas que te quieren casi tanto como yo. Tiago tuvo siempre las herramientas para manipulare a su antojo, pudo haberte utilizado de la forma que él quería, pero no lo hizo. En este tiempo me demostró que de verdad te quiere, y me sentía muy tranquilo cuando estaba contigo. Sabía que él iba a cuidarte casi tanto como yo. Eso no significa, bajo ningún concepto que te esté diciendo que regreses con él si no quieres, pero si lo haces, el chico tiene mi aprobación, se la ha ganado.

—Vaya... por fin entendiste lo que quise explicarte por años. Pero ahora da igual. Pueden seguir siendo amigos, pero no voy a regresar con él, ni hablarle de nuevo. Además, él tampoco quiere ya nada conmigo. Me mandó todo lo que compró para los videos, le dio mis cuentas a Susan y devolvió el departamento que alquilaba aquí. Ya todo acabó, como era obvio que iba a suceder. Nadie me aguanta tanto tiempo.

—No digas eso. Pero como quieras. Ve a dormir, no quiero que mañana faltes al colegio —me ordenó. Yo asentí con lentitud y colgué la llamada.

Al día siguiente debía volver al colegio y no quería. Odiaba ese colegio. Al llegar había empezado a hacer amigos ahí, hasta que a mi ex novia se le ocurrió esparcir rumores y hacerme la vida miserable, y a partir de ahí todo se volvió complicado. Tenía peleas todo el tiempo, sobre todo con algunos chicos que no aceptan un no por respuesta y hasta los profesores me odiaban. Y sé que la mayor parte de chicas de mi edad ponen esa excusa cuando no les va bien en los estudios, pero en mi caso era real. A varios de ellos les molestaba mi forma de ser, a otros les molestaba lo que hacía en internet y a todos que sin estudiar o prestar atención en clases sacara puro dieces en los exámenes.

Igual mi corto regreso a internet tenía los días contados. Tiago y yo habíamos grabado varios videos, pero cuando terminara de subirlos todos ya no tendría qué poner. No tenía un lugar donde grabar mis videos de cocina. En casa con Víctor y mi madre sería imposible. Y tampoco podía seguir grabando lo que hacía con el skate ya que necesitaba a alguien que lo filmara. Un amigo, y no tenía de esos ahí.

Echada en mi cama me puse a revisar otros canales y cuentas de Instagram y Tik tok. Muchas chicas de mi edad o un poco mayores les iba bien bailando o solo mostrando lo bonitas que eran. Recuerdo como Daniel despotricaba contra ese tipo de contenido. "Chicas bonitas cuya única habilidad es ser bonitas y miles de pajeros apoyándolas". Yo le dije que solo era un envidioso porque él no podía hacer eso. Claro que para él eso sonó a reto y lo siguiente que hizo fue un video muy estúpido sin camisa solo mostrándose sexy. Y de inmediato se convirtió en su video más visto. Lo que le hizo enojar de verdad. Extrañaba a Daniel y hacer ese tipo de tonterías.

Al final me animé, ¿por qué no? Me saqué el pijama, con el que había estado todo el día encerrada en mi habitación. Me puse un overol largo y unos shorts muy cortos, de manera que daba la ilusión de que no llevaba nada debajo del overol. Me agarré el cabello en dos moños y me puse algo de maquillaje. Me veía dulce y sexy a la vez. Grabé un video de menos de treinta segundos haciendo la mímica de la canción de un anime y eso fue todo. Lo subí con la esperanza que Daniel lo viera y le explotara el hígado y también con la mínima esperanza de que Tiago lo viera y tuviera alguna reacción, la que fuera.

Después de subir el video me fui a dormir y no volví a revisar mis redes sociales.

***

—¡Grecia saca de aquí esta maldita patineta! —el grito de Víctor fue lo primero que escuché en la mañana. Ya estaba con mi uniforme para el colegio, sirviéndome una taza de leche porque obvio nadie en esa casa había hecho algo para desayunar. Puse la taza con calma en el microondas, presioné un minuto en la pantalla y con mucha calma fui hacia Víctor, levanté mi patineta que estaba en la entrada del departamento y solo la moví un metro más allá.

—Guárdala —me ordenó, enojado.

—Voy a salir con ella en un rato —le respondí. Hacia unos meses atrás, Víctor me causaba algo de temor, pero ya se lo había pedido por completo, igual que el respeto.

—Obedece a Víctor —Mi madre apareció en escena. No esperó que el minuto del microondas terminara, abrió la puerta y sacó mi taza.

—Oye, no terminó de calentar —protesté.

—Víctor debe salir a trabajar, deberías calentarle el café primero —dijo poniendo una taza con agua la microondas—. Pon pan en la tostadora.

—Estoy tarde —le respondí. Pisé la parte posterior de mi patineta e hice que esta se parara, Víctor se asustó por un momento, creyendo que iba golpearlo con esa acción.

—Mantén esa cosa en tu habitación.

—No puedo mantenerla en mi habitación si voy a salir con ella. —Le recalqué.

—¿Por qué sigues yendo al colegio en eso? ¿No estás ya grande? Deberías dejar que Víctor te lleve en el auto camino al trabajo —sugirió mi madre y tanto Víctor como yo pusimos una mueca de desprecio.

—No gracias. Así hago ejercicio.

—Las chicas de tu edad van al gimnasio para hacer ejercicio, no juegan con patinetas. Pareces hombre.

—Entonces caminaré de una forma muy femenina al colegio. —Tiré la patineta al medio del pasillo y tomé mi mochila. Me fui de ahí escuchando como me gritaban que regresara a guardarla.

No me importó, me fui de ahí rápido.

Entré al colegio intentando esquivar a todos. Solo quería llegar rápido a mi salón, ponerme los audífonos e ignorar a todos hasta que llegara el maestro. Al lado de mi aula estaba el último año. La gente de ese curso era más agradable. Sabía que varios ahí seguían mis videos y si bien no eran mis amigos, me hablaban. Me detuve a ver como un grupo de cuatro chicas estaban grabando un video. Tres bailaban y una agarraba el teléfono y un mini aro de luz. Una de las chicas se equivocó en la coreografía que era demasiado sencilla, y esa pausa sirvió para que se dieran cuenta de mi presencia. Intenté irme pero fue tarde.

—¡Grecia! tu sabes de esto, ¿nos ayudas?

—Sí claro. —Entré al aula. De inmediato las chicas se acomodaron y me pidieron ponerme al medio. Solo necesitamos una toma para que saliera bien.

—¡Ay gracias!—dijo una con emoción— ¿Puedo etiquetarte no? Esto me va a traer seguidores.

—Sí por supuesto.

Mientras esa chica que sabía que se llamaba Marina, subía el video a su cuenta, el resto se sentó en los pupitres del frente. Yo no sabía qué hacer, ¿me quedaba? ¿Me iba? Decidí quedarme un poco alejada, para ver si es que me ignoraban o me incluían en su conversación.

—Esta tarde, cuatro en punto en mi casa. No sean unas perras impuntuales como siempre. Es mi fiesta.

—¿Vas a tener una fiesta? —pregunté y de inmediato me arrepentí.

—Sí... pero mi mamá me dejo invitar a poca gente. Ya lo organizamos. —Marina respondió algo nerviosa, miraba a todas sus amigas, como buscando en sus ojos qué respuesta darme.

—Oh, no, no quería que me invitaras. Solo quería saber si es tu cumpleaños o algo.

—Sí, es mi cumpleaños.

—Felicidades entonces —respondí en un hilo de voz, muerta de la vergüenza. Por un segundo sí había tenido la esperanza de que me invitara, pero luego me di cuenta que había quedado en ridículo—. Ya me voy a mi salón, va a tocar el timbre, felicidades de nuevo y te dejaré algún comentario en el video.

Rápido me fui y las cosas se pusieron peor cuando vi que el grupito de un tarado llamado Gabriel ya estaba ahí. Ese chico había intentado salir conmigo desde un inicio, pero al haberlo rechazado, se dedicó a molestarme. Él había ayudado a esparcir los rumores que Emily había iniciado, y pese a que ya todos sabían que no era verdad, él seguía sosteniendo que eran ciertos.

—Oye infuencer —me dijo con un tono de burla—. Vimos tu video de anoche. ¿Qué pasó? ¿Ahora te pagan por mover el culo?

Apreté el puño hasta clavarme las uñas. En cualquier otra circunstancia lo habría agolpeado, pero estaba a un pelo de ser expulsada y la más pequeña pelea me podía meter en problemas. Por eso preferí ignorarlo. Fui hacia un pupitre vacío al fondo del salón, él rápidamente se abrió paso entre las mesas y me agarró del brazo antes que me sentara. Me solté con fuerza.

—¿Ahora también estás sin nada debajo como en el video? —preguntó metiendo la mano por debajo de mi falda. Eso sí no lo aguanté, de inmediato le solté una bofetada.

—¡Grecia qué te pasa! —me gritó el maestro desde la puerta. Rápido acudió hacia nosotros. Gabriel se sostenía el rostro exagerando el golpe que le había dado.

—¡Me metió la mano por debajo de la falda! —me excusé señalándolo.

—Nada es excusa para golpear a tus compañeros.

—¿Y qué quería que hiciera? ¿Que me dejara manosear? —Todos los chicos del salón nos rodeaban. Yo estaba al medio, discutiendo con el maestro quien ya revisaba el rostro de Gabriel, como si lo hubiese golpeado con un arma.

—Vete a la dirección.

—¡Es injusto! —protesté—. Ustedes vieron lo que pasó —me dirigí a mis compañeros, pero obviamente todos se hicieron a los locos, nadie quería problemas y nadie iba a meter las mano en el fuego por mí. Eran amigos de Gabriel, no míos.

Bajé la cabeza y me fui de ahí antes que alguien notara que estaba empezando a llorar. No era justo, en mi anterior escuela todos se habrían puesto de mi lado. O al menos Daniel lo hubiera hecho. A veces solo basta con que una persona te apoye para cambiar la opinión del resto. Pero ahí no tenía a nadie, era yo contra mi salón, mis maestros y mi propia madre.

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