30. ¿Un nuevo amor?
Acabé mi entrenamiento de basket muy nervioso. Alan fue a recogerme, quería saber qué había pasado en su reunión de la mañana. Salí rápido del vestidor y me di encuentro con él. Esta vez no saldría con mis compañeros, mi primo me debía una conversación a solas.
Caminamos hacia el área verde del campus, donde habían mesas de piedra y asientos, el clima estaba nublado pero agradable para permanecer afuera y ya anochecía. Nos sentamos sobre una mesa y Alan dio un largo suspiro antes de hablar.
—Todo salió bastante bien. Le dijimos a Kathy que tiene dos papás. Se entusiasmó y nos dijo que era igual a su amigo Kevin, así que tuvimos que explicarle que en definitiva no era como su amigo Kevin. No lo entendió muy bien, es todavía muy pequeña, casi una bebé. Mi madre dice que lo irá comprendiendo con el tiempo y no hay que preocuparnos ahora. Definitivamente no puedo hacerme cargo de ella y tampoco es algo que Derek o Camila quieran, pero sí voy a formar parte de su vida. La llamaré seguido e iré a visitarlos a fin de año. Mis padres dijeron que me corresponde pagarle una pensión, pero Derek insistió en que no es necesario, así que acordamos que hasta que yo tenga una solvencia económica, mis padres pagarían una mensualidad que guardaremos en una cuenta a nombre de Kathy para que ella use ese dinero en el futuro, ya sabes, para la universidad, viajar, una cirugía plástica o lo que quiera. Y el próximo año por esta fecha ellos vendrán de visita.
—Wow, todo suena muy... adulto.
—Pues no me sentía muy adulto sentado junto a mis padres intentando arreglar mi vida. Solo quería tirarme al suelo a jugar con Kathy.
—Al menos ya lo resolviste —consideré—. Y puedes seguir como antes. Pero le tendrás que dar muchas explicaciones a Helga.
—Helga no es mi novia —confesó mirando al suelo.
—Estoy en Shock —respondí con sarcasmo.
—¡Pero sí existe! Es una chica que me gusta, la invité varias veces a salir, pero siempre me rechaza. ¿Crees que si le digo que tengo una hija le parezca más interesante?
—Lo dudo...
—Al menos sí será interesante para mis amigos, imagina llegar a contar semejante anécdota, no van a creerme —dijo pareciendo un niño pequeño que va a contarle a sus amigos que van a comprarle un perrito—. Tienes razón en que me enteré en el momento correcto. Si lo hubiera sabido desde el principio no habría tenido tantas opciones. Ahora las tengo. He pensado que al acabar la universidad puedo ir a vivir a California, para estar cerca de Kathy. No sé, es una posibilidad.
—Pues sí, sería algo bueno. Pero no creo que a tu madre vaya a gustarle tanto la idea, tendrás que traer a tu hija al menos tres veces al año para que esté tranquila, o es capaz de mudarse allá contigo.
—¡No por favor! Y no te atrevas a darle la idea —me amenazó. Lo golpeé en el hombro y nos levantamos, me alegraba saber que todo se había resuelto de manera tan tranquila. Pese a todo, Alan era muy afortunado.
***
La semana pasó rápido. El sábado llegó y ese día era el último partido antes del nacional. Había pensado seriamente dejar el equipo al año siguiente y concentrarme solo en las clases y la banda, así que quería irme con una victoria. Pese a mis intentos de no pensar en ello, miré a las graderías. Mi padre y Alan estaban ahí, al igual que algunos amigos incluyendo a Candela. Pero extrañaba a Grecia. Me hubiese encantado que ella apareciera de sorpresa, como la anterior vez, que me filmara haciendo el ridículo y al acabar el partido corriera hacia mí, me pidiera disculpas, o me perdonara... a esas alturas no sabía quién había tenido realmente la culpa por lo ocurrido.
Nada de eso pasó. Igual me concentré como nunca y ganamos. Éramos de nuevo campeones estatales e iríamos en dos meses a las nacionales.
La alegría era tanta que invité a todos a mi casa a festejar. No me importaba lo que Ian dijera, no me importaba si los vecinos llamaban a la policía. Esa noche íbamos a celebrar. No sé cómo iba llegando la gente. Ni como entrabamos. El departamento era grande, calculaba al menos unas cien personas ahí. El alcohol tampoco paraba de llegar y no recordaba haberla pasado tan bien en mucho tiempo. Un año al menos.
Todos bebían y se divertían, la música alta hacía retumbar los vidrios y la gente salía hasta a los pasillos del edificio y el balcón. Noté que algunos se sentaban sobre las cajas que esa mañana habían llegado con las cosas de los bebés. Así que le pedí a Alan que me ayudara a guardarlas. Si algo le pasaba a esos paquetes sí podía darme por muerto. Candela apareció para ayudarnos también. Esperando que no hubiese nada frágil tiramos todo dentro de la habitación y salimos a seguir disfrutando.
Me senté en el sillón, con Candela a mi lado. Alan ya estaba hablando con una chica de mi universidad.
No entendía bien lo que Candela intentaba contarme, había demasiado ruido, así que la tomé de la mano y la llevé a mi habitación, en el camino recogí un par de cervezas. No era un ambiente completamente libre de ruido, pero al menos podía escucharla.
—Tus vecinos van a matarte —me dijo sentándose sobre mi cama.
—La furia de mis vecinos no será nada comparada con la de Ian.
—¿Él es el dueño del departamento?
—Sí, él y mi hermana, se casaron el año pasado así que todo es de ambos...—Después de decirlo me di cuenta que había revelado un secreto, siempre era cuidadoso, pero Candela me inspiraba demasiada confianza—No le digas a nadie —le pedí.
—Tranquilo, soy una tumba ¿recuerdas? Además, no es que gane nada contando eso.
Me senté a su lado y abrí una lata de cerveza. De pronto ella dejó la suya en la mesita de noche y se acercó a besarme. Me agarró tan de sorpresa que me quedé estático.
—Perdona, creo que entendí mal tus intenciones —se disculpó muy avergonzada. Intentó levantarse de la cama, pero de manera instintiva la agarré y la jalé hacia mí. Ahora yo era quien la besaba. Primero suave y luego con más intensidad.
Habíamos bebido, pero no estábamos completamente ebrios, así que sabíamos lo que hacíamos y al mismo tiempo era como ser contralados al cien por ciento por nuestros instintos. Candela estaba sentada sobre mi regazo, le ayudé a quitarse la blusa y ella me quitó mi camiseta. Le besé el cuello y fui bajando hacia sus pechos. Ella sea apresuró a quitarse el brasier. La abracé y giré para tenerla sobre la cama debajo mío. Solo le levanté la falda para bajarle la ropa interior y me levanté para quitarme los pantalones. Si obviaba que hacía unas semanas atrás había despertado con tres chicas en una cama, esa era la primera vez que iba a tener sexo en casi un año. Estaba como loco. Candela me gustaba, era muy linda y apasionada, olía muy bien y conectamos de inmediato. Me olvidé por completo lo que sucedía afuera de la habitación, solo éramos ella y yo teniendo sexo sobre mi cama.
***
Todo parecía un sueño cuando desperté al día siguiente. Candela seguía ahí, desnuda y dormida. La observé un rato, su silueta era muy curvilínea, era una mujer en verdad atractiva, y no solo eso, hablar y pasar el tiempo en su compañía era agradable. La tapé para que no despertara con el frío y salí a evaluar los daños.
Sí... estaba muerto. Todo era un desastre. Ni los muebles permanecían en su lugar. No se podía caminar sin pisar la basura, que era sobre todo latas de cerveza, botellas, vasos plásticos y empaques de frituras.
Devolví el sillón a su lugar y fui a la cocina a buscar una bolsa de basura. Comencé a levantar lo que podía. Quería tener al menos un área limpia por si Ian llamaba. Me agaché a recoger una lata y vi la mano de Candela acercándome otra. Ella tenía la blusa y la falda puesta. Estaba despeinada y casi sin maquillaje.
—Creo que estaremos todo el día limpiando esto —comentó.
—No te preocupes, no necesitas ayudarme.
—Tranquilo, quiero hacerlo. Eso es lo que no me gusta de las fiestas, todos disfrutan, pero luego dejan al dueño de la casa a encargarse del desastre. ¿Tienes escoba?
—Sí, en la cocina. Se la señalé.
Mientras yo acomodaba el resto de muebles, Candela reunía la basura en un lugar con la escoba. Tras unos minutos la puerta de la habitación principal se abrió y apareció Alan sosteniéndose la cabeza. Se notaba que sufría una resaca.
—Buenos días, ¿hay algo de comer?—preguntó.
—Yo puedo preparar el desayuno si ustedes siguen limpiando —se ofreció Candela.
Ambos accedimos. Claro que Alan no tenía la más mínima intención de ayudar, se tiró al sillón.
—¿Y esa chica pasó la noche contigo?
—Sí —respondí, no me sentía muy cómodo hablando de eso.
—Yo no tuve tanta suerte. Tal vez hoy, saldré con algunos amigos tuyos, después de ir al aeropuerto. Kathy se va hoy —dijo con algo de tristeza. Ese día Camila y su familia regresaban a Estados Unidos—. Quiero comprarle un regalo. ¿Me acompañas a la juguetería?
—Claro, podemos ir luego.
Al poco rato Candela nos sirvió café y huevos revueltos con tostadas. Ambos devoramos la comida.
—¿Qué harán hoy?—nos preguntó, queriendo iniciar una conversación.
—Iremos a comprarle un regalo a la hija de Alan, ¿quieres venir?—le pregunté.
—Sí, vamos —aceptó.
Seguimos comiendo y conversando de rato en rato, era extraño y a la vez agradable. Nunca había desayunado con una chica con la que había pasado la noche. Siempre iba yo con ellas y me escabullía en la primera oportunidad. Queriendo evitar precisamente esa situación, pero en esa ocasión era diferente, me agradaba.
De pronto recordé los paquetes. Y se me ocurrió que antes de irnos lo mejor era revisarlos. Ya no podía con la curiosidad, quería saber el sexo de mis sobrinos. Se lo dije a Alan y él estuvo de acuerdo de inmediato, también quería saber. Solo Candela nos miraba sin entender nada.
—No lo..
—Digas a nadie —me interrumpió—. Tú cuenta que yo me callo.
—Mi hermana va a tener mellizos. Pero la muy malvada no quiere decirme si son dos niños, dos niñas o un varón y una mujer. Pero compró cosas que trajeron aquí. Seguro al revisarlas lo sabremos.
—Suena como un increíble plan, ya me causaste curiosidad.
Limpiamos todo de manera apresurada y entramos a la habitación que sería de los bebés. Primero revisamos la caja más grande, era una cuna pequeña, de las que se acoplan a la cama... color blanco. Bueno, era lógico que la cuna sería de ese color, así que fuimos por los paquetes más pequeños que seguro eran ropa y juguetes. En una había un par de animales de peluche, dos jirafas, que no indicaban nada. Seguimos revolviendo hasta que por fin dimos con una caja que parecía ser de ropa. Bien, eso era, esa nos diría la verdad. Era como nuestra propia fiesta de revelación de género. La caja estaba llena de enterizos, pijamas, gorritos y medias... blanco, todo era malditamente blanco.
En mi desesperación abrí el resto de cajas y vacié el contenido en el suelo, todo era unisex.
—¡Qué rayos! ¿Qué pasó con los malditos estereotipos de género y el rosa para niñas y celeste para niños? Esos dos sabían que iba a revisar las cajas y me hicieron esto —protesté tirando una almohada en forma de panda.
Puse todo de regreso a las cajas, no me importaba que se notara que lo había abierto. Ian me había tendido una trampa, estaba seguro.
Los tres nos aseamos y salimos rumbo a la juguetería. Como llevaba a mis hermanos cada cierto tiempo sabía cuáles eran los mejores lugares.
—¿Qué le compro? —preguntó Alan intimidado al ver los cientos de pasillos con miles de opciones.
—¿Algo didáctico?—sugirió Candela.
—No... quiero que sea algo con lo que me recuerde. Que lo vea y piense en mí. ¿Pero qué le gusta a las niñas de tres años? No tengo idea. No tengo idea de nada. Tú al menos tienes hermanos, ubicas más de esto —se dirigió a mí.
—Oye yo solo los traigo y dejo que elijan algo con lo que no vayan a sacarse un ojo o a comérselo.
—Diablos... Kathy ya se va y sé tan poco sobre ella. Derek me sugirió el otro día que la sacara a pasear yo solo un par de horas, pero me acobardé. Es que no sabía qué hacer. ¿A dónde iba a llevarla? ¿Qué le iba a dar de comer? ¿Toma leche? ¿Come papilla? ¿Y si quería ir al baño? ¿Usa pañales? No sé cambiar pañales, la única vez que lo hice fue a uno de tus hermanos y me hizo pis encima.
—No creo que Kathy use pañales, o coma papilla —le expliqué—. ¿Qué tal un peluche? —sugerí. —. Es algo que puede conservar hasta grande y que recordará que le diste.
—¡Es una gran idea! Pero cual, ¿un osito? ¿O es muy cliché? seguro tiene ositos. Rayos, no sé cuál es su animal favorito. ¿Ves lo que te digo? no sé cuál es el animal favorito de mi hija.
—Cómprale una alpaca, está de moda —lo tranquilizó Candela, señalándole un estante con opciones de todo color y tamaño. A Alan le encantó la idea, pensábamos que elegiría un peluche pequeño o mediano basado en el color, pero su criterio de elección fue tomar la alpaca más grande.
—No creo que le dejen subir eso al avión. —Intenté disuadirlo cuando íbamos a la caja.
—No es tan grande.
—Si esa cosa estuviera viva, Kathy podría usarlo como medio de transporte —le dije.
Alan no me hizo caso.
***
Lo llevé al aeropuerto una hora antes de que el avión partiera. Camila casi lo mata con la mirada al ver el semejante regalo que le había comprado a la niña. Pero a ella le encantó.
—Adió pequeñita, nos veremos muy pronto. —Alan la abrazó con fuerza, y me dio algo de pena. Una semana atrás, no sabía ni de la existencia de esa niña y ahora se aguantaba las ganas de llorar al despedirse.
—Bye papá Alan.—Le respondió la niña. Se soltó de Alan y se reunió con su madre, entendiendo que ya era hora de partir. Derek se despidió con mucha efusión, Camila intentó mostrarse indiferente, pero no pudo. Le dio un abrazo a Alan y escuché como le susurraba que lo sentía.
—Me dijo papá —dijo Alan cuando Kathy se perdió tras la puerta.
—Pues eso eres, le dije.
Nos fuimos de regreso al auto, a disfrutar de nuestra última semana de vacaciones. Alan debía regresar a Alemania y yo continuaría con los entrenamientos de basket y ensayos de la banda. En esas vacaciones había pasado tanto que no me lo creí. No solo la aparición de Kathy había puesto todo de cabeza, en el auto me esperaba Candela, y no estaba seguro, pero algo me decía que ese sería el inicio de una nueva relación.
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