3. Búsqueda desesperada
Infructuosamente traté de despejar mi mente y olvidarla mientras el entrenador nos daba indicaciones. Después de la pequeña reunión rutinaria previa al entrenamiento, caminé a la cancha mirando hacia las graderías. Varias chicas de la universidad esperaban, pero no Grecia, quien siempre filmaba mis entrenamientos previos a partidos importantes. Rogando que sólo se tratase de un retraso, me enfoqué en la práctica. Aquella era la más importante, al día siguiente teníamos el partido, el último y el definitivo, el que podría coronarnos como campeones nacionales.
— ¡Cohen! Si juegas así mañana, te encerraré en los casilleros —me amenazó el entrenador cuando finalizamos por ese día. Mi mente volaba lejos, la pelota era lo de menos cuando la preocupación por Grecia me consumía, y esa espantosa sensación de desesperación se extendió durante el resto del día. Reprobé un examen final y estuvieron a punto de atropellarme dos veces.
Lo primero que deseaba era ir a casa de Grecia, y personalmente preguntarle por qué había faltado a la práctica ese día; mas la suerte no estaba a mi favor. El partido era al día siguiente, y como siempre que había uno de esos importantes acontecimientos, teníamos vetada la salida de la universidad. Sólo se nos permitía ir a nuestros salones de clases y debíamos dormir en uno de los edificios destinados a nuestra concentración.
Infundí ánimo a mi equipo antes de salir a la cancha. Ese día era importante. El partido final, después, tendría una especie de vacación, sólo me quedaban un par de exámenes, además del que había reprobado y debía repetir en segundo turno. Sobre todo, la dicha me embriagaba porque albergaba la esperanza de que Grecia estaría animándome; era el partido más importante del año, ella ni loca se lo perdería.
Empezamos con un saque nuestro favor, yo alternaba la vista entre el aro, un rival que intentaba arrebatarme el balón y las gradas. Miraba para todas direcciones y de Grecia no había rastro.
Sería innecesario explicar que ese partido lo perdimos, y todo a causa de mi falta de concentración ¿Cómo podía jugar si lo que más me importaba era que mi pequeña no estaba presente?
—Idiota ¿En qué pensabas? —me reclamó Ian, mi mejor amigo, quien a veces asistía a los partidos de la universidad.
—Grecia, no vino ¿No crees que es raro? El otro día se fue sin despedirse y no la he vuelto a ver.
— ¿Llamaste a Evan? —me preguntó.
— ¡No! ni loco lo llamo. Me interrogará para saber por qué pregunto por su hermana ¡Diablos! ¿Qué hago? —Ya me desesperaba, había dejado pasar demasiado el tiempo.
— ¿Por qué no llamas a Daniel? Es su amigo —me aconsejó por último, haciéndome sentirme aún más idiota.
Grecia era una de las mejores amigas de mi hermano menor, se la pasaban todos los días grabando. Si alguien tenía su número y sabía cómo se encontraba, de seguro era él. Marqué sin esperar, pero el maldito mocoso no me contestaba, es más, colgaba, seguramente al ver mi nombre y cínicamente dejaba mis mensajes en visto. Algo había hecho y me evitaba, estaba seguro. De nuevo, la suerte bailaba lejos de mí y se me hacía la burla.
Paciencia era lo único que me restaba, pero tras esperar noticias suyas por casi una semana, finalmente decidí ir a buscarla a la salida del colegio.
Llegué media hora antes sólo para asegurarme. Me apoyé contra la pared de mi vieja secundaria. Aparentemente ya me ponía viejo y nostálgico, pues recordaba como hacía unos años atrás, yo salía por esas puertas portando mi uniforme, generalmente con alguna compañera. Me gustaba contar con una compañía femenina, mas nunca aguantaba a la misma chica demasiado tiempo. Solo una vez me había enamorado y todo había acabado tan mal que mi hermana insistía en que solo no quería salir lastimado, pero que no tardaría en querer a alguien de nuevo y que el día que lo hiciera, desearía estar con esa persona toda la vida y jamás se tornaría aburrido. Al parecer, ese día había llegado. Increíble pensar que justamente me iba a enamorar de la chica que me había perseguido desde que recuerdo, a la cual nunca había prestado atención por tratarse de una niña. Pero en ese momento, Grecia no era aquella pequeña que me horneaba galletas a diario y me dejaba sin vida siguiéndome de un lado para el otro; era una hermosa joven y sin duda la quería a mi lado.
Estaba tan metido en mis pensamientos que casi no había notado el correr del tiempo. Los adolescentes ya salían y yo buscaba la cabellera rubia de Grecia entre el mar de muchachitas.
Mi alma dio un brinco cuando la vi. Salía sola, con la mirada gacha, y la mochila apoyada en un hombro como siempre.
Me abrí paso entre los colegiales y la alcancé justo cuando tomaba un taxi.
— ¡Grecia! —la llamé. Desconcertada ella buscó en todas direcciones hasta verme. Esperaba que sonriera, como siempre hacía cuando me veía, mas ella apresuró su paso e intentó entrar rápidamente al taxi.
Llegué a tiempo para impedir que cerrara la puerta.
—Grecia, te busqué por días ¿Dónde estabas? Te fuiste sin despedirte y me dejaste muy preocupado, tampoco fuiste al partido ¿Qué pasó? Nunca faltas.
—Yo... perdón, tenía otras cosas que hacer —me respondió con un tono seco, pero yo distinguí algo de tristeza ¿Otras cosas qué hacer? Ella lo dejaba todo por ir a verme a los partidos—. Perdón por no haberme despedido, y perdón por todo, sé que fui una molestia para ti —continuó y sus palabras me sacaron de contexto ¿Por qué se disculpaba? Pasmado, me alejé de la puerta y ella la cerró, dándole al chofer la orden para que partiera de inmediato.
No podía creer lo que pasaba. Ella nunca me trataba con semejante indiferencia. Salí del asombro y volteé furioso conmigo mismo, seguro había hecho algo mal. Ya a punto de regresar a mi moto, vi a mi hermano menor, él me vio también y de inmediato se hizo al loco, dando media vuelta y ajándose rápido. Yo corrí y lo agarré del cuello de la camisa justo a tiempo.
— ¿Tú qué te traes? —lo volteé y me di cuenta que llevaba un yeso en el brazo.
—Nada, tuve un accidente —se soltó y me respondió presuntuoso.
— ¿Qué te pasó? —pregunté sin mucho interés, él se lastimaba siempre por hacer cosas idiotas y peligrosas.
—Un accidente en moto... —habló inseguro y de golpe tuve un presentimiento.
— ¿Tú desde cuando tienes moto?
—Pues... papá me dijo que podía usar la tuya, la que dejaste en casa.
— ¡¿Mi moto?! —Me exalté, le tenía un cariño especial a mi primera motocicleta y ya le había dejado en claro a ese mocoso que no podía usarla—. No vuelvas a tocarla.
—No pienso hacerlo, es más no puedo... quedó tan mal que papá la vendió como chatarra. Lo sabrías si miraras mis videos. —Soltó con una extrema calma, parecía no darse cuenta que yo iba a lanzarlo a la avenida; supongo que mi gesto se lo advirtió. Retrocedió unos pasos y yo conté para tranquilizarme. Las estúpidas acrobacias de mi hermano y la defunción de mi moto vieja eran lo que menos me preocupaba en ese momento. Ya ajustaría cuentas con él después.
—No voy a matarte ahora solo porque tengo cosas que hacer. Quiero que me digas algo ¿Sabes qué le pasa a Grecia? —Tal vez él no era la mejor persona para preguntar sobre los sentimientos de una mujer, aunque por algún motivo inexplicable para mí, tenía la misma novia desde hacía dos años, y Grecia era su amiga, algo debía saber.
— ¿No sabias? —Se puso serio y me causó un estremecimiento—. Su madre gastó lo último que tenían en la fiesta, están en banca rota, Grecia se cambiará de colegio.
Tras la explicación, quedé en total shock ¿Así que eso era lo que le pasaba? Tal vez me había apresurado al sacar conclusiones, al menos Grecia no estaba mal por mi culpa; claro que no, su vida no giraba en torno a mí, aunque bien que me hubiese gustado.
—Los dejó hasta el cuello de deudas, ella y su hermano gastaron todo lo que tenían en pagarle a los sirvientes y abandonaron la casa. Por suerte Evan guardó algo de dinero aparte y lo invirtió en un pub que administra con un amigo.
Me sentí peor, terriblemente triste por ella. Encima debía soportar eso. Evan no me caía para nada bien, pero sin duda, Grecia no podía estar en mejores manos que con él, después de todo, Evan la había criado prácticamente mientras su madre viajaba.
— ¿Sabes dónde puedo encontrarla?
—No —negó acompañando su voz con la cabeza—. Dejaron la casa anoche y no han dicho a nadie dónde están viviendo. Grecia vino hoy a despedirse y recoger sus cosas. Seguro nos mandará un mensaje a mi y a Samy luego.
— Avísame en cuanto sepas algo.
— ¿Por qué tanto interés? —Me preguntó con suspicacia.
— Solo estoy preocupado por ella, es todo.
— No, no lo es, te conozco y no te atrevas. —Mi hermano se puso realmente serio —. Grecia está enamorada de ti como algo platónico y porque hablar de ti le trae visitas a su canal, pero no vayas a crearle ilusiones. Ya tiene demasiados problemas para que encima tú le andes haciendo creer que tienes interés en ella para luego dejarla a la semana como haces siempre.
Dio el tema por zanjado y se fue hacia el autobús escolar que ya había prendido el motor. Yo no supe qué responderle, mi interés en ella era genuino, pero no iba a poder convencerlo de ello. Yo era consciente de la reputación que tenía, y siendo él, tampoco me habría fiado de mí.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top