26. Lo jodo todavía más
Resumen del capítulo anterior:
El que había empezado como mi peor cumpleaños, se convertía en el mejor y luego en el peor en cosa de solo horas. Y todavía faltaba el festejo de la noche, al cual ya no quería ir, pero Susan iba a matarme si no lo hacía. Así que fui, pero de mala gana y con ganas de todo menos de pasarla bien.
Cerramos el pub y solo gente con invitación podía pasar. Entre ellos amigos de mi universidad, otros de mi antiguo colegio y gente "influyente" que Susan había invitado. Mi cumpleaños no podía ser solo un cumpleaños. Susan se había encargado de conseguir un montón de auspicios así que era un evento de marketing. Antes no me molestaba, sobre todo cuando pensaba que tendría a Grecia conmigo, pero ahora... solo quería acabar con todo de una vez.
—¡Felicidades!
—Sí, gracias —respondía a todos mientras Tamara aparecía a mi lado para recibir algunos regalos. Llegué hasta el fondo del lugar, donde estaba mi mesa. No cualquiera podía sentarse ahí, solo mis amigos más cercanos, los de la banda, Tamara y algunos del equipo de básquet.
Ni bien me senté me serví un vaso del wiski que estaba entre el resto de bebidas. Evan me dio alcance, se sentó a mi lado fingiendo normalidad, pero en cuanto pudo empezó a interrogarme.
—¡¿Qué pasó con Grecia?! Me llamó esta tarde desde un bus, yo iba a llevarla a su casa mañana. ¿Qué le hiciste? —Estoy seguro de que el estar frente a varias cámaras y en medio de una fiesta en su propio pub me había salvado de ser directamente golpeado por él.
—Grecia terminó conmigo, se enojó y se fue. Es todo —respondí dando otro trago.
—¿Terminaron qué?
—La relación que empezamos al acabar el partido. En la tarde fuimos a mi apartamento, ella quiso tener relaciones, me negué, pensó que no me la tomaba en serio y me terminó. Es todo —le expliqué y me levanté del asiento. Fingí mi mejor sonrisa y ya con unos tragos encima empecé a pasarla bien. Demasiado bien. Tanto que me es imposible recordar por completo qué fue lo que sucedió. En especial no recordaba en absoluto quienes eran las dos chicas con las que había despertado, en una cama extraña, en una habitación desconocida.
"¡Mierda!" pensé sentándome. Intenté localizar en la habitación mis cosas. Contra una puerta había un pantalón, imaginé que era mío. Y tuve que mirar a mi alrededor largo rato para encontrar mi camiseta.
Me levanté con mucho cuidado. Las dos chicas dormían, una a mi lado derecho y otra al izquierdo. La época en la que eso solía sucederme casi todos los fines de semana se sentía lejano. Y tal vez estaba un poco oxidado porque una de ella se despertó. Me apresuré a ponerme el pantalón y agradecí que mi billetera y mi teléfono siguieran en el bolsillo. La chica que parecía despertar se sentó, me miró achinando los ojos. Yo me quedé quieto en mi lugar como si con eso no fuera a distinguirme. Sin decir nada volvió recostarse. Pude soltar el aire y me apresuré a vestirme. Abrí la puerta y me llevé la sorpresa de que no era la salida, sino un baño, donde una tercera chica se miraba en el espejo.
—Lo siento —dije intentando cerrarla, pero ella la detuvo.
—Shhh—me dijo poniendo el dedo sobre su boca—. No las despiertes. Te paso mi número para que la pasemos bien otro día —dijo sacando el teléfono de mi bolsillo. Por el miedo a no despertar a las otras dos, me quedé callado y la dejé anotar su teléfono. "Sabrina" leí.
—Claro, te llamo, ya debo irme —le mentí en susurros. Ella me dio un beso en los labios. Fingí una sonrisa y salí de ahí lo más rápido que pude.
Estaba en un edificio cerca del centro de la ciudad al parecer. Tuve que entrar a Google Maps para saber mi localización exacta y caminé un par de cuadras antes de pedir un Uber, en caso de que alguna de las chicas con las que había pasado la noche decidera seguirme.
Después de llamar un auto, busqué el número de la tal Sabrina y lo bloqueé de inmediato. La cabeza me dolía tanto que solo quería morir ahí mismo. Al llegar a casa me metí directo a la ducha y me quedé largo rato ahí. Intentando recordar cómo había terminado en una cama extraña con tres chicas que ni conocía y cómo había sido tan idiota. En mi defensa diré que estaba demasiado ebrio. El despecho por lo ocurrido con Grecia me había hecho tomar malas decisiones.
Ya más fresco, decidí apagar el móvil en el que usaba mis redes sociales, este no dejaba de sonar con notificaciones sobre la noche anterior, donde se me veía fingiendo que disfrutaba mi gran celebración. Y en las que me caía de borracho. Me quedé con el que solo compartía con gente de confianza, deseando en algún momento tener noticias de Grecia. Prendí la laptop y llamé a mi hermana. En momentos así de verdad la necesitaba a mi lado. Regañándome y dándome consejos, la mayoría demasiado cursis e imposibles, pero por suerte Ian estaba con ella, para ser un poco más realista, o pesimista.
Les conté todo lo ocurrido, desde el partido hasta el momento en que Grecia me había dejado. Omití lo de la mañana, quería fingir que aquello nunca había pasado. Me escucharon atentos, sin interrumpirme, poniendo muecas y gestos que se intercalaban entre la sorpresa, el desconcierto y el asco.
—Bueno... a ver. Creo que con lo de Grecia tienes algo de razón y ella también. —Comenzó Sophie, se notaba que seguía anonadada y no tenía aún una opinión formada —. Es decir, si tú no querías tener relaciones ella debió respetarlo, no necesitabas darle explicaciones. Por otro, también entiendo que se haya sentido rechazada.
—No quería rechazarla, pero...
—¿Fue porque se lo prometiste a Evan?
—En parte —lo pensé un rato—. Supongo que sí, pero, no sé. Me gustaría echarle toda la culpa a Evan, pero Grecia me tomó desprevenido. ¿Cómo iba a saber que quería tener sexo conmigo ya?
—Te preguntó si querías ir a ver Netflix. ¿Qué otra señal necesitas? —Interrumpió Ian.
—Bueno, yo que sé. Con Grecia he estado a solas muchas veces y nunca pasamos de algunos besos. Supongo que ya estaba acostumbrado a eso.
Por la pantalla pude notar las ganas que Ian tenía de golpear su cabeza contra la mesa, o mejor golpear la mía.
—A ver...—dijo entre dientes—. Si cualquier otra chica en el mundo te hubiera dicho: vamos a tu casa a ver Netflix ¿Qué hubieras hecho?
—Llevarla a mi casa a tener sexo
—¿Y por qué con Grecia fue distinto? —Ian me preguntaba como si fuera mi maestro del kínder.
—Porque ella es...
—Por favor no digas diferente —me cortó Sophie volcando los ojos.
—Pues sí, es diferente, a ella la quiero, y no la veo como a las demás, ella es....—Volví a intentar pensar como describirla.
—¿Pequeña? —Volvió a interrumpir Ian.
—No es pequeña, bueno, lo es para mí, pero es porque soy muy alto. Me refiero a que ella es inexperta. Y creí que no estaba lista.
—Tú no puedes asumir si la otra persona está lista o no para tener sexo. —Sophie lo dijo como un regaño. — Si lo haces es porque te das cuenta que la otra persona no está cómoda, lo cual no pasó, o porque Grecia tiene razón y la sigues viendo como a una niña.
—No es eso... bueno no sé. —No supe qué decir. Lo pensé unos segundos—. Quiero a Grecia, de verdad, siento que la amo. Y en serio me siento muy atraído hacia ella, pero... creo que una parte de mi todavía la ve como la niña de diez años que me hacía cupcakes. La conozco casi la mitad de su vida, creció de golpe y la empecé a mirar de otra manera; supongo que necesito ajustarme.
—Entonces ve de a poco. Habla con ella, dile cómo te sientes. Decidan entre ambos si va a tener sexo o no y cuándo. En verdad quiero que estés con ella. Daniel ya jodió su relación con Samy, así que más te vale no joderla a ti con Grecia.
Le di la razón, y continuamos hablando de otros temas. Ian me obligaba a mostrarle el departamento, se pensaba que lo iba a destruir o algo; y Sophie me avisó que había realizado varias compras para los bebés y que más me valía recibirlas e ir acomodando las cosas. Su parto estaba programado para finales de octubre y ya sabían el sexo de los bebés, pero no iban a decírmelo solo por fastidiarme, aunque estaba seguro que podría averiguarlo viendo las compras, pero no lo mencioné para que no se dieran cuenta.
Después de una larga conversación con ellos, hablé con mi primo Alan. A él no lo mantenía tan al tanto de mi vida amorosa. Me llamaba recién, porque como cada año, se había olvidado de mi cumpleaños y se había acordado al ver las fotos en redes sociales. Él y yo teníamos muy poca diferencia de edad, así que éramos muy unidos. Sin embargo, dos años tras, él se había ido a estudiar a Alemania, a la misma universidad donde sus padres y el mío había estudiado, y cada año regresaba de vacaciones por estas fechas. Verlo y pasar el rato con él, era algo que me animaba. Regresaría en un par de semanas y me había pedido quedarse conmigo. Quería evitar dormir en casa de sus padres, para que no lo acaparasen y no lo dejasen salir tanto como quería. Lo que me era imposible pensar, era en lo incómodo que sería su regreso ahora que Tamara estaba en una relación con Evan. Ella y mi primo habían sido novios en el colegio y si bien mantuvieron una relación abierta cuando Alan se fue, él tenía la esperanza de regresar con ella de manera definitiva al acabar sus estudios. Cosa que obviamente ya no iba a pasar.
Evité hablar del tema y le colgué justo cuando recibí un mensaje de Tamara, pidiéndome que la fuera a buscar al pub, pues tenía que recoger mis regalos.
Entré con miedo. No quería toparme con Evan. Y obviamente al entrar fue al primero que me encontré. Frunció el ceño en cuanto me vio, y como en la noche no había podido hacerme daño, ya estaba listo para recibir el primer golpe.
—Quiero hablar contigo —me dijo serio. Yo no me confiaba, seguía a la espera de sentir su puño contra mi cara en cualquier momento. Se sentó en una mesa y yo tomé el asiento más alejado —deja de ser tan cobarde, o voy a hacerte daño. Hablé con Grecia esta mañana. No quiso entrar en detalles de lo que pasó contigo, así que le dije que ya lo sabía. —Tragué saliva. Pensando que había cometido un error muy grande en la noche al contrale a Evan lo ocurrido—. Sé que en parte es mi culpa, así que te hice un enorme favor e intenté arreglar las cosas con ella. Le conté la verdad, que me prometiste no acostarte con ella.
No podía creer lo que escuchaba. ¿Evan había hecho eso? O lo habían cambiado y reemplazado con un clon, o de alguna manera empezaba a caerle bien, o él notaba que lo que sentía por Grecia era real y sincero.
—Vaya... gracias. En serio. ¿Puedo llamarla ahora, o espero que me llame? ¿Te dijo algo?
—Tranquilo. Al intentar arreglarlo, no lo arreglé realmente.
—¿Eso qué significa?
Evan no respondió nada más, sacó su celular y me hizo escuchar el audio que Grecia le había mandado.
"Que seas mi hermano no te da ningún derecho a meterte en mi vida privada. ¡Eres un idiota entrometido! ¡Y dile a tu amiguito que es otro idiota por hacerte caso!"
—Me bloqueó y no quiere hablar conmigo —añadió.
Me tapé la cara con las manos y apoyé los codos en la mesa. No era que desagradecía el esfuerzo de Evan, pero lo había empeorado.
—Ya sabes como es. Está enojada ahora, pero se le pasará en unos días, y hablaré con ella. Hasta entonces no hagas nada estúpido. —Me recomendó.
Comprobé y efectivamente Grecia me había bloqueado también, no solo de WhatsApp, sino de todas sus redes sociales. Ya había pasado antes, así que decidí tener paciencia. Como Evan decía, ella estaba muy enojada, así que debía esperar a que se le pasara. Y eso hubiera hecho de no ser porque como siempre, hacía cosas estúpidas. Tamara salió de la cocina hacia la parte del frente del pub. No despegaba la vista de su teléfono y ni bien se acercó a mí me lo puso en la cara.
—¡¿Pero qué demonios?!—me gritó. Tomé el celular y no podía creer lo que veía. Era un estado de Instagram, de esa misma mañana, grabado por la tal Sabrina. No duraba demasiado, pero se veía la habitación, la cama, con las dos chicas desconocidas conmigo. Luego se acercaba a mí y mostraba mi cara para que se supiera que era yo.
"Noche muy, muy loca" y una etiqueta a mi perfil.
—Por favor dime que nadie vio esto.
—¿¡Nadie?! Lo vio todo el mundo. Esa chica tiene más de cincuenta mil seguidores, y como te etiquetó se expandió en minutos. ¿Cómo no lo viste? Tus redes están como locas.
—Apagué mi teléfono para que no me llegaran notificaciones.
Nunca rezaba, pero en ese momento lo hice, con la vana intención de que Grecia no llegara a verlo, pero sabía que era inútil, a esas alturas no podía hacer nada, incluso si le decía a Sabrina que sacara el video, ya muchos lo habían descargado y lo compartían por otras redes. Con eso, las exiguas posibilidades de arreglar el asunto con Grecia se habían eliminado.
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