20. Un viaje muy incómodo

Recuerdo ese viaje como uno de los más largos de mi vida. No es que no lo hubiese disfrutado, pero Grecia tenía una habilidad para meterme conflictos internos.

Se sentó a mi lado y tras varios minutos de viaje ya no sabía cómo acomodarse. Movía el asiento de atrás para adelante, luego de arriba a abajo. Como empezaba a ponerme nervioso le platiqué para distraerla.

Le conté sobre Sophie, se suponía que era un secreto, pero ella era alguien en quien podía confiar. Se entusiasmó mucho con la noticia. Luego lanzamos ideas para su nuevo canal. Había tantas cosas por hacer que se puso a escribir una lista en su celular. Con eso teníamos material para varios meses.

Nuestra platica se vio interrumpida cuando el teléfono de Grecia sonó y alarmada me dijo que era su madre.

—¿Por qué no puede solo mandar un texto? Odio a los adultos y su estúpida manía de llamar. — De mala manera le contestó, no habíamos pensado todavía qué íbamos a decir, confiábamos en que su madre no la llamaría hasta la noche—. Sí mamá, estoy con Tiago ya lo sabes. Sí, porque es el único amigo que tengo ahora como también sabes... —decía mirándome a mí y volteando los ojos—. Pues no lo sé, no creo que regrese hasta mañana. —En cuanto dijo eso yo me exalté y traté de decirle en susurros que no fuese tan imprudente—. Estamos almorzando, luego Tiago prometió llevarme a un sótano donde participaremos de una orgía sadomasoquista. —Le respondió como si tuviera toda la intención de empeorar las cosas.

—¡Eres una mal educada Grecia!—escuché como la mujer le gritó.

—Te escribo a la noche, bye. —Finalizó cortándole la llamada.

—¡Estás loca! Va a mandar a la policía a buscarme. —Le reclamé. Miré hacia la autopista, tal vez estaba a tiempo de dar media vuelta.

—Ella sabe que no es cierto. Tampoco le importa, Víctor está solo en casa y obvio necesita a su empleada particular para que le haga de comer, por eso mi madre me llamaba.

—Igual, ten cuidado con lo que dices. Tendremos que encontrar una buena excusa para que no pases la noche en tu casa.

—¿Para qué?, ¿decirle que pasé toda la noche teniendo sexo contigo no es suficiente? —Me preguntó bajándose sinuosamente el escote de la blusa que llevaba. Yo la miraba de reojo, tratando de no perder la concentración en el camino.

—Pensaremos en algo luego, tal vez con ayuda de Evan. Mejor cuéntame cómo te va en el colegio, ¿te siguen molestando? —cambié de tema, ella no dejaba de jugar con el escote de su blusa. Subió los pies al tablero del auto y bajó la ventanilla.

—Las chicas quieren acercarse a mi porque buscan que las ayude a ser populares en internet y los chicos me acosan. Les digo que soy lesbiana para que me dejen de molestar, pero obviamente buscan hacerme heterosexual con su imponente masculinidad, así que les digo que tengo novio y entonces buscan demostrarme que son mejores. Son patéticos todos. Menos Arturo; Arturo me cae bien, me pido que sea su novia y le dije que lo iba a pensar.

Me puse a gritar internamente. Me libraba de Emily para que ahora apareciera un tal Arturo.

—¿Y qué piensas decirle? —pregunté aguantándome las ganas de gritar.

—No lo sé, ¿tú qué opinas, acepto?

« No, claro que no. Mejor dime quien es y lo hago desaparecer». Pensé

—Pues no lo sé ¿A ti te gusta?—le pregunté mostrando toda la indiferencia que me fue posible.

—Puede ser, no es como todos. Al menos no me anda pidiendo nudes todo el tiempo. Los chicos hacen eso, se creen que se las voy a dar gratis. Lo que me dio una gran idea para ganar dinero. Podemos abrir una cuenta en Only Fans, hay chicas ganando mucho dinero ahí. La abres tú y decimos que tengo dieciocho.

Me fue imposible mantener la vista en la carretera, debía ver si Grecia se reía porque no había forma de que estuviese hablándome en serio.

—¡¿Estas loca?! — exclamé.

—No, ¿por qué? ¿Te molestaría? Si quieres las fotos solo para ti no hay problema, tu pídeme y te mando lo que quieras.

—No, ni se te ocurra —reaccioné. —Tener fotos de cualquiera menor de dieciocho aunque sea con consentimiento es muy ilegal —le expliqué.

—¿Y a ti desde cuando te importa no hacer nada ilegal? —me preguntó con un poco de risa.

—Desde que puedo acabar en la cárcel. No mandes ni vendas tus fotos, ni a mí ni a nadie, ¿está bien? —le pedí, necesitaba saber que solo era una broma de mal gusto.

—Sí, sí, era broma —respondió de mala gana subiendo la ventanilla de nuevo—. Tiago, ¿sabes que no hay ningún Arturo, verdad?—me preguntó después de unos segundos.

—Pues yo qué sé. No sé cuándo me hablas en serio o cuando quieres molestarme.

—Solo quería ver cómo reaccionabas. Dices que quieres estar conmigo, pero no parece importarte que esté con alguien más.

—Tú me dejaste en claro que no quieres algo formal, solo soy tu amigo, así que no tengo derecho a pedirte que no salgas con nadie.

—Tienes razón —consideró, empujando el asiento hacia atrás de nuevo—. Pero dime algo. ¿Si cualquier otra chica en el mundo se te insinuara como yo lo hago? ¿qué harías? —me retó.

»Parquear donde sea y quitarle la ropa» Pensé, por supuesto no lo dije en voz alta.

—Nada, estoy conduciendo.

—Sí, claro. —De reojo vi como volteaba los ojos y cruzaba los brazos—. ¿Ves? Es por eso que no podemos tener algo formal. Me sigues viendo como a tu hermana menor o algo así —dijo despreocupada. Estiró los brazos y puso el asiento en forma horizontal—. ¿Te molesta si me duermo? Viajar muchas horas me cansa.

Le respondí con un gesto de la cabeza. Ella se acurrucó mirando hacia la puerta y después de un rato cayó dormida. Me encantaba su compañía, pero en ese momento agradecí bastante que por fin se hubiese callado.

Tuve que despertarla al llegar y verla brillar de alegría al reconocer la entrada al pub de Evan, hizo que todo ese incómodo viaje valiera la pena.

Ella se quedó esperando en el auto y yo me adelanté. Entré al lugar que a esas horas seguía atendiendo mesas. Evan estaba en el escenario, ensayando con su nueva banda. Un año atrás su banda de música, de la que Sophie había formado parte, se había desintegrado, y con todo el tema de Gracia, Evan había dejado de lado la música. Pero sabía que en esos días, ahora que ya había abandonado la causa legal por la custodia de su hermana, estaba volviendo a formar una nueva, la que no iba a tardar en tener éxito gracias al enorme público que tendría en el pub y a la popularidad de la cual también gozaba en internet.

El lugar estaba casi vacío, Tamara lo miraba embobada desde un asiento. Aplaudió muy animada cuando terminaron una canción y coordinaban para tocar otra.

—Es tan sexy —me dijo cuando vio que me sentaba a su lado.

—No, qué asco —le respondí con desprecio. Ella me dio un golpe en la nuca.

—Es muy sexy, ¿y sabes qué? Anoche me dijo que me amaba. —Me contó con mucha ilusión. Miré hacia Evan, él también me miraba con algo de asco.

—Genial —respondí fingiendo interés, en realidad no. Eso no me importaba y tampoco me importaba que Tamara supiera que no me importaba.

—Tengo una sorpresa para Evan, dile que baje.

Como la curiosidad la carcomía, Tamara no me preguntó nada, de inmediato subió al escenario y le dijo a Evan que tenía que decirle algo.

—No molestes, estoy ocupado —me gritó desde el escenario. Yo no me molesté convencerlo. Me levanté de la mesa. Grecia ya había entrado.

—Tu hermano está ocupado y no quiere verte —le dije en voz muy alta. De inmediato Evan volteó hacia nosotros. Luchó con la correa de su bajo para finalmente tirarlo al suelo y cayó de un salto a rodear a Grecia con los brazos.

—¿La trajiste? ¿Estás loco? —me preguntó Tamara.

—Sí, de nada.

—¿Su madre le dio permiso? —volvió a preguntar muy preocupada, de golpe se había puesto pálida, Evan seguía abrazando a Grecia, quien ya empezaba a llorar de la felicidad. Después de todo, no había visto a su hermano en más de seis meses.

—Nop, y no tiene por qué enterarse que la traje aquí. Ya inventaremos algo, aunque sea que pasó la noche conmigo. No importa. Grecia de verdad necesitaba ver a Evan.

—Eres un idiota —me dijo abrazándome.

No quería escuchar los reclamos de Evan o sus torpes agradecimientos. Así que me fui. Luego le escribiría a Grecia para llevarla a su casa al día siguiente, mientras tanto supuse que querría estar con su hermano.

Al final consideré que estaba en una buena racha en la competencia a ser la mejor persona del mundo. En tres días había juntado a Ian y Sophie, ahora a Grecia con Evan, tal vez podía aprovechar y reconciliar a Daniel con Samy. Luego lo reconsideré, Samy se merecía alguien mejor.

Como no tenía planes con amigos para ese fin de semana, y de hecho casi no tenía amigos últimamente, fui a ayudar a Sophie a mudarse de nuevo a nuestro departamento.

En casa de mis padres, ella e Ian guardaban sus cosas en maletas. Daniel fingía que ayudaba porque en realidad juagaba en su celular y mi padre los observaba muy nervioso.

—¿De verdad van a estar bien? —les preguntó. Por la cara de fastidio que todos pusieron intuía que era como la milésima vez que preguntaba eso.

—Sí, papá, estaremos bien. Los bebés cambiaron todo. Tenemos muchas cosas que hacer. —Replicó Sophie, doblando una camiseta, mientras que Ian cerraba una maleta a la fuerza. Los saludé con la mano y me senté al pie de la cama.

—Pueden quedarse aquí— mi padre insistió.

—No queremos molestar. Tenemos nuestra propia vivienda. Le prometo que todo estará bien, si necesitamos ayuda no dudaremos en llamar. —Era gracioso ver como Ian evitaba responderle a mi padre de mala manera y fingía toda la cordialidad que le era posible.

—Ayudaré a Ian con el trabajo, él reducirá sus clases, me mantendré en reposo todo el tiempo, iré a todas mis consultas médicas, incluyendo la psiquiátrica. Thaly se quedará conmigo tres tardes a la semana, Tamara también estará ahí cuando tenga días libres y Tiago... pues él ya es parte del mobiliario de mi casa. —Me lanzó una mirada desdeñosa—. Tu puedes ir cuando quieras —finalizó dándole un beso en la mejilla.

—Qué bonito ver que ya estas lo suficientemente bien como para lanzarme tu veneno —le reclamé. Ella solo me sacó la lengua.

Ash apareció frotándose contra Daniel. El quitó la vista del celular por primera vez desde que había llegado y la levantó.

—Supongo que vas a llevártela —le dijo a mi hermana, extendiéndole a la gatita. Sophie la tomó en brazos y le dio un beso.

—Por supuesto que no.—Tú la encontraste, tú la rescataste y gracias a ti está con vida. Tu eres su papá —le dijo devolviéndosela.

—Oigan, yo también aporté a que viva, ¿por qué no me preguntan? A lo mejor quiero llevármela —les reclamé. En la última semana, esos dos actuaban como los únicos dueños de Ash.

—¿Estás loco? No te dejaría un ser vivo a tu cuidado. No puedes mantener vivo ni un cactus —Me reprochó mi hermana.

—¡Yo la mantuve caliente y alimentada por días!—me defendí.

—Solo unas cuantas horas, no todo el tiempo. Ash es mía. —Daniel salió de la habitación con la gatita en brazos, para que no se la quitara.

—Lleva esto. —Ian me ordenó entregándome una maleta.

Les hice una mueca y obedecí. Como no tenía ya nada que hacer por esa noche, al menos regresaría al departamento que compartía con ellos y me las cobraría con pizza.

Mi padre nos acompañó al auto, cargamos las maletas y los tres regresamos a casa. Por una noche, todo volvía a ser como antes.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top