18. Una nueva oportunidad

Verla disfrutar de la pequeña gata fue como retroceder en el tiempo. Algo muy parecido nos había ocurrido cuando tenía cuatro años.

Misky, nuestro gato, que nos había acompañado desde que nacimos, enfermó gravemente y mis padres tomaron la triste decisión de ponerlo a dormir. Ellos sabían que Sophie iba a sufrir demasiado, así que mi padre pasó días escondiéndole la verdad mientras buscaba un gato igual.

Tras una dura búsqueda por toda la ciudad solo había conseguido a una gata bebé siamesa, lo más parecido a Misky en ese momento. Nos la llevó a casa queriendo hacernos creer que el veterinario había tenido que encoger al gato tras el tratamiento, pero que volvería a la normalidad en unos meses.

Éramos pequeños, pero no estúpidos, así que no nos tragamos el cuento. Sophie hizo un berrinche, exigió saber el paradero de su verdadero gato y mis padres se vieron obligados a darnos la noticia de su fallecimiento. Tras eso lloró por horas y se negó a recibir a la nueva gata.

Unos días después en los que la nueva Misky había intentado jugar con Sophie y esta la rechazaba, mi padre la tomó y le dijo que la devolvería a la tienda. Psicología inversa que funcionó a la perfección, pues Sophie de inmediato le suplicó que no se la llevara. Desde entonces mi hermana y esa gata fueron inseparables. Pero el tiempo pasó y lastimosamente esa gata también falleció dos años atrás. Sin embargo, Sophie no tomó tan mal esa perdida. Misky dos estaba ya mayor y sufría de problemas renales como muchos gatos de esa raza. Luego Ian y mi hermana decidieron no tener más mascotas en casa debido a que viajaban constantemente por su trabajo y tenían muchísimos animales de los cuales ocuparse en su refugio. No obstante, en ese momento, en el que mi hermana estaba atravesando una depresión, tener a un animalito cerca parecía ser la medicina que necesitaba. Ella tenía una conexión muy espacial con los animales, en especial con los felinos.

Ian me despertó como a las cinco de la mañana con el ruido de la aspiradora. Si no estaba ensimismado en el trabajo y los estudios se ponía a limpiar a horas muy inconvenientes.

Salí de la habitación muerto de sueño a reclamarle. Tenía que salir a las siete así que ya no podría regresar a dormir.

A punto de gritarle cambié de opinión porque me di cuenta que no lo había visto en tres días pese a vivir en el mismo lugar. Tal vez era un buen momento para hablar con él. Le desenchufé la aspiradora y me miró con odio.

—¿Qué haces? vuelve a enchufarla —ordenó gruñendo.

—Ian, ¿no crees que sería bueno que busques algo de ayuda? —Me animé a preguntarle antes de que me quitara el enchufe de la espiradora a la fuerza.

—¿Contratar a alguien? No sería necesario si ayudaras un poco con la limpieza—me reclamó.

—No me refiero a eso, aunque sí sería buena idea —consideré—. Me refiero a ayuda para ti, no sé algo más... ¿espiritual?

—¿Espiritual?

—¿O mental?

—¿De qué hablas?

—Que si quieres hablar estoy aquí. Pero tal vez necesites a un profesional. Un psicólogo.

—¿Un psicólogo para qué?

—Pues no sé... lidiar con lo que lidias. Casi no te veo y vivimos juntos, te estas volviendo un ermitaño y un adicto al trabajo, ni siquiera sé si duermes.

—Bienvenido al mundo real, donde la gente trabaja hasta veinte horas al día porque así es la vida y no van a un psicólogo por eso —respondió comenzando a molestarse.

—Sí, pero no es solo el trabajo, te metiste como a diez clases en la universidad.

—Porque perdí todo un semestre, debo ponerme al día —se excusó y yo ya no sabía si iba a convencerlo de nada.

—Sabes que no es cierto. Te llenaste de trabajo y estudios para tener un pretexto para estar ocupado todo el tiempo y no tener que lidiar con tus emociones. Cuando pasó lo que pasó el año pasado nos concentramos demasiado en Sophie, pero tú no te preocupaste en lidiar con tus propios asuntos.

— ¿Tomaste un curso para couching en línea o qué?

¿Por qué cada vez que daba algún consejo me preguntaban eso? Di un largo suspiro, Ian era muy terco.

—Solo soy tu amigo y me preocupas, puedo ver lo que te pasa.

—Sí, lo que me pasa es evidente. Me fui a la mierda desde que nací y cada vez que algo bueno me sucede se va a la mierda de nuevo. Perdí las dos cosas más importantes que tenía, así que ahora solo me queda intentar hacer algo significativo con mi existencia mientras la vida me pasa por encima. ¿Ves? No necesito horas de terapia para entender eso. Así que solo déjame tranquilo o búscate otro lugar donde vivir. —Determinó y se encerró en su habitación con un portazo.

¿Cómo lidiaba con situaciones tan difíciles? ¿hablaba con un psicólogo y le preguntaba qué hacer? ¿O solo lo dejaba tranquilo como quería?

Esperé el fin de semana con demasiadas ansias. En la mañana recogí a Grecia, tenía una sorpresa para ella. El día anterior me había pasado un buen rato buscando las tiendas de insumos de cocina más grandes de la ciudad.

—Si vas a empezar a grabar pensé que necesitarías materiales —le dije bajando del auto. Ella se detuvo a ver la tienda un momento.

—Gracias por esto, pero no me sirven los materiales si no tengo dónde grabar y créeme que mi casa no es un buen lugar. Víctor no va a dejarnos.

—Eso ya lo tengo lo tengo solucionado. No te preocupes.

Adentro ella miraba con cierta emoción y duda varios objetos para repostería. Sabía que eso era lo que más le gustaba hacer. Tomaba cosas con cautela y se fijaba en el precio.

—Solo saca lo que necesitas, yo lo voy a pagar.

—¿Estás seguro?

—Sí.

—¿Así que vas a ser mi suggar daddy? —preguntó con suspicacia.

—Mejor llamémoslo patrocinador. Ya estoy generando dinero de nuevo y nunca te pagué nada por todos los años que manejaste mis cuentas de fans o me editaste videos.

—En ese caso puedo abusar. —Consideró y tomó varios envases de un anaquel. En vista de que llevaríamos bastante, fui por un carrito. Nunca pensé que me divertiría tanto comprando utensilios de cocina. Después fuimos al supermercado para comprar los comestibles, cargamos todo en el auto y la llevé a nuestra siguiente parada.

Dado de que pasaría todos mis fines de semana en esa ciudad, había visto por conveniente alquilar un lugar. Un mono ambiente pequeño, que tenía lo estrictamente necesario: una habitación, un baño y una cocina bastante decente. No era tan grande y bonita como la que Grecia tenía en el pasado, pero servía para empezar de nuevo.

Grecia intentaba ocultar su emoción, parecía ya una costumbre en ella desde que era más pequeña, le daba vergüenza actuar así frente a mí.

Antes de pasar a recogerla ya había instalado algunas cosas ahí, como un aro de luz y una cámara con un trípode.

Antes de ponernos a filmar intenté ayudarla a estudiar. Y digo intentar porque realmente no había nada en que pudiera ayudarla. Grecia era muy inteligente y los contenidos en su nuevo colegio estaban más atrasados que los de la escuela privada a la que asistía antes. El único motivo por el que podía perder el año era porque no asistía a clases, aunque todos los días que hablaba con ella me juraba que estaba yendo.

Emily no había vuelto a molestarla, pero eso tampoco significó que dejaran de aislarla. Cuando te crean un rumor, por más que luego lo desmientas, no hay forma de borrarlo de la mente de la gente. Al menos en esa semana había empezado a hablar más con Samy, Daniel y amigas de su anterior ciudad. El contacto virtual no era lo mismo, pero le servía para pasar las tardes acompañada.

—Acabaría más rápido si me hicieras la mitad de los ejercicios —intentó convencerme.

—Suficiente tengo con lo de la universidad para encima hacer tu tarea. Solo estoy de apoyo moral y para revisar que hagas lo que debes —le dije golpeándola suavemente con un lápiz en la cabeza.

—¿Y si no hago lo que debo vas a azotarme? —Me preguntó mordiéndose el labio.

No supe qué responderle. No sabía si me lo preguntaba en broma o lo decía en serio. Al verme callado comenzó a reír.

—Es divertido que ahora sea yo quien te ponga nervioso.

—Tú sigue haciendo tu tarea. —Volví a golpearla con el lápiz y me levanté para servirme un vaso con agua.

En la tarde empezamos a filmar. Grecia tenía muchas ideas, así que nos quedamos hasta muy tarde grabando lo más que podíamos. Calculamos que si cada fin de semana grabábamos dos o tres videos, su nuevo canal retomaría el ritmo del anterior. Y volviendo a ganar su propio dinero, podríamos intentar de nuevo una emancipación. La ciudad donde ahora vivía era más pequeña, así que su sistema judicial estaba menos saturado. Pensaba que tal vez ahí lograríamos algo. El canal nuevo y sus nuevas redes sociales las abriría yo, de esa manera todo estaría a mi nombre y la madre de Grecia no podría acceder a su dinero. Iba a ser algo así como su representante.

En la noche la devolví a su casa, aunque si se hubiera quedado a dormir conmigo, presentía que a su madre no le iba a importar demasiado. Al día siguiente la llevé a su servicio comunitario, la esperé y luego la llevé a las competencias de skate, donde le fue mucho mejor que el domingo pasado.

Era una rutina que funcionó muy bien por las siguientes dos semanas. Notaba que Grecia en verdad lo disfrutaba, pero al mismo tiempo sentía algo de pena e inseguridad, ella creía que yo iba aburrirme y que con el pasar del tiempo espaciaría más mis visitas. Ella no llegaba a entender que esos dos días que la veía a la semana eran lo que esperaba con más ansias y no cambiaría nada del mundo por ellas. Lo único tedioso era tener que conducir tantas horas; de no haber sido por la universidad que en verdad hubiera considerado trasladarme allí. Total, vivir con Ian era como vivir completamente solo. Muchas veces iba a casa de mis padres a pasar la noche, en ese tiempo me di cuenta que necesitaba contacto social. No era de esas personas que podían vivir completamente solas. Me gustaba interactuar con la gente.

Un día, después de mis clases, me encontré con Sophie y Daniel en el pasillo de entrada a la casa. Tenían a la pobre Ash sobre una patineta, con un mini gorro y una camiseta. Le tomaban fotografías junto a Gatorade, nuestro perro pastor alemán.

Una semana atrás habían tenido la idea de abrirle un Instagram y un Tik tok a la gata. Yo no le auguraba demasiado éxito, pero como siempre, internet y su fascinación por los gatos me sorprendieron.

—¿Qué hacen? —les pregunté, aunque era claro lo que hacían.

—Fotografiamos a Ash, ¿qué no ves? —Daniel me preguntó con ironía.

Sophie intentaba montar a la gata en el lomo del perro, por suerte Gatorade era muy paciente y se aguantaba las garras de la gatita intentando treparlo.

—A la gente le encanta esto —me explicó. Y por un momento vi a la Sophie de antes, con ideas creativas, dirigiéndolas y divirtiéndose con ello.

—Por qué no te filmo a ti también—le pregunté quitándole el teléfono de las manos.

—No. No voy a volver a aparecer en cámara.

—Eres actriz y cantante, tienes que aparecer en cámara en algún momento. —Daniel intervino.

—Ya no, no lo sé. Creo que voy a renunciar a eso —respondió volviendo a tomar fotografías.

—No puedes renunciar, es lo que te encanta hacer —le quité el teléfono de nuevo.

—Pues ya no me gusta. Tal vez maneje todo detrás de cámaras. Eso de dirigir redes sociales para gatos suena bien.

Daniel y yo cruzamos miradas. No sabíamos si eso iba como una ironía o en serio. De todas formas y de una manera no verbal, ambos acordamos en que no era el momento para presionarla con ello. Sophie estaba teniendo avances. Tener algo que hacer y que le gustaba era un cambio a dormir o ver televisión todo el día. Tal vez si seguíamos así, en poco tiempo retomaría las cosas que amaba.

Unos días después, tenía toda la mañana libre. Y pensaba descansar antes de prepararme para viajar donde Grecia.

Desperté temprano para ir a correr y al regresar me hallé con la sorpresa de ver a Sophie en la cocina. Tenía a Ash en su hombro y se preparaba un desayuno. Lo increíble era que se encontraba vestida, con una camiseta y un short, estaba peinada con una trenza y hasta estaba un poco maquillada. Fue casi como verla en sus mejores tiempos. Los pasados meses había ganado algo de peso, y era la primera vez que la veía tan bien arreglada desde antes de haber perdido a su bebé.

—¿Vas a salir? —le pregunté entusiasmado.

—Sí —respondió con una sonrisa melancólica—. Quiero ir al refugio, no voy en mucho tiempo. Quiero tomar aire y pasear por la vegetación. ¿Me llevas?

—Claro —accedí de inmediato.

—Genial, comemos y salimos —afirmó sirviéndome un plato de cereal. Nos sentamos a la mesa y añadió—: Pero antes debo ir a otro lugar.

—¿Dónde? —por la mueca que ponía ya intuía una trampa.

—Tengo que ir al médico.

—Qué clase de médico.

—¿Al ginecólogo?

Golpeé mi cabeza contra la mesa. Había caído en la trampa. Llevarla al refugio en mi mañana libre era una cosa. Tener que ir al médico con ella era otra.

—Tengo que ir y sabes que aún tengo prohibido conducir. Thaly no puede llevarme y te prometo que no será mucho tiempo.

—¿Tengo que entrar contigo? —pregunté con algo de asco, había cosas que por más unido que fuera a mi hermana no pensaba compartir con ella.

—¡Claro que no! Te quedarás en la sala de espera.

Volví a golpear mi cabeza contra la mesa. Al final tuve que cumplir. Nos dirigimos a la ciudad y en cuanto entramos a la sala de espera del centro médico las miradas voltearon hacia nosotros. Mucha gente nos reconoció, bajamos la mirada y nos sentamos en dos asientos vacíos cerca de la puerta de ginecología, tratando de no hacer contacto visual con nadie.

—Disculpa ¿tú eres Sophie verdad?

Lo que menos quería sucedió, una mujer se acercó a nosotros. Pude notar el gesto de tristeza en mi hermana cuando notó que la mujer estaba embarazada.

—¡Oh por Dios, eres tú! No quiero molestarte, pero te admiro mucho, tanto que mi bebé se llamará Sophie también. —La mujer le contaba muy entusiasmada, sin notar lo incómoda que lucía mi hermana. Estuve por apartarla, pero de golpe Sophie cambió su expresión y mostró su mejor sonrisa.

—Genial, es un honor, espero que la pequeña nazca muy saludable.

—Sophie Cohen. —La enfermera salió del consultorio y fue nuestra salvación. Sophie se levantó y me dejó solo.

De inmediato procedí a ignorar a la embarazada, me puse los audífonos y no desprendí la vista de la pantalla de mi teléfono.

Esperé demasiado tiempo viendo varios videos y revisado redes sociales. Ya había videos y fotos mías en el parque de skate y por supuesto los rumores de que tenía una relación con Grecia se habían expandido. Yo evitaba responder. Explicar lo que tenía con Grecia era complicado. No éramos novios aún, pero sin duda éramos algo más que amigos. De todas formas, que hablaran de ella servía muy bien para su regreso. Teníamos planeado subir su primer video la semana siguiente, cuando termináramos de editar lo que habíamos filmado las pasadas dos semanas.

Ya casi estaba sin batería cuando por fin la puerta del consultorio se abrió y Sophie salió. No me dijo nada, tomó la chaqueta que había dejado a mi lado y continuó hacia la calle. Prácticamente la perseguí hasta el auto. Tuvo que esperarme junto a la puerta para que la abriera y en cuanto me senté al volante pude notar que lloraba.

Antes de la consulta estaba perfectamente bien y ahora la veía llorar amargamente. Le pregunté en repetidas ocasiones qué había pasado, más el llanto no la dejaba responder.

¿Qué podía haberle dicho el médico? ¿No iba a poder tener hijos de nuevo? ¿tenía un cáncer? ¿Qué? Por lo mal que estaba, seguro se trataba de una tragedia. 

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