16. La pequeña criminal

—¿¡Qué está pasando!?—fue el grito de la madre de Grecia que detuvo a Víctor.

—¡Tu hija es una malcriada!—replicó

—No es cierto, ¿qué no vio que estuvo a punto de pegarle? —intervine, puse a Grecia a mis espaldas.

—Sí y también escuché cómo Grecia le contestaba. Eres una insolente. —Se dirigió a su hija—. Ve adentro, estás castigada.

Yo no me lo podía creer. Grecia me soltó la mano y obedeció con un gesto de mucha molestia.

—Eso no es justo. ¡Este tipo es quien quiso agredirla!

—¡Vete de una vez o voy a llamar a la policía! —El hombre se adelantó a amenazarme, pero la madre de Grecia intervino de nuevo, calmándolo e incentivándolo a entrar al departamento.

—Mira Tigo, ya te dije que no tengo problema en que visites a mi hija, pero no interfieras en asuntos familiares o voy a prohibirle acercarte a ella.

Creo que Grecia notó que estuve a punto de estallar y decirle todo lo que pensaba a su madre, así que intermedió.

—Déjalo Tiago, hablamos luego ¿sí?

Los tres se metieron dejándome solo en el pasillo, sintiendo que de nuevo perdía una batalla, pero ¿qué podía hacer?, ¿tumbar la puerta a golpes? ¿Llamar a la policía? ¿A Evan? ¿Qué iba a decirles? Grecia era una rehén en su propia casa y no había forma de rescatarla sin meterla en mayores problemas.

Salí del edificio, muy frustrado, recriminándome no hacer algo por ella cuando escuché su dulce voz gritando mi nombre. Busqué en todas direcciones y luego levanté la vista. Ella estaba en la ventana, me acerqué hasta ponerme debajo y me lanzó algo. Recibí un pequeño oso de peluche con una nota amarrada. Grecia se despidió de mi con la mano y cerró la ventana antes de ser descubierta.

Rápido desaté el papel del peluche y encontré una dirección y una hora:

Parque de las piedras 7:00 am.

Más tranquilo, fui a buscar mi auto al parqueo y a conseguir un lugar donde pasar la noche, pero primero iría comer, ya que definitivamente Víctor había frustrado mi almuerzo.

Cuando llegué al parque no tardé mucho en ubicar a Grecia, ella ya estaba ahí desde hacía horas, con un chaleco amarillo, una escoba de paja y una bolsa de basura, junto a ella estaban otros adolescentes y algunos adultos que seguro habían cometido también algún crimen menor. Me hizo un poco de gracia y le tomé algunas fotografías, solo para uso personal. Por suerte a esas horas los únicos que estaban por el parque eran corredores que pasaban de largo o que estaban muy concentrados en hacer lagartijas y abdominales sobre el césped, así que no corríamos el riesgo de ser reconocidos.

Me puse a pensar en eso. Si iba a ver a Grecia cada fin de semana, era lógico que en algún momento nos reconocerían, y ¿qué íbamos a decir? Por supuesto la gente iba a asumir que estábamos juntos y empezarían a indagar en la vida de Grecia.

Lo malo de ser conocido además de no saber en quién confiar, lo que dificulta tus relaciones personales, es que tu vida privada se vuelve de interés público.

Media hora más tarde, mi pequeña se puso a la fila para devolver los insumos de limpieza a un oficial y firmar sus horas trabajadas. Le devolvieron su mochila y su patineta y vino directo hacia mí.

—¿Cómo está mi pequeña criminal? —le dije a modo de saludo, ella frunció la boca de manera graciosa y me golpeó el brazo.

—Calla. Tengo que volver a casa, o puedo escaparme contigo. ¿Tú qué crees que debo hacer? —preguntó con tono pícaro.

—Eso es obvio, ¿pero no vas a meterte en más problemas?

— ¿Qué problemas? ¿Que mi madre me castigue más? ¿Me impida ver a mis amigos inexistentes? —Levantó los hombros.

Eso era verdad. Al final la idea de hartar a su madre no sonaba como un mal plan.

—¿Qué tal si esta vez sí te lastiman? —consideré—. Si ese tipo te toca un pelo dalo por muerto. Pero no quiero que te haga daño.

—Créeme que valdría la pena si es que así me sacan de ahí —dijo subiéndose a su patineta. Yo la detuve.

—Ni se te ocurra provocarlo, es en serio —le advertí.

Ella me aseguró que no haría nada, a tiempo que volteaba los ojos, con lo que no me convenció. La invité a ir a comer, porque yo moría de hambre y luego pensamos dónde podíamos ir o qué podíamos hacer. Nuestras muy sanas reuniones de estudio deberían esperar a la semana próxima cuando Grecia pudiera recoger sus libros y con suerte las cosas no estuviesen tan mal para que su madre me permitiera visitarla. Al menos tenía esa ventaja. La madre de Grecia tenía un interés en que estuviera con su hija, aunque era meramente económico, no importaba, eso jugaba a mi favor.

Mientras tomábamos una copa de helado en una heladería, considerábamos a dónde podíamos ir luego. Tal vez el cine era un buen lugar, tranquilo, donde nadie nos vería y la idea de abrazarla y besarla en la oscuridad por supuesto me atraía.

—Los domingos iba al parque de Skate, organizan concursos, era lo único divertido de esta ciudad —me contó con un poco de tristeza.

—Podemos ir. ¿Por qué no?

—Ya te lo dije ayer. Ahí todos se conocen y casi todos son amigos de Emily. No puedo ni acercarme. —Apoyó la cabeza en su brazo y revolvió con parsimonia el helado derritiéndolo en su plato.

—Es un lugar público, no pueden prohibirte ir. Créeme que lo peor que puedes hacer es darles el gusto. Ve a enfrentarlos, demuéstrales que no pueden intimidarte y te dejarán en paz —le sugerí, ella cruzó los brazos y me lanzó una mirada de incredulidad.

—Wow, que fácil decir eso cuando mides más de un metro noventa.

—No mides un metro noventa, pero iras acompañada por alguien que sí —le expliqué.

—No creo que ir con un guarda espaldas sea una muy buen idea para sacármelos de encima. Cuando no estés van a liquidarme.

—Créeme que si sé de algo es de técnicas de intimidación. Déjame cruzar un par de palabras con ellos y no van a molestarte.

—Te encanta jugar al caballero de brillante armadura ¿no es así?

—Solo me gusta cuidar a las personas que me importan —le respondí acariciándole la mejilla.

Podía notar que ella era un manojo de nervios mientras nos dirigíamos al parque. Necesitó armarse de valor un rato antes de entrar. El lugar no era tan grande como el parque al que solía ir en mi ciudad, por lo tanto iba a ser difícil que no nos topemos con la tal Emily o alguno de sus amigos.

Por fortuna, al ser tan temprano estaba medio vacío, a excepción de algunos niños acompañados de sus padres y un par de adolescentes más jóvenes que al parecer no conocían a Grecia.

Me senté a filmar mientras Grecia se deslizaba por una rampa. Verla era increíble, no solo era muy experta, también era divertido. Deslizándose en el skate se la notaba feliz, y esa felicidad era contagiosa. No lo había considerado, pero seguro ese era uno de los motivos por los que sus videos habían atraído tanta gente en primer lugar. No solo era una chica hermosa, también sabía lo que hacía y observarla deslizarse y hacer piruetas era muy entretenido.

Tras un rato se acercó a mí y me indicó que era mi turno. Yo definitivamente no iba a intentarlo. De skate sabía lo básico, podía subirme y deslizarme sin caerme, pero a las rampas siempre les había tenido algo de temor.

—No seas cobarde. —Me jaló.

—Estás loca, ¡la tabla es muy pequeña!

—Está bien, dale, un intento y una caída, a tu público va a encantarle. —Intentó convencerme, pero en definitiva que me graben haciendo el ridículo no era la forma en la que quería seguir ganando dinero con internet.

Me planté fuerte en el suelo, ella intentaba empujarme con todas sus fuerzas, yo me reía porque no lograba ni moverme. La diversión se acabó de pronto cuando nos dimos cuenta que un grupo de tres chicas y cinco chicos nos observaban.

En lo que jugábamos, el parque se había llenado, pues en media hora empezaban las competencias del domingo.

Noté a Grecia muy intimidada y por supuesto me di cuenta que ese era su antiguo grupo de amigos.

—Tú no puedes venir aquí —le dijo un chico delgado y alto que debía tener su edad.

De inmediato me puse frente a ella.

—Terminamos hace tres días y ya corriste a chupársela. —Una chica dio un paso al frente y no necesité que me explicara que ella era Emily.

Era una chica como de diecisiete años, de cabello castaño atado en una larga trenza y ojos marrones, bastante bonita y algo intimidante.

Por un instante Grecia bajó la mirada y se ocultó detrás de mí. La tenía tomada de la mano así que la jalé un poco, dándole a entender que debía enfrentarla, pero que yo estaba ahí.

—Terminé contigo porque no aceptas un no por respuesta. —Le dijo con algo de miedo, pero a cada segundo se notaba que tomaba más confianza, ya no se escondía detrás de mí, estaba a mi lado.

—Terminaste conmigo porque eres una maldita perra que me metía los cuernos y todos lo saben. No puedes venir aquí. Vete con tu macho a chupársela a un callejón que es lo que te mueres por hacer.

Grecia enfureció con eso y en un parpadeo vi cómo corrió hacia ella para empujarla. Emily cayó al suelo de espaldas, sus amigos de alrededor reían y ya habían sacado sus celulares para filmar. Yo hice el ademán de acercarme, pero uno de ellos me detuvo bloqueándome con su patineta.

—¡¿Eres tan patética que no aceptas que no te quiero más?! Que termine contigo o no sea amiga de ustedes no significa que no pueda venir aquí, o que anden inventando cosas. ¿O es que le tienes miedo a algo?, ¿a que sea mejor que tú?

—No eres mejor que yo, que te hayas ganado famita en internet por andar de cazapartner, no significa que seas buena en nada —Respondió Emily. De alguna forma los humos habían bajado y no se sentía tanta hostilidad.

—Bien, demuéstralo. Si gano hoy dejas de molestarme, te quedas en tu lado del parque y yo en el mío, y si tú me ganas no regreso. —Grecia la retó y de pronto todos parecían muy interesados.

Varios apoyaron la idea y empezaron a gritarle a Emily que aceptara.

Esa mañana había ido con toda la intención de acabar en una guerra campal repartiendo puños a diestra y siniestra, pero al parecer todo el conflicto iba a solucionarse con una pacífica competencia de skate. No sé si los tiempos cambiaban rápido o yo había hecho demasiadas suposiciones, pensado que el mundo en el que se había involucrado Grecia, era tan turbio como en el que yo andaba un par de años atrás.

Emily aceptó y se retiró hacia el punto de inscripción junto a su grupo.

Grecia permanecía en su lugar, temblando un poco.

—Pensé que iban a matarme, no sé cómo me animé a decirle eso.

—Estuviste increíble. —Me reí. —Ahora solo te queda ganar.

—Tengo un problema. Para participar el equipo de protección es obligatorio y no traje nada, no pensaba competir.

Eso sí era un problema. Acompañé a Grecia a la mesa de inscripciones, tal vez podría convencer a los jueces de hacer una excepción, justo cuando llegamos, uno de los amigos de Emily se nos acercó y nos extendió un casco, con coderas y rodilleras.

—Lo manda Emily, vio que dejaste tu equipo.

Ubicamos a la chica con la mirada, Grecia le hizo un gesto de agradecimiento y ella se hizo a la loca.

Yo de skate no sabía casi nada, sabía que mi hermano participaba en competencias, pero solo me enteraba cuando ganaba. Lo mío era el Básquet y las reglas no cambiaban. Mientras se ponía el equipo, Grecia me explicó rápidamente en que consistía la competencia. Chicos y chicas participaban por separado. Una empezaba y proponía un truco, las demás la imitaban, si alguna no lo lograba salía de la competencia, así hasta que solo quedara una.

No había un premio, realmente era algo que se hacía por diversión y como práctica para los torneos reales, pero en ese momento era la competencia más importante que Grecia tendría en su vida.

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