15. Por fin un reencuentro

Logré llegar en menos de cuatro horas. Estaba nervioso y entusiasmado. No veía a Grecia en persona desde hacía siete meses. No me fue difícil encontrar el edificio donde vivía, pero me quedé en la puerta largo rato pensando si era una buena idea tocar el timbre.

Al final la llamé para preguntarle dónde estaba. Me contestó confundida.

—Al parecer detrás de ti.

Me di la vuelta y sentí como una inyección de adrenalina al verla a pocos metros en la calle, con el celular en una mano y la patineta en la otra. Por un momento fue como tener una visión, no sé si ya había olvidado lo hermosa que era o se había puesto más bella en esos meses. Mi alegría se desvaneció un poco al notar que tenía un gran morete en el rostro, pero ella no me dio tiempo a decir nada. Soltó la patineta y corrió a abrazarme. Yo le correspondí, apretándola con fuerza contra mi pecho. Notaba que había crecido un par de centímetros, aun así, seguía siendo mucho más pequeña que yo.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó separándose.

—Me dijiste que necesitabas hablar.

—Sí, pero me refería a una video llamada. Igual gracias por venir —dijo con un poco de timidez, intentando desviar la mirada. La tomé del rostro y observé bien el morete que tenía en el ojo izquierdo.

—¿Quién te hizo esto? —Esperaba un nombre, solo eso, y quien fuera el responsable iba a acabar mucho peor.

—Tuve una pelea con Emily —me explicó.

Eso me suponía un problema, ¿Podía pegarle a una mujer?

—Qué fue lo que pasó.

Grecia se dio la vuelta para recuperar su patineta y me pido que camináramos.

—Todo estaba bien con ella al principio, pero, luego quiso que haga cosas para las que no me sentía preparada. El otro día quiso hacerlo a la fuerza así que la golpeé, luego ella me pegó y todo acabó mal. Demasiado mal. —Me explicó mientras avanzábamos por la calle —. Ella está segura que es por ti.

—¿Por mí?

—Sí, siempre fui honesta con ella y le dije lo que sentía por ti y me dijo que no tenía problema, pero luego empezó a molestarle y no sé. No es solo eso. Todo es muy difícil desde que me mudé aquí. No es mi casa, no es mi colegio... Creí que estaba haciendo amigos, pero todos son amigos de Emily así que ya no puedo ni siquiera ir al parque de Skate. Ahora estoy completamente sola. —Mientras hablaba podía notar las inmensas ganas de llorar que contenía, pero no la interrumpí, preferí seguir escuchándola y que desahogara todo—. Hace un año todo estaba bien. Tenía un hogar, una familia, amigos, hacía lo que me gustaba en mi canal y ahora perdí todo.

—Te entiendo, todo era mejor el año pasado. Pero creí que ibas a comenzar de nuevo, es decir, olvida a Emily y a los otros, a finales del año pasado estabas haciendo amigos en el colegio, ¿qué pasó con eso?

—Ya no puedo volver al colegio. Uno de los amigos de Emily está en último año y me juró que me haría la vida imposible ahí. Ayer me enteré que ya había empezado a esparcir rumores sobre mí.

—¿Qué clase de rumores?

—Que me hice conocida en internet por acostarme contigo y Daniel y... tú piensa un nombre, seguro se acostó conmigo. Y que el motivo por el que cerré mi canal y me fui es porque me hice un aborto, en realidad el tercero... y pues imagina lo peor que puedas imaginar de mi, según Emily y sus amigos lo hice.

—Grecia eso es horrible, pero sabes que teniendo cierta fama la gente inventa de todo. A Sophie le hacían eso siempre.

—Lo sé, pero ella te tenía a ti, a mi hermano y a otros amigos, así que podía refugiarse con ellos. Yo no tengo nada de eso aquí. Y los amigos de Emily me dan miedo. No solo dicen cosas de mí, también me amenazaron con golpearme.

De tratar de pensar soluciones pacíficas, de nuevo tenía ganas de matar a alguien, pero no se lo dije. Le sacaría la suficiente información para saber a quién y dónde e iría a cometer un asesinato.

—¿Qué tal si cambias de colegio?

—Mi madre no quiere. Le conté parte de lo que pasaba y me dijo que es una estupidez. Que solo los ignore y ya. Víctor luego la convenció de que mentía y que todo es una excusa para no ir al colegio. Con suerte van a expulsarme, pero siento que si voy a otro lugar nada va a cambiar demasiado. —Después de haber caminado dos cuadras llegamos a una plaza y nos sentamos en un banco.

—Como están las cosas, creo que cualquier otro colegio estará mejor que en el que estás.

—Sí, pero mis notas están tan mal que si no las levanto en el próximo bimestre voy a repetir el año.

—De acuerdo, vamos por partes. No puedo cambiar las cosas horribles que dicen de ti, así vamos a ignorarlas. Segundo, voy a venir todos los fines de semana. Para ayudarte a estudiar y levantar las notas, traeré a Daniel o Samy o al amigo que tú quieras. Retomaremos tu canal, vuelve a filmar lo que te gusta. Y por último vas a llévame con el grupito ese de Emily y voy a tener una charla con ellos.

—Tiago, gracias por todo, pero solo quería desahogarme, no es necesario que me soluciones la vida. Son muchas horas de viaje para que vengas cada semana.

—Puedo salir el sábado en la mañana, como ahora, me quedo en un hotel y regreso domingo en la tarde. —No era complicado y pensaba por qué no lo había pensado antes. Durante todos estos meses podía haber hecho eso y tal vez Grecia estaría más feliz y no en esa situación.

—No voy a logar que cambies de opinión ¿verdad? —preguntó suspirando, fingiendo que no estaba de acuerdo, mas yo estaba seguro que ella estaba contenta con la idea.

—No.

—¿Comiste algo? —me preguntó con una media sonrisa.

—En el camino compré un sándwich, de... no sé, algo que debieron atropellar en la carretera.

Ella rio con sinceridad y me llevó hacia su departamento. Su madre y el novio de esta no estaban en casa así que aprovecharía de hacer algo de comer.

El lugar era muy pequeño a comparación de la enorme casa donde se había criado. Al pasar por su habitación cerró la puerta porque según ella estaba desordenada y fuimos a la cocina. Me senté a la mesa y la observé mientras seguíamos conversando. Le conté sobre Sophie y como había adoptado a una gata. Ella me dijo que lo sabía porque seguía muy pendiente de mis videos.

La vi sacar un montón de ingredientes del refrigerador y era notorio lo mucho que disfrutaba cocinar. Era la primera vez que la veía hacerlo en persona.

—Mañana en la mañana puedo venir a recogerte y buscamos un lugar tranquilo para estudiar —propuse mientras ella cortaba unos vegetales.

—Mañana en la mañana no puedo —explicó ralentizando el movimiento experto con el cuchillo—. Realizo labor social los domingos en la mañana.

—¿Labor social? ¿O servicio comunitario porque te arrestaron? —inquirí y pude notar cómo se sonrojaba.

—¿Te lo contaron también? Sí, me faltan veinte horas de recoger caca de perro y condones usados de un parque... ¿por qué la gente es tan asquerosa? —preguntó con sufrimiento.

—Eso sí es algo con lo que no te puedo ayudar. ¿Por qué te arrestaron?

—¿No lo sabes? —se sorprendió, yo negué con la cabeza, ansioso por escuchar en qué problema podía haberse metido para acabar arrestada—. Entonces no voy a decirte.

—Cómo que no, tienes que decirme. —Le alejé la tabla de cortar.

—Es un secreto que me llevaré a la tumba. Solo Evan lo sabe y él no va a decírtelo. —Jaló la tabla hacia ella.

Bordeé el mesón y me acerqué a ella, le quité el tomate que llevaba en las manos y lo levanté, de manera que ella no podía alcanzarlo ni saltando.

—¿Sabes que estás saboteando tu comida, no? —observó y le devolví el tomate. Se mantuvo muy cerca de mí y aproveché de acariciarle el cabello. Ella parecía disfrutarlo, así que me animé a más, con un brazo la tomé por la cintura y la senté en el mesón. Así su rostro estaba más cerca al mío y no debía agacharme tanto. Ese es uno de los problemas que tengo por ser tan alto. Ella se mordía el labio y no dejaba de mirarme a los ojos. La besé suave, apenas rozándole los labios, pero ella lo intensificó.

Fue muy diferente al primer beso que nos habíamos dado. No había timidez ni inseguridad en ella, solo ansias y mucha pasión. Nos besamos largo rato hasta que obviamente algo debía interrumpirnos. La puerta de entrada sonó y yo me separé de ella de un salto, inmediatamente busqué cómo escapar. Grecia me miraba divertida, bajó del mesón y me tranquilizó.

—Seguro es mi madre.

—¿Qué hago? —le pregunté en susurros. La única puerta de salida daba a la sala, y esta a la puerta de entrada, así que no podía salir por ahí. Tampoco podía escapar por la ventana ya que estábamos en un sexto piso. Esperaba que Grecia me indicara dónde esconderme, ella no parecía preocupada.

—Nada, podemos estar teniendo sexo aquí mismo y a mi madre no va a importarle. Ella cree que eres un buen partido para mí y quiere que esté contigo.

—Por favor, no me des motivos para tener algo de aprecio a tu madre.

La puerta de la cocina se abrió y no era la madre de Grecia. Reconocí a Víctor. El padre de Evan y padrastro de Grecia, por el momento.

—¿Ahora traes chicos a mi casa? —le reclamó al verme.

—Puedo traer a quien me dé la gana, vivo aquí, y si no te agrada puedes botarme, estaré más que contenta de irme —Grecia le respondió de una forma muy altanera, era difícil pensar que se trataba de ella.

—Voy a decirle a tu madre. Tú, fuera de mi casa. —Me señaló a tiempo que salía de la cocina.

Podía haberle respondido, pero preferí no hacerlo. No quería causarle algún problema a Grecia.

—Es un idiota. Cuando mi madre no está se cree que soy su empleada. No mueve un pelo y yo tengo que servirle.

—¿Se lo dijiste a tu madre? —Creo que fue una pregunta reflejo, porque sabía que no tenía sentido.

—Sí, pero dice que exagero y Víctor la convence de que solo quiero sabotear su relación. Como si me importara —Cruzó los brazos.

Oficialmente ese tipo entraba a mi lista de futuros asesinatos. No solo por la forma en la que trataba a mi pequeña, sino porque me había arruinado el almuerzo. Invité a Grecia a comer fuera, ya estábamos por subir al ascensor cuando ese tipo salió a darnos alcance y ordenarle a Grecia regresar a casa.

—Lo que quieres es que te haga el almuerzo. Háztelo tú. —Grecia fue a desafiarlo, intenté detenerla tomándola de la mano, pero ella me esquivó.

Cuando estuvo muy cerca de él pude ver que el rostro del hombre se tornaba rabioso y como levantaba la mano. Atiné a jalarla hacia mí y estuve por abalanzarme hacia el sujeto cuando fuimos interrumpidos por alguien que se metió en medio de ambos.

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