12. Decisiones difíciles

Tuvimos que tomar decisiones difíciles como familia. Antes del regreso de Ian y Sophie a su casa, mi padre y yo nos adelantamos a sacar de ahí las cosas del bebé. Ian había estado de acuerdo, regresar a ver el cuarto iba a ser muy doloroso, sobre todo para Sophie.

Cuando terminamos de cargar todo en la camioneta de mi padre él se fue y yo me quedé. Hacía días que no hablaba con Grecia, pero estaba seguro que ella ya lo sabía todo. Los medios de comunicación se habían enterado de la perdida de mi hermana apenas unas horas después de lo ocurrido. Al parecer alguien en la clínica había filtrado la información. Nunca me había enojado tanto en internet mandando a todos a la mierda por hacer del dolor de Ian y Sophie un espectáculo más. Si bien muchos fans se habían sensibilizado de verdad y también estaban atacando a los medios que hablaban del tema incluso en ediciones especiales, leer lo que pasaba era muy doloroso.

Le escribí a Grecia preguntándole si se podía conectar y ella estuvo ahí apenas unos minutos después

—Me enteré lo del bebé y en verdad lo siento tanto. Quería mandarle a Sophie unos cupcakes de piña porque son los que más le gustan. —Grecia estaba conmocionada y con ganas de llorar, ella apreciaba mucho a Sophie y era una de las más entusiastas con la noticia de su bebé. —Lo siento, el bebé falleció y yo estoy hablando de cupcakes —se disculpó.

—Está bien, en cuanto Sophie esté mejor te avisaré para que se los envíes. O los recogeré. Quería ir a visitarte antes de navidad —le contesté y pensé que se alegraría.

—No te preocupes. Seguro Sophie e Ian te necesitan ahora. —Me dio la impresión de que me esquivaba. No quise presionarla y la verdad era que mi hermana seguro me necesitaría más.

En la noche, Sophie e Ian regresaron del hospital. Sophie se pasó de largo, directo a encerrarse en la habitación. Ian se quedó en la entrada, sacando la ropa sucia de la maleta. Me incliné a ayudarlo cuando sacó las cosas del bebé que no se habían usado. Permaneció contemplando la ropa un momento.

—¿Quieres que me deshaga de ella? —le pregunté.

—No, da igual —me respondió guardando todo de nuevo y cerrando la maleta con rabia. Luego fue directo a encerrarse al baño.

Esa fue la peor navidad que pasamos. De hecho, no celebramos nada. Mis padres intentaron pasar una navidad normal por mis hermanos pequeños. Sophie e Ian, no quisieron ni salir. La noche buena me quedé con ellos y al día siguiente solo pasé por casa para felicitar a mis hermanos y darles sus regalos, incluidos los que Sophie había comprado ya en noviembre.

—Sophie les manda esto, lamenta no estar, los quiere mucho —les mentí. Y los enanos parecieron felices con la mentira.

Aproveché también de hablar con Daniel. Ya que me había metido en sus problemas amorosos, mínimo me debía contarme en qué había acabado todo.

—Decidimos darnos un tiempo —me confirmó—. Ella insiste en que ese chico no le gusta y que le molesta que filme todo el tiempo.

—¡¿Grabas cuando tienes sexo?!

—¡Claro que no! Maldito enfermo, ¿cómo se te ocurre? Eso es algo que solo harías tú. Me refiero al contenido de mi canal. Filmamos casi a diario y cuando salimos a hacer otra cosa la gente siempre nos reconoce y no nos deja tranquilos. A mi no me molesta tanto, pero parece que a ella sí.

Lo que me contó hacía mucho sentido. A Samy no le gustaba aparecer en videos. Ella colaboraba con Daniel y Grecia desde atrás de cámaras y muy rara vez aparecía. Daniel producía mucho contenido y la verdad es que lo que hacía no estaba tan mal. Al menos era entretenido de ver y aunque no lo iba a admitir delante de él, nunca, su contenido no era tan estúpido.

Hace un par de años, cuando Sophie y yo grabábamos un programa de televisión, Daniel había empezado a compartir sus acrobacias en skate en YouTube y otras redes. Mucha gente lo veía, sus videos se habían popularizado entre skaters, y eso lo llevó a grabar otro tipo de cosas junto con Grecia. Él evitaba que se supiera que éramos sus hermanos, no quería que la gente lo viera solo por eso, así que soy testigo de que creció por mérito propio. Eso hasta que uno de esos youtubers mayores que creen que siguen teniendo 15 años, lo encontró e intentó molestarlo diciendo que era una mala copia de mí. Grabó una reacción en video queriendo exponerlo como un niño fanático de Tiago Cohen, que hacía de todo por parecerse a él. En cuanto el tema se popularizó, Sophie no tardó en dejarle un tweet diciéndole que era un estúpido, y no fue necesario decir más. Daniel sacó un video mencionando sarcásticamente que si se parecía a mí era por genética básica y que no solo imitaba mi forma de vestir, sino que literalmente usaba mi ropa, ya que la heredaba (más bien mucha solo me la robaba). Solo eso bastó para dejar al tipo por los suelos, no solo por meterse con un niño de trece años, sino por no haberse dado cuenta siquiera por el apellido que estábamos relacionados.

Si hay algo que también debo reconocerle al pequeño rata, es que tiene una habilidad especial para caerle bien a todo el mundo y dar la respuesta correcta para cerrarle la boca otros, tal como había hecho esa vez.

Tras ese video, la noticia de que Daniel era mi hermano y que un estúpido youtuber había intentado humillarlo, solo hizo que su fama explotara.

A raíz de eso Grecia abrió su propio canal donde cocinaba y colaboraba en el canal principal de Daniel, donde por un tiempo ganó audiencia haciéndome bromas estúpidas, por suerte esa etapa no duró mucho, o el siguiente video viralizado habría sido el de yo rompiéndole las piernas.

Luego halló un rumbo propio y no le iba nada mal. Estaba ganando mucho dinero y mis padres no sabían cómo gestionarlo. A ellos no les gustaba las exposiciones públicas en internet, pero ya estaban acostumbrados, o resignados. Sin embargo, siempre noté cierta incomodidad en Samy. Ella apoyaba a Daniel en todo de manera incondicional, pero imagino que no era el tipo de vida que quería. Por supuesto también la reconocían y acosaban y tal vez era demasiado para ella. A diferencia de Grecia, tenía un carácter tímido e introvertido.

—¿Cómo lo estas llevando tú? —le pregunté luego a Daniel.

—Bien... no tan mal como pensé, la extraño, pero en cierta forma me siento más libre. Antes evitaba molestarla demasiado, ahora tengo más libertad creativa, aunque me falta Grecia. No tardes en logar que regrese.

Oh rayos... eso no lo había pensado. Samy siempre había sido un freno a las locuras de mi hermano y sin ella... pues pensar en la libertad creativa de Daniel, era como pensar en una película de terror. Solo esperaba no haber colaborado a que se desatara un monstruo.

Cuando las vacaciones de verano por fin acabaron, las cosas no mejoraron en ningún aspecto.

Grecia no pudo venir, ni yo ir a verla. Evan tampoco había podido ir debido a que estaba en temporada alta en el pub y su madre había tenido el cinismo de decirle que lo esperaba para pasar la navidad en familia.

Ian seguía triste, pero cada día lo notaba un poco mejor. Todo lo contrario de Sophie, quien cada día se sumía más en la depresión. No salía del cuarto. Solo dormía o se quedaba por horas debajo de la ducha, hasta que Ian iba a sacarla. Lograr que comiera era otro reto. Mis padres y Tamara venían a diario e intentaban ayudar en lo que podían, pero no había mucho que hacer. Incluso el psiquiatra había tenido que venir porque era imposible que Sophie quisiera salir para ir a terapia.

Habían empezado a medicarla y si bien no notaba una mejora drástica, al menos salía a comer un poco. Sophie siempre había sido delgada, pero la forma en la que perdía peso era preocupante.

Yo tampoco había podido continuar con mi vida al ritmo de antes. Seguía hablando con Grecia, aunque cada vez la notaba más distante, como si ya no tuviera la confianza de hablarme como antes. Peor si le preguntaba sobre el colegio. Había empezado ya su penúltimo año y era una oportunidad para hacer amigos ahí, al menos hasta que lográramos regresarla con Evan. Pero cuando le preguntaba sobre ello, me cambiaba de tema a cosas más superficiales.

Algunos sábados por la mañana, Tamara me convencía de acompañarla al parque o a una heladería, cuidaba de sus hermanos menores el fin de semana, y yo llevaba a los míos para que jugasen juntos. Aunque después de un par de salidas con los tres enanos, me limité solo a llevar a Ezequiel. Él era tranquilo y fácil de controlar, a diferencia de los gemelos, que era lo más parecido a mi cuando era pequeño, pero en duplicado.

Evan venía con nosotros. Creo que disfrutaba de cuidar de los hermanos de Tamara, seguro le recordaba a Grecia y cómo la llevaba a jugar cuando era pequeña.

Y ahí estábamos nosotros. Un grupo de universitarios haciéndo de niñeras un sábado al medio día.

—¿Consiguieron una nueva audiencia? —le pregunté a Tamara cuando Evan se fue a vigilar a los pequeños en la piscina de bolas. Unas semanas atrás, Evan y su madre tenían una audiencia con el juez de familia para hablar el tema de la custodia, pero la madre de Evan había alegado estar enferma y no se había presentado.

—Sí, para la próxima semana. Pero cuánto apuestas a que la madre de Evan no irá —respondió muy molesta—. No sé Tiago, Evan está gastando todo su tiempo y dinero en esto y Grecia está... insoportable, su madre lo llama todo el tiempo para quejarse y aun así no quiere mandarla de regreso.

—¿Cómo que insoportable?

—Llega a la hora que quiere, a veces ni llega a dormir. No está yendo al colegio. Es más, desde que empezaron las clases no fue nunca y ya la arrestaron una vez.

—Hablo con Grecia seguido y nunca me dijo nada de eso. —No me podía creer lo que Tamara me contaba.

—Tampoco a Evan o a mí, nos enteramos por su madre. Parece que todo es por el grupo de amiguitos con el que anda, en especial una tal Emily. ¿No te contó nada de ella?

—Me la mencionó una vez, luego siempre evitó hablarme de ella. Creo que es su novia o algo así...—contesté pensativo.

—¿Por qué estoy teniendo un Déjà vu? —Tamara me miró con recelo.

—Sí, yo también y por eso entiendo lo que Grecia debe estar pasando. Déjame hablar con ella. Pero tal vez no es que está mal influenciada. Tal vez hace todo esto para que su madre se harte y la mande de regreso con Evan. —Pensé en lo más lógico. Conocía bien a Grecia y dudaba que hubiese cambiado tanto su forma de ser solo por una chica. Algo había por detrás.

—Evan piensa lo mismo, pero esto los perjudica más que ayudarlos. Si no va a clases el lunes van a expulsarla. Su madre no va a devolverla y su abogado está jugando esa carta a su favor. Si un par de adultos no pueden controlar a Grecia, menos lo hará su hermano de veintiún años. Ella confía mucho en ti, intenta averiguar qué pasa y que entre en razón.

Ahora estaba metido hasta el cuello en un problema. Ya entendía por qué Grecia estaba tan esquiva conmigo los pasados meses. Tal vez ella no sabía que lo que estaba haciendo le jugaba en contra, así que ni bien saliera de ahí iría directo a hablar con ella.

Evan regresó a la mesa a tiempo que la camarera nos traía los helados. Me levanté para llamar a los niños. Busqué desde el borde de los juegos y pude divisar cuando un niño más grande, que ni siquiera debía estar ahí en primer lugar, le quitaba a mi hermano su lugar en la fila para el resbalín.

—¡Oye, él estaba primero! —le grité al niño, quien me ignoró—. ¡Zequi no dejes que te quite tu lugar! —le reclamé a mi hermano. Él podía ser tranquilo, pero algo que no iba a permitir era que le pasaran por encima. Por suerte me obedeció y empujó con fuerza al otro niño. De inmediato una mujer cerca mío se acercó enojada.

—¡¿Qué te pasa?! ¿Cómo vas a fomentar la violencia? —me reclamó.

—¿Cuál violencia? solo es defensa propia.

—Estos padres de ahora, no saben educar a sus mocosos.

—No es mi hijo. Es mi hermano. —De pronto sentí que alguien me jalaba del brazo, descubrí a un niño con un celular en mano.

—¡Tiago! Soy tu fan, porfa tómate una foto conmigo.

—¿Luego, sí? —Esas situaciones pasaban siempre. En especial donde había niños.

—¿Pues dónde están tus padres? voy a hablar con ellos —la señora seguía molestando.

—No están aquí.

—¡Tiago, una foto!

—Luego. —Volví a responder al niño latoso.

—Dame su número. —La mujer tomó su celular dispuesta a llamar.

—Está loca, no voy a darle su teléfono.

—¡Tiagoooo!

—¡Te dije que luego niño! —le grité, y enseguida se puso a llorar. Todos voltearon a verme. Los padres del niño se levantaron de la mesa directo a reclamarme.

— ¿Qué te pasa, eres su ídolo y lo tratas así? ¿Eres así con tus fans? —me reclamaba un tipo gordo.

— ¡Voy a llamar al gerente! —amenazó la mujer y se fue hacia la parte frontal de la heladería.

Viéndome rodeado busqué a Evan y Tamara. Los cretinos se habían cambiado de mesa y fingían que no me conocían. No los culpaba, no era justo que tuvieran que irse cuando no habían hecho nada.

Esquivando a todos los padres que me reclamaban me metí a los juegos, saqué a mi hermano y salí de ahí lo más rápido que pude.

—¡Tiago, para! —me reclamaba. Yo caminaba hacia el auto jalándolo del brazo, él se resistía a irse.

—Zequi, no vamos a regresar. Luego te compro otro helado ¿sí?

—¡No, Tiago!

—¡Zequi ya basta!

—¡Mis zapatos! —me gritó muy enojado y recién me percaté que había atrasado a mi hermano pequeño por una cuadra sobre el cemento y sin zapatos. Se agarraba el pie y vi sus medias negras. Miré hacia atrás, no se veía vidrios o algo peligroso que podía haber pisado.

—No podemos regresar, te compraré zapatos nuevos y un juguete, pero no le digas a mamá —le supliqué alzándolo para llevarlo el resto del trayecto hacia el auto.

Después de ir a la zapatería, la juguetería y por otro helado, llamaría a Grecia y tendría una muy seria conversación con ella.

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