Capítulo 41
Fuisteis al coche para coger la ropa de recambio que habíais traído. Sabíais que vuestra ropa acabaría mojada después de los juegos y no podías entrar así en el coche de Robin. Una vez os cambiasteis os pusisteis rumbo a casa de Nami. ¡Menos mal que te habían dado libre en el trabajo! Bueno libre no, porque debías recuperarlo otro día, pero Shakky había hecho un apaño para que pudieras ir a la fiesta.
Antes de ir a la universidad, habíais preparado la ropa que os pondrías esa noche. Cenaríais las tres juntas, os cambiaríais e iríais al baile.
Nada más llegar al piso de la pelinaranja, os pusisteis a preparar unos sándwiches. Llenasteis cada uno de algo distinto con lo que Nami tenía en la nevera y en la despensa. Se le había olvidado hacer la compra hoy, así que no quedaba mucha cosa. Aun así os apañasteis.
—¡Estás guapísima, (TN)! —exclamó Nami, mientras ponía las manos sobre tus hombros y miraba tu reflejo en el espejo.
—Pues anda que tú... —contestaste, sonriendo.
Llevabas un mono corto, negro y de tirantes. En los pies llevabas unas sandalias de color beige y un pequeño bolso del mismo color, en el que cabía poca cosa. Solo llevabas el móvil, las llaves de casa y algo de dinero. Llevabas el pelo suelto y no te habías puesto nada de maquillaje.
—Déjame maquillarte —dijo Nami, mientras te cogía de la muñeca y te arrastraba a su tocador.
—Sabes que no me gusta maquillarme —te quejaste, mientras te empujaba para sentarte.
—Solo un poco de colorete y rímel —insistió ella. Accediste a regañadientes.
Una vez estuvieron todas listas, fueron de nuevo al coche de Robin. Cuando llegaron a la plaza principal, donde estaba montado todo para la fiesta, te quedaste boquiabierta. Era en el mismo lugar donde se hizo la fiesta de Navidad, pero aquella vez pusieron una carpa enorme para proteger algo del frío. Esta vez estaba al aire libre. Había lucecitas enredadas por las ramas de los árboles. Había dos barras y un escenario. Ivankov y su grupo se habían encargado de montarlo todo.
—¡Eh, chicas! —escuchasteis exclamar a Luffy.
Os girasteis hacia esa dirección. El resto del grupo ya estaba allí. Os acercasteis rápidamente. Solo había puesta música de fondo, pero, pocos minutos después el okama subió al escenario del DJ y empezó a animar la fiesta.
Te acercaste con las chicas a la barra para pedir algo de beber. Decidiste tomarte un cóctel de piña colada. Una vez os sirvieron, volvisteis con el resto. Un rato más tarde, Sabo y Ace se unieron a vosotros. Koala estaba con sus amigas, pero se acercó a saludar a Sabo y bailó unas cuantas canciones con vosotros. De vez en cuando mirabas al grupo de los profesores, pero no veías a Law por ahí.
Nami y tú os acabasteis el cóctel a la vez, así que hicisteis otro viaje a la barra. Cuando os disteis la vuelta para volver al grupo, viste que Law acababa de llegar y estaba saludando a los profesores. Llevaba unos vaqueros negros y una camiseta gris. Estaba tan guapo como siempre.
—Yo te aguanto el vaso, ve a saludarle —dijo, mientras te lo cogía de las manos—. Te espero con el resto.
Asentiste y empezaste a andar rápidamente hacia Law. Estaba saludando al resto de profesores de medicina. También estaban Hancock y Mihawk en el grupo.
—¡Law! —exclamaste, mientras te abrazabas a él.
—(TN)-ya... —murmuró, mientras se agachaba un poco para darte un rápido beso en la cabeza. Te separó un poco de él y te miró de arriba abajo—. Estás muy guapa.
—G-gracias... —murmuraste, mientras te sonrojabas. Ahora ya erais una pareja de verdad, pero te daba un poco de vergüenza, ya que los profesores os miraban sonriendo.
—Hacéis muy buena pareja —comentó Kureha, antes de dar un sorbo a su bebida—. Venga, ¡id a bailar! ¡Aprovechad ahora que sois jóvenes!
—Sí, vamos con el resto —dijo Law, mientras de cogía de la mano.
—Hancock. Ven tú también si quieres. Está Luffy con nosotros —comentaste, antes de empezar a andar.
Otra vez empezó a hacer movimientos extraños, como las otras veces, pero fue con vosotros. Mientras llegabas viste que Nami y Ussop daban codazos a Luffy, avisándole de que la profesora venía con nosotros. Nada más llegar cogiste tu cóctel de las manos de Nami.
—Eh, hola Hammock —saludó Luffy, sonriente.
—Es tu novia. No tienes que saludarle así —explicó Ussop. El pelinegro le miró confundido—. Tienes que darle un beso.
—Claro, así —escuchaste decir a Law, antes de que te cogiera de la barbilla y juntara sus labios con los tuyos. Sentías que tus mejillas ardían. Esperabas acostumbrarte pronto a esto.
—Mira cómo te miran todas —comentó Nami, riéndose, mientras señalaba a varios grupos de alumnas que miraban hacia allí enfadadas—. Y no es para menos.
—Oh, Nami-sawn. Yo puedo ser tu novio si también quieres tener uno. Puedo ser todo tuyo —dijo Sanji, de repente, poniéndose de rodillas en frente de la pelinaranja.
—Ya claro, mío y de cualquier chica que se te cruce —dijo ella, enfadada, cruzándose de brazos.
—Vale. Ven Hammock, te daré un beso de esos de novios. Shishishi —dijo, Luffy, mientras se acercaba a ella.
—B-beso... De... Novios... —murmuró, mientras ponía sus manos en el pecho—. Mi corazón late tan rápido. Es la fuerza del amor.
—Luffy, espera a que se relaje un poco o le dará un infarto —dijo Chopper, poniéndose en frente de su amigo.
—Entre que él es tan inocente y ella se vuelve loca cada vez que lo tiene cerca... ¡Menudos dos! —comentó Ace, riéndose.
Fue una fiesta increíble. Estabas con todos tus amigos, Law y tú ya no eráis novios en secreto, Law era feliz... La noche pasó entre cócteles, tonterías de Luffy, peleas entre Zoro y Sanji, bailes, canciones y cócteles.
Llegó un momento de la noche en el que no pudiste evitar bostezar. Sacaste el móvil del bolso y viste que eran casi las cinco de la mañana. Suspiraste y lo volviste a guardar. Notaste que unos brazos te rodeaban por detrás.
—¿Quieres que vayamos a dormir? —escuchaste que Law te susurraba al oído- Solo he bebido una cerveza al principio. Podemos volver en mi coche.
—Sí, estoy un poco cansada —contestaste, mientras te girabas hacia él.
Te acercaste a despedirte de todos tus amigos. Por su parte, Law se despidió en general, haciendo un gesto con la mano. De camino a casa de quedaste medio dormida en el asiento del coche. Te medio despertaste cuando notaste que Law te cogía en brazos. Acomodaste la cabeza en su pecho y volviste a cerrar los ojos.
Escuchaste las llaves abriendo la cerradura y, pocos segundos después, como se cerraba la puerta. Cuando Law encendió la luz de la habitación te pusiste la mano en los ojos.
—Bueno, (TN)-ya. Es hora de dormir —dijo, mientras se acercaba a la cama para dejarte sobre ella. Soltaste un pequeño gruñido a modo de queja y acercaste tus labios a su cuello para darle pequeños besos—. (TN)-ya...O paras o no respondo.
—Quiero hacer el amor... —murmuraste, mientras Law te dejaba en la cama y se ponía sobre ti.
—¿Qué has dicho? —preguntó, sonriendo de lado.
—Que quiero hacer el amor —repetiste, un poco más alto—. Ya no estoy tan cansada.
—Vaya, (TN)-ya... Te has vuelto insaciable —susurró, antes de lanzarse sobre tus labios.
A la mañana siguiente, cuando te despertaste, Law no estaba en la cama. Saliste al salón y notaste que un dulce olor a tortitas inundaba la estancia. Te asomaste a la cocina y viste a Law preparando el desayuno. Como no, solo llevaba puestos los calzoncillos.
—Law... Siempre con poca ropa —murmuraste, mientras te acercabas a él.
—Cómo si no te gustara —dijo, mientras te rodeaba la cintura con un brazo y te pegaba a él—. Tú eres la que lleva demasiada ropa...
—¡Qué buena pinta! —exclamaste, mientras mirabas las tortitas redondas y esponjosas—. ¿Hay algo que hagas mal?
—Mmm... Creo que no —contestó, exagerando una expresión de superioridad.
—Tonto —dijiste, sacándole la lengua. De repente tu móvil sonó. Era un mensaje del correo. Saliste disparada hacia el salón—. ¿Serán las notas?
Casi se te cayó el móvil de la mano de lo nerviosa que estabas. ¡Eran las notas! Pulsaste para que se abriera el correo, pero tardaba bastante en cargar. Vamos, vamos, vamos. ¡Sí! ¡Sí! Habías bajado un poco, pero tu nota mínima era un ocho, así que seguirías manteniendo la beca.
—¡Law, Law, Law! —exclamaste, mientras volvías a la cocina—. ¡Sigo teniendo la beca!
—Lo sabía. Eres la mejor —dijo, sonriendo, mientras acercaba su mano para acariciarte la mejilla—. Me tocará darte tus premios.
—Pero serán menos que la otra vez, porque en dos asignaturas no tengo sobresaliente —dijiste, encogiéndote de hombros.
—Un ocho también es buena nota para un premio... —murmuró, mientras se inclinaba para darte un suave beso—. Por cierto, ¿quieres que vayamos a vivir juntos?
—¿Qué? —preguntaste, sorprendida. ¿Habías escuchado bien?
—Que, si quieres, este verano puedes mudarte a mi casa. Es más grande y ya está pagada —te explicó él—. Así que, si te apetece, tenemos muchos días para trasladar tus cosas.
—¡Sí!- exclamaste emocionada—. ¡Sí, sí, sí! ¿Tu casa es grande? ¿Habrá habitaciones para nuestros hijos?
—Depende —contestó, casi se le escapa la risa—. ¿Cuántos vamos a tener?
—Dos, por lo menos —contestaste, seria. Siempre habías querido tener bebés.
—Para dos hay sitio. Incluso a lo mejor para tres —dijo él.
—¿Podré seguir trabajando en el bar? —preguntaste—. Estoy a gusto allí y si sigo teniendo tiempo... Me gustaría quedarme.
—Claro, (TN)-ya... Soy tu novio, no tu dueño. Puedes hacer lo que quieras —contestó Law, despeinándote—. Solo quiero que estemos siempre así. Haciéndote el desayuno, viendo la tele, cocinando juntos, viendo películas... Ya sabes.
—¡Te quiero tanto! —exclamaste, mientras rodeabas su cuello con tus brazos y te ponías de puntillas para darle pequeños y rápidos besos en la boca.
—Y yo a ti... —murmuró, entre besos—. Y otra noticia... Me han cogido por fin en uno de los hospitales de la ciudad.
—¡Eso es genial! —exclamaste, mientras te apartabas para poder mirarle bien—. Me alegro tanto...
—Creo que eres la mejor novia que existe —dijo, antes de abrazarte. Lo mejor del mundo era estar entre sus brazos. Eso y la comida, claro. Pero estaban las dos en el mismo puesto—. Vamos o se enfriarán las tortitas.
Mientras desayunabas, Law te enseñó fotos de su casa que tenía en el móvil. El salón era enorme y estaba conectado con la cocina, que también era bastante grande. La decoración era de estilo moderno. Te enseñó la habitación principal, que tenía un baño propio. Luego había un despacho, tres habitaciones y un baño. ¡Era perfecta! Nunca habías pensando en la casa de tus sueños, pero esa era. Onigiri os miraba moviendo la colita.
Esa misma tarde empezaríais la mudanza. Comenzaba vuestra vida juntos. Juntos de verdad. Vivirías con tu novio, seguirías estudiando durante cuatro años más para convertirte en una gran cardióloga y tenías los mejores amigos del mundo. No podías ser más feliz.
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