Capítulo 3
Te pusiste el uniforme y te miraste al espejo. Era justo tu talla. Nunca te habías visto con tan poca ropa. Era un uniforme de colegiala bastante provocativo.
—Tienes que recogerte el pelo en dos coletas y ponerte estos lazos —comentó una chica, mientras le daba los lazos. Tenía el pelo largo y rosa, con flequillo, recogido en dos coletas. Parecía joven.
—Ah, gracias —dijiste, mientras cogías los lazos.
—Me llamo Perona. Seré una de tus compañeras en el turno de noche. Llevo ya un año trabajando aquí. Si tienes cualquier duda puedes preguntarme —te explicó amablemente. Le contestaste con una sonrisa.
Las tres horas de trabajo pasaron volando. Fue bastante mejor de lo que te esperabas. Te habías aclarado muy bien con los pedidos y las bromas y comentarios de Perona habían amenizado el tiempo. Habías tenido que soportar los comentarios de algunos clientes pervertidos, pero ya te lo esperabas.
—¡Oye! —escuchaste gritar a Perona, justo antes de salir por la puerta—. ¿Nos damos los números de teléfono? Vivo cerca de aquí. Podemos merendar juntas o algo algún día.
—¡Sí, claro! —contestaste emocionada, mientras sacabas el móvil de la mochila. Dos amigos en un solo día.
Una vez intercambiados los números y después de despedirte de tu jefa, fuiste rápidamente a tu piso. Era tarde y tenías que madrugar. Esperabas acostumbrarte pronto a este horario.
Tú segundo día de clase estaba yendo bastante bien. Habíais empezado el primer tema de dos de las asignaturas. Te costaba un poco seguir el ritmo, ya que tomabas apuntes a mano, pero estabas segura de que no te habías dejado nada importante. Al final de la clase Kureha te pidió que llevaras un sobre con unos documentos al despacho de Law. Te dijo el número y te pusiste en marcha hacia allí. Cuando llegaste, llamaste a la puerta y abriste.
—Buenas tardes —saludaste, educadamente, mientras esperabas en la puerta. El profesor estaba sentado en el escritorio. Alzó la mirada hacia ti, pero no dijo nada—. Traigo algo para usted.
—Si es una estúpida carta de amor puedes tirarla a la papelera —dijo, serio, mientas volvía a mirar sus papeles.
—¿Perdón? —murmuraste, confundida. ¿De qué iba ese tipo? Miraste la papelera, que estaba llena de cartas. Cuando volviste a mirar al frente, te encontraste con sus ojos clavados en ti—. La profesora Kureha me ha pedido que trajera este sobre para dártelo.
—Ah, eres de las nuevas. Déjalo encima de la mesa —dijo, haciendo un gesto. Te acercaste para dejarlo—. Bien. Ya puedes irte, estoy ocupado.
—Se dice gracias —soltaste, intentando mantener la calma. Si te dio clase ayer. ¿No se acordaba de ti? Tampoco erais tantos en clase. Además, ¿cómo podía ser tan irrespetuoso con los alumnos?
—Gracias —dijo, sin ningunas ganas, mientras fruncía el ceño.
En fin. No valía la pena seguir hablando. Te diste la vuelta y te fuiste del despacho. Bueno, no era necesario llevarse bien con todos los profesores. Mientras dieran bien la materia era suficiente. Tan solo verías a este tipo maleducado unas horas a la semana.
Al día siguiente, al acabar la última hora fue Marco el que te pidió que llevaras una hoja a Law. ¿Te habías convertido en la recadera y nadie te había avisado? Aunque bueno, te pasaba por ser tan lenta recogiendo y quedarte de las últimas. Caminaste sin ningunas ganas hacia su despacho. No querías llevarte mal con ningún profesor, pero no era tu culpa que él fuera así.
—¿Se puede saber por qué tienes que ir tú siempre al despacho de Law? —preguntó una chica justo cuando estabas yendo a la puerta. Se puso en frente de ti y te tapó el paso. ¿Siempre? Si solo habías ido una vez. ¿Además cómo lo sabía?
—Ha sido casualidad. Por favor, déjame pasar. No quiero perder el autobús —pediste, lo más amablemente que pudiste. Te habían enseñado a ser educada, pero a veces te costaba reprimirte.
—No es justo. Dame el papel. Se lo quiero dar yo —se quejó, mientras se lanzaba a tus manos para cogerlo. Lo soltaste.
—Haz lo que quieras. No sé por qué os gusta tanto. Es un borde y un maleducado —dijiste, frunciendo el ceño. No os habíais dado cuenta. Pero Law estaba plantado en su puerta, escuchando la conversación.
—Es bueno saber la opinión de los alumnos —comentó, mientras te miraba fijamente. No sabías si estaba molesto, ya que su cara era bastante inexpresiva.
Le aguantaste la mirada unos segundos, pero no dijiste nada. Te diste la vuelta y te alejaste con paso rápido de allí. No querías ser irrespetuosa, pero tampoco habías dicho ninguna mentira. Solo esperabas que todo esto no influyera en las clases.
Los días habían pasado y ya era viernes. Estabas sentada en el autobús pensando en cómo había ido la primera semana. Las clases iban bastante bien, estabas atenta, los profesores explicaban bien, pasabas apuntes a limpio todas las tardes... Era todo por la presión de mantener la beca, porque siempre habías sido bastante vaga. Además, cada vez te llevabas mejor con tu compañero, Chopper, tu único pero buen amigo de la universidad.
En el trabajo también estaba yendo todo bastante bien. Además, ya habías quedado una tarde con Perona para merendar y le habías hablado un poco de tu vida. Lo único que no te acababa de gustar eran tus encontronazos con el profesor Trafalgar Law. Desde la última vez en su despacho, las escasas veces que os habíais cruzado ni si quiera te había dirigido la palabra, al contrario que el resto de profesores.
Cuando llegaste a la clase Chopper te estaba guardando sitio en primera fila. Te sentaste en la silla que estaba en la esquina, al lado de él. A primera hora os tocaba anatomía, con el profesor Trafalgar. Era fácil saber cuándo tocaba clase con él, ya que las cuatro chicas de clase se ponían también en primera fila. Parecía que tenían un modelito distinto para cada día. Nunca repetían ropa.
Tú llevabas unos vaqueros grises que llegaban casi por los tobillos. No eran muy ajustados. Llevabas una camiseta básica negra y las deportivas negras. No tenías mucho donde elegir. Cuando cobraras irías de compras. De repente entró Law por la puerta, provocando suspiros. Seguías sin entender por qué les gustaba tanto. Puede que fuera guapo, pero era muy desagradable. Se puso a dar enseguida la clase.
—¿Podría repetir la última frase, profesor Trafalgar? —preguntaste. Explicaba bien, pero a veces iba muy rápido y no te daba tiempo de escribir todo, aun acortando palabras.
—¡Cómprate un ordenador y deja de retrasar a los demás! —se quejó un chico de última fila. Las cuatro chicas se empezaron a reír.
—¿Con qué dinero? —se burló una de las chicas. Todos menos Chopper se rieron—. Seguro que ya se le han acabado lo poco que le dieron en el orfanato... No tiene ni para ropa. Si los becados ya dan pena, ella todavía más.
Te levantaste y te fuiste corriendo de la clase y saliste fuera del edificio. Por suerte no había nadie. Te sentaste en el suelo y te apoyaste contra la pared. Notabas que tus ojos se estaban llenando de lágrimas. ¿Por qué eran tan malas personas? Te daba igual que no quisieran relacionarse contigo, pero eso ya era pasarse... Maldición. Ahora te perderías el resto de la explicación... No podías permitirte eso. Te levantaste y te sacudiste los pantalones.
—¿(TN)-ya? —escuchaste que te llamaba el profesor. Levantaste la mirada. No pensabas que fuera a buscarte—. Lamento ese tipo de comportamiento por parte de los alumnos. No volverá a pasar en mi presencia.
—Está bien. No quiero interrumpir la clase—dijiste. Por suerte ya no estabas llorando. Hubiera sido vergonzoso que te viera así.
—No voy a dar la clase. Se quedarán sin la explicación de esa parte del tema. Haré una clase particular fuera del horario para Chopper-ya y para ti —explicó él, serio. Te quedaste en silencio. ¿A qué venía tanta amabilidad de repente? Era extraño—. No sabía que tenías una beca.
—Pues... Soy bastante diferente a los alumnos que pagan sus matrículas —comentaste, encogiéndote de hombros. Solo había que verla a ella y a otras chicas. Eran perfectas e impecables.
—Si te refieres que ellos son estúpidos y tú no... Entonces sí, sois muy diferentes —dijo el serio. Te quedaste algo sorprendida. ¿Por qué hablaba así de los alumnos? Seguro que se metería en problemas si alguien le escuchaba. Aunque tenía razón—. Son unos niños de papá a los que les dan todo hecho. Enseñar medicina no es una de mis pasiones, lo que quiero es ser doctor a tiempo completo, pero me gusta transmitir conocimientos a la gente que realmente está interesada. La mayoría solo estudian medicina por obligación y eso me pone de los nervios.
—Entiendo... —susurraste. Estabas un poco impactada. Había pasado de no dirigirte la palabra a contarte su vida.
—Falta poco para que empiece la siguiente clase —comentó Law, mientras te miraba fijamente—. Ve a lavarte la cara y vuelve al aula. Y no dejes que lo que digan esos imbéciles te afecte. Si tienes algún problema no dudes en comentármelo a mí o a otro profesor.
Asentiste y empezaste a caminar hacia el baño. Te miraste al espejo. Se notaba que habías llorado, por eso te había dicho que te lavaras la cara. Estabas avergonzada. Odiabas que alguien te viera llorar. Pero el profesor tenía razón. No podías dejarte influenciar por esos estúpidos. Ibas a superarlos a todos.
Ese día Chopper y tú habíais quedado en no traer el almuerzo de casa. Un día a la semana iríais a la cafetería de la plaza principal. Cuando empezaras a cobrar y ahorrar podríais ir más días. Pediste un café con leche y un toque de caramelo. Además de unas tostadas con tomate y aceite. Os sentasteis en una de las mesas vacías.
Mientras Chopper devoraba su rosquilla de chocolate y tú dabas el primer trago a tu café, te diste cuenta de que una chica pelirroja se había sentado a vuestro lado y os miraba fijamente.
—Hola, ¿sois becados? —preguntó la chica. Chopper y tú suspirasteis. Estabais un poco hartos—. Oye, ¡no pongáis esas caras! Me llamo Nami, encantada de conoceros.
—Igualmente —respondieron los dos a la vez. Parecía una chica simpática.
—No quiero que penséis que todos somos igual de idiotas —explicó la chica—. Estoy estudiando tercer año de economía. ¿Vosotros?
—Primero de medicina —respondieron los dos. Se rieron al darse cuenta que era la segunda vez que hablaban a la vez. Nami sonrió.
—Vaya, interesante —comentó—. ¿Queréis venir conmigo? Os presentaré a mis amigos. Somos de distintas carreras y distintos cursos, pero la mayoría nos conocemos del campamento de vacaciones. Íbamos todos los veranos en el instituto.
Os sentasteis en la mesa con ellos. La verdad es que era un grupo variado. Luffy era el más joven. Era un chico de pelo negro y parecía bastante gracioso. Era su segundo año en la universidad. Zoro era un chico de pelo verde y estaba en tercer año y estudiaba una carrera relacionada con deportes. Sanji, un tipo rubio, también llevaba tres años allí, pero en la escuela de cocina. Los mejores chefs habían salido de la escuela de esa universidad.
También os presentaron a un tal Usopp, un tipo con una nariz larga. Estaba en segundo año de una carrera de ciencias. Al parecer le encantaba mezclar elementos y hacer experimentos. Los otros tres eran más mayores. La chica, Robin, que había sido niñera de alguno de ellos cuando iban a primaria, era profesora de la carrera de arqueología. Franky, un tipo con el pelo azul, estudiaba tercer año de mecánica. Finalmente, un tal Brook, un hombre con el pelo afro, que se había inscrito en el conservatorio y estaba estudiando el segundo año de música. Aunque ya era un buen músico quería tener el título.
Parecían bastante simpáticos. ¿Podrías llegar a convertirte en parte de su grupo?
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