Capítulo 24
(Narra Law...)
Ya había llegado el fin de semana. Era sábado por la tarde y ya estaba subiendo al piso de (TN). No nos habíamos visto a solas desde el incidente en la cafetería. Por un lado me había gustado que se pusiera un poco celosa, pero por otro me había gustado que no se pusiera dramática. Realmente no tenía que preocuparse por nada. No podía fijarme en nadie más que ella.
Llamé al timbre y esperé pacientemente a que abriera. Cuando lo hizo me quedé bastante sorprendido. (TN) solo llevaba una pequeña bata finita. La llevaba abierta dejando ver su conjunto de lencería de color negro, el cual le quedaba realmente bien. Me miraba algo avergonzada.
—Hola, Law. Vamos a la habitación —dijo, mientras me cogía del brazo y me estiraba.
—Un momento, (TN)-ya. He de dejar las cosas —dije, mientras me soltaba con cuidado para dejar mi mochila y la chaqueta en el salón—. ¿Por qué tanta prisa?
—He decidido que quiero satisfacer tus necesidades —dijo, mientras se quitaba la bata y se quedaba en ropa interior. Tenía las mejillas rojas y evitaba mi mirada. Mis ganas de lanzarme sobre ella aumentaban por momentos.
—¿No lo dirás por el comentario que hizo la doctora? —pregunté, serio. Asintió, avergonzada. Fruncí el ceño. Creía que había dejado las cosas claras. No podía enfadarme, ella era una inexperta en estos temas—. Ya te he dicho que no pienses en tonterías. Lo haremos cuando estés preparada. No me voy a ir con nadie.
Me acerqué a ella mientras me quitaba mi camiseta gris y se la puse para que se tapara. Me miró fijamente y se sonrojó todavía más. Se acercó rápidamente a mí y me abrazó, apoyando su cabeza en mi pecho. Acerqué una mano a su cabeza y le acaricié el pelo.
—¿Me prometes que dejarás de pensar en cosas de esas? —pregunté. Noté como sentía con la cabeza. Le separé con cuidado de mí—. He traído videojuegos. ¿Has jugado alguna vez?
—No... —contestó, mientras miraba con curiosidad lo que había dentro de la bolsa.
—He traído varios. Puedes elegir —dije. Me gustaba jugar y me apetecía hacerlo con ella. Se quedó mirando las portadas de los juegos.
—¡Quiero jugar a este! —exclamó, emocionada, mientras me enseñaba un juego de matar zombies.
—Buena elección —dije, mientras me acercaba a ella—. Voy a montarlo todo.
Después de montar la videoconsola y los mandos, nos sentamos en el sofá y nos pusimos a jugar. Había traído papas y galletas de chocolate por si nos entraba hambre, sobre todo a (TN). Para ser la primera vez que jugaba lo hacía bastante bien. Además, pensaba muy buenas estrategias. Esto solo hacía que me gustara todavía más.
Se nos pasó la tarde volando. Cuando nos dimos cuenta ya era casi la hora de cenar. Todavía íbamos por la mitad del juego, aunque habíamos adelantado bastante para haber jugado solo una tarde.
—¡Vaya, mira qué hora es! —exclamó (TN), cuando se fijó en el reloj. Pausé el juego—. ¿Quieres quedarte aquí a cenar? Podemos pedir algo. Bueno, si no estás ocupado.
—No, está bien. Llevo todo el trabajo al día y mañana puedo acabar de preparar una clase que me falta —contesté.
—Bien. Podemos pedir sushi. ¿Qué te parece? —preguntó, sonriendo.
—Me parece perfecto —contesté, sonriendo de lado.
Se levantó rápidamente del sofá, casi cayéndose, y se acercó al teléfono. Miró un papelito lleno de números de teléfono y marcó uno de ellos. Le miraba fijamente mientras hacía el pedido. Me encantaba verle con mi camiseta puesta. ¿Me estaba enamorando de ella? Una cosa era gustar, otra querer y otra estar enamorado. Ya no sabía en qué paso estaba. Lo único que tenía claro es que no me imaginaba mi vida otra vez sin (TN). En la vida había tenido una novia ni nada parecido. No estaba nada mal. Realmente me asustaba que Doflamingo pudiera quitarme esto también.
Seguimos jugando un buen rato al juego, parando entre medias para poder cenar tranquilamente. Cuando volvimos a mirar el reloj ya eran casi la una de la mañana. Vi que (TN) bostezaba.
—Es tarde, será mejor que sigamos otro día —dije, mientras salía del juego. Ella hinchó los mofletes.
—Jo, me lo estaba pasando muy bien... Pero es verdad que ya tengo un poco de sueño —dijo, mientras se levantaba para recoger las cosas de la mesa. Aproveché para desmontar y guardar la videoconsola
—No me imaginaba que jugabas a videojuegos. Pensaba que eras un poco viejo para eso —comentó, mientras volvía a acercarse a mí.
—No hay edad para los videojuegos —comenté, mientras acababa de guardar todo en la bolsa. Me giré hacia ella—. Además, no soy tan viejo. Solo tengo veintiséis años.
—Ya estás cerca de los treinta... —dijo, bromeando.
—No te burles —me quejé, mientras le despeinaba. Me apartó la mano, riéndose. Los dos fuimos hacia la puerta—. Me lo he pasado muy bien. No está mal jugar en compañía.
—¡Yo también! —exclamó contenta. Se quitó la camiseta para devolvérmela. Me quedé mirándole—. No pensarás salir así a la calle.
—Ahora que lo pienso... Me quedan dos premios por darte —murmuré, mientras le observaba solo vestida con la ropa interior.
Sus mejillas se tiñeron rápidamente de rojo. Cogí mi camiseta y la tiré al suelo antes de lanzarme sobre los labios de (TN). Mientras nuestras lenguas se juntaban, casi desesperadamente, le agarré las nalgas y le obligué a subir las piernas para que se enganchará a mi cintura.
—¡Law! —exclamó, mientras se separaba y ponía sus manos en mi pecho.
—¿Quieres que pare? —pregunté. No tenía ningunas ganas de parar, pero podía hacer un esfuerzo.
—No... —susurró, unos segundos después, antes de juntar sus labios con los míos.
Fui andando hasta su habitación con ella en brazos. Le tumbé en la cama con cuidado y me puse sobre ella. Los dos respirábamos agitadamente. ¿Por qué le quedaba tan bien ese maldito conjunto? Me acerqué a su cuello y comencé a darle pequeños lametones y mordiscos, mientras ella gemía levemente. Cada vez que le escuchaba gemir mi erección crecía todavía más.
Fui bajando hacia su clavícula, mientras repartía besos allí donde pasaba. Notaba como su cuerpo temblaba bajo mis manos. Me acerqué a su sujetador y mordí uno de sus pezones por encima de la tela. Gimió más fuerte mientras me agarraba el pelo con la mano. Mi pantalón estaba a punto de explotar. Continué bajando. Besando y lamiendo su piel. Paré justo cuando llegué hasta sus braguitas. Me incorporé y le di un beso en la frente.
—¿Vas a parar? —preguntó. Parecía confundida. Sus mejillas estaban completamente rojas.
—Sí. Es tarde y estás cansada —contesté, sonriendo de lado, mientras le acariciaba la mejilla. Frunció el ceño—. Si en el último premio quieres que llegue hasta el final... Lo haré.
—Pero ahora... ¿Cómo voy a dormir así? Me siento rara. Mi cuerpo está raro —empezó a decir, nerviosa. Noté que la vergüenza volvía a aparecer en su cara—. Cuando me has mordido aquí... Me ha gustado mucho...
—(TN)-ya... —murmuré. ¿No se daba cuenta de cómo me provocaba diciendo esas cosas? No. No debía saberlo—. Estás excitada, pero en un rato se te pasará. Si a la próxima quieres te estaré mordiendo ahí, y en más sitios, toda la noche.
—Sí... —murmuró, mientras se levantaba rápidamente para ponerse el pijama. Una vez lo hizo se giró hacia mí—. Te acompaño a la puerta.
—No hace falta. Túmbate —dije, mientras me levantaba de la cama. Tardó unos segundos pero, finalmente, me hizo caso. Me acerqué para arroparle. Le di otro beso en la frente antes de alejarme—. Buenas noches, (TN)-ya. Nos vemos pronto.
—Buenas noches, Law... —se despidió, mientras yo salía por la puerta.
Tenía ganas de que llegara ya el momento de darle el último premio.
(Narrador externo...)
Desde la noche del sábado no habías podido dejar de pensar en Law. Ya pensabas en el de normal, pero no en ese sentido. Aquella noche había ido más lejos todavía que otras veces y te había encantado. No podías dejar de pensar en cómo sería tener sexo con él. Había dicho que, si querías, la próxima vez llegaría hasta el final.
No sabías si estabas del todo preparada, pero aquella noche te morías de ganas de que continuara. El problema era que te daba vergüenza ser tan inexperta. Debías buscar algo de información y prepararte para el momento.
Estabas sola en clase. Era la hora del descanso y todos habían salido a almorzar. Chopper se fue a buscar a los Mugiwaras, pero tú preferiste quedarte en clase. Estabas con el móvil. Entraste a una página en la que había preguntas y respuestas frecuentes sobre sexo. Estabas tan concentrada leyendo que no te diste cuenta de que había alguien detrás de ti.
—Vaya. ¿Así que eres una inexperta en el sexo? —escuchaste preguntar a Samanta, con un tono burlón. Enseguida apagaste el móvil y te giraste.
—¿Qué más te da eso? —preguntaste frunciendo el ceño.
—Va a ser gracioso cuando se entere toda la clase —dijo, riéndose.
—No me importa —dijiste. No era tu culpa que nunca te hubieran hablado de sexo o que nunca hubieras conocido a un chico durante toda tu vida. No podían reírse de eso.
—Veremos si te importa cuando todo el mundo se esté riendo de ti —dijo, acercando su cara a la tuya.
—Seguro que se más sobre sexo con esto que he leído que tú sobre medicina —te burlaste tú. No te gustaba atacar a la gente, pero esa chica conseguía ponerte de los nervios.
—¡Cállate, idiota! —gritó enfadada, antes de lanzarse sobre ti.
Pusiste los brazos sobre la cabeza para defenderte. Estaba realmente loca. Aun así, consiguió agarrarte del pelo y estirarlo tan fuerte que te hizo soltar un pequeño grito. De repente se separó de ti y comenzó a hiperventilar.
—¡Mi uña! ¡Me has roto la uña! —exclamo desesperada. ¿En serio? Rodaste los ojos.
—Tranquila, se puede arreglar. Además no he sido yo. Tú me has pegado —te defendiste.
—¡Te odio! Te crees la más lista de clase y crees que puedes acercarte a Law más que las demás —gruñó, muy enfadada—. Pero que te quede claro que Law es mío.
—Law no es de nadie. Es una persona, no un objeto —replicaste, intentando mantener la poca calma que te quedaba.
—Voy a decirle a los profesores que me has pegado y me has roto la uña. Tú no tienes marcas de nada, así que no te creerán —dijo, sonriendo diabólicamente. A veces podía llegar a dar miedo.
—Ya está bien de tonterías —se escuchó desde la puerta. La voz de Law era inconfundible.
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