Epilogo
Seis meses más tarde
Siempre he creído que las cosas terminan pasando por alguna razón, los problemas, los logros, los amores, desamores, las personas que llegan en nuestras vidas y las que se van, todo tiene una razón dentro del universo. Una explicación.
Dicen que cuando realmente te enamoras de alguien, a veces, tomas decisiones torpes de las que después puedes arrepentirte tanto para bien como para mal. Yo decidí apartarme de él, llegué a amarlo al punto en que sentí que ambos estábamos haciéndonos daño, aunque no solo culpo al amor que sentí, sino al orgullo, los dos éramos personas orgullosas, incluso si sabíamos que cometimos errores, que ninguno de los dos estábamos en lo correcto, no daríamos nuestro brazo a torcer fácilmente. Por culpa de nuestro orgullo, perdí contacto con él, quizás para siempre, decidí apartarme de todo, del lugar donde alguna vez lo sentí como hogar, me aparté de Alemania, ¿Por qué? Porque me conozco bien y sabía que no soportaría el hecho de tenerlo cerca, pero no a mi lado, de saber que por más que me mantuviera alejada de él, aún existiría un lazo entre los dos, nuestros amigos, al final de cuentas, fueron por ellos como nos conocimos.
—Las petunias siempre han sido mis favoritas, me encantan como florecen, me resultan tiernas, aunque Agatha las detesta. Es una persona más tradicional y prefiere las rosas como la mayoría de las mujeres, ¿Leigh? ¿Estás escuchándome?
Niego. La voz de Edgar se ha escuchado muy a lo lejos por culpa de mis pensamientos.
—Perdón, yo...
—Tranquila, lo entiendo —dice con una sonrisa ladeada mientras se mueve de mi lado a regar otra planta—. No has podido de dejar de pensar en él.
Es imposible negarse. Al principio, todos asumieron que España sería mi siguiente destino, que huiría hacia allá en busca de lo que no pude encontrar en Alemania, pero como siempre dije, no estaba en mis planes, termine viniendo a Francia, el lugar menos esperado para buscarme.
Agatha y Edgar me habían dado una buena acogida, los dos me habían recibido con los brazos abiertos a pesar de considerar que estaba tomando las decisiones equivocadas y que estaba actuando por impulso, era cierto, pero terminaron apoyándome.
—Ah.
Suspira. Me hace una seña para que camine con él hacia una banca. Después de venir aquí, Edgar me pedía cada mañana y cada tarde acompañarle a regar las plantas con él, decía que era una buena terapia, una forma de descargar todo lo malo.
—Hija, la vida es complicada, te lo dice un viejo que ha pasado por mucho, sobre todo el amor. El amor es el sentimiento más hermoso y doloroso que puede existir, amar a alguien es complicado y amarse así mismo es mucho más —dice con seguridad, mirando a la distancia, dejo caer un suspiro pesado. Ambos sabían lo que había pasado entre Theo y yo, estaban ahí el día de la coronación y presenciaron todo en el palacio.
—Mira, él aún te ama.
—¿Cómo puedes estar seguro de eso? —pregunto. Al principio, mi corazón tenía la esperanza en que él iba a buscarme, que impediría que me fuera de Alemania, pero nunca sucedió así.
—Porque no dejas de querer a alguien de la noche a la mañana. Incluso a algunos le toma años hacerlo, otros aprenden a vivir con ello.
—A veces quisiera arrancarlo por completo de mi corazón. Quisiera decir que me hizo daño, que fue la clase de hombre que nadie merecía amar.
Eso era imposible, Theo era fácil de amar.
—Mi niña, conozco muy bien ese sentimiento. Como te digo, amar no es cosa sencilla —continúa—. Theodore es un buen hombre, es imposible no tomarle cariño una vez que lo conoces. Sin embargo, sus mismos miedos lo han llevado a cometer errores, errores de los que estoy seguro se ha arrepentido, amarse a sí mismo ha sido complicado, es la clase de persona que ve por el bienestar de los demás antes que el suyo propio. Ama sin amarse y quiere sin quererse, el error de un hombre joven, pues hay que aprender a amarse a sí mismo para amar a los demás sin ataduras y eso no te lo enseña nadie, lo aprende uno mismo con el tiempo. Digamos que es cosa de experiencia y madurez.
La forma de reflexionar de este hombre es maravillosa, siempre tiene las palabras adecuadas para cada situación.
—¿Y crees que alguna vez aprenderá a amarse?
Se encoge de hombros.
—Quizás —dice—. O quizás ya lo hizo.
Reí. Una risita pequeña y corta.
—Eso sería importante para su padre.
—¿Lo escribió en la carta?
Asentí.
—Su padre quería muchas cosas de él. Quería que aprendiera a quererse antes que los demás, que viera por sí mismo y no por todos, al final de cuentas, las personas son pasajeras.
—Lo son —dice con serenidad—. Supongo que así debes sentirte al respecto por ambos, ¿no? Lo suyo se convirtió en pasajero —dice con un gesto de manos.
¿Lo había sido? Todas mis noches, me dormía pensando en él, en que había sucedido con Alemania, si había conseguido gobernar estos meses como él deseaba hacerlo o como los demás habían deseado que lo hiciera, también pensaba en su padre, en la carta que había escrito para él, leerla había causado un gran impacto en mí.
—No sé si pasajero sea la palabra correcta —me veo diciendo luego de unos segundos—. Se sintió más que eso, fue...
—Profundo —interrumpe—. Ustedes están hechos el uno para el otro.
Una diminuta sonrisa se forma en mi boca.
—Es curioso que lo digas.
—¿Por qué? Siempre lo pienso —dice seguro—, desde el primer día en que los vi supe que había algo inigualable entre ustedes dos. Algo mágico. Porque lo creas o no, el amor es mágico.
Volteo a verle.
—¿Cómo es que puedes decir todas esas cosas? —Río. Siempre tiene una respuesta sabia para todo.
—Tengo un don para ello. —Me guiña el ojo antes de levantarse de su lugar y extender una mano en mi dirección, la tomo inmediatamente y me levanto—. Como también sé que lo suyo no se ha acabado aún.
Ruedo los ojos. Un pensamiento al cual ya había logrado abandonar.
—No habrá forma en que vaya a buscarme y mucho menos que yo lo haga —aseguro. Edgar niega.
—Yo digo que sí, mi niña, solo es cuestión de tiempo. Ahora ayúdame que hay mucho trabajo que hacer allá adentro.
Edgar me entrega una caja con un par de flores que habíamos cortado del jardín para colocar adentro a modo de decoración. Las llevo al mostrador, coloco torpemente la caja sobre este y tomo el florero que tenemos de adorno, me deshago de las flores marchitas y las cambio por nuevas.
—Disculpe, quisiera hacer una reservación por favor.
Es domingo, rara vez tomamos un descanso en la posada, pero a Agatha se le ha ocurrido que nos vendría bien uno después de trabajar mucho durante todo este tiempo, por lo que no estamos recibiendo más huéspedes.
—Lo siento señor, pero hoy no estamos....
Mis palabras se quedan en el aire al momento en que me giro a ver a la persona a mis espaldas. Siento mi mundo desvanecerse en cuestión de segundos. Theo está allí, parado frente al gran marco de la puerta, no había visto una fotografía de él desde aquel día en que llegué a Francia, cuando apareció en una de las noticias sobre su discurso oficial como rey de Alemania ante las demás monarquías.
Seis meses eran suficientes para cambiar a una persona, lucía diferente, incluso me parece más alto, el pequeño rastro de barba en su rostro le da un aspecto más maduro y serio en él. Da un paso en mi dirección, está demasiado sorprendida como para retroceder que no me muevo de mi lugar, sin embargo, mi cuerpo se tensa, trago con fuerza, una risita nerviosa se escapa de mis labios y con eso basta para romperme en llanto, un llanto silencioso.
—Yo me di cuenta del error que cometí —se atreve a hablar, su voz era gruesa y pacifica—. En realidad, de muchos errores que he cometido, sin embargo, no hubo uno que me haya dolido como el haberte dejado ir, tienes que saber que me ha costado mucho llegar hasta aquí, te busque por todos lados cuando me di cuenta de mi gran error, fui a España y Estados Unidos y cuando nadie me dijo donde estarías sentí mi mundo caerse en mil pedazos, creí que lo nuestro había terminado por completo.
Con brusquedad, me quito las lágrimas de los ojos.
—Había terminado —consigo decir, asiente en acuerdo.
—Leí la carta un mes después de que me la entregaste, tenía miedo de hacerlo, por eso me tomó tanto tiempo, cuando lo hice, me di cuenta de que mi padre tenía razón, debo luchar por lo que amo y no por lo que los demás quieren que luche. Espero que no sea muy tarde para pedirte una disculpa.
Vuelve a caminar hacia mí, esta vez, solo son un par de centímetros lo que nos distancian. Tenerlo en frente me hace sentir un sinfín de emociones, quiero abrazarle tanto como golpearle.
—Eres un idiota —suelto con brusquedad y firmeza—. Realmente lo eres y por más que quiera gritarte a la cara ahora mismo no puedo hacerlo.
Mi voz se rompe.
—Aún te amo.
Decir esas tres palabras es suficiente para que todo se derribe en mí. No puedo contener más ese sentimiento, no había dicho esas palabras a nadie, a pesar de que todos sabían que lo amaba aún después de todo este tiempo, me negaba a decirlas en voz alta, pero tenerlo frente a mí ha terminado con eso, mi corazón pedía a gritos decirlo.
Espero a que diga algo, que me contraataque con sus palabras, pero no lo hace, en su lugar bufa y rompe toda la distancia entre los dos para besarme. Me dejo llevar, en aquel momento, siento que todo nuestro alrededor se paraliza, solo somos nosotros dos, me permito enredar mis dedos entre su cabello y tiro con más fuerza de él, deseando poder conseguir todo con ese beso. Ya había olvidado lo bien que se sentían sus labios, la calidez y ternura con la que besaba y sobre todo lo mucho que lo había necesitado, besarlo me hizo recordar toda nuestra historia y anhelar por más.
—Soy consciente de ello, cariño, sé que fui más que un idiota y estoy arrepentido de ello, no hay un día desde tu partida que no me lamentara. Sentí que una parte de mí se desprendió al verte marchar aquel día en el despacho. —Hay gran dolor en su mirada—. Fui un cobarde al dejarte ir de aquella manera, espero que no sea muy tarde para recuperarte. Estoy dispuesto a darlo todo por ti.
—Ay Theodore, no tienes idea de cuanto te detesto en estos momentos. —Río nerviosamente, él igual—. Te detesto tanto por el hecho de amarte.
No es el momento adecuado para pensar en el orgullo, por esta ocasión iba a dejarlo a un lado y mostrar mis verdaderos sentimientos. Las segundas oportunidades rara vez existen en la vida y esta se siente como una, es como si el universo entero quiere que los dos estuviéramos juntos.
Une su frente con la mía.
—Estoy dispuesto a recibir tu odio siempre y cuando no te apartes de mí.
—Creí que fuiste tú quien decidió apartarse en primera instancia.
—Oh, cariño, estás matándome con estas clases de respuestas complicadas que siempre sueles dar, ¿qué no hay algo que no sea complicado dentro de tu cabeza?
Río por culpa de su frustración.
—No, en realidad todo es complicado dentro de mí, incluso amarte —suelto. Niega divertido antes de darme un beso.
—Por favor, dame una última oportunidad, prometo no dejarte ir en esta ocasión —susurra entre mi boca—. Detesto la forma en que tuvieron que pasar las cosas para poder abrir los ojos, pero me doy cuenta de que no puedo ir por la vida complaciéndolos a todos, no cuando eso me convierte en infeliz. Y si todo eso me llevo a perder a la mujer que amo, no quiero seguir con eso, quiero ser yo mismo y que tú seas tú, no quiero ser la persona que los demás quieren que sea.
—Entonces no lo seas.
Vuelve a besarme, un beso corto.
—Stefan alguna vez me dijo que las cosas no son para siempre, pero yo quiero un para siempre contigo Leigh, quiero mi futuro a tu lado y si tengo que ser alguien a quien no estoy acostumbrado a ser, como tu futuro esposo, estoy dispuesto a serlo solo por ti si me dices que sí.
Frunzo el ceño, ¿estaba escuchando bien sus palabras?
Theo se aparta con delicadeza de mí, busca entre los bolsillos de su saco hasta sacar una pequeña cajita dentro de ella, se posa en el suelo sobre una rodilla.
—Leigh, no tengo tiempo para más rodeos y estoy dejando mi orgullo a un lado con esto porque quiero hacerlo, no quiero perder más el tiempo con juegos tontos. Por favor cariño mío, ¿te casarías conmigo?
De nuevo estoy llorando, sin embargo, esta ocasión era por un sentimiento mucho mejor al dolor. Asiento frenéticamente, Theo me coloca mi anillo en el instante en que vuelve a ponerse de pie, vuelvo a plantarle un beso.
—Espero que estés seguro de lo que has hecho porque como esposa puedo ser mucho más exigente que una simple corte real.
Ríe.
—Bien, estoy dispuesto a tomar el riesgo solo si es contigo.
Fin.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top