Capítulo 58
A media noche, Stefan viene a buscarme a mi departamento, en una versión de él un tanto desaliñada, luce cansado y triste.
—¿Cómo está? —es lo primero que le digo al dejarlo entrar, desde que había llegado a casa la preocupación había aumentado. Voy corriendo hacia la cocina y le sirvo un vaso de agua, que acepta con cortesía. Niega.
—No tengo palabras para describirte como está realmente, es una versión muy distinta de él. Está devastado, deshecho, la noticia le cayó por sorpresa a todos, presiento que lo que más le duele es saber que todos estaban al tanto de ello.
Busca un lugar donde sentarse y suspira.
—Te juro que no tenía idea de ello —dice triste—. Trate de dejárselo en claro, pero se niega a escuchar a los demás, incluso ha asustado a un par de empleados del palacio, ha destrozado la mayoría de las cosas de su habitación en un arrebatamiento.
—Pobre Theo —consigo decir después de un pequeño silencio entre los dos.
—Heinrich ha hablado con él, todos sabemos que era el confidente del rey, la amistas que ellos dos tenían era más que una simple amistad, se veían como hermanos, incluso fue uno de los tantos padrinos que Theo tuvo en su bautizo. De todas las personas que intentaron acercársele solo él y yo conseguimos hacerlo.
—¿Qué le dijo?
Trato de no comerme las uñas. Stefan juega con sus manos.
—La verdad —dice mirándome a los ojos—. Terminó contándole todo. Heinrich sabía que el rey tenía pensado decírselo antes de su coronación, Theo merecía la verdad narrada por su padre no por bocas ajenas, el rey sabía muy bien que cuando le contara la verdad, las cosas iban a cambiar entre los dos, su relación era complicada, siempre lo fue, al parecer, era un tema complicado para el rey. La reina y él se habían prometido jamás decírselo, planeaban callarlo porque sabían que podían ocasionarle un daño, el rey, Heinrich y otros hombres de la corte le hicieron la promesa a la reina de nunca decirle la verdad al menos que sea necesaria, no querían causarle daño, sobre todo la reina, ella lo amaba, quizás no era su madre biológica, pero la forma en que lo crio, la forma en que le dio todo su amor incondicionalmente era inexplicable, jamás he conocido a una madre que amase a su hijo de la forma en que la reina lo hacía, ella daba su vida por él.
—Y él la adoraba —susurro.
—Aún lo hace —corrige—. Melania tenía miedo de que, si Theo se enteraba de ello estando viva, él podría dejar de quererla, es por eso por lo que lo mantuvieron en secreto. Además, la persona que engendró a Theo firmó un papeleo donde juró jamás decir nada a nadie y desaparecer de la faz de la tierra. Nadie, ni siquiera Heinrich, sabe quién es la mujer que prestó su vientre para engendrar al hijo del rey. Lo único que Heinrich pudo explicarle es que sus padres siempre desearon tenerlo, y que cuando descubrieron que la reina no podía tener hijos, su mundo se vino abajo, incluso cuando se les permitió gobernar sin un heredero al trono, ellos decidieron buscar cualquier método de tener un hijo. Era su sueño.
De nuevo hay un pequeño silencio entre nosotros, soy yo quien juega ahora con sus manos nerviosamente, me muerdo el labio inferior con fuerza, antes de animarme a hablar.
—Antes de fallecer, el rey vino a buscarme. Me entregó una carta, dijo que era para Theo y que yo sabría cuando sería el momento indicado para entregársela.
—¿Una carta? —pregunta con el ceño fruncido, asiento frenéticamente. Me levanto de mi lugar, había llevado conmigo la carta a la coronación dentro de mi bolsillo de mano, que también había aventado por algún lugar de la casa justo como mis zapatos, la encuentro en una esquina de la pequeña sala y me apresuro a tomar el bolsillo para sacar la carta. Regreso hacia la mesa, donde habíamos tomado asiento, le entrego la carta y la analiza una vez que está en sus manos—. Es la letra del rey —dice tocando con la yema de sus dedos la caligrafía que hay en ella.
—¿Por qué vendría a dártela? —pregunta con intriga y niego al mismo tiempo que me encojo de hombros. Es una pregunta que yo también me he hecho.
—No tengo ni idea, al principio, me pareció extraño que me buscara por eso, sin embargo, no juzgue sus razones para entregármela a mí en vez de a su hijo.
—Bueno, el rey era un tanto misterioso, pero sabio. Si tuvo sus razones para hacerlo, debieron ser importantes además de que debiste de agradarle, el rey no le daría algo así a nadie, ¿tienes idea de lo que dice?
—Jamás la he abierto.
Niego. Stefan analiza la carta entre sus manos, aún con el ceño fruncido. Sin intención alguna de dejar que el silencio vuelva a inundarnos, hablo.
—¿Qué pasó con Agatha y Edgar? —pregunto curiosa—. ¿Ellos también lo sabían?
Stefan posa su mirada en mí.
—No, están igual de sorprendidos que nosotros. Ni siquiera los otros reinos sabían de ello, tampoco toda la corte real, solo los hombres que eran de la confianza del rey, los cuales eran pocos. Nathaniel lo sabía por su padre, la corte real había puesto el tema en una de sus tantas reuniones, el primer ministro estaba en contra de que Theo gobernara Alemania por no ser un heredero legítimo.
—Pero es hijo del rey.
—Pero no de la reina, verás, el ministro usó eso en contra de Theodore, mostró su desacuerdo hacia la reina y el rey, dijo que Theo fue concebido de una manera no digna de un futuro gobernante, a pesar de que los reyes estaban cien por ciento de acuerdo y conscientes de que lo estaban haciendo, el ministro protesto de ello tras la muerte del rey, incluso cuando el rey estaba vivo mostraba su inconformidad.
—Me resulta ridículo.
—Es ridículo. —Ríe—. Theodore es digno del trono, les guste o no, es un príncipe y el único heredero del rey, incluso si lo hubiesen adoptado y no llevara ninguna sangre real, podría gobernar si el rey así lo quisiera, pero claro, algunos hombres solo buscan causar daño como el primer ministro, Nathaniel y otros.
—No entiendo por qué continuó con la protesta a pesar de que el rey quería a Theo como futuro gobernante.
—Sencillo. Envidia, te sorprendería saber la cantidad de personas que estaban dispuestos a gobernar a Alemania.
Río secamente.
—Supongo que Nathaniel está incluido en esa lista, ¿no?
—Nathaniel gobernará Liechtenstein. Si decidió revelar todo eso no creo que haya sido por el trono, entre él y Theo las cosas son más personales, entre ellos dos hay un sinfín de historias, sé que ambos se han hecho daño el uno al otro, pero esta vez Nathaniel se equivocó. Theo no merecía enterarse de la verdad de la manera en que sucedió.
Asiento en acuerdo. Hay algo que he querido preguntarle, intento retener mi pregunta por un momento, pero no sirve de mucho.
—¿Dijo algo de mí?
Siento un pequeño dolor en mi pecho, la mirada de Stefan hace contacto con la mía, veo lástima en su mirada, sí Theo había dicho algo de mí, no era bueno.
—Lo siento mucho Leigh, realmente lo siento, pero no quiere volver a verte, lo ha dejado en claro —responde apenado—. Verte besarte con Nathaniel lo destrozó, no debería ser yo quien te diga esto, pero le he visto estar con una gran cantidad de chicas, le he visto encariñarse con otras mujeres, pero nunca le he visto enamorarse como lo ha hecho contigo, incluso aunque Dorothea haya sido su gran amor, no creo que lo que sintió por ella pueda compararse con lo que sintió por ti.
Que hable de esto en pasado, me duele, realmente duele.
—Está herido, siento mucho decirlo, pero has roto con él. Nunca le he visto así por una chica —continúa hablando—, estará bien por lo de sus padres, pero...
—¿No crees que lo nuestro tenga solución?
De nuevo tiene una mueca.
—No estuve allí para presenciar los hechos, Theodore es mi mejor amigo, siempre lo va a ser y voy a apoyarle incondicionalmente, no estoy defendiéndote y tampoco me estoy poniendo de su parte, no apruebo lo que hiciste, pero no estoy culpándote por ello, creo en los errores y conozco a Nathaniel y te conozco a ti, espero no equivocarme con esto que diré, pero apuesto todo a que tu intención jamás ha sido lastimar a Theo.
Y nunca ha sido, lo que pasó entre Nathaniel y yo fue algo que jamás vi venir, tengo que admitir que estaba vulnerable, las cosas entre Theo y yo habían tomado distancia y lo único que Nathaniel había hecho era escucharme, había sido bueno conmigo, por alguna razón confíe en él, se había ganado mi confianza en un corto tiempo. La confesión de Stefan hizo que lágrimas comenzarán a rodar por mis ojos, no dijo nada, agradecí que no lo hiciera.
—¿Crees que se acabó para siempre?
Quizás es una pregunta estúpida, pero necesaria, mi corazón necesita una respuesta. Stefan me mira con ternura.
—Para siempre es una palabra muy grande —intenta ofrecer una sonrisa que rápido decae.
—Le he causado un daño enorme, incluso si intento explicárselo no va a creerme. No besé a Nathaniel, al menos no le respondí el beso, estaba sorprendida por ello, fue momentáneo e inesperado, jamás pensé que lo haría.
De todas las cosas que podía hacer, besarme era una de las tantas cosas que jamás pasó por mi cabeza.
—Te creo —dice seguro de sus palabras—. Sé que tus últimas intenciones no serían lastimarle.
Trago con fuerza el nudo en la garganta, escucharlo decir que me creía me alivia un poco.
—¿Crees que podría perdonarme?
—Creo que el tiempo lo dirá, ambos sabemos que es testarudo y complicado. Tiene carácter.
—Demasiado carácter.
—Como tú, es por eso por lo que son tan complicados.
Rueda los ojos ante su comentario y me saca una pequeña sonrisa. Está en lo correcto, no puedo contradecirlo.
Hay un breve silencio, Stefan checa la hora en su reloj de mano y se levanta de su lugar, yo hago lo mismo.
—Debería de irme, quizás está buscándome. No tiene idea en que vine a verte.
Asiento. Caminamos hacia la puerta, nos detenemos frente a ella y se voltea a verme para quedar de nuevo cara a cara, entre sus manos tiene la carta del rey, la cual me entrega y retengo en sus manos.
—Entregársela por mí, ¿sí?
Stefan me analiza por unos largos segundos, su mirada es profunda. Termina colocando la carta en mis manos.
—No soy el indicado para hacerlo. Si el rey te la dio es por algo, debes ser tú quien se la entregue.
—No quiere verme.
—Dale tiempo, por supuesto que no querrá hacerlo de momento y tampoco es conveniente que se vean por ahora, solo dale tiempo.
—Podría quedarme con la carta por una eternidad —digo en un intento fallido de convencerlo.
—Sé que no lo harás.
Los dos nos sostenemos la mirada, Stefan rompe la corta distancia para envolverme en un cálido abrazo y depositar un beso en mi mejilla a modo de despedida.
Le toma unos segundos cerrar la puerta de vuelta, juego con la carta entre mis manos, dejo de jugar con ella y leo su nombre un par de veces en mi mente.
Es increíble cómo todo puede cambiar en cuestión de segundos. Con tan solo unos segundos, mi vida había dado un giro de ciento ochenta grados, aquello que consideraba perfecto se había derrumbado en mil pedazos.
Amar nunca había sido fácil, lo consideraba complicado, sin embargo, me había enamorado, me enamoré de la persona menos esperada.
Dicen que uno llega a encontrar el amor en el momento menos indicado, eso había sucedido conmigo, nos conocimos en un momento inesperado, en el momento menos indicado. Sin embargo, había conseguido cautivarlo, había penetrado en su vida como él había hecho en la mía.
Nunca se lo dije, mi orgullo no me lo permitía, pero me sentía atraída a él desde el primer día. Quizás era el hecho de que no se había molestado, que había escuchado mis críticas sin ningún problema, quizás era el hecho de que no se había intimidado con mi alocada personalidad y mis ofensivos comentarios como muchos lo hacían, había algo en él que lo hacía especial en primera instancia. Se había ganado mi corazón en tan poco tiempo.
Me animo a llegar a mi habitación, me deshago de mi ropa y me pongo el pijama, observando la carta como si esta fuera a desaparecer en algún segundo, tomo asiento sobre la cama y vuelvo a tomarla entre mis manos, continúo jugando con ella, siempre he sido curiosa, por lo que tengo mucha curiosidad en saber que dice la carta, quiero conocer que era eso tan importante que el rey podría haber escrito para su hijo en una carta.
Continúo jugando, primero con las orillas de la carta, con mis uñas, rasgo la parte que está sellada, intentando despegarla con delicadeza, me toma un minuto poder abrirla sin romper el sobre. Analizo la escritura del rey, es gruesa y hay una hoja escrita por los dos lados, vuelvo a observar su caligrafía, pasando la yema de mis dedos sobre ella, hay cientos de palabras escritas.
Luego de unos minutos, por fin me animo a leerla, la leo con delicadeza y cabe decir que lloro ante el mensaje del rey a su hijo, mi corazón está roto con cada párrafo que leo, incluso siento que una parte del alma del rey estaba allí, entre todas esas palabras. Al terminar de leerla, vuelvo a guardarla y colocarla sobre la mesita de noche que hay al lado de mi cama.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top