Capítulo 52

Pasa una hora desde que entré a la habitación y no salí de ella que Friedrich tuvo que hacerse cargo del hotel.

—¿Dónde está? ¡Por favor, necesito verla! —reconozco de inmediato la voz de Theo en la recepción y me apresuró a llegar a ella, Friedrich está detrás del mostrador con un rostro lleno de preocupación, parece titubear en busca de una respuesta ante la desesperación de Theodore, cuando se percata de mi presencia, dirige su mirada en mí y me señala, haciendo que me gane la mirada de ambos.

Los ojos de Theo derrochan desesperación y miedo, también hay angustia en ellos y nada de eso cambia al verme, veo que traga con fuerza desde su lugar antes de acercarse a mí. No luce tan impecable como de costumbre, posee aquellos pantalones grises de vestir y su simple camisa blanca que está doblada hasta sus codos y tiene los primeros tres botones desabrochados, para ser más específica, luce desaliñado.

—Leigh, necesitamos hablar. —En su voz hay desesperación y angustia, yo estoy estática en mi lugar observándolo que retrocedo un paso, se detiene al ver que he retrocedido.

—Por favor cariño, escúchame —dice en una súplica, estoy tan atónita por el solo hecho de verle que no consigo responder. Aprovecha la oportunidad para hablar—. Tienes que escucharme, ¿sí? No tenía ni idea de que Dorothea compartiría la noticia a nivel nacional, ni siquiera esperaba que hiciera tal cosa, nunca imagine que me pediría matrimonio, yo...

Mis ojos se humedecen al escucharlo, me había encerrado en aquella habitación con la esperanza de que mis emociones pudiesen estabilizarse, había considerado haber hecho un buen trabajo, pero me doy cuenta de que solo era una tontería, tenerle en frente me ha hecho recobrar las ganas de llorar. Niego y cierro mis ojos con fuerza en un intento de retener las lágrimas, tomo una gran bocanada de aire y cuento hasta diez.

—No hagas esto por favor, tú... —Mi voz se quiebra al intentar hablarle, es imposible hacer que una palabra salga de mi boca sin intención a romperme—. Tú lo sabías ¿no? Me hablaste de ello hace tiempo, dijiste que la corte real quería que te comprometiera con ella.

—Si, pero...

Con un ademán, le pido que se calle.

—Por favor, Theo, quiero una explicación, no voy a negártelo, pero no creo que sea el momento —me apresuro a decirle antes de que continúe explicándose—, necesito mi espacio ahora y no quiero verte, no estoy lista para esto.

Friedrich esta aun detrás del mostrador contemplando la escena, su mirada hace contacto visual con la mía y me ofrece una diminuta sonrisa y un ligero asentimiento, lo que me dice que tengo su apoyo.

—Leigh —súplica Theodore en un susurro. Cierro mis ojos de nuevo, esta vez un par de lágrimas ruedan por mi cara y vuelvo a abrir los ojos para encontrarme con los suyos, no puedo hablar, al menos no ahora, por eso antes de que intente retenerme y volver a explicarse, soy yo quien se apresura a alejarse—. Leigh, espera.

Friedrich, quien siempre ha sido un buen amigo conmigo, se apresura a salir tan rápido del mostrador para retener a Theo.

—Lo siento amigo, ella necesita su espacio —escucho que le dice a Theo, para evitar que pueda seguirme.

Sé que mi turno no ha terminado, ni siquiera he llegado a la hora del almuerzo, pero no puedo quedarme en el hotel, incluso si Theo no hubiese venido, no puedo quedarme, necesito sentirme cómoda y segura y no hay mejor lugar que mi cama.

Soy consciente de que es demasiado ridículo que intente irme del hotel a casa caminando, pero no he pensado que me he ido casi corriendo hacia dirección a mi departamento, por lo que me detengo cuando el aire me hace falta y busco la parada de autobús más cercana. Me limpio las lágrimas de la cara y consigo poner un buen semblante, por lo menos hasta entrar a mi departamento donde no hace falta que finja más.

En el hotel, estuve pensando las cosas, Theo y yo habíamos hablado de ello, sabía bien que la corte real quería que él y Dorothea se comprometieran, me lo había anticipado, sin embargo, no estaba preparada para que una noticia como esa llegara a mi vida.

A pesar de que tampoco dudaba que la corte real estaba involucrada en esto, no podía dejar de culpar a Dorothea, en mi mente, esto había sido planeado por ella, quería poder, y en este punto de la vida, me quedaba claro que estaba dispuesta a hacer lo que sea con tal de ser nombrada reina. Había hecho una muy buena jugada.

Me recuesto en mi cama, la noticia me ha golpeado duro que aún me encuentro diciéndome en el subconsciente que podría tratarse de una noticia falsa, me rio por solo pensarlo, estoy negándome a creer que es real. Le doy vueltas a mi cabeza con ello por otra hora más, creo más teorías sobre porque tendrían que hacerlo, incluso imagino como sería la vida de Theodore y Dorothea y luego do un tiempo consigo dormir.

Para la hora en que despierto, es tarde y mi apetito inexistente. Aun sintiéndome aturdida con todo el drama de la mañana, considero que lo mejor no es quedarme en casa y deprimirme con esto, sin embargo, mis ánimos no son muchos por los que vuelvo a recostarse y consigo quedarme dormida una vez más.

Al día siguiente, considero estar lo suficientemente bien para presentarme puntual en el trabajo, Friedrich, quien ha llegado mucho más temprano que yo para cubrir mi turno, me ofrece una cálida sonrisa y no hace ninguna pregunta sobre lo sucedido ayer, tampoco hago un comentario al respecto, pues quiero mantenerlo en privado.

Consigo envolverme en el trabajo tan rápido como me es posible, necesitando distraerme y no pensar en otra cosa que no sea Theodore y su compromiso con Dorothea, sin embargo, no saco el tema de mi cabeza, pues se rehúsa a hacerlo y mi mente lo recuerda cada milésima de segundo que puede. No hace falta pensar más en querer ver a Theo, pues este se presenta media hora más tarde frente al mostrador, aún tiene ese aspecto desaliñado que poseía ayer y me da la impresión de que no ha pasado una buena noche, sus ojos están algo dilatados y el cansancio es visible en él.

—¿Podemos hablar? —pregunta antes de tragar el nudo en su garganta, abro la boca para responderle, pero de nuevo, es como si las palabras no existieran para mí por lo que asiento antes de soltar un suspiro pesado.

Ninguno de los dos nos movemos de nuestros lugares, nos quedamos allí observándonos el uno al otro, doy una mirada hacia la salida, deseando no continuar con el contacto visual antes de que pierda el control de mis emociones. Sabiendo que la recepción no es el mejor lugar para tener un platica seria y que tampoco ir a una cafetería o parque lo es, salgo del mostrador, camino hacia él, tomo su mano y nos dirijo a ambos hacia una de las habitaciones disponibles. Como no soy tan descuidada y me preocupo por el hotel, no me olvido de mandarle un mensaje a Friedrich y pedirle que cubra mi turno.

Como si alguien pudiese entrar en la habitación e interrumpirnos, le coloco llave una vez que entramos a ella. Theodore se abre paso por la habitación, camina en ella con las manos guardadas dentro de los bolsillos de su pantalón, yo observo sus acciones desde la puerta, estoy cerca de ella como si esta fuese a proporcionarme la seguridad que ocupo, o quizás estoy pegada a ella para ser quien salga primero en cuanto escuche algo que sea de mi desagrado, porque me conozco bien, me gusta la sinceridad, esa fue una de las cosas que hizo que nosotros dos nos conociéramos, mi sinceridad, pero no siempre la sinceridad era de mi agrado.

Le toma unos segundos enfrentarme y cuando lo hace, el contacto visual entre los dos es intenso.

—Sea lo que sea que vas a escuchar estoy seguro de que no será de tu agrado, pero por favor prométeme que te quedaras hasta el final, al menos hasta que yo termine de explicarte todo —suplica.

Ahora soy yo quien se toma su tiempo antes de responderle, está pidiendo algo que no puedo prometer, ni siquiera ha empezado a explicarse y por mi cabeza pasa la pequeña idea de arrepentimiento, estoy considerando huir a esto. No estoy lista. Me las arreglo para asentir.

En un intento de proporcionarme seguridad a mí misma, me cruzo de brazos y doy un paso hacia adelante, Theo se queda en su lugar, hay una gran distancia entre nosotros que, de alguna forma, aunque es buena, me resulta peligrosa.

—Por favor, la sinceridad ante todo, amigo —consigo hablar y una mueca se forma en su boca que inmediatamente desaparece. Su mirada se vuelve mucho más intensa que antes.

—No tenía idea de lo que iba a hacer —habla refiriéndose a Dorothea—. Tenía todo planeado, la corte real la apoya y con eso cree que es suficiente como para que se haga su voluntad, no estoy buscando excusarme, pero es una mimada, está dispuesta a que se haga lo que ella dice sin importar lo que sea. Soy consciente de la petición de la corte real, quieren que me comprometa con una princesa para poder gobernar como es debido a Alemania, están seguros de que es lo que debo de hacer y están remotamente aferrados en que ese alguien sea...

—Dorothea —interrumpo. Theo baja la mirada hacia sus zapatos, sabe que estoy en lo cierto, no hace falta que lo confirme, aun así, lo hace.

—Sí. He cometido muchos errores en mi corta vida, algunos de ellos me han involucrado en grandes escándalos y nadie quiere a un rey como yo, en cambio, Dorothea es una chica amada en su país, les resulta encantadora y responsable, tiene una buena reputación y relación con la mayoría de los reinos —agrega, su mirada vuelve hacia mí y niega—. Pero he sido sincero desde el primer instante y les he asegurado que no estoy dispuesto a gobernar con alguien como ella, ambos tenemos un pasado del que no estoy dispuesto a retomar, estar con ella seria...

—Lo correcto —interrumpo, veo que traga con fuerza—. Seamos sinceros Theo, gobernarás a su lado, ¿no? Eso es lo que todos esperan de ti.

Niega.

—Pero no es lo que yo quiero —se queja dolido—. Sobre la entrevista que salió a la luz es cierto, no voy a mentirte en que me ha propuesto casarme con ella —el que me lo dijera en persona, provoco una pequeña opresión en mi pecho, de pronto quise huir a esta conversación, su mirada en mi era intensa y se aseguró de que el contacto visual continuara—. Pero la he rechazado. Le he dicho que no —confiesa esto último con seguridad. Asombro es lo que cruza por mi rostro, le he escuchado bien, no ha titubeado ningún segundo, ni dudado de su confesión, sin embargo, soy yo quien se siente aturdida ahora.

—¿Lo has hecho?

Asiente de inmediato y da un paso hacia mí para acortar la distancia.

—Lo he hecho —asegura—. No la amo, y entre ella y yo hay un pasado que como ya dije, no estoy dispuesto a retomar. En el instante en que me pidió que nos comprometiéramos la rechacé, le aclaré bien las razones por las que los dos no podemos estar juntos, creí que las cosas habían quedado claro entre nosotros, que lo había entendido, pero como algo tan típico de ella, tuvo que hacer una jugada. No tenía idea de que iba a hablar con la prensa, de que vendería la noticia a su conveniencia, es evidente que tuvo que recibir apoyo por parte de la corte real para que las cosas salieran como ella deseaba, pero la he rechazado, no voy a comprometerme, al menos no con ella.

Dejo que el silencio nos inunda en lo que proceso todo lo que ha confesado. No va a comprometerse, de tan solo repetirlo en mi cabeza, hace que una diminuta sonrisa se forme en mi boca, pero decaiga tan rápido como llega, soy consciente de lo que paso entre él y Dorothea, su primo lo dejo muy en claro en aquella noche del baile, pero a pesar de que me ha confesado todo y una parte de mí quiere sentirse aliviada por el hecho de que no habrá ningún compromiso, no me confió.

—¿Qué sucederá con la corte real?

Da otro paso hacia mí, solo hay un par de centímetros de distancia entre nosotros. Muy pocos.

—Van a enfadarse, estoy seguro de ello, insistirán en que es lo correcto —contesta, da otro paso, yo hago lo mismo, una energía distinta se llena en el ambiente, es pesada y hay una emoción que no puedo describir con exactitud—. Estaré dispuesto a hacer lo que ellos me pidan siempre y cuando no involucre a Dorothea, no quiero ningún trato con ella.

Da otro paso, uno grande que le hace quedar a milímetros de distancia mía, su cercanía me pone nerviosa y un nudo se forma en mi garganta, tengo ganas de llorar.

—No la amo, tampoco quiero una amistad o una buena relación con ella, sé que Dinamarca es un país muy importante, pero estoy seguro de que hay otras maneras de gobernar a Alemania sin involucrar a la familia real de Dinamarca. —Sus manos acarician mis brazos, mis vellos se erizan ante el contacto de las yemas de sus dedos con mi piel—. Por favor, créeme.

Se inclina hacia mí y sus ojos se cierran en cuanto recarga su frente con la mía y de nuevo veo que un nudo se ha formado en su garganta y traga con fuerza.

—Por favor. No tengo razones para mentirte, cariño.

La forma en que su perfecto acento alemán pronuncia la palabra cariño provoca una pequeña sensación en mí que me hace querer besarle, Theodore no es un mentiroso.

—Por favor —insiste en un susurro, su nariz roza la mía cuando inclina la cabeza hacia un lado, mi cuerpo se tensa y siento la boca seca. Presiento que compartimos el mismo pensamiento porque se relame los labios al mismo tiempo que yo, la opresión en mi pecho incrementa y deseando que esta desaparezca de inmediato, nuevos mis brazos por su pecho hasta enredarlos en su cuello y acercar mi boca a la suya para besarlo.

Sus labios me reciben de inmediato, es un beso pequeño, cálido y algo salado porque hay lágrimas rodando por mis mejillas. No sé en qué momento comencé a llorar, pero besarle me pone más sentimental que segundos atrás. Nos separamos por falta de aire y decido tomar mi distancia de la suya.

Rápidamente me limpio las lágrimas de la mejilla.

Ha sido específico con sus palabras, aun así, me siento aturdida y quiero mi espacio, Theo intenta dar un paso más hacia mí para volver a acortar la distancia entre los dos, yo retrocedo. Su ceño se frunce.

—¿Te encuentras bien?

Niego.

—Lo siento, necesito comprender todo.

Es una excusa tonta, pero es lo único que pasa por mi cabeza para poder evitar que se acerque más a mí, su cercanía logra ponerme nerviosa y necesito aclarar mis emociones y procesar todo en mi cabeza.

No va a comprometerse. No con Dorothea. Sin embargo, no la va a tener fácil con la corte real.

El silencio nos invade, Theo me observa dorando un buen tiempo y yo solo me concentro en mis pensamientos, cuando por fin creo estar estable, vuelvo a mirarle.

Abro la boca para confesar lo que siento en estos momentos, pero termino cerrándola al ver que no tengo manera de hablar, cierro mis ojos con fuerza, cuento hasta diez y me animo a hablar.

—He estado pensando las cosas. —En cuanto salió la noticia, me la pase encerrada en una habitación similar a la esta, aclarando mis ideas y confiando en mis suposiciones. Esta vez soy yo quien vuelve a dar un paso hacia el frente para acortar la distancia, juego con mis manos, nerviosamente, lo que estoy a punto de decirle, no será fácil—: las cosas entre los dos han tomado distancia desde que te convertiste en rey y lo entiendo, comprendo que tengas asuntos importantes que tratar y que a veces tampoco tienes espacio para ti mismo. —Me pongo tensa y tengo que tragar con fuerza para continuar hablando—. Sé que ahora tienes nuevas responsabilidades y una nueva vida, y por más que lo que nosotros dos tenemos es hermoso, no creo que...

Su semblante se vuelve tan serio y pálido, sabe que rumbo estoy decidiendo a tomar y su cuerpo se tensa junto al mío, niega.

—Si estás a punto de decirme lo que creo que vas a hacer, no estoy dispuesto a escucharlo —interrumpe con brutalidad—. No intentes excusarte con el cuento de que esto que tenemos ya no debe existir. Los dos somos adultos, sabemos que mi vida no es para nada sencilla, pero yo estoy dispuesto a llegar a donde sea con esto, créeme, también lo he pensado, he pensado en que nuestra relación se vuelve más distanciada y que no hay tiempo de sobra, pero yo estoy dispuesto a hacerlo, estoy dispuesto a tomar el riesgo de amarte si tú me lo permites y si esto que quieres decirme es por Dorothea, no creo haber sido más claro con lo que siento por ella. Si no entendiste mi indirecta, no estoy dispuesto a comprometerme con una chica como ella, pero si contigo. Por favor, no intentes terminar conmigo.

Ni siquiera me ha dejado terminar, se ha adelantado a los hechos, que en parte son ciertos. Nunca me visualice como una princesa, tampoco como una chica que pudiese encajar en un futuro en la vida de Theo como un miembro más de la realeza, no es algo que pasara por mi cabeza, pero le quería a él e intentar marcar tierra de por medio entre ambos después de aquella noticia sobre su compromiso, estuvo pasando por mi cabeza en un par de ocasiones.

Y por mi cabeza, jamás paso la idea de nosotros dos comprometidos por lo que me sorprendo con sus palabras. Ha confesado querer casarse conmigo.

Seguro de sí mismo, rompe toda la distancia entre los dos y aprisiona mi cuerpo con el suyo.

—Y lo digo en serio, como ya dije, no tengo intenciones de mentirte.

Mi boca se abre y se cierra, es la clase de confesión que jamás esperas.

—Yo... —Una risita nerviosa se escapa de mí—. No sé qué decirte. Estoy sin palabras.

Y vaya que lo estaba.

—No necesitas darme una respuesta ahora —asegura, sus hermosos ojos azules perforan los míos—. Solo quédate a mi lado. No me abandones.

Pide casi en una súplica.

Recargo mi cabeza en su pecho, aspirando su dulce aroma que su camisa expide, intento pensar. Es difícil razonar cuando tienes a alguien como él a tu lado, Theo tiene una manera especial de ganarse a las personas y me ha ganado. Si quisiera decirle que no, es imposible.

Intento pensar en las palabras correctas, quiero decirle lo que siento, pero no encuentro forma de hacerlo y como si el destino no quisiera que lo hiciera, alguien toca a nuestra puerta, lo que hace que nuestro momento desaparezca y tomemos distancia. Como si me hubiese desaliñado en cualquier segundo, me aliso las arrugas falsas de mi blusa y pantalones, después me paso el cabello por detrás de las orejas, le doy una última mirada a Theo, tiene las manos metidas dentro de su pantalón y me hace una seña para que vaya a abrir la puerta.

Le hago caso, Friedrich es quien aparece detrás de ella en cuanto la abro. Con un semblante apenado por interrumpirnos, se dispone a hablar.

—Lamento ser inoportuno, pero sucedió algo que no tengo forma de arreglar por mi cuenta, necesito tu ayuda —dice con una enorme mueca en la boca, sé que está incomodo por el solo hecho de venir a tocar—, es sobre la documentación de un cliente.

—De acuerdo, voy para allá ahora —le digo y desaparece tan rápido como puede, dejándonos otra vez solos. Volteo a ver a Theo, quien está contemplándome, con paso lento, se acerca a mí.

—Adelante ve, voy a esperarte hasta que tu turno termine. Así, podemos terminar con esto luego.

Me gustaría quedarme mejor aquí en la habitacióncon él, podría dejar que Friedrich intentará hacerse cargo de la situación comoimagino que lo ha hecho, pero considerando que aún necesito mi espacio, accedo a dejarle solo eir a atender el problema en la recepción.

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