Capítulo 49
Theo nos ofrece una sonrisa a las dos cuando volvemos hacia ellos, Edgar hace lo mismo al vernos.
—Estoy tentado en preguntar de qué tanto hablaban allá, pero conociéndote, sé que no me dirán —se ve diciendo Edgar más hacia su esposa que a mí, ella sonríe.
—Cosas de chicas —contesta Agatha, lo que hace que Edgar se incline hacia Theo como si estuviese a punto de contarle un secreto, él también se inclina para escucharle.
—Las chicas siempre son misteriosas —termina susurrando, la mirada de Theo se encuentra con la mía y me guiña un ojo, un gesto que me hace sonrojar.
—Eso es lo que las hace más atractivas —asegura el príncipe.
Tomamos asiento en la mesa, Agatha junto a su esposo y yo junto a Theo, un mayordomo no tarda mucho en aparecer y traernos galletas y más té.
—Ustedes hombres, ¿de qué tanto hablaban? Se veían enfrascados en su conversación que nosotras pasábamos por desapercibidas —dice Agatha, Edgar y Theo comparten una mirada.
—Estaba contándole a Theo sobre la posada —contesta con una pequeña mueca en los labios, la sonrisa de Agatha desaparece, frunzo el ceño, sus miradas me dan a entender que hay algo malo sucediendo.
—¿Qué pasa con la posada? —me animo a preguntar. Al ver que ninguno de los dos responde, Theo lo hace.
—Hay ciertas complicaciones —dice dándoles una mirada a ambos, se acomoda mejor en su lugar y se alisa las arrugas invisibles de su impecable traje. Edgar deja caer un suspiro pesado.
—Agatha y yo creemos que es tiempo de dejar la posada, hemos mantenido el negocio por años, sin embargo, de un tiempo para acá, son menos los huéspedes que recibimos por lo que creemos que lo mejor es cerrarla. Quizás es tiempo de probar algo distinto, nos vendría bien cambiar de aires.
—Así es, hoy en día las personas quieren hoteles modernos, con aspectos frescos y juveniles, se van por los hoteles grandes, lo hemos pensado bien y podemos jubilarnos de ello —agrega Agatha—, tenemos suficiente dinero ahorrado como para mantenernos, además, somos viejos y tener un negocio es cansado.
—Pero ustedes aman la posada —me veo diciendo—. ¿Están seguros de cerrarla?
Los dos asienten al unísono.
—Nos hemos dedicado a la posada la mayor parte de nuestras vidas, Edgar cree que podría ser bueno tener otro negocio.
—Me gustan las florerías —aclara con una sonrisa—. Y ahora que la competencia va creciendo, me vendría mejor tener una florería que invertir en la posada, como dije, somos viejos y necesitamos descansar, hemos pasado la mayor parte de nuestro tiempo dedicados al trabajo.
—¿Y consideras que una florería será mejor? —pregunta Theo.
—Por supuesto, lo hemos pensado mucho y parece lo correcto —contesta—, tener la posada ha sido un sueño para los dos, pero con los impuestos y todo eso, apenas nos alcanza para los gastos.
—¿Venderán el lugar?
Niegan.
—Oh no, eso de ninguna manera, nos quedamos con el terreno —contesta Agatha—, nadie podrá quitarnos de nuestro viejo edificio. De tan solo pensarlo me da escalofríos, sabes que ese edificio tiene un significado especial para nosotros, es como deshacernos de un hijo, sería horrible.
Su comentario me saca una sonrisa.
—Mis padres amaban ese lugar —agrega Theo y Agatha asiente.
—¿Lo ves? —pregunta—. Es especial, no podemos desecharnos de él.
—Sé que se lo dije a Edgar, pero no te lo he dicho a ti, saben que cuentan conmigo para lo que sea —le asegura a Agatha—. Incluso si es dinero, no tienen por qué darles pena pedírmelo, estoy dispuesto a ayudarlos en lo que sea. Ustedes son parte de mí familia.
Agatha estira sus manos sobre la mesa para alcanzar las de Theo y entrelazarlas con la suya.
—Por supuesto que lo sabemos, mi Theodore, pero estoy de acuerdo con mi esposo sobre este cambio. Hay que probar nuevos aires.
Una hora y media más tarde, Agatha y Edgar se disculpan con la excusa de estar cansados, —es más un pretexto para dejarnos a Theo y a mí a solas—, los acompañamos hacia sus habitaciones y después los dos caminamos por el gran pasillo, por más que Theo se empeña en aclararnos que este palacio no es tan grande como en el de Berlín, sigo encontrándolo enorme.
El carraspeo de su voz me hace detener mi paso al mismo tiempo que él, para mirarle.
—¿Estás muy cansada? —pregunta—. Ha sido un viaje un tanto largo.
Niego.
—Estoy bien —intento ofrecerle una sonrisa que resulta ser ladeada, ninguno de los dos hemos tenido oportunidad de estar a solas.
—Estaba pensando en dar un pequeño recorrido por el palacio —dice dándole una mirada a todo el lugar—. No recuerdo con exactitud cuando fue la última vez que estuve aquí, y no estoy cansado, ¿te apetece acompañarme?
—¿Prometes ser un buen guía?
Mi pregunta saca una sonrisa de él.
—Lo intentaré —dice acomodando su brazo para que entrelace el suyo con el mío. Me acerco a él y lo hago, ambos comenzamos a caminar por el pasillo, nuestros pasos van haciendo eco a medida que avanzamos, no hay ningún ruido, hasta que él decide romper el pequeño silencio que se forma—. Últimamente no he tenido oportunidad de verte, ¿cómo has estado? —pregunta en un tono bajo, casi como si estuviera susurrando, sé que lo hace porque quiere que nuestra conversación sea íntima, si eleva un poco la voz, está probablemente se escuchará por todo el palacio. Tomo una bocanada de aire, puedo limitarme a responder con una pequeña y simple respuesta, un 'bien' pero no lo hago, decido contarle realmente cómo ha estado mi vida. Le cuento sobre el trabajo, los huéspedes, Cassidy y de todo lo que me rodea, después, dejo que me cuente sobre la corte, Stefan, los reyes de Suecia, quienes han estado visitando a Theo durante este tiempo. Recorremos los pasillos, a diferencia del otro palacio, este tiene una vibra distinta, no es para nada hogareño y el ambiente aquí es frío.
Damos vuelta en uno de los pasillos que nos llevan a la habitación de Theo, que está hasta el otro extremo del palacio, al encontrarnos frente al pasillo, noto que las paredes están decoradas con enormes pinturas al Óleo de distintos reyes.
—Impresionante, ¿No? —dice en mi dirección y asiento.
—En este palacio tenemos la mayoría de las pinturas de todos los reyes de Alemania, desde 1815 hasta la actualidad —me explica—, es una tradición retratar a Óleo a cada uno de los gobernantes de Alemania.
Comenzamos a avanzar con delicadeza, al tiempo que contemplamos las pinturas, no reconozco a la mayoría de los reyes que aparecen, pasamos más de cinco cuadros hasta llegar a uno en donde hay un hombre de cabello blanco, ojos azules y un elegante traje militar con más de treinta insignias, la mayoría de los retratos muestran a reyes y reinas jóvenes, sin embargo, este rey da la impresión de haber tenido setenta años, en la pintura.
—Es mi abuelo —agrega Theo, observando la pintura conmigo—, murió hace cinco años, al llegar a sus ochenta. Al igual que mi padre, era un rey muy querido, sin embargo, dejó de gobernar en cuento mi padre cumplió la mayoría de edad, mi abuelo estaba cansado, según mi padre, ser un rey le agobiaba tanto, nunca quiso serlo, pero al ser el hijo mayor de tres hermanos, no tuvo de otra, a él no le dieron a escoger si quería gobernar o no, solo le dieron el título por derecho.
—¿Detestaba ser un rey?
Asiente, se separa de mí y se pasa una mano por el cabello.
—Bueno, no estoy seguro si detestar sea la palabra correcta, más bien no le gustaba tener toda la responsabilidad de gobernar a Alemania —responde—, tenía otras aspiraciones como continuar siendo el general de la armada de Alemania, papá decía que le gustaba la música, se le daba muy bien tocar el piano, quería una vida fuera del ojo de Alemania, pasar por desapercibido como sus hermanos, pero ser el hijo mayor de los reyes era una gran responsabilidad que tarde o temprano tuvo que asumir. Normalmente, se les retrata a los reyes de joven, pero él decidió que se le retratara de viejo, una extraña petición a mi parecer, pero no soy nadie para juzgarle.
Continuamos caminando, no hace falta que me diga de quién se trata la siguiente fotografía. Era la reina Melania, su mamá.
—Su retrato es bellísimo —dice contemplándolo. En el retrato, ella lucía bastante joven, poseía una piel blanca como la de Theo, sus ojos eran de un hermoso color azul, tal como los de él, sin embargo, su cabello era castaño y no había ninguna similitud de ella en Theo.
—Es uno de mis favoritos —contesta—, poseía una belleza hermosa, tanto por fuera como por dentro, no me sorprende que papá haya seguido enamorado de ella incluso después de su muerte, le adoraba con fascinación.
Sonreí, al lado de aquella pintura, estaba otra que pertenecía a su padre, también era un retrato joven de él, a pesar de que Theo tenía similitudes físicas a su padre, su retrato de joven era todo lo contrario a él.
—Siempre creí que tu padre tenía el cabello rubio y no castaño —le digo, notando que el cabello del rey no se asemeja al castaño rubio de Theo.
—Supongo que yo debí de heredar el cabello de algún familiar —responde—, de niño, mamá decía que yo podría haber sido ricitos de oro, mi cabello era demasiado rubio, ahora se ha oscurecido un poco, pero sigue siendo rubio. Si me lo preguntas, sé que no me parezco a ninguno de los dos cuando joven, aunque la mayoría asegura parecerme más a mi padre que a mi madre.
—Concuerdo con ello, pero posees los mismos sentimientos que ella —confieso—, he escuchado que era una mujer maravillosa, igual que tu padre.
—Sí, ambos eran de buenos sentimientos, pero me temo que he heredado más el mal carácter de mi padre que ella —aclara—, rara vez solía regañarme a pesar de que yo era todo un buscaproblemas, siempre me defendía y apoyaba en todo.
—Era maravillosa —termina diciendo—, creo que a mí me gustaría poder tener algo que decir de mis padres. Fueron buenos conmigo, pero siempre estuvo esa barrera en mí de chica dura e independiente, que no les permití acercarse bastante.
—Debió de ser duro.
Me encojo de hombros, restándole importancia.
—De alguna manera, pero eso ya no importa, siempre me digo que importa más el aquí y el ahora.
Asiente, decido avanzar y contemplar más pinturas, pero no hay más, salvo un enorme espacio, le doy una mirada y señaló hacia el espacio vacío a la pared, Theo camina hacia mí.
—Se supone que ese espacio está reservado para mi retrato —contesta—. Y otro para quien sea que se convierta en mi esposa.
—¿Siempre tiene que ser de esa manera? —pregunto, frunce el ceño al no entender a que me refiero—, quiero decir que si siempre las pinturas tienen que ser de la misma manera. —Señalo hacia el resto—. Todas son retratos de reyes y reinas por separado, si no me dices que se tratan de sus esposas y esposos, no tengo la menor idea de quién era el heredero al trono.
—Oh eso —dice como si fuese obvio—. Bueno, nadie ha roto con esa tradición, siempre se retrata al rey y la reina por separado y nunca juntos, una tradición extraña, ya que en la mayoría de los reinos se suele retratar a ambos también.
Asiente, estoy observando las pinturas frente a mí, todas son preciosas y admirables, sin embargo, Theo está mirándome fijamente, como si estuviese analizándome con exactitud.
—¿Te gustaría que tu pintura fuese retratada con alguien? —pregunta, ganándose toda mi atención, noto un pequeño rubor en sus mejillas—, me refiero a que, si alguien te pintara, ¿quisieras salir sola en la pintura o acompañada?
—Definitivamente acompañada —respondo de inmediato, no hace falta que la piense bien, las fotografías individuales me resultan aburridas. Su mirada se posa en uno de los espacios vacíos.
—¿Qué hay de ti? ¿Pondrán tu pintura? —pregunto.
—Tendrán que hacerlo, claro, pero aún no estoy listo para ello —contesta—, tienen que hacer que te quedes parado o sentado durante horas mientras te observan y analizan para poder pintarte, es bastante incómodo.
—Imagino que sí.
Los dos nos quedamos viendo nuevamente las pinturas, hasta que Theo vuelve a hablar.
—¿Quieres ir a tu recámara? —pregunta, me quedo observándolo fijamente, estar conversando aquí con él, sin nadie interrumpiéndonos le da ese toque íntimo y agradable que solemos tener, me agrada lo suficiente como para no querer irme de aquí, pero el cansancio está comenzando a ver sobre mí, que su pregunta me hace bostezar y asiento.
Me hace una seña para que volvamos a caminar hacia la que será mi habitación, que da la impresión de estar hasta el otro extremo del palacio, para nada cerca de donde Edgar y Agatha se encuentran, cuando por fin llegamos, detenemos nuestros pasos frente a la puerta.
—Gracias por el pequeño recorrido —digo, Theo me observa con atención, tiene una cálida mirada, aunque resulta un tanto perdida.
—No tienes que agradecer —dice como si no fuese la gran cosa—. Bien, te dejaré para que descanses.
Se ve diciendo con los labios torcidos, luce pensativo, como si se estuviese debatiendo algo.
—Buenas noches —agrega, y como no dice nada, abro la puerta de la habitación y me adentro en ella, dejándole solo en el pasillo. Tengo la sensación de que las cosas a nuestro alrededor aún continúan tensas, lo que me hace sentirme frustrada y para nada contenta, me importa, y ambos estamos arruinando lo que sea que tenemos, recargo mi espalda contra la puerta y cierro los ojos con fuerza, estoy regañándome, estamos comportándonos como idiotas y sé que detesto sentirme de la manera en que estoy sintiéndome, no soy la clase de persona que se queda de brazos cruzados, por lo que me uno de valor para alejarme de la puerta y abrirla para encontrarme con Theo a punto de tocar, sorprendido al ver que la he abierto, retira su mano y la pasa por su cabello, revoloteándolo. Nos sostenemos la mirada por unos segundos, quiero ver más allá de él como sé que él quiere ver en mí, su gruñido lleno de frustración me sorprende, pero no tanto como cuando acorta la distancia entre los dos dispuesto a besarme.
Su mano se enreda en mi cabello mientras que la otra abraza mi cintura con fuerza, nuestros labios besándose de una manera desesperada y anhelada, por la manera en que lo hacemos, me hace sentir que ha pasado un largo tiempo desde que no le beso y lo único que deseo es que el beso no termine.
—Maldición cariño, te extraño —susurra entre el beso, su mano abandona mi cabello y me permito enredar mis manos en su cuello con la intención de profundizar más el beso.
—También yo.
—Por favor, quédate conmigo esta noche —susurra—, no quiero quedarme solo sabiendo que tú estás durmiendo en el mismo lugar que yo.
—Has sido un idiota todos estos días —confieso. Gruñe.
—Lo sé, lamentó eso.
—No debería perdonarte —miento. Toma distancia para poder mirarme a los ojos.
—¿Por un momento podríamos olvidarnos de todo eso? —pregunta. Se vuelve a acercar para besarme, esta vez es lento y tierno, nos separamos a falta de aire y juntó su frente con la mía—. Por favor, Leigh.
No hace falta que diga más. Sin pensarlo de nuevo, le callo con un beso, uno que está cargado de emociones y sentimientos encontrados.
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¡Holaaa! ¿Cómo les va en su vida? No siento que sea el mejor capítulo pero aqui estoy, cumpliendo con mis actualizaciones de domingos y miercoles, por lo pronto, continuaremos con esas fechas de actualización, intentare organizarme para que así sea! Les comento que ya son 200 mil lecturas en esta novela y aaaah eso me emociona mucho!! Gracias a todos por leerla y comentar, apoyarme en la historia, me hace muy feliz<3 Si han estado leyendo los mensajes que dejo en mi perfil, se enteraron que dije que cuando llegara a los 5 mil seguidores, compartiria la última historia de esta trilogia, aun me falta pero como llegamos aquí en UPP a las 200 mil lecturas, decidi traerles hoy también a mi Frederick, ¿Se imaginaban que así se llamaba? En instagram me dieron miles de nombres pero nadie le atino salvo una persona... hoy por fin les comparto esta última historia que espero se animen a leerla! pueden buscarla en mi perfil!
Bueno, disfruten del capítulo y déjenme saber que tal les parecio!<3
ig: andreabonnelll
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