Capítulo 48

Ha pasado una semana desde que tuve aquella conversación con Theo, tampoco he tenido noticias sobre él, salvo aquellas que se mencionan en el televisor, ha estado ocupado haciendo tratos y acuerdos con distintos reinos y se le ha visto últimamente en revistas donde ha dado entrevistas sobre lo que ha sido de su vida al convertirse en rey, dando discursos en eventos de caridad, fundaciones, empresas y escuelas.

Estuve comprando el periódico durante toda esa semana y navegando en internet en busca de una nueva entrevista sobre Dorothea, no debería de estar dándole importancia, pero la intriga puede más conmigo.

Esta mañana me encuentro en el hotel, estoy disfrutando de mi pequeño descanso en la cocina, con Friedrich y otros trabajadores, comemos donas de chocolate y vainilla que el chef ha preparado.

—Lamento interrumpir su descanso, pero hay una pareja en la recepción pidiendo ver a Leigh —dice Ethan el chico que está cubriendo mi turno durante del descanso, frunzo el ceño, Friedrich se encoge de hombros al verme, termino de comer mi dona y me levanto de inmediato para ir a averiguar de quien se trata.

—Dime, ¿Hace mucho que han estado preguntando por mí?

Niega.

—No más de cinco minutos, les he dicho que estabas en tu hora de descanso, pero se han negado a aceptar que los atienda, han sido muy específicos en que tienes que ser tú quien los atiende.

Mientras nos dirigimos a la recepción, pienso en quien podría tratarse, quizás sea la señora Müller con un hombre por fin, ella es la única persona que pasa por mi mente, pues es quien constantemente, hace guerra con los otros empleados para no ser atendidos por ellos, sino por mí.

—¿Crees que debería de preocuparme? —le pregunto, recordando que normalmente, las situaciones como estas terminan en pequeños problemas, al no conseguir que el huésped este conforme. Ethan se encoje de hombros y piensa mi pregunta por unos segundos, está debatiéndose en cuál es la respuesta correcta, a medida que avanzamos hasta a la recepción y nos encontramos más cerca, no hace falta que responda porque de inmediato reconozco la voz de Edgar y Agatha discutiendo con otro empleado en el mostrador.

—Ya les dijimos, haremos la reservación en cuanto Leigh se presente, ¿qué no es ella una de las recepcionistas y la encargada de este hotel? —se queja Agatha, quien tortura al chico detrás del mostrador, Edgar solo está sosteniendo amablemente su bolso y asintiendo a cada palabra que ella dice. La mirada del chico detrás del mostrador se posa en mi dirección haciendo que la pareja también voltee, lo veo soltar un suspiro de alivio, Agatha no espera más y se apresura a llegar a mí.

—¡Leigh! —exclama extendiendo los brazos en mi dirección, yo corro a su encuentro y dejo que me abrace con fuerza, Edgar se queda a unos centímetros de distancia de nosotros, espera a que su esposa me suelte para ser él, quien ahora me envuelve en un cálido y tierno abrazo.

—¿Cómo estás, pequeña? —pregunta al separarse de mí, una risita nerviosa se escapa de mi boca, estoy sorprendida de verlos, no imaginé que se presentarían aquí.

Los miro con asombro a ambos.

—¿Qué hacen aquí? —pregunto, un tanto incrédula. Es una gran sorpresa, ambos comparten una mirada cómplice.

—Hemos decidido tomar un ligero descanso de nuestro abrumador trabajo y venir a visitar Alemania —contesta Edgar, Agatha se acerca a él para abrazarle.

—Así es —concuerda con entusiasmo—. Creímos que nos vendría bien un descanso y recordarnos que este es uno de los mejores hoteles para hospedarse, además de que está dirigido por alguien maravilloso.

Me guiña un ojo. No necesito una invitación para darles un segundo abrazo, me da gusto volver a verlos después de un tiempo.

—Me alegro de escuchar eso, créanme, no se arrepentirán de su hospedaje. Déjenme registrarlos.

Hacemos el papeleo, que nos toma un par de minutos, no suelo hacerlo con todos los clientes —salvo con la señora Müller—, acompaño a Edgar y Agatha a su habitación, también me ofrezco en ayudarles con sus maletas, pero Agatha dice que no es necesario pues su esposo aún es fuerte para hacerlo por cuenta propia. Nos ponemos al tanto sobre Alemania, Edgar y Agatha no habían podido asistir al funeral del rey Johan, ya que no se enteraron de su muerte, hasta una semana después que había pasado el entierro, esa era una de las otras razones por las que decidieron venir.

—No podíamos creer la noticia —continúa explicando Agatha—. Estábamos sorprendidos e incrédulos, la primera vez que escuchamos sobre su muerte, creímos que era una broma, nos pesa demasiado no haber venido a su funeral, sabemos cuánto amaba Theo a su padre y cuanto él lo amaba, debió devastarlo.

Nos encontramos en el restaurante del hotel, los tres sentados en una mesa pequeña, con tazas de café y galletas.

—Aún lo es —respondo, soltando un suspiro pesado—. Ha estado ocupado con todo esto de ser rey que resulta nuevo para él, pero no ha dejado de pensar en su padre, todo esto ha sido...

Hago una pausa pensando en la palabra correcta, Edgar se apresura a agregar.

—Impresionante —dice abriendo los ojos—. Johan siempre fue un hombre que ocultaba bien muchas de sus emociones cada vez que así lo quería. Sabíamos los rumores sobre que llevaba enfermo hace tiempo, sin embargo, dejaba mucho que pensar, nos mantenía en un dilema de si era cierto o no porque siempre trató de mostrarse fuerte y no débil, era admirable.

Hay un breve silencio mientras procesamos todo.

—Bueno, le dio un infarto en su habitación —les cuento a ambos—. Theo y yo estábamos en su recámara cuando esto sucedió y fue de madrugada, Stefan fue quien nos dio la noticia, cuando fuimos a su habitación, ya era muy tarde.

Agatha niega.

—Dios, no quiero imaginar lo doloroso que fue todo eso.

Continuamos hablando sobre la muerte del rey, ambos lucen deprimidos por la situación, ya que había pasado mucho tiempo desde la última vez que tuvieron oportunidad de verlo en persona, les pesa el hecho de saber que no pudieron estar presentes el día del entierro y en cuanto confirmaron que su muerte era verídica, no tardaron en tomar un vuelo de Francia hacia Alemania para ver a Theo, con quien me dejan saber que ya se han puesto de acuerdo horas antes de llegar. Una hora más tarde, los tres nos encontramos en el estacionamiento esperando a que el auto de Theo aparezca.

Edgar menciona que cuando habló con Theo, le comentó que tenía mucho trabajo y poco tiempo, pero se organizaría y cancelaría un par de visitas solo para poder verlos, ellos son una parte importante en su vida, por mi parte, he optado que lo conveniente es que los tres tengan un poco de privacidad, pero Agatha insiste demasiado en que debo de acompañarlos. Quince minutos más tarde, Theo aparece.

Nos subimos a su auto y conduce hacia Múnich, pues considera que necesita tener privacidad y que ir al palacio de Nymphenburg —otro de sus palacios, al parecer este es en donde pasan el verano—, así los cuatro podremos conversar sin ningún inconveniente.

Ninguno protesta las seis horas de viaje de Berlín a Múnich.

El palacio de Nymphenburg tiene sus propios empleados tal como el palacio de Charlottenburg, somos bien recibidos y Theo se asegura de que nos asignen una habitación, pues debido a que es tarde y es un viaje largo, pasaremos la noche allí. Son alrededor de las siete de la tarde, los cuatro hemos tomado el té en el enorme y precioso jardín que el palacio posee, después de tomarlo Edgar y Theo se enfrascan en una conversación en la que nos dejan a Agatha y a mí, fuera de ella, Agatha me hace una seña para que nos levantemos de nuestros asientos y la acompañe a dar un paseo por los alrededores, ninguno de los dos hombres nos presta atención.

Caminamos por unos minutos hasta que ella se asegura de que ambas estamos lo suficientemente lejos de ellos como para poder hablar.

—Dime Leigh, ¿cómo está realmente Theo? —pregunta con la mirada fija hacia el frente—. Por favor, no dudes ser sincera conmigo, le conozco bien como para saber que aún sigue mal por lo de su padre.

Tomo una gran bocanada de aire y suspiro.

—Sigue afligido, la presión de ser rey lo mantiene distraído y ocupado, pero sé que aún está mal, le afectó demasiado, si tan solo le hubieses visto cuando se enteró, lo destrozado que se le veía, fue doloroso para todos.

—La muerte nunca se supera, solo se aprende a lidiar con ella, le tomará tiempo, pero confío en que encontrará la paz necesaria para sobrevivir —dice con seguridad. No digo nada, no tengo un comentario para sus palabras.

—Y dime, ¿su relación?, ¿cómo van las cosas entre ustedes dos? —Me volteo a enfrentarla, ella me ofrece una media sonrisa——. Vamos, soy vieja, no hace falta que me mientas, puedo ver que hay algo sucediendo entre ustedes dos.

Aprieto los labios en una fina mueca.

—No hemos tenido oportunidad de convivir mucho. Se mantiene ocupado en el trabajo, con el título de rey, ha asumido mucha responsabilidad.

Continuamos caminando un par de metros, hasta detener nuestro paso y girarnos en dirección a donde ambos hombres se encuentran. Lucen muy enfrascados en su conversación, Edgar sonríe y asiente a cada palabra que Theo dice, lo escucha con atención, por primera vez después de semanas, puedo ver al príncipe sonreír con sinceridad.

—Seguro que sí —dice Agatha distrayéndome. Me hace un ademán con la cabeza para que continuemos caminando—. Ahora cuéntame sobre ti, puedo ver que algo te agobia sobre él.

Una risita seca sale de mí.

Suspiro.

—Me gusta lo que tenemos —me veo diciendo desde lo más profundo de mí, me sorprendo por ello—. Él de alguna forma ha cambiado mi vida, conocerle ha sido una gran experiencia y no lo digo por el hecho de que es un príncipe, aunque he de admitir que eso también tiene que ver, a lo que quiero referirme es que Theo es impresionante, siento que he creado una conexión que no he tenido oportunidad de crear con otros chicos, cuando estoy con él siento... —Me muerdo el labio inferior y nuevamente una risita, esta vez nerviosa, sale de mí—. No sé cómo explicarte, es como que... uhm...

—¿Todo es mágico?, ¿seguro? —me da ideas para que continúe hablando.

—No puedo decir mágico porque no lo es —aclaro, estar con un miembro de la realeza es estar envuelta en drama la mayor parte del tiempo—. Pero hay algo en él que me hace mirarle de cierta manera en particular y tiene esa vibra que me hace a veces extrañarle y desearle, siento que es esa clase de persona que de una manera, te gana.

Agatha me da una sonrisa, al mismo tiempo que vuelve a detener su paso. Yo cubro mi rostro con ambas manos.

—Dios, no sé qué estoy diciendo.

Posa una mano sobre mi hombro.

—Yo sí —responde, quito mis manos de mi rostro para verla—. Verás, yo me sentía de esa forma cuando conocí a Edgar, me preocupaba por él, me ponía celosa cuando otra chica le hablaba, lo extrañaba cuando no le veía en días, sonreía como boba cada vez que lo veía, mi estómago sentía eso que muchos llaman mariposas en el estómago y pasaba por miles de etapas diferentes —toma una bocanada de aire y suspira, la sonrisa aun permaneciendo en su rostro—, y todo eso sucede cuando estás enamorada de alguien.

Su comentario me hace voltear a ver dónde está Theo.

—Lo estoy —admito luego de unos segundos—. Y ya que estoy siendo sincera, confieso que me aterra estarlo.

Volteo a ver a Agatha, en busca de una respuesta en su mirada, he confesado algo que no esperaba hacerlo nunca, en su mirada, busco una mirada desaprobatoria por lo que he dicho, me sorprendo al ver que no hay ninguna.

—Leigh, querida, a veces en el amor hay que arriesgarnos —dice mirando directo a mis ojos—. Hay riesgos que valen la pena tomar.

Agacho mi mirada, tengo la confianza suficiente como para confesarle todo lo que he estado pensando en estos dos días.

—Me conozco bien, tomo riesgos y sé que, si él me pidiera lo que sea, tomaría el riesgo —me veo diciendo—, más no creo que él haría lo mismo.

—¿Por qué lo dices?

Quiero tener una respuesta correcta para ello, sin embargo, no la tengo, me encojo de hombros al mismo tiempo que niego.

—No lo sé, las cosas entre los dos han estado diferentes. Todo esto de ser rey me hace sentir que lo está cambiando, la corte real influye sobre él y quieren que vuelva con Dorothea.

Mis palabras la sorprenden.

—Leigh, cuando alguien quiere estar contigo, hace hasta lo imposible para conseguirlo —dice, ambas comenzamos a caminar de vuelta hacia ellos—. Theo te ama, se le nota en su mirada, quizás se encuentra muy presionado con todo el peso de su título y sé que esos hombres de la corte son demasiado exigentes y chantajistas, conozco lo que paso con Dorothea y sé muchas cosas sobre él de las que no te imaginas, lo conozco bien como para asegurarte de que él no te dejará ir.

Suspiro.

—Supongo que gracias —respondo—. Aunque me temo que solo el tiempo sabrá qué pasará con nosotros.

—Muy cierto —dice entrelazando su brazo con el mío—. El tiempo, mejor conocido como destino.





Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top