Capítulo 23
Espero a que Agatha y Edgar se vayan de la posada, ambos viven a un par de kilómetros de distancia de ella, así que no tenemos ningún inconveniente en llegar luego a su hogar, este luce mucho más acogedor que su negocio, y tiene una vibra demasiado agradable.
—Ven cariño, vamos directo a la cocina —me dice Agatha, entrelazando su brazo con el mío y abriéndose paso entre los muebles de la sala para poder llegar a la cocina, río por el gesto.
Por los pasillos, hay una gran variedad de fotografías de ellos dos juntos.
—Su casa es muy bonita —me veo diciendo una vez que estamos en la cocina, Agatha se apresura a buscar un vaso en la alacena y llenarlo de agua para mí, le murmuro un simple gracias y sonríe antes de sentarse en la mesa conmigo.
—Gracias, la verdad es que Edgar y yo no la hemos decorado en años, o más bien desde que nos mudamos aquí.
—Aun así, es bonita —vuelvo a decir—. Bien, ¿tienes algo en mente que desees comer?
Me pregunta y frunzo los labios, pensativa, nada viene a mi mente así que me encojo de hombros.
—¿Quizás algo que ustedes acostumbren a comer?
—Uh, uh —dice Edgar entrando a la cocina, Agatha y yo dirigimos nuestras miradas hacia él—. Ustedes dos han trabajado demasiado el día de hoy, así que solo disfruten de una buena conversación mientras que yo cocino por ustedes.
Agatha enarca una ceja hacia su esposo.
—¿Estás seguro de eso?
Asiente.
—Por supuesto, merecen que alguien las consienta por esta tarde y esa persona seré yo —responde con seguridad, Agatha y yo compartimos una mirada y soltamos una risita.
—Bien, puedes servirnos dos copas de vino mientras cocinas, así el tiempo pasa luego —dice Agatha y Edgar asiente.
Por un instante, llego a creer que Agatha dejaría pasar la oferta de su esposo, sobre cocinar para nosotros y comenzaría a cocinar ella misma, porque tengo que admitirlo, desde el instante en que Edgar enciende la estufa, resulta un error, el hombre no sabe cocinar, sin embargo, la escena de él cocinando para nosotras es demasiado graciosa que no podemos dejar de reír.
—Lo siento, me rindo —suspira Edgar, después de echar la segunda olla con los fideos de espagueti en el lavavajillas—. Yo no estudié para ser chef ni jamás se me dio la cocina.
Río, Agatha se levanta de su asiento a consolarlo.
—Descuida, cielo, siempre existe el servicio a domicilio cuando algo no funciona —dice y vuelvo a reír.
—Es cierto —agrego, el servicio a domicilio siempre me saca de apuros, por lo que no puedo estar más de acuerdo con ella—. Creo que es una buena opción ordenar algo de comida, la cocina no luce para nada bien y dudo que queramos cocinar en estos momentos.
—Ordenaré pizza, ¿les parece? —pregunta Edgar separándose de su esposa para ir a tomar el teléfono de casa y marcar el número de una de las pizzerías que tienen en el refrigerador. Asiento.
La pizza tarda quince minutos en llegar, Agatha decide preparar un postre para los tres, se trata de un pastel de chocolate y por supuesto, se asegura de que yo no le ayude en la cocina para nada, así que Edgar y yo damos un recorrido por su jardín, que es precioso con todas esas flores que tiene a los alrededores.
—Quiero agregar más flores, a Agatha le fascinan los girasoles así que pienso en llenar toda esta área de ellos —señala un espacio vacío—. Se verá hermoso, ¿no crees?
Asiento
—Los girasoles son muy bonitos —agrego, no era mi flor favorita, pero sin duda hacen una hermosa decoración en muchos arreglos florales—. Se verán preciosos si llena todo ese espacio, además, veo que realmente ama las flores.
—Así es —afirma, contento—. Siempre sentí un amor por la naturaleza, desde joven y tengo que admitir que hice lo correcto en quedarme con Agatha, pues a ella también le encanta la naturaleza.
—Ustedes tienen muchas cosas en común, ¿no es así?
Edgar detiene su paso frente a un par de rosas rojas, que están enormes y preciosas, con sus tijeras, corta una de ellas y me la entrega.
—Gracias —murmuro, antes de llevármela a la nariz y olerla.
—Por supuesto —continúa hablando—. Agatha es como quien dice, mi media naranja, la mujer que siempre estuve buscando.
Ambos volvemos a caminar, hay un breve silencio a nuestro alrededor.
—¿Siempre supiste que era la indicada? —pregunto después de un tiempo, el ambiente a nuestro alrededor se vuelve más serio.
—Nuestra relación fue muy bonita —explica—. Pero no siempre fue fácil, yo me crie en Alemania a pesar de que mis padres fueron nativos de Francia. Mi padre fue militar y estuvo en la guerra de Francia contra Alemania, así que yo nací allá y viví gran parte de mi vida en ese hermoso país, después en mi adolescencia, decidí seguir sus pasos y convertirme en soldado, seis meses antes de que me mandaran a mi primera misión fuera del país, conocí a Agatha, éramos jóvenes, teníamos alrededor de dieciocho. Fue hermoso, aunque doloroso, cuando no estaba en la base militar, solía pasar mis días con ella, le llevaba flores y chocolates, también a todos los restaurantes que podía, ella no era de Alemania, sino de aquí, así que fue su encantador acento francés lo que me cautivo en un minuto, seguido de sus ojos. —Hace una breve pausa como si estuviese recordando los hechos, sonrío imaginándome a esta tierna pareja de jóvenes—. Como te decía, salíamos seguido, y todo en nuestra relación era romántico al principio, hasta que llegó la hora de irme a mi primera misión, las cartas fueron bastante útiles para mantenernos en comunicación, en aquel entonces no existía el e-mail —dice haciendo un gesto divertido que me hace soltar una risita—. Pero Agatha era hermosa, y sabía que había otros hombres detrás de ella mientras que yo estaba fuera, también los había cuando yo seguía en el país, pero como dije, era soldado e intimidante para otros.
—Debió ser difícil no poder verse —pienso en voz alta, él sonríe y asiente.
—Demasiado difícil —me deja saber—. Lo que se suponía que sería un año, se convirtió en dos, pues el gobierno aún nos necesitaba en la guerra y nos impidió volver, no nos dio la opción de quedarnos o ir a casa, simplemente nos obligó a todos a quedarnos, yo sabía que las cosas que estábamos viviendo en esos momentos no eran sencillas, y tenía miedo de no volver a casa vivo, así que decidí escribirle una carta especial a Agatha, yo estaba herido, me había lesionado el brazo y había un cincuenta por ciento de que perdiera la pierna gracias a una explosión, por eso le escribí y le pedí que hiciera su vida, que la amaba, pero no podía retenerla a mi lado, cuando mis probabilidades de sobrevivencia eran escasas, me estaba considerando egoísta haciéndola esperar por mí y consideré que esa era la mejor opción, por supuesto, ella se negó ante la idea, me insultó y me dijo miles de cosas que me hicieron sentir mal por querer dejarla, sin embargo, al ver que no regresé en tres años, terminó cediendo, dejó de escribir y yo también hice lo mismo, perdimos contacto definitivo. Yo regresé a Alemania en cuanto terminó mi misión y lo primero que hice, fue ir a buscarla a aquel departamento en el que ella vivía, me enteré de que se había ido del país por una amiga suya, sin embargo, nunca me dijo dónde estaba, Agatha estaba dolida y no quería que me enterara de ella, incluso creo que me dio por muerto en algún punto de su vida.
—¿Y qué sucedió después? —pregunto. Edgar y yo llegamos a una banca, ambos tomamos asiento, impaciente, espero a que vuelva a continuar la historia.
—Me retiré, vine a Francia, estuve aquí por tres años con la esperanza de encontrarla porque sabía que ella era de aquí, para mi suerte, no logré hacerlo y después de dos años, volví a Alemania, allí fue donde la encontré nuevamente, fui a un restaurante una tarde, me habían servido el mejor suflé de calabaza y quise darle mis felicitaciones personalmente al chef. —Su mirada se encuentra con la mía. Sonrío, conociendo el final de la historia.
—Era ella.
—Así es. —Fue ahí cuando supe que cuando debes de estar con alguien, el destino vuelve a reunirte con él o ella sin importar qué.
—Es una historia hermosa —digo después de un tiempo, sin duda sonaba como una película romántica.
—Y una de mis favoritas —asegura.
—¡Chicos, es hora de comer el postre! —grita Agatha desde la puerta que da al jardín. Edgar y yo nos levantamos de nuestro lugar y caminamos hacia ella, quien nos recibe en la puerta con una tierna y amorosa sonrisa.
Comemos el postre y conversamos más sobre nuestras vidas, Edgar le cuenta a Agatha que me ha contado su historia de amor y ella por supuesto sonríe ante la mención de ello recordándola, y claro, también me cuenta su versión, la cual es muy similar a la de su esposo.
—Bien Leigh, ya sabes nuestra historia, ahora te toca a ti contarnos como tú y Theo se conocieron —dice Edgar, sirviéndose otro trozo de pastel de chocolate, Agatha sonríe y se acomoda mejor en su lugar, aunque ella ya conoce la historia, me incita a contársela a su esposo.
—De acuerdo. Primero, aclaro que nuestra historia es para nada romántica a la de ustedes —le aseguro y Agatha comparte una mirada cómplice conmigo y sonríe, tomo una gran bocanada de aire, por alguna razón, siento la misma vergüenza que sentí al contársela a Agatha estando solas—. Sucedió en una fiesta del padre de mi mejor amiga Cassidy, que si me lo preguntan, detesto esas fiestas en las que todos van luciendo sus mejores vestidos y no hacen otra cosa más que criticar a otro y herir sus sentimientos, y bueno, alguien recién se había burlado de mí y hecho otros comentarios sobre otras personas, así que había tomado una copa de vino, me alejé de la multitud hacia un pequeño puente artificial que había allí en el jardín, estaba sola y Theo apareció de entre las sombras, me hizo un comentario sobre la fiesta, yo le respondí y como estaba algo molesta, puede que yo lo haya insultado sin saber que era él, el príncipe. Resulta que yo solo había visto cosas malas de él en la tele, noticias que lo catalogaban como una persona egoísta y otras cosas más y como Theo tenía que estar en la fiesta y no había ningún rastro de él, creí que era por ser un egoísta que solo pensaba en él y como siempre suelo abrir mi gran bocota, se lo dije en su cara.
—¿Lo dices en serio? —pregunta Edgar, con intriga. Asiento, avergonzada.
—Juro que es la verdad.
—A mí me parece una historia fabulosa —agrega Agatha, contenta, al parecer, disfrutaba de escucharla más que yo.
—Es una manera muy original de conocerse, bastante moderna —agrega Edgar.
—Así es y sin duda, supo llamar la atención de nuestro Theo —dice Agatha con cariño, Edgar asiente.
—Claro, que después de haberlo insultado frente a sus narices y continúe conviviendo contó, es obvio que lo has dejado huella en él.
—Supongo que sí. —Me encojo de hombros—. Quizás no de la mejor manera, pero... algo es algo, ¿no?
—Claro, si él sigue contigo después de insultarle, es porque hay algo especial entre ustedes dos —asegura Edgar, al parecer él y su esposa comparten pensamientos similares sobre nosotros—. ¿Más pastel?
Comemos una rebanada más de pastel y cambiamos un poco de tema, ambos me cuentan de lo hermoso que les ha resultado vivir en París y yo tengo que confesar que estoy comenzando a encariñarme con el lugar, desde el primer día en que llegamos aquí, todo ha sido maravilloso, lamentablemente, no todo lo bueno dura para siempre y yo tengo que regresar a Alemania mañana por la mañana.
—Tienes que prometer volver a visitarnos lo más pronto posible —dice Agatha junto a su esposo, cuando llegamos a la puerta. Les ofrezco una sonrisa y no tardo mucho en abrazarlos a ambos, las despedidas no son lo mío, me la he pasado bien con ellos que no tengo ganas de irme.
—Prometo venir algún día —aseguro, definitivamente planearía volver a visitarlos—. Saben que tiene mi correo electrónico y mi número de teléfono, pueden llamarme cuando quieran y también cuando necesiten una ayuda extra en la posada.
—Estoy considerando hablar con tu jefe y pedirle que te intercambie —dice Agatha, muy segura de sus palabras—. Fuiste de mucha ayuda en la posada, necesito a alguien como tú en mi negocio.
—Dudo mucho en que Heinrich quiera —digo, cosa que es cierta—. Pero sería genial ayudar aquí también.
—También tienes que venir a ver cómo quedará mi jardín —dice Edgar y asiento.
—Prometo venir a verlo.
Nos quedamos en un pequeño silencio, ninguno quiere que me marche y yo no quiero hacerlo. Agatha, quien me parece que es algo nostálgica con las despedidas, me envuelve en un apretado abrazo.
—Nos mantendremos en contacto, cariño. —Deposita un beso en mi mejilla y se aleja un poco de mí—. Bien, Edgar te llevará al hotel.
Intenta no volver a abrazarme, pero es imposible, pues soy yo quien le da un último abrazo antes de irme.
***
Holaaa! Logre terminar mi tarea a tiempo para venirles a publicar un capítulo más, he decidido intentar actualizar todos los domingos y miercoles, digo intentar porque a veces me salen cosas que me impiden publicar pero por el momento seran esos dos dias, ¿les parece?
También estoy trabajando en hacer el trailer de la historia, ¿Qué opinan? Lo traeré luego, pues aun estoy viendo como hacerlo y esas cosas, igual si alguno de ustedes quiere hacer uno puede hacerlo y compartirlo conmigo para yo compartirlo con todos<3.
Eso es todo por hoy, disfruten del capítulo y tengan un buen inicio de semana, nos vemos<3.
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