Capítulo 20

—Esto es sorprendente —digo con admiración—. París, las calles, las personas, todo aquí es fantástico.

Theo me sonríe. Después del carnaval, decidimos continuar caminando por las hermosas calles de París, las personas ya se han dispersado un poco, permitiéndonos tener un poco de privacidad.

—Es encantador —dice con un suspiro—. Y lo encuentro aún más encantador recorrerlo contigo.

No puedo evitar sonreír. Un par de jóvenes bailando pasan por nuestro lado, llamando nuestra atención, el teléfono de Theo suena y me hace una seña para que lo disculpe antes de alejarse y responder. Observo a Theo desde lejos, como su ceño se frunce mientras escucha la llamada, suelto una risita y niego, es demasiado encantador y me es inevitable no sentirme atraída a alguien como él.

Por otro lado, siento como si estuviera viviendo en una especie de cuento de hadas, estar en París, recorriendo las calles con un príncipe que me hace suspirar cada vez que sonríe y ni hablar de cuando me besa, todo suena tan irreal desde mi cabeza, difícil de creer, sin embargo, la vida es demasiado corta como para que me detenga a pensar en la realidad, si estoy viviendo una especie de sueño, espero no despertar pronto de este. Sin duda, París está afectándome.

Theo se acerca a mí, segundos después de colgar.

—¿Está todo bien? —pregunto una vez que llega a mi lado.

—Sí, eso creo —dice aún con el ceño fruncido—. Era mi padre, como sabe que estoy en Francia, cree que sería conveniente en que aproveche el viaje y vaya a ver al rey de España y después a Inglaterra para un par de asuntos que hemos estado tratando.

—¿La visita tiene que ser pronto? —me veo preguntando, deseando que no tenga que irse ahora, pues estoy disfrutando demasiado de su compañía.

—Bueno, papá agendó un boleto de avión para mañana en la noche —dice pasándose una mano por el cabello—. Solo tendremos un par de horas para visitar a Agatha mañana y cocinar con ella antes de que yo tenga que irme a España.

Una mueca se forma en mis labios que rápidamente intento reemplazar por una sonrisa. Me pregunto si su vida es así constantemente, aprovechando viajes para visitar otros países y tratar asuntos importantes.

—Lo lamento —dice al ver que me he desanimado un poco ante la idea de que tenga que irse tan pronto—. Me hubiese gustado quedarme más tiempo, pero es importante visitar a ambos reyes, sobre todo Inglaterra, han pasado un par de meses desde mi última visita a la familia real.

—Descuida —me encojo de hombros, deseando restarle importancia—. Yo comprendo que tienes deberes, no tienes por qué disculparte, es importante, ¿no?

—Sí, por mucho que ansíe quedarme un día más en París, las actividades reales son importantes, no puedo posponerlas.

Asiento, comprendiendo que es parte de su deber, rompiendo el pequeño silencio que se ha formado a nuestro alrededor, Theo pellizca mi estómago cosa que me hace soltar una risita antes de continuar disfrutando del resto de nuestra caminata.

Para cuando nos presentamos en la posada, Agatha nos recibe a ambos con una cálida sonrisa y dos deliciosas tazas humeantes de su café colado, antes de comenzar con la repostería en la cocina.

—Les he dado permiso a los cocineros de entrar hasta el mediodía, así los tres podemos tener un poco de privacidad cocinando —nos explica al entrar a la cocina, primero, nos indica donde se encuentran los delantales que debemos usar y le pide a Theo que cargue los costales de harina que necesita para preparar el postre, a mí me hace ir derritiendo el chocolate en una hoya sobre fuego medio en la estufa.

—Es una receta bastante conocida —me explica Agatha, cuando se acerca a revisar el chocolate—. Sin embargo, la preparación del chocolate es un secreto de familia. Cuando era niña, mi abuela solía preparar el chocolate para el Molten lava cake con una receta inventada por ella, el secreto está en un par de cucharadas extras de cocoa y vainilla.

Se aleja en busca de los ingredientes, echa dos cucharaditas de cocoa en polvo y una de vainilla, después toma una cuchara pequeña y la introduce en el chocolate que me encuentro batiendo a fuego lento y me da a probar. Siempre he sentido una gran fascinación por los sabores dulces y desde niña me encantaba ir a las dulcerías después de clases y atiborrarme de todos los dulces que me fueran posible, así que me veo suspirando ante el exquisito sabor del chocolate casero.

—Está riquísimo —le dejo saber, ella sonríe y le ofrece un poco a Theo, quien no duda en probarlo y soltar un suspiro justo como yo lo he hecho.

—Es una lástima que no cocines para el palacio —comenta y Agatha sonríe.

—¿Sabes que tu madre intento convencerme varias veces de cocinar para el palacio? Ella era insistente, cada vez que venía, solía ofrecerme el trabajo.

Theo la mira con asombro, al tiempo en que niega.

—No tenía ni idea, es una lástima que te hayas negado.

Ella hace una mueca.

—Bueno, estoy feliz de cocinar aquí, disfruto mucho de esta posada, además, negarme les daba una excusa a tus padres para venir a visitarme cada año —cuenta, contenta—. Yo siempre soñé con tener mi propia posada y cocinar para los huéspedes, amo cocinar aquí, es parte de mí y no lo cambiaría por nada.

—Vaya, eso es lindo, sobre todo en que lo hayas podido lograr —me veo diciendo, Agatha me da una sonrisa.

—Así es, me ha costado mucho llegar hasta aquí, pero estoy orgullosa de todo el esfuerzo —asegura, abriéndose camino en la cocina para buscar el resto de los ingredientes—. ¿Qué me dices de ti Leigh? Puedo percibir un ligero acento en tu voz que me dice que no eres alemana, ¿británica, quizás?

A diferencia de los habitantes en París, quienes hablan fluidamente su idioma natal y el inglés, a los turistas, Agatha habla con fluidez el alemán, desde que habíamos puesto un pie dentro de su posada, Theo le había hablado en alemán y ella se comunicaba de la misma manera.

—Soy estadounidense.

—Debí suponerlo —expresa más para sí misma—. Estaba intentando descifrar de donde provenía tu acento, cuéntame, ¿qué hace una chica como tú al otro lado del mundo?

Theo, quien está ayudando para preparar la masa de las galletas, deja de amasar para prestar atención a la conversación que estamos teniendo, pues estaba muy concentrado en su tarea.

—Tuve un intercambio cuando estaba en la universidad para aprender alemán con fluidez, estuve por alrededor de un año y después de que terminé mis estudios, decidí quedarme en Alemania, sin duda, me enamoré del país que era difícil hacerme la idea de regresar a casa.

—Te entiendo, Alemania es preciosa. Viví allí por casi veinte años cuando era joven —cuenta, con una gran sonrisa.

—Tiene un perfecto acento alemán —me atrevo a decirle y su sonrisa se ensancha.

—Gracias, mi esposo es alemán así que acostumbramos a hablar alemán en casa, es por eso por lo que lo he logrado perfeccionarlo con el tiempo —confiesa orgullosa—. ¿Qué nos dices de tú, hijo? —le pregunta a Theo, quien se ha limitado a escuchar la conversación sin hacer un comentario.

—No hay mucho que decir —inquiere, encogiéndose de hombros—. Nací en Alemania, me crie en Alemania y vivo en Alemania. Lo lamento, pero no poseo ningún dato interesante que contar sobre mi vida como ustedes.

—Oh, no te sientas mal Theodore —dice Agatha dándole un apretón en el hombro—. Todos tenemos algo interesante que contar, incluso la persona más aburrida lo tiene.

Seguido de eso, desaparece en dirección al vestíbulo, gracias a que la pequeña campanita que tiene en la puerta principal suena.

—¿Así que no tienes nada interesante? —pregunto ya que estamos solos, su mirada se posa en mí por unos segundos, antes de encogerse de hombros.

—No lo sé, al menos no me considero un tipo interesante —dice pasándose una mano por su cabello, alborotándolo un poco—. Quizás Agatha tenga razón y posea algo, aunque no tengo la menor idea de que podría ser interesante en mi vida, soy un príncipe que vive en un palacio rodeado de personas que hacen la mayoría de las cosas por él y lo hacen sentir inútil de cierta manera.

Enarco una ceja en su dirección.

—¿Y crees que eso no es interesante?

—¿Te resulta interesante?

Frunzo los labios.

—Mentiría si te dijera que sí, suenas como la persona más aburrida que he conocido en mi vida.

—Oh —murmura con algo de decepción, aunque hace su esfuerzo por no tomarle mucha importancia al asunto. Una risita absurda se escapa de mí.

—Dios, Theodore, solo bromeo —aclaro, temiendo que se ha creído bien mis palabras, sus ojos se posan en mí con curiosidad—. Sí, eres un príncipe y quizás para ti tu vida resulte aburrida y para nada interesante, pero como dijo Agatha, hasta la persona más aburrida tiene algo interesante que contar. Es evidente que eres más que un príncipe.

Inquiero con la esperanza de que se atreva a abrirse más y contarme sobre él, no quiero escuchar sobre su título y qué hace un príncipe, quiero saber que hace él, cuáles son sus pasatiempos, las cosas que le disgustan, si es posible, quiero saberlo todo.

—¿Insinúas que soy un tipo aburrido? —pregunta enarcando una ceja en mi dirección, no hay enfado en su mirada, sino curiosidad y una sonrisa un tanto torcida.

—Yo no diría eso exactamente —me apresuro a explicar—. Pero, si no tienes nada que contar, hay una probabilidad de que sí seas un chico aburrido, no se me ocurre otra cosa mejor para catalogarte —bromeo, me observa con sorpresa y rápidamente es reemplazada por un semblante serio mientras lentamente camina hacia mí. Su actitud me pone alerta y comienzo a retroceder.

—¿Qué pretendes?

A este punto, ambos hemos llegado a la esquina de la barra.

—Cariño, voy a demostrarte que no soy un tipo aburrido.

Frunzo el ceño y detengo mi paso sin comprender sus intenciones, Theo aprovecha el momento para tirar de mi brazo hacia él y comenzar a hacerme cosquillas, para mi mala suerte, soy una persona demasiado cosquillosa.

—¡Ah! ¡Por favor, detente! —suelto entre risas.

Theo ignora mis gritos, sus manos recorren mi estómago y cuello mientras yo intento zafarme entre risas. Mis gritos parecen dibujarle una sonrisa en los labios, intento controlarme, pero es imposible, a este punto, ya estoy retorciéndome de la risa. Luego de un tiempo entre risas y forcejeos, no sé cómo lo hago, pero logró zafarme de sus manos y corro hacia el otro extremo de la habitación, Theo intenta alcanzarme de nuevo, pero soy un poco más rápida y evito que me atrape, sin embargo, consigue tomarme del brazo y forcejeo de nuevo cuando tira de mí, consiguiendo que ambos caigamos al suelo, Theo encima de mí, donde aprovecha para volver a atacarme con cosquillas.

—¡Basta! —suplico riéndome—. ¡Basta! ¡Theo! —Escucho su risa por encima de la mía, es una risa contagiosa, por fin sus manos se detienen y las posa por encima de mi cabeza, para apoyar su cuerpo, con una mano, retira un par de mechones que cubren mi rostro.

Sus ojos se encuentran con los míos, poseen una pizca de diversión.

—¿A qué se ha debido todo esto? —susurro para ambos, sus ojos aún continúan observándome. Con suavidad, mete mi cabello detrás de mi oreja, erizando los vellos de mi piel, ¿por qué reacciono siempre a su toque?

—No lo sé, quizás una excusa para estar más cerca de ti —responde en casi un susurro, su mano acaricia mi mejilla y con su pulgar, roza mis labios—. O quizás para besarte.

Sus labios se posan sobre los míos en cuestión de segundos, no tardo mucho en pasarle mis manos alrededor de su cuello y enterrar mis dedos en su sedoso y suave cabello. Sus labios son dulces y suaves, separo los míos para darle mejor cabida y saborear más de él, poco a poco me dejo llevar por el beso hasta que muerde mi labio inferior y recuerdo donde estamos, no es adecuado que ambos estemos en el suelo besándonos, si Agatha pasara y nos encontrara, sería demasiado vergonzoso.

—Deberíamos de terminar —formulo, Theo frunce el ceño sin comprender a que me refiero, le toma unos segundos captar que estoy hablando sobre el pastel y las galletas. Apenado, se apresura a levantarse del suelo y ayudar a reincorporarme, se aclara la garganta, incómodo y voltea hacia la puerta, deseando que Agatha no nos haya visto, porque la puerta está abierta, se había olvidado de cerrarla.

—Será mejor que continuemos —repite y asiento. Me levanto y voy hacia donde he dejado la mezcla, Theo comienza a extender la masa por la mesa y Agatha aparece cinco minutos más tarde, con una gran sonrisa en los labios.

—Siento la demora —se disculpa.

—Descuida, entendemos que debes atender a los clientes —dice Theo, un hombre de cabello grisáceo por culpa de las canas, suéter azul y pantalones de mezclilla da tres golpecitos a la puerta para llamar nuestra atención, los ojos de Agatha se iluminan al verle.

—¡Edgar! —exclama con entusiasmo y se apresura a ir hacia donde está el hombre para plantarle un pequeño beso—. Mira quien está aquí ayudándome, hoy. —Hace una seña hacia Theo y los ojos de Edgar se iluminan con una enorme sonrisa, tan rápido como puede, se aleja de su esposa y él y Theo se abrazan.

—Hijo, es un gusto verte de nuevo —dice contento—. Ha pasado mucho tiempo, estás hecho todo un hombre. —Vuelve a abrazarle, y escucho una risita proveniente del príncipe.

—Lo sé, ha pasado algo de tiempo desde la última visita, quizás yo estoy envejeciendo, pero a ustedes los años parecen favorecerles, lucen mucho mejor que la última vez.

Todos reímos.

—Bien, ¿A qué se debe tu visita?

—He decidido tomar un par de días libres, ya saben, tomar un respiro sobre los deberes reales.

—Eso es bueno, todas esas actividades que tiene la realeza deben de ser bastante agotador, me alegro de que te tomes un respiro, ¿qué tal esta tu padre? —pregunta Edgar y la sonrisa de Theo se desvanece un poco.

—Ha estado bien, ha tenido una pequeña recaída, pero está mejor.

Edgar le ofrece una diminuta sonrisa.

—Johan es un hombre bastante fuerte hijo, estoy seguro de que le quedan bastantes años por vivir, sobre todo para verte gobernar y que continúes sacándole canas verdes —bromea con su último comentario, una sonrisa se dibuja en la boca de Theo al tiempo en que asiente.

—Supongo que sí, aunque es un hombre exigente y ama demasiado a su país que le será difícil cederme el trono fácilmente —agrega Theo, bromeando también.

—Es un hombre muy sabio, sabrá dejarte al mando —dice Edgar seguro de sus palabras, Theo asiente—. Tu madre estaría muy orgullosa de ver el hombre en el que te has convertido, me da gusto que estés aquí, dame otro abrazo.

Con esto, Edgar vuelve a envolver a Theo en un cariñoso abrazo. No hay duda de que hay un cariño por parte de ambos.

—Edgar, ¿ya conociste a Leigh? Ha venido con Theo —agrega Agatha, cuando ambos hombres se separan, su comentario consigue que ambos dirijan sus miradas a mí.

—¡Ah, pero que guapa chica! —exclama Edgar, con una sonrisa y se apresura a llegar hacia mí y envolverme en un abrazo, no puedo evitar sonreír—. Es un gusto conocerte Leigh, yo soy Edgar el esposo de Agatha.

Se aleja de mí para buscar a su esposa, quien está a mi lado y le da otro beso.

—Leigh y Theo han venido esta mañana para que es enseñe a preparar un par de postres tradicionales de aquí, a Leigh le encanta la cocina, estudió gastronomía.

Las cejas de Edgar se alzan en asombro.

—Eso es genial, nos vendría bien una ayuda extra aquí, aunque cabe decir que tu eres la mejor chef que he conocido en este país.

La sonrisa de Agatha se ensancha.

—Gracias, cariño —le responde a su esposo, contenta—. ¿Y bien? ¿Puedes decirnos a qué se debe tu visita? Rara vez se presenta en la posada a menos que necesite algo —dice Agatha más en mi dirección que en la de su esposo. Edgar suspira.

—Bueno, venía a buscar a uno de tus trabajadores para que me ayuden a descargar un par de cajas que tengo en el coche, están demasiado pesadas y necesito un poco de ayuda extra —explica Edgar, llevándose las manos a los bolsillos de su pantalón—. Pero veo que no hay nadie por aquí.

—Les he dicho que vinieran más tarde, así los chicos y yo tenemos un poco de privacidad, pero estoy segura de que Theo puede ayudarte.

Todos volteamos a ver a Theo, quien asiente tan rápido como puede.

—Si, claro, ¿en dónde están esas cajas?

Edgar sonríe y se apresura a salir de la cocina con Theo detrás de él, mientras le explica que hay dentro de esas cajas y la razón por la que pesan tanto. Agatha y yo continuamos con los postres.

—Sin duda es un buen hombre —dice Agatha, después de un tiempo, mientras decoramos las galletas.

—¿Te refieres a Theo? —me atrevo a preguntar, aun cuando sé que se refiere a él, solo que quiero confirmarlo. Ella asiente.

—A pasado por tantas cosas estos años, pero sin duda ha cambiado para bien.

—Supongo que sí.

—¿Llevan mucho conociéndose?

Niego.

—No mucho, más bien, apenas comenzamos a conocernos.

—Interesante, puedo ver que hay mucha química entre ustedes dos, es como si se conocieran de hace tiempo.

—¿Lo crees?

Agatha me ofrece una mirada, al tiempo en que asiente.

—Conozco a Theodore desde que era un niño, lo conozco lo suficiente como para saber que todas esas cosas que se dicen de él en televisión son falsas —responde segura de sus palabras, hace una pequeña pausa y suspira—. Sus padres lo han criado bien, han hecho de él un buen hombre, aunque a veces es algo testarudo y caprichoso, pero todos los somos en algún punto, tiene un buen corazón y posee la bondad de su madre.

Sonrío.

—Puedo ver que lo quieren bastante, tú y Edgar.

No me cabe duda en que la pareja le tiene mucho cariño, pues se expresan de él con amor.

—Como te dije, es un buen hombre y aunque a veces sea difícil de creer, Theo tiene una forma especial de ganarse a las personas, al menos para nosotros, es imposible no quererlo.

No la cuestiono, pues también comparto el mismopensamiento, Theo sin duda tiene algo especial en él, algo que consiguemantener mi interés y desear conocerlo lo suficiente como para enamorarme deél.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top