New York, la ciudad de las tentaciones.
Nota de al autora.
JAJAJAJAJA Enserio no me maten por este capítulo, de vez en cuanto me gusta hacerlas sufrir. Alexander es todo un loquillo. No lo odien tanto, está tonto.
Lo siento mucho, pero YO AMO EL DRAMA.
jajaja No olviden votar y comentar.
Alexander
Sin duda cuando se es papá de cinco niños lo mejor que se puede hacer aparte de cambiar pañales y preparar biberones, de noches sin dormir, de acompañar a Helena y escuchar sus platicas mientras hace del baño, de tener que separar a sus hijos porque se pelean y tener que estar acostumbrado a oler a leche podrida, después de todos eso tiene que disfrutar, porque ser padre es un sufrimiento para él. No debería distinguir entre el olor de la popa, es el rey, no un experto en pañales.
Y New York es lo mejor que le ha pasado.
Desde que se convirtió en papá sus fiestas no son igual que antes, pero está noche es su oportunidad para disfrutar sin sus hijos y sin esanchica embarcada que lo vuelve loco. La fiesta es tan lujosa que lo hace olvidar que en Inglaterra tiene cinco niños esperando por él y que una linda doctora embarazada espera que la llame por la noche.
Alexander sonrió de lado y tomó una nueva copa de vino. Por una noche en la que no llamé a Vanessa no le pasará nada, mucho menos a sus trillizos que no se duermen hasta que escuchan su voz.
Total y fin, por una noche en la que se divierta nada malo puede pasar.
Alexander soltó una carcajada cuando su copa se derramó sobre la ropa de una sirviente, pero esta tan tomado que no puede pensar claramente y solo escucha la música y ríe como todos los invitados. Solo quiere divertirse y olvidarse que es papá, que es esposo y que es el rey.
Porque el embarazo también cansa a los hombres.
Porque es bastante frustrante tener que ver a Vanessa molesta porque su ropa no le queda, con sus ataques de llanto y sus hormonas al mil por ciento y sobretodo lo que lo está matando, es no poder tener sexo cuando se le antoje.
Por un momento, Alexander pensó en ayudar a la joven sirviente a secar su ropa, pero New York es una ciudad con muchas tentaciones y esa sirviente tiene lindos ojos. Es mejor mantenerse alejado de las tentaciones, además, una chica embarazada lo espera en Buckingham.
— Tenemos un regalo para usted en su habitación Alteza — Aquel empresario americano le palmeo el hombro con una amplia sonrisa mientras un par de chica toman asiento sobre sus piernas — Mire a estas hermosas chicas, majestad. ¿Quiere pasar la noche con alguna de ella? Puede elegir la que más le guste, la que tenga los senos más grandes o el trasero más redondo. —
Alexander negó con la cabeza, no puede negar que son chicas hermosas, pero solo tomó otra copa de vino y alejo la vista de esas mujeres.
— No gracias. Soy casado —
Pero aquel empresario se carcajeo y dejó que esa chica lo besara en la mejilla.
— Yo también soy casado y tengo hijos. No sé preocupe Alteza, aquí somos discretos. Nadie le dirá a su esposa de su joven amante en New York. Un hombre necesita desahogarse del trabajo y si no es con su esposa, no lo es una hermosa amante —
Alexander negó y se puso en pie para irse hasta su habitación antes de que que su cabeza comience a pensar en ideas locas que arruinen su matrimonio, ya tiene bastante con ese doctor Sheppard que arruina todas sus noches, cuando Vanessa le cuenta lo maravilloso que es operando.
Soltó los primeros botones de su camisa y dejó caer el saco en cuanto entró a la habitación, de todos modos el sirviente que camina detrás de él como si fuera su sombra, lo recogió del piso. Si Vanessa hubiera visto eso lo habría regañado horrible por tratar de esa manera a un sirviente, pero esta noche quiere ser ese mismo príncipe, rey o lo que sea que era hace años cuando no tenía hijos.
— Alteza tiene una llamada de Buckingham — otro sirviente caminó hasta él con el teléfono en la mano — Dicen que es urgente. —
Alexander lo miró de soslayo. ¿Que puede ser urgente en Buckingham a esta hora? ¿Que Helena no puedan dormir hasta que le cuente un cuento o que le diga lo mucho que lo extraña? Por una noche donde no cuente cuentos y no escuche los llantos de su hija, no pasará nada. Para eso tiene sus nanas.
— No quiero contestar la llamada — Alexander se paso las manos por el cabello — Diles la mentira que quieras, no se, dile que sigo en la fiesta — el sirviente asintió, pero Alexander lo detuvo antes de que saliera de la habitación — ¿Dejaron un regalo para mi? —
— Si Alteza, esta en su habitación —
Pero cuando Alexander abrió las puertas corredizas para entrar a su dormitorio no vio nada fuera de lo normal, una amplia cama, unos ventanales con la mejor vista de la ciudad y una oscuridad tan profunda como la boca de un lobo. Caminó sin prisa, destapó una botella y sonrió cuando se desabrocho su camisa.
¿Que regalo podría dejarle? ¿Otra joya más? Esta harto de joyas. Los regalos que siempre le dan son los mismos o eso creyó hasta que un par de manos le dieron la vuelta y lo sentaron en la cama.
— Hola Alteza —
Alexander abrió mucho los ojos, quizá porque esta sorprendido o por los hermosos ojos de aquella chica pelirroja lo hipnotizaron. Es tan hermosa que se quedo sin aliento, pensando que esté es el mejor regalo que algún día le pudieron dar.
Ninguno de los dos necesita hablar, mucho menos él. Alexander sabe que lo mejor sería decirle a los sirvientes que se lleven a esta chica, pero cuando baja la vista y mira ese precioso cuerpo, con unas amplias caderas, con piel bronceda, con ese sensual babydoll de encaje que lo invita a tocar las curvas de su cuerpo, no quiere dejarla ir.
Algo dentro de su cabeza le dice que no lo haga, que es la peor decisión que esta tomando, pero la tentación es tan grande y esta llenó de deseo que no pensó en nada más, cuando tomo a la chica del cuello y la acercó para besarla.
No quiere ser ese maldito mujeriego que hace años le rompió el corazón a Vanessa, pero desea tanto a esa chica que solo quiere estar con ella, puede que sean los efectos del alcohol o su pasado revoltoso con las mujeres. Pero en cuanto vio a esa chica arrodillarse frente para hacerle sexo oral, no pensó en nada más, ni en sus hijos y mucho menos en Vanessa.
Solo esta cansado del matrimonio, de no tener sexo cuando Vanessa se siente mal por el embarazo, de fingir que es un padre amoroso, está harto de cambiar pañales y tratar de ser amoroso con sus hijos.
De todos modos, es el Rey, nadie y menos Vanessa sabrá de su pequeño desliz, será como un pequeño bache en su vida a la cual olvidará a la mañana siguiente cuando la dejé desnuda en la cama y regresé a Londres como un excelente esposo.
Sonrio al sentir deseo cuando las expertas manos de esa joven bajan la presilla de su pantalón muy cerca de ese lugar que su chica embarazada considera como suyo, pero que hoy compartirá con otra mujer.
Aquella chica experta en el sexo tomó asiento sobre él haciendo movimientos muy cerca de su entrepierna y jundango peligrosamente con Alexander, quizá sea momento de cambiar de posición y estar entre sus piernas antes de que muera de deseo.
Pero en cuanto escuchó su celular timbrar y ver a esa chica contestarlo, como si fueran amantes cercanos, supo de su mala suerte y de la estupidez que estaba a punto de cometer, porque aquella chica contestó con un hola y lleno de furia la arrojó sobre el piso.
— Alex... — Alexander tomo el celular con manos temblorosas, abrió los ojos lleno de furia y abrocho su camisa con desesperación. — Me estas engañando con una chica ¿Verdad? La pude escuchar, no puedes mentirme —
— ¡No! — pero fue imposible no sentirse como un idiota al escuchar los llantos de Vanessa. Quisiera estar ahí y decirle que iba a perder todo por una maldita chica que no vale nada, pero Vanessa no lo dejó hablar, llora tanto que no sabe que hacer. Camina de un aldo a otro de la habitación sin saber que hacer, se pasa las manos por el cabello busacndo una solución a su estupidez. — Vane tienes que escucharme, por favor deja de llorar, solo escúchame, fue un error... —
— ¿Un error? Eres un idiota ¡Estoy a punto de tener a mi bebé Alexander! — soltó otro quejido de dolor — Soy una tonta por llamarte, soy una estupida por creer que podrías cambiar, pero soy más imbecil por tratar de llamarte para decirte que tendremos otro bebé mietras estabas a punto de tener sexo con otra mujer —
Alexander fulminó con la mirada a esa chica, y se pasó las manos por el cabello. Tiene el rostro desencajado de preocupación. ¿Un bebé? Pero faltan más de dos meses, sin embargo, Vanessa llora de forma tan dolorosa que es imposible no creerlo.
— ¡¿Tendremos un bebé?! — Alexander salió corriendo de la habitación ordenando a sus guardias que preparen su avión de regreso a Buckingham — Vane tienes que decirme que pasa. ¿Como estas? Dios, iré lo más pronto posible, no quiero que tengas al bebé tu sola, yo tengo que estar contigo —
Vanessa guardo silencio un segundo, puede escuchar el sonido de los sirvientes, el llanto de Helena y los balbuceos de las gemelas, esta seguro que Christian y Andre también están asustados al ver que su mamá tendrá un bebé. Debería estar ahí, no con una maldita chica. Pero Vanessa no lloro más, tomó un respiro y sonó lo más sincera posible.
— No Alexander, no quiero que vengas. Quédate allá, no quiero que mi bebé se de cuenta que su maldito papá es un infiel. — Vanessa esta furiosa, lo sabe, por el tono frío y cortante de su voz — ¡Quiero que te largues de Buckingham y saques tus malditas cosas! Porque tu Alexander jamás de das cuenta de nada, solo miras tu corona y tus lujosas fiestas, pero yo.. tu abuela me lo advirtió hace días, me dijo que me rompería el corazón y que volverías a ser un mujeriego y no quise hacerle caso. Después de esto tendré a mi bebé y ¡no quiero a una mierda de hombre como tú en mi vida!—
— Vanessa no cuelgues la llamada, cariño por favor...—
Alexander se quedó como una estatua escuchando la línea en silencio. Corrió como alma que lleva el diablo dispuesto a tomar su avión y regresar a Londres antes de que nazca su próximo bebé, porque sabe que es un hombre que está a punto de perderlo todo...
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