Capitulo Especial. La niña del abrigo rojo.
Alexander
Alexander extrañaba volver a Berlín, a su antigua ciudad. Le gusta sentir el aire frío, ver los edificios viejos y tomar cerveza. Bajó del auto y miró la casa de su madre delante de él. Los elegantes autos estacionados y el sonido de las copas. Tendría una noche ideal con sus viejos amigos, llegaría hasta la madrugada a su penthhouse y olvidaría el maldito dolor que siente en su pecho, ese dolor sería soportable si fuera por un corazón roto, pero tiene un horrible tatuaje porque su querida esposa lo marcó como un animal. Quizá el alcohol lo hubiera hecho olvidar su coraje, sino fuera porque al girar, puede ver a su hija poniéndose su pequeño abrigo rojo dentro del auto.
Porqué si Vanessa le hizo esa horrible marca en el pecho de la cual ya después discutirán como demonios tiene su nombre ahí, Helena no lo deja nunca solo. Su hija está en ese etapa donde solo quiere estar con él. Si esta en el parlamento la tiene sentada a su lado, lo abraza, lo besa, lo hace hacer miles de cosas, lo maquilla, lo lleva de compras y lo hace gastar miles de libras en juguetes. Pero al verla con su pequeño gorro y sus botas para saltar en los charcos. Es tan pequeña que le hace recordar que si él no hubiera hecho abortar a esas mujeres, tendría a más de una Helena en su vida. Quizá ella tiene esa actitud celosa porque están las gemelas y ciertamente esas dos pequeñas bebés ya también lo reclaman todo el tiempo.
— ¿Papá porque mamá no viene con nosotros? — Helena bajo del auto y se aferró a su pierna para que la tomara en brazos antes de que los guardias abrieran la puerta de la casa su madre.
Alexander suspiro, ya está acostumbrado a que Helena no pare de hablar de como juega con las gemelas, pero no fue por eso, sino porque se supone que todo hijo tiene que estar con su madre, pero precisamente la madre que él tiene esta algo loca y por eso no puede explicarle a su hija de cuatro años que Vanessa odia a su madre.
— Estaba ocupada — mintió. Eso es mentira. Estaba tan furioso al ver ese tatuaje en su pecho, que caminó hasta la habitación para regañarla, pero Vanessa estaba como muerta gracias a la resaca, pudo haberla despertado, pero al ver a sus gemelas dormidas ahí también, salió sin decir nada. No quería arruinarle el sueño a Vanessa solo para decirle que iría a ver a su madre y menos aún, que Helena lo acompañaría. Porque si hubiera despertado a Vanessa, su hija no estaría aquí.
— No seas mentiroso papi. Tú no invitaste a mamá a la fiesta, y como ella no está aquí, yo tengo que cuidarte —
Miró a su hija y sonrio ampliamente cuando está le saco la lengua una joven alemana que posiblemente quería hablar con el. Su hija es la representación aún más celosa que Vanessa. Alexander no quiere ni imaginarse cuando las gemelas estén grandes. Le hubiera gustado traer a todos sus hijos, pero ciertamente le hubiera dando un terrible disgusto a Vanessa y su madre esta mal mentalmente.
Alexander sabe que ser él rey atrae más atención de la que le gustaría, la gente se acerca a platicar y de un momento a otro se vuelve el centro de atención en la fiesta. Helena se aferra a su pecho, para que no la aleje cuando trató de llevarla con su nana, pero hizo su cara triste y sigue jugando con los botones de su camisa. Alexander alejó la mano de su hija, porque si por error abre su camisa, todos verán el nombre de su esposa tatuado en letras negras, grandes y profundas, en su pecho.
— ¿Ella es tu mamá? — preguntó su hija con voz emocionada — ¿Ella es mi abuela? —
Su madre se abrió paso en medio del gentío de la fiesta y sonrió al verlo llegar. Su madre tiene ese rastro de furia en los ojos al verlo llegar con su hija. Dentro de el sabe que tenía que dejar a Helena en Buckingham, con sus hermanos, pero era traerla o soportar una hora de lloriqueos.
— Si, es mi madre —
— Pues es muy fea — intento regañarla pero su hija le dio un sonoro beso en la mejilla y le dio un fuerte abrazo. Es tan cariñosa que estar enojado con ella es imposible— ¿Ya nos podemos ir? Tengo hambre, quiero una hamburguesa. De verdad papi, esa señora no me gusta. Mejor regresemos al palacio, quiero ver a mami, a Christian, Andre y las gemelas y no puedo dormir sin mi osito, por favor papi —
Pero ignoro los quejidos de su hija cuando su madre llegó y lo abrazó, alejandolo de su hija. Sabe que su madre no quiere a sus hijos, lo supo desde que alejo a Helena con esa brusquedad. De inmediato alejo a su madre y Helena se aferró a su cuello celosa.
— ¡Oh Alex, se supone que tenías que venir solo! La invitación era solo para ti — su madre sonrió para fingir la molestia y acaricio la mejilla de Helena — Tu hija es muy pequeña para entender esto, pero Camile esta aquí. Te esta esperando en una se las habitaciones. Disfrútala, cariño, ten sexo con ella, ser rey es muy cansado y todavía esa desconciderada mujer te envía a la niña como si fueras un maldito niñero —
— ¡Te dije que no me interesa Camile! Te repetí miles de veces que no debías invitarla — le dijo furioso a su madre. Hablo tan bajo para que su hija no lo note. Pero Helena está entretenida mirando los grandes candelabros que desprenden luces de varios colores. — Basta, me iré de aquí. —
— ¡Espera cariño! Ve por la fiesta, bebe unas copas de vino y disfruta. Yo guardaré tu secreto. ¡Recuerda Camile es muy bella cuando tiene poca ropa! Lo se, estas furioso, pero no te enojes conmigo, es mi cumpleaños, solo quédate un par de horas y ya — Alexander apenas pudo reaccionar cuando su madre tomó en brazos a Helena con un gesto maternal — En cuanto a ti pequeña, ven ya es momento de pasar tiempo con tu abuela —
Alexander no lo tomo a mal. Su hija hasta sonrió emocionada cuando su abuela la abrazó de esa manera y la alejo de la fiesta. Así que pudo disfrutar de la fiesta, tomo un par de copas de vino y converso con sus amigos, porque aquí en Berlín no es el rey, no tiene que seguir esas extrañas reglas. Aquí puede hacer lo que quiera, claro sin seguir los consejos de su madre.
Pero cuando su abuela la alejo de su papá, para Helena fue lo peor de todo el mundo. Su abuela la tomó de la mano y la obligo a sentarse en un amplio sillón. Mientras su abuela camina de un lado a otro y un sirviente deja un vaso de leche y galletas para ella.
— ¿Tu madre ya te dijo quién soy? — Helena negó con la cabeza y tomó una galleta de chocolate — Soy la madre del rey. No quiero que me digas abuela, no te considero mi nieta. Pero tus hermanos, tu mamá y tú deben dejar a mi hijo, el rey, en paz —
A Helena no le gusta esta señora. Tiene esos ojos azules que tanto le asustan. Trato de alejarse en el sillon, pero su pequeña mochila apenas la deja moverse.
— Pero el rey es mi papi. No voy a dejarlo. Es mi papá — tiene tanta hambre que dejo el vaso de leche a un lado y estaba dispuesta a comer otra galleta cuando, esa mujer arrojó las galletas al suelo.
— ¡¿Que tu madre no te enseña modales?! Mira que ni siquiera sabes tomar un vaso de leche de forma refinada —
Helena comenzo a asustarse al escuchar los gritos de esa señora. Gritó tan fuerte que no puedo evitar hacer un puchero de miedo y más aún cuando vio entrar a Camile, porque ahora no está su papá para defenderla.
— Que sorpresa, aquí esta la pequeña princesa. Tu arruinaste mi vestido — Camile la tomo del rostro con sus dedos fríos — Eres idéntica a Alexander y pensar que no quería tenerte. ¿No te lo dijo tu fabulosa mamá? Tu papá no te quería ni a ti, ni a ninguno de tus hermanos —
— Eso es mentira. Mi papá es el mejor. Es como... — Helena pensó en todas las cosas que hace con su papá. Recordó aquel día cuando acostó a las gemelas en su cochecito de bebes y obligó a su papá a tomar el té, mientras sus asesores eran los sirvientes. Su papá es el mejor del mundo. Le cuenta cuentos, la lleva al parlamento y la hace reír cuando tienen que escuchar hablar a esos viejos hombres. Helena lo quiere muchísimo — Mi papi es como un principe azul —
— ¿Que no sabes las cosas que tu papá le hacía a los bebés? — Helena se hizo un ovillo en el sillon aterrada. Su papá no puede ser malo. Las gemelas son unas bebes y el las quiere mucho. — Tú querido papi hacía que mataran a los bebés. Seguramente él también quería que hicieran lo mismo contigo y tus hermanos, pero no lo hizo porque estoy segura que tus hermanos y tú, no son sus hijos. —
Helena no pudo soportar las lagrimas. ¿Su papi no es su papi? Su papi no pudo haberle hecho eso a los bebes.
— Vamos, claro que no es su hija. ¿Recuerdas que su madre estaba con el árabe? Si, es hija de esa árabe. Esa niña no puede ser la reina. Mi hijo no quería hijos, jamás. ¿Sabes a cuántas mujeres mando abortar? A muchísimas Camile — la madre de Alexander negó con la cabeza — Mi hijo la acepto como hija por lástima, después de que vio como mataron a ese árabe. No sé como Alexander se atreve a traerla a mi casa, si no es su hija —
Helena soltó un lloriqueo más fuerte y limpio sus lágrimas con sus pequeñas manos, mojando sus guantes para el frío. Esta sentada, lejos de su papá y asustada como nunca antes. Nadie la había hecho sentir tan mal, al hablar mal de su papi.
— Quiero a mi papá — busco con la mirada, pero no lo encontró. Esta en una casa extraña, donde todos hablan un idioma que no entiende. Está aterrada y es solo una niña de cuatro años — ¡Papi! ¡Papi! —
— Él no es tu papá. Alex, el rey, no puede ser tu papá y tú no puedes ser su hija. Solo eres una niña mitad latina, y las reinas tienen que ser inglesas ¿lo entiendes? — su abuela se arrodilló junto a ella y fingió una sonrisa — Tú tienes que ayudar a tu mamá, Alex es muy malo, recuerda lo de los bebés, el podría dañar a las gemelas y son muy pequeñas... solo tienes que decirle a tú querida mami que viste a tu papá con Camile en la cama. Solo tienes que decir eso. ¡Por dios ya deja de llorar! —
Helena apenas y puede ver por las lagrimas, ni siquiera puede respirar, solo llora y llora sin poder detenerse, pero recordó que su mamá siempre le dice que si alguien la molesta se defienda, así que levantó su pierna y pateó a su abuela, antes de salir corriendo. Helena está asustada y confundida, hay tanta gente desconocida que no para de correr, pero cuando ve a su abuela ir detrás de ella no sé detuvo, corrió entre las piernas de las personas. Solo es una niña de cuatro años aterrorizada, es tan pequeña con los guardias no la vieron salir corriendo hacia la oscura calle.
Helena tiene una mente infantil, ella cree que al igual que Caperucita roja tiene que esconderse de ese lobo. Se aferra a su pequeña mochila y cuando se cansó de correr, miró a todos lados asustada. Tiene hambre y frío, tanto que sus mejillas están rojas. Pero cuando mira a su alrededor solo puede ver un lugar extraño y solto un quejido de dolor, porque esta perdida, su abrigo rojo tiene rastros de nieve y el invierno es cruel en Berlín.
Helena caminó hasta tomar asiento en una banca en medio de un parque en el centro de Berlín. Su pequeño corazón palpita a mil por hora cuando ve acercarse a lo que su imaginación es santa con los regalos, en realidad es solo un hombre de la calle cargando un par de botes de basura. El hombre tiene la barba tan blanca, pero la ropa tan sucia que Helena no sabe si es de verdad o está en un cuento como esos que su papi le cuenta antes de dormir en Buckingham.
— ¿Estas perdida? — no contestó. Su mamá la enseñó a no hablar con extraños. Pero aquel anciano sonrió amablemente y suspiró — También te abandonaron tus padres. Los padres de hoy creen que pueden dejar a sus hijos así de fácil en medio de la noche y en un parque. Ven, no puedes quedarte aquí, es peligroso —
Helena negó con la cabeza y lloriqueo más fuerte que nunca. Se aferró a su pequeño abrigo rojo.
— No, yo solo quiero a mi mami. — sus mejillas están rojas por el frio y el llanto descontrolado — ¡Mami! —
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