Capitulo 53

Vanessa

— Mi primer bebé se llama Andre, porque se parece al nombre de su papá. El segundo se llama Christian como el sexy señor Grey — Vanessa tomo asiento en el pasto y alejó de sus bebés las mantas. Les dio un sonoro beso en la frente dejando marca por su labial rojo — Y mi hija se llamará Helena, como la mujer que destruyo Troya. ¿Crees que suena bien sus nombres? —

Antes de tomar asiento Barbara ayudó a su hija con un papalote. Las bolsas de sus comprar las rodean a las dos. Ya era necesario que su hija tuviera ropa de niña, no la podría seguir vistiendo como un pequeño jugador de fútbol. Ahora tendrá tanta ropa rosa y vestidos, que nadie la volverá a confundir con sus hermanos de nuevo.

— Reina Helena, si, creo que se escucha bien — los bebés apenas y hacen pequeños sonidos con sus bocas — Va a ser una reina con un nombre un tanto... original —

— ¿De ellos que piensas? Mi madre quería que los llamará como un actor de telenovela —  les acomodo sus  gorros y los expuso un poco al sol — Mis bebés parecen muertos vivientes —

La piel de sus hijos es tan blanca que incluso los pocos mechones de su cabello son casi blancos. Sonrió y tomo un par de fotos cuando le puso los pequeños lentes que mandó a hacer para ellos. Es la primera vez que salen a un parque, sus pequeños cuerpos tiene que tomar el sol.

¡Por dios todo el mundo tiene que darse cuenta que también son latinos!

— Andre es perfecto para un príncipe. Es elegante y sofisticado  — su amiga río entre dientes — Pero ¿Christian? ¿Acaso quieres que sea un depravado sexual? —

— Yo fui una depravada Barbara. — ajusto sus gafas de sol y sonrió ampliamente — Mi primera vez fue a los 15 años con uno de mis maestros. Me gustaban demasiado los hombres, tanto, que podia tener a uno diferente en mi cama cada semana. No soy ni la típica chica virgen. Ni la torpe inexperta. Antes de ser mamá viaje por el mundo, tomé hasta perder la conciencia y quizá fume cosas extrañas. No puedo culpar a mis hijos si son iguales a mi. —

Los parques en Londres le gustan porque son grandes, el color verde de los árboles se ve infinito ante su mirada. Le encantan, porque puede salir sin el peligro de ser perseguida por miles de periodistas preguntando por su boda. Vanessa abrió los ojos de nuevo y tomó un sorbo de su limonada.

— Ya quiero ver lo que hará el rey si tu hija sale igual a ti. Loca por el sexo. Le va a dar un infarto por tu culpa —

Vanessa miró seriamente a su amiga. Pidiéndole ayuda con un simple parpadeo de ojos. Tan significativo que su rostro dice más que mil palabras.

— Barbara... el día de mi boda, no sueltes mi mano, por favor — se mordió el labio nerviosa, enseñando los hoyuelos de sus mejillas — Estaré literalmente muerta de miedo. Solo acompáñame hasta el altar —

— No lo haré. Tu hiciste lo mismo por mi, sin olvidar que mi boda fue en la playa. Solo de imaginar la tuya, tengo escalofríos —

— Estos días han sido demasiado. Pensé que esperaríamos más para la boda....  paso mis días en el hospital y mis noches junto a Alexander eligiendo cada detalle de la fiesta, que invitados, las invitaciones, y el sabor del pastel. Sin olvidar que los bebés siempre lloran en la madrugada, los tres al mismo tiempo y su papá, dios, ya es experto en cólicos. Eso parece una maldita matanza de texas  — se recostó en el pasto con sus hijos sobre su pecho. Cerró los ojos al sentir la calidez del sol — Solo quiero una noche a solas con el rey —

Cerró los ojos con fuerza tratando de imaginar que no esta vestida como una rockera de los 70 y que lleva traje de baño, así que puede sentir  la arena jugando con su piel y el sonido de las olas del mar, en una playa paradisíaca, lejos de pañales olorosos y senos rojos de tanto amamantar. Pero su sueño terminó terriblemente cuando la pequeña boca de Christian busca desesperadamente su seno. Lo conoce, esta a punto de llorar, sus ojos azules se llenan de lágrimas y su boca se abre para soltar el primer llanto y si el llora, lo harán los otros dos también.

Solo quiere dormir una noche completa. Sin blusas con olor a leche podrida y quiere tener mucho sexo, si, como antes cuando era soltera.

— Yo cuidaré a tus hijos esta noche. Pasala la noche con el rey — contesto de inmediato su amiga.

— No puedo. Falta una semana para la boda, ni siquiera podemos vernos. Esta totalmente prohibido hasta el día de la boda — negó con la cabeza — Es una tonta costumbre de la realeza. Además, tengo que escoger la Corona que usaré ese dia y terminar de arreglar mi vestido  —

— Ven te daré un consejo, pero tienes que hacerlo cuando estés sola con Alexander — Vanessa tomo asiento para darle pecho a su bebé mientras su amiga se inclina sobre su oído y al escucharla sus mejillas se hacen rojas — Has eso y lo tendrás comiendo de tu mano y toda esa semana, te extrañará como un loco

— ¡¿Estas loca Jamás he hecho eso en toda mi vida. Ni siquiera cuando era una tonta adolescente. Tampoco se como ¿Y si no le gusta? — pregunto dudosa y con el rostro asombrado. Hasta se quito los lentes de la sorpresa. Barbara se puso en pie con una sonrisa pícara en el rostro

— A todos los hombres les encanta. Es un consejo de latina a latina. ¿Tienes idea de cuántas mujeres están detrás de el? Tienes que hacer que te adore, te necesite, que seas el aire que él respire. — tomo de la mano a su hija— Tengo que ir al hospital, pero estaré esperando esta noche a tus hijos. Te veo en mi casa en unas horas. Usa ropa sexy —

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Alexander

Alexander entró en su despacho con sus asesores y su furioso padre pisándole los talones. Esta terriblemente molesto y harto de la Corona. Ha pasado todo su día de reunión en reunión, de hablar de política con el ministro y de no caer en la provocación de las mujeres. Siente que le duele el rostro de tanto hablar.

Su padre no deja de maldecir y gritar improperios sin dejar su lado aristocrático. Su rostro demoníaco envidia cada gramo de oro de la Corona. Por culpa de él no irá a ver a sus bebés, no cuando esta así furioso y fuera de sí. Ellos necesitan verlo bien y no como un horrible rey.

Tomó asiento en su escritorio de caoba, grande y decorado por oro y acerco la silla lo más que pudo. Sus asesores hablan y hablan, pero ya no quiere saber nada más. Solo los escucha porque como rey es su obligación. No puede dejar de ver su Corona, dorada y resplandeciente detrás del cristal, tan extraña a este mundo y tan suya al mismo tiempo. Levantó el rostro de inmediato cuando escucho a su padre.

— ¡¿Lo entiendes? No te cases, no lo hagas. Esa doctora no es la correcta. Es de una raza inferior a nosotros y tus hijos... no son de sangre pura. Ellos son latinos — su padre gritó con todas sus fuerzas — ¡Tu hija latina no puede ser la siguiente reina de Inglaterra! —

Estuvo a punto de golpearlo en el rostro sin importarle que sea su padre. No puede hablar así de sus hijos. Jamás dejará que alguien los haga sentir mal por sus raíces. ¿Que importa que sean ingleses y lleven sangre latina?

Sin embargo, un par de manos lo retuvieron en el asiento. Confundido bajo la mirada debajo del escritorio y la vio, ahí escondida entre las sobras y la madera. Vanessa tiene el mentón recargado en sus piernas, mirándolo juguetonamente mientras le pide que guarde silencio.

¿Esta demente?

Esta prohibido que se vean antes de la boda. Es un ridiculez, puesto que ellos se conocen más de lo debido. Pero acaba de confirmar que cuidar a los bebés en las noches y no poder dormir, si la está afectando. No pudo despegar la mirada al verla quitarse el pequeño vestido de seda y pasó saliva, al notar  el mismo babydoll que le regaló.

Sus senos luchan por no salir de la  pieza de tela blanca y su cabello rubio cae por su espalda como una melena de oro puro, pero sus ojos tienen ese brillo maligno, divertido y arriesgado que tanto le gusta, de la misma manera cuando tenían sexo escondidos en el hospital, esperando a que no entrara ningún interno. Vanessa le pide que guarde silencio para que nadie se dé cuenta que esta escondida.

¿Como demonios entró en el palacio?

Pero eso ya no importa, sino el hecho que se arrodillo delante de él y juega juguetonamente con el cierre de su pantalón. Tan lentamente que siente que va a morir al verla haciendo eso.  No puede ser tan cruel.

— ¡Ponme atención Alexander! — su padre golpeó la mesa con fuerza. Pero Alexander casi suelta una maldición al sentir el toque de su juguetona lengua en su entrepierna  —Tu maldita esposa nos prohibió, a mi esposa y a mi, la entrada a Kensington. Ni siquiera podré ir a la fiesta más importante de todas. En tu boda estarán las personas más importantes del mundo y yo no. Yo que soy tu padre, yo te di la vida y yo te di la Corona. Que jamás se te olvide —

Alexander se acercó más al escritorio para darle libre acceso a Vanessa para que siga haciéndolo sufrir, mientras trata de ocultar las venas sobresalientes de su cuello y aferra sus manos a su asiento con fuerza. Apenas y puede hablar del placer. Esa boca tiene un don que no conocía ¿Porque demonios no lo habia hecho antes?

— No fue ella, yo te prohibi la entrada al palacio y no están invitados a mi boda — dijo Alexander casi sin aire, al sentir una oleada de placer tan potente que tuvo que hacer una pequeña mueca con su rostro y ocultarse de todos.

— Yo debería de ser el rey de Inglaterra, no tú — bramo su padre.

Alexander observó a todos pero siguen sin darse cuenta que hay una mujer entre ellos y que esta muy ocupada arrodillada delante de él. Ya no siente furia con nadie, solo quieren que se vayan del maldito palacio de una vez por todas. Trato de hablar, pero no logro formular una maldita palabra y solo soltó un gruñido.

Esta muriendo lentamente.

— ¿Se encuentra bien Majestad? Su rostro está sonrojado. ¿Tiene fiebre? — pregunto uno de sus asesores. Pero Alexander levantó la mano.

— Estoy bien... solo hace mucho calor. Váyanse todos — dijo casi sin aliento. Apenas y puede formular palabra alguna — Y tu padre. Vete de Inglaterra con tu esposa. Ya no eres bienvenido en la realeza. Ofendiste a mis hijos y es tu consecuencia —

Los asesores se fueron después de una reverencia y su padre cerró la puerta tan fuerte que los libros de la mesa temblaron. Retiro la silla y la tomó por los hombros para sentarla sobre sus piernas. Vestida así, parece una muñena sexual de aparador. Sin decirle nada, la sorprendió al unir sus labios con los de ella desesperado por buscar consuelo a su creciente placer.

—¿Como entraste a Buckingham? — le pregunto entre besos. Vanessa se alejó un poco y levantó sus manos para tocar el cabello de Alexander.

— Es secreto. Alex estoy muy cansada de solo pensar en pañales. Creo que necesitamos algo más divertido — Vanessa llevo sus manos hasta la tela de su babydoll — ¿La sientes? Es tan suave que parece que estoy desnuda —

— Bueno, fui yo el que te dijo que no siguieras las reglas de la Corona. Es mi culpa que estés aquí  — Alexander giro su rostro para ver por la ventana. El agua golpea de forma horrible contra el cristal. — La lluvia es tan fuerte que sería terrible dejarte ir ahora. Podrías enfermar y yo no quiero eso —

— ¿Vamos a tu habitación? —

— Primero las damas —

Así como sus asesores lo seguían a él. Alexander no se despegó ni un momento de ella hasta llegar a la cama. La oculto de guardias y de vistas masculinas que se pierden en la forma de su cuerpo. Esas curvas que lo vuelven loco. Parece un chico perdiendo su virginidad de nuevo. Sus manos temblaron un poco al ponerse el preservativo, pero no quieren más bebes. Pero eso no cambió en nada lo que quiso hacer con ella toda la noche. La escucho gemir, maldecir, casi gritar y reír, porque se divirtieron, así como no lo hicieron en Venecia.

Todo el palacio se paralizó solo por el. No quería sirvientes husmeando por los pasillos, ni escuchando detrás de la puerta. Nadie los molesto. Y cuando la sintio temblar debajo de su cuerpo, se alegró de hacerlo suya de nuevo. Tuvo esa misma sensación de tener sexo en un maldito auto cuidándose de los policías. Esa emoción de hacer algo prohibido.

— ¡Oh Alex!. Olvida los que te dije cuando estaba en trabajo de parto — Alexander salió de su interior húmedo y caliente y  se recostó a su lado. Ella tiene unas gotas de sudor, su cuerpo brilla y respira rápidamente — No quiero ser lesbiana nunca —

— Ahora que lo recuerdo — se recargó sobre su codo y beso su hombro haciéndola temblar se nuevo — ¿Donde están los bebés? —

— Están tomando unas vacaciones de sus papás — Vanessa se refugió en su pecho— Alexander ¿Estas nervioso por la boda? —

— No. Ese tipo de eventos los he hecho toda mi vida. Habrá demasiada gente y todos los ojos del mundo estarán puestos ahí, pero no pasará nada. Saldrá bien — cubrió su cuerpo desnudo con una sábana — ¿Estas nerviosa? —

Ella tomó asiento en la cama. Moviendo sus manos al hablar. Su cabello cubre sus senos. Que bueno que la reina jamás sabrá de los tatuajes que tiene por su cuerpo. Esas figuras extrañas que seguramente se hizo cuando pasaba tiempo en misiones en el desierto.

— ¡Claro! Solo imagina si hago algo mal. ¿Si caigo delante de todos por culpa del vestido? ¿Y si no soy digna para las personas de todo el pais? — pregunto con el labio tembloroso — Yo soy directora del mejor hospital de Londres. Pero ser tu esposa y después ser reina, me aterra —

— Shsh, todo saldrá bien. A menos que en el último momento frente al altar no quieras casarte — Vanessa soltó un risa suave — Si dices que no, quizá sienta vergüenza pero no me molestare. El rey sería rechazado en el altar —

— Lo haré

— ¿Estas segura? —

— Si, Alexander, no me pongas más nerviosa — Vanessa se arrojó sobre su pecho y lo recostó sobre la cama — No perdamos más el tiempo y hagámoslo de nuevo. Vamos. Debemos aprovechar que no están los bebes, ni pañales que cambiar —

A la mañana siguiente Alexander salió de la ducha, con su traje perfecto y listo para empezar sus reuniones con políticos. Pero antes de salir de su habitación, el movimiento de manitas lo obligó a acercarse a la cama. Ordeno traer a sus hijos en cuanto se puso el sol. Así que los tres, con sus pijamas de calaveras, están escondidos entre las sabanas de la cama. Son tan pequeños que apenas pueden verse.

Admiró el cuerpo desnudo de Vanessa. Está boca abajo con su rostro de costado y su trasero cubierto por la sábana. Su blanca piel resalta como porcelana en medio de la oscuridad. Pero no la despertó, ni dejó pasar a los sirvientes. Que duerma todo lo que quiera. Que piense que los bebés están lejos de ella. 

Sonrió y dejó un beso en su frente antes de salir de la habitación para perderse por los pasillos de Buckingham como el rey de Inglaterra.







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