Capitulo 46
Vanessa
Vanessa está en una profunda oscuridad tan relajante que no quiere mover ni una pestaña. Ni siquiera puede abrir sus ojos, siente los párpados tan pesados que solo quiere seguir durmiendo hasta que ya no pueda más. No hay nadie que la moleste, no hay voces que traten de despertarla, sin duda esta en los brazos de morfeo porque ni un llanto de bebé podría despertarla.
Sin embargo, lo que interrumpió su sueño, no fue otra cosa más que el molesto y típico dolor de estómago que siempre tiene en las madrugadas. Está totalmente acostumbrada a los antojos de medianoche. Dormida hace una mueca de dolor y se toma el estómago. No es nada grave, ni nada por el estilo, solo tiene hambre.
Muchísima hambre. Como si no hubiera comido en días.
Abrió los ojos de repente y tomó asiento en la cama confundida. Se desconectó el suero del brazo y sus ojos se adaptaron a la oscuridad de la habitación. Esta completamente sola y lo único que escucha es el sonido de las máquinas del hospital, ni llantos de bebés, ni nada. Se siente desorientada, sabe que esta así por la anestesia. Se bajó de la cama pero casi cae por que sus piernas aún siguen un poco dormidas.
Pero eso no importa, tiene tanta hambre que incluso podría arrastrarse para conseguir comida.
— ¡Joder! — gritó molesta al golpear su pie con un arreglo de flores. Felicidades mamá. Rodó los ojos, esas rosas solo son para los muertos, no para ella.
Caminó hasta la puerta pero antes de salir bajó la vista a su cuerpo. La bata tiene amplia vista de su trasero y no quiere que los enfermeros lo vean, lo mejor es que no salga así. Encendio la luz y busco algo de ropa. Encontró la maleta que había hecho días antes, esa que era para sus bebés. Se puso ropa cómoda, pero en la maleta no está la ropa de sus bebés, ni sus gorros y faltan pañales. Algo no está bien.
¿Donde están sus bebés?
Los busco por la habitación, sus pequeños cuerpos quizá están junto a la cama cubiertos por una manta, pero no hay ni olor a bebé en la habitación. Lo último que recuerda es un llanto, después de eso no hay absolutamente nada. Salió apresurada de la habitación sin importarle el horrible dolor en su entrepierna, que siente que se desgarra con cada paso. La opción de ser lesbiana es más viable cada vez, odiaria quedar embarazada de nuevo.
A esta hora en el hospital no hay ni un anima en los pasillos. Es la hora muerta donde los pacientes están dormidos y las enfermeras en sus trabajos. Así que afuera de su habitación no hay nadie, ni guardias de la corona, solo es ella caminando igual que un fantasma.
Recuerda muy bien tener dos bebés, fue bastante doloroso como para olvidarlo de repente. ¿Pero su tercer bebé? No lo recuerda. Se mordió el labio asustada hasta sentir el sabor de la sangre. Seria algo terrible si a su bebé le ocurrió algo... No, no,no. No va a pensar en eso. Solo esta desorientada por la anestesia, lo primero es encontrar a Alexander.
Quizá esta muy drogada por la anestesia ¿Esta muerta? No, es una mala teoría, el hambre que siente es demasiado real. Pero esa luz, tan brillante en medio del pasillo es como un jodido angel en este momento. Esa maquina de frituras es su salvación. Se acercó y pegó el rostro para mirar la comida. Su estomago gruñe al imaginar que come algo. Buscó en sus bolsillos pero no tiene ni una sola moneda y regresar a la habitación es un camino algo doloroso. Pegó sus rostro al cristal y se lamentó de su mala suerte.
— ¿Que haces aquí? Es medianoche — levantó su rostro cuando escuchó la voz de Alexander — Deberías de estar en la cama —
Se recargó en la máquina de frituras y mostro una sonrisa adormilada. Alexander luce tan sexy como esos doctores que salen en sus series favoritas, solo que él no es doctor y y ella no es su paciente. Su cabello está despeinado, así malditamente igual de rebelde al de los cirujanos cuando salen de una operación y mientras camina preocupado, no puede dejar de ver sus ojos, azules y un poco asustados. Si ella fuera atropellada y él su paramédico, no se sentiría enferma nunca más.
— Alex... tu eres muy guapo ¿Alguna vez te he dicho lo mucho que me gusta tu cabello? — dijo emocionada al verlo llegar y se lanzó a sus brazos como una damisela — Guapo ¿Tienes un par de libras? —
Paso sus manos por el cuello se Alexander y se puso de puntillas para lograr darle un beso en la mejilla. Pero el movimiento fue una tontería, el dolor en su entrepierna la hizo doblarse y sostenerse de la maquina para no caer. Cariño a cabas de tener bebés. Alexander la tomo por los hombros dulcemente.
— No deberías de estar aquí. Es peligroso para ti. Ven, regresemos a la habitación y ahí te quedarás hasta que pase el efecto de la anestesia. Volveré contigo en cuanto pueda — paso sus fuertes manos por su cintura para sostenerla en caso de que sus piernas fallen.
— No me iré. No quiero regresar a esa habitación, me siento en un velorio con tantas flores — Alexander alejo un par de mechones de su rostro para verla mejor — Tengo mucha hambre. Necesito comer. ¡Necesito cómoda ahora! —
— Si no te gustan las flores hare que las quiten de inmediato, pero regresemos a la habitación. Pediras la comida que quieras, lo que más se te antoje. Pero regresemos. No quiero que te vuelva a pasar nada — Vanessa suspiro cuando de reojo pudo verlos, si, a esos asesores de la corona que tiene el descaro de molestarlos en plena madrugada. Alexander tiene que hacerse cargo de la corona aún cuando sus bebés acaban de nacer. Los detesta, siempre ahí con sus rostros serios y sus trajes negros.
— ¿Te refieres al desmayo? — soltó un par de carcajadas. Antes de empezar a caminar hasta la habitación — Lo siento, los partos son bastantes dolorosos, trabajé durante el día y fui a tu evento. Solo fue un pequeño desmayo. No fue nada —
Alexander la pegó más a su pecho. Se había asustado tanto que al tenerla cerca lo hace sentir vivo de nuevo. La ha estado cuidando, a ella y a los bebés, pero también tiene que atender los asuntos políticos de su país. Abrió la puerta de la habitación y Vanessa se refugió en su pecho, sonriendo ampliamente cuando uno de sus sirvientes entró con unas bolsas de comida, sus hamburguesas favoritas.
— ¡¿No fue nada?! Eres la única que me ha asustado de esa manera. ¡Por dios! Me sentí tan impotente. Trate de despertarte y no abrias los ojos y el bebé no paraba de llorar. Así que, fue un momento bastante estresante. Creí que morirías y me quedaría solo con los bebés. No sabes lo difícil que fue verte dormir estas horas y pensar que no despertarías —
— Lo entiendo, lo siento Alex. — Vanessa se alejó y tomó asiento en la esquina de la cama, sus ojos miran al suelo — Te juro que la próxima vez, aunque no creo que exista, será como tu quieras. Lo prometo... yo no recuerdo al ultimo bebé. ¿El no está muerto, verdad? —
Alexander soltó un par de carcajadas.
— No lo creo. Es el único bebé que no ha dejado de llorar desde que nació. Tiene pulmones muy fuertes. Las enfermeras están vueltas locas con él
Vanessa miró a todos lados. Es más que claro que ningún bebé a entrado en esta habitación. Espera con todas sus fuerzas que la reina no intente alejarlos de ella.
— ¿Porque los bebés no estan aquí? — pregunto con miedo a escuchar algo que la vuelva loca como a la madre de Alexander. — ¡¿La reina se los va a llevar?! No quiero que nadie se los lleve. Son míos —
— Vane, disfruta de esta última noche sin bebés, te desmayaste en medio del parto, es necesario que descanses — la beso tiernamente para tranquilizarla — Ya mañana los tendrás todo el tiempo que quieras. Te aseguro que están bien, los tres —
— No — se cruzo se brazos y lo fulminó con la mirada — ¡Quiero verlos ahora!
— Esta bien —
Espero ansiosa a que Alexander los trajera a la habitación. Supone que los minutos que se esta tardando, es porque esta hablando con sus asesores, pero joder el tiempo se le hace entreno. Se mueve de un lado a otro sin poder controlar su emoción.
— ¡Alexander! — dijo al ver los bebés. Los tres en concreto. En cuneros. Se acercó lo suficiente con miedo a hacerles daño, ya antes a cargado a un bebé, pero estos son de ella y no quiere que nada les pase. Son tan pequeños como unos muñecos — Ningún bebé se parece a mi, los tres son tus copias perfectas —
Lo dice porque ninguno de los tres tiene cabello y sus ojos son tan azules como los de Alexander. Tomó al primero que hizo un puchero. Había esperado este momento que el tenerlos ahí la hace la mujer más feliz del jodido universo. Así que todo lo que tuvo que pasar valió la pena para tenerlos.
La pequeña boquita de su bebé se mueve de un lado a otro hambriento. Se cómodo en la cama y comenzó a darle pecho, pero se siente tan desesperada cuando el niño llora más fuerte despertando a los otros dos y su rostro se pone rojo del coraje. Tremendo humor tiene su bebé. Igual al de ella. Como dos demonios.
— Mis senos duelen horrible, como si fueran a explotar — dijo al mirar a Alexander sentado a su lado, sin perderse ni un solo momento — Pero no puedo amamantar al bebé. No le pudo dar de comer —
Alexander tomó al bebé de sus brazos y lo recostó en el cunero cuando la vio a punto se llorar de la desesperación.
— Yo creo que tus pezones son rosas y muy pequeños — contesto al tomar asiento de nuevo.
— ¿Que quieres decir? —
— Que necesitan ser abiertos. Esos senos se ven demasiados provocativos para dejarlos ahí con tanta leche, piensa en los bebes —
— Están los bebes presentes — sus senos duelen horrible y no baja ni una maldita gota de leche — Esta bien, pero hazlo rápido antes que alguna enfermera nos mire haciendo esto. ¡Diablos Alexander! Jama me imaginé que el rey haría esto —
Oh si, Alexander es un experto en senos, se lo ha dejado muy claro y también en hacerla reír, porque tuvo que taparse la boca para no despertar a los bebés al sentir su juguetona boca en esa zona. Pero minutos después al notar gotas de leche, pego de nuevo a su bebé. Se siete tan cursi en este momento. Si esto siente con un bebé, va a explotar de amor con los tres.
— Mira como toma tu seno, como si fuera suyo y no de sus hermanos, a ese bebé le gusta tomar de forma natural igual que a mi — Alexander se quitó el saco y se recostó junto a ella para verla darle pecho a su bebé. Pasa sus dedos sobre la mejilla suave de su bebé mientras mira de reojo a los otros dos.
— Shh, no seas un pervertido delante de los bebés — sonrió al verla así. La tomó del cuello y la acercó demasiado para besarla hasta que el chillido del bebé los hizo separarse.
— Tienes que regresar a Kensington lo antes posible. Los bebés son prematuros necesitan cuidados especiales y tu necesitas ayuda. Puedes tener todas las nanas que quieras —
Alexander no puede dejar de tocarla, su cabello, su pecho, su clavícula, no puede, tiene que estar pegado a ella todo el tiempo.
— ¿Vivirás conmigo o me volverás a dejar sola como un perro abandonado? — levantó sus ojos para verlo, pero se siente tan culpable que miro en otra dirección. — No me contestes, ya sabía que me quedaría sola con tres bebés.—
— Vanessa, solo serán unos meses hasta que se realice la boda de manera formal, por ahora, no puedes estar en Buckingham, pero trataré de quedarme por las noches. No tienes que hacer esto sola, pero esto no es fácil para mí —
— ¿Sabes? Me vas a dejar con tres bebés sola, que lloran al mismo tiempo y comen del mismo seno, pero esta bien — se puso en pie y dejo al bebé en el cunero junto que sus hermanos. Caminó y tomó un par de pañales y se los dio en la mano — Si no me vas a ayudar, entonces ponte a practicar, porque en Kensington no vas a ser el rey, vas a ser su papá. —
— No tengo que hacer esto, es trabajo de la enfermera o de la nana — Alexander se puso en pie sonriente — Nunca he cambiado a ningún bebé, ese no es un trabajo para el rey —
— Pues será tu primera vez, disfrútalo. Vas a cambiarle los pañales a los tres bebés. Yo no quiero nanas, así que los dos los vamos a cuidar. No puedes actuar como el rey con los bebes, tienes que ser más cariñoso ¡Eres su papá, no una enemigo de la corona! —
Vanessa tomó a cada bebé y los puso sobre la cama. Después de darles un centenar de besos, fue el turno de su hija, Alexander la tomo muy suavemente y bajó su ropa de osito y le dio el pañal para hacer el paso más difícil, la miro sin entender, pero aún así lo intento. Tomó un gran respiro y trato de cambiarle el pañal, mientras Vanessa toma fotos a los otros dos, ese pequeño momento de distracción le costó muy caro, porque de pronto sintió su camisa mojada y si, a su bebé orinandolo.
Vanessa se burló de él, hasta que su estómago dolió de nuevo. Lo tomó del cuello de la camisa y le dio un fuerte beso en los labios.
— No te sientas mal Alteza, así se aprende a ser papá — tomó una par de libras del saco de Alexander y caminó hasta la puerta, ira por esos chocolates del pasillo — Tienes que acomodar bien el pañal. Oh, te faltan otros dos bebes. Cuida los muy bien. ¡Adiós guapo!
Alexander se miró la camisa, su reunión con el parlamento se arruinó. Esta seguro que sus bebés se están burlando de él, de sus intentos por poner un pañal y de su camisa orinada.
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