Capitulo 38
Vanessa
— ¡Felicidades doctora! — le dijeron sus internos antes de verla salir de la sala de cirugías.
Le gustaría que todo Londres pensará lo mismo que ellos, por lo menos que no la odiaran tanto. Pero no es así, todos hablan mal de ella porque creen que es la culpable del rostro lloroso de Alise y que por ello no habrá más boda real. Tampoco ayuda que la madre de Alexander hable pestes en televisión. Esa mujer es una vil arpía.
El parlamento no quiere que la próxima reina sea latina, que sea feminista y que mucho menos que sea libre. Ellos y Alexander la enviaron a un viejo palacio lejos de Londres donde nadie puede saber sobre su embarazo. Se quitó el gorro y dejó caer su largo cabello sobre su espalda, tiró los guantes con sangre en un cesto de basura. Se tocó el vientre al sentir un poco de dolor. No ha parado de operar, solo quiere estar en el hospital donde nadie la juzga y donde todos la hacen sentir bien. No quiere regresar a ese horrible palacio del cual su madre está enamorada.
¿Estar embarazada del rey es tan malo como para que llamen a sus bebés de esa manera tan horrible?
Vanessa no quería que todo terminará así y mucho menos haciendo sufrir a Alise, estaba dispuesta a no estar con Alexander, a regresar a América, pero su embarazo le impidió irse de nuevo. No va a ser como aquellas princesas que se esconden detrás de ojos llorosos. Nadie la va a hacer sentir mal por estar embarazada, ni tampoco llamarán a sus hijos bastardos. Así que todo Londres puede irse a la mierda y también Alexander.
Esta jodidamente feliz de su embarazo y nadie la hará sentir mal.
Siente un dolor en su estómago pero no es malo, solo es hambre, sus bebés tienen hambre y tiene que alimentarlos. Caminó contenta y con una sonrisa hacia su consultorio en medio de las enfermeras. Esté es su hogar, ese jodido hospital es donde le gusta estar, no encerrada en un palacio. Pero desde lejos puede ver la luz encendida de su consultorio. Nadie puede entrar en él, pero cuando ve que una de los doctoras le guiña el ojo al pasar, sabe que no le gustará su próximo paciente.
— ¡¿Otra vez tú?! ¡No toques mi esqueleto... lo puedes dañar! — se pasó las manos por el rostro totalmente frustrada. Esta molesta, cansada y locamente hambrienta — ¿Que demonios quieres Alexander? —
Alexander sonrió de lado y tomó asiento en la camilla, dejó un par de libros de medicina a un lado y levantó su vista para mirarla.
— ¿Así le hablas a tus pacientes? — preguntó gracioso, pero no está nada contenta con él. Vanessa se quitó la ropa de quirófano ante la mirada latente de él. La ha visto tantas veces que no le importa que la vea ponerse su blusa de nuevo.
— No, pero tú no eres mi paciente. Deja de hacer esto, no estás enfermo. Deja de molestarme. Te dije que no quería verte — rugió molesta.
— Las enfermeras me dijeron que podía ser su paciente durante toda la tarde. Obviamente tenía que venir a buscarte aquí, no contestas mis llamadas y al parecer te ganaste muy pronto a la servidumbre del palacio. ¡Por la reina! Tengo la entrada prohibida a mi propio palacio —
Vanessa lo fulminó con la mirada, tomó su chaqueta, sujeto las cintas de sus tenis blancos, tomó su bolso y lo señalo con el dedo.
— Deja de ser un niño llorón. Tendrás la entrada prohibida hasta que yo lo quiera y si tratas de entrar me asegurare que los guardias te tiren por la puerta trasera —
— ¿Como van a tirarme si yo soy el que les paga? Soy su rey ¡Dios, tu los convenciste de cerrarme las puertas del palacio! — Alexander se puso en pie — ¿Adonde vas?
Salió del consultorio molesta y sin contestarle. Pero Alexander no la deja de seguir por todo el hospital como un par de novios tóxicos. No esta molesto pero Vanessa odia ver esa sonrisa de lado que tiene en el rostro. Incluso el movimiento de su cabello, la hace enojar aún más. La gente los mira al pasar, pero no le importa, esta tan molesta que podría abofetearlo en esté momento.
— ¿Que estás haciendo? No pensarás irte en esa cosa. ¡No, no! Puedes dañarte, cualquier accidente podría dañar a los bebés — Alexander abrió los ojos desesperado cuando la ve tomar su bicicleta. ¿Ahora también quiere quitarle esto? No quiere verlo, solo quiere comer, llegar a su horrible casa de nuevo y cerrarse al mundo.
— ¿Los bebés? Que vas a saber tú de ellos si fuiste y nos tiraste a ese horrible palacio. Me dejaste ahí como si fuera una tonta basura. Ahora todos creen que sere tu eterna amante y todos llaman a mis bebés bastardos. Si te hubiera importado, no me hubieras dejado ahí totalmente sola —
Alexander se quedó unos segundo sin poder dejar de mirarla. El aire se fue de su cuerpo. No la dejo en aquel palacio para alejarla de él. De nuevo su loca madre está arruinando todo. Trato de llamarla pero ella se había ido en su bicicleta. Corrió hasta su auto para seguirla.
Ya sabía que a Vanessa le gustan los riegos, pero esta demasiado loca como para pensar que dañará a los bebés en esa cosa. Cualquier auto podría golpearla. Apretó el volante y aceleró por las calles hasta bajar la velocidad y acercarse a ella. Bajó la ventanilla y se inclinó hacia la ventana.
— Vamos. Vane sube al auto. Te prometo que te llevaré al palacio sin decir ni una sola palabra y me iré antes de que los guardias me echen por la puerta de sirvientes. Cariño no tienes que hacer esto, pareces una demente embarazada en bicicleta —
Pero ella ni siquiera giró su rostro para verlo. Avanzo por las calles poniéndose en peligro. Alexander rodó los ojos enojado cuando las bocinas de los autos suenan para que deje de estorbar en la calle. No la encuentra por ningún lado. Se quitó la chaqueta y abrió los primeros botones de su camisa. Había pasado todo el día en el parlamento. Tenía que arreglar esto y por fin lo hizo, fueron semanas difíciles, pero de verdad todo esta solucionado, solo necesita que lo escuche.
Sonrió al pensar que Vanessa siempre tiene hambre a esta hora, le agradece a esos dos bebés que la hayan obligado a parar en su tienda favorita de pastelillos, de lo contrario hubiera sido arrojado de su propio palacio. Ella no está, pero su bicicleta sí. Con un demonio pero ella no subiera de nuevo a esa cosa, por lo menos no embarazada, esa cosa metálica es un peligro. Sin importar el costo, choco su auto deportivo sobre aquella cosa. ¡Asunto arreglado!
Abrió la puerta de cristal de la pequeña tienda y la vio rodar los ojos molesta al verlo. Pero no puede mentir, le encanta verla así. La hace ver más atractiva.
— Yo no te abandoné en Kensington, no lo hice, he tratado de ir a verte todos los días, pero no me dejas. Creí que estarías mejor lo más lejos posible de mi madre y del parlamento. No quiero que nada dañe tu embarazo. No tienes que dejar que los comentarios te afecten — pero lo esta ignorando por completo. Ella es tan frustrante — ¡Vane por favor necesito hablar contigo! —
Vanessa lo miró de reojo con la furia contenida. La madre de Alexander es una loca sin remedio pero llamar de esa manera a sus propios nietos, no tiene comparación. La hizo sentir tan mal, que lloro toda la tarde en las piernas de su abuela.
— ¿Que no ves? Estoy esperando que me den mi comida, porque estoy hambrienta y embarazada por tu culpa. Así que no tengo tiempo para estar hablando contigo — le dio la espalda. Alexander tomó una respiración y sonrió de lado cuando la señorita dejo la comida en el mostrador — No tienes que pagar por mi, yo puedo sola. Para eso trabajo, no para que un hombre venga y lo haga por mi —
Pero la pobre chica del mostrador solo tomo el dinero de Alexander y se asustó al ver salir a Vanessa hecha una furia. Solo espera que no llame a la policía cuando vea su bicicleta desbaratada. Con cierto temor, Alexander salió de la tienda y la miro pasándose las manos por el cabello. Se ve tan tierna con aquella blusa roja que enmarca todo su vientre, que no puede molestarse con ella cuando le dice improperios en español.
— ¡Estas loco! Chocaste mi bicicleta. ¿Qué pasa contigo? — Vanessa dio un mordisco a su pastelito y después recogió su bicicleta. Definitivamente esta loco, no le importo dañar su costoso auto.
— No dejaré que vayas en esa cosa hasta Kensington, es demasiado peligrosa, uno de esos bebés será el futuro heredero a la Corona. Tienes que cuidarte aún más que cualquier mujer — se acerco hasta ella — Solo sube al auto y te llevaré. Hablaremos un poco. Te dije que la próxima vez que me vieras seria el mejor día. Vanessa encontré la solución —
— ¿La solución? ¿Para deshacerte de mi y de los bebés? — la miró tomar un respiro y refunfuñar. Su ceño se frunce cuando está a punto de llorar. Alexander la conoce tanto que sabe que ella no es así, pero la hormonas la están matando. No quiere llorar, pero sus mejillas se vuelven rojas — La gente puede decirme como quieran, pueden llamarme zorra o creer que seré tu amante. Pero tú dejaste que tu madre y Alise hablaran tan horrible de mis bebés, los llamaron bastardos, me sentí tan mal cuando los llamaron así, porque yo soy la causante de que los llamen de esa manera —
— No sigas llorando. No por eso — trató de acercarse para decirle que no derrame más lagrimas, pero su mirada de odio lo detuvo en su lugar — Si tan solo me hubieras contestado una sola llamada te habrías dado cuenta que si hice algo cuando escuché lo que hablaron de ti. Solo escúchame —
— ¡Tu no hiciste nada. Ellas se burlaron de mí! — se limpió las lagrima dejando sus mejillas aún más rojas. No le gusta verla de esa manera — Tarde tanto en tener a estos bebés que no dejaré que nada los haga sentir mal y si tengo que alejarlos de ti, eso haré. ¡No me subiré a tu estupido auto Alexander! —
Vanessa comenzó a caminar por las estrechas calles. Sin esperarlo.
No otra vez. Alexander dejó estacionado su auto y corrió esquivando a las personas No tiene ni una sola idea de adonde van pero no la dejará ir sola. Sabe que puede escucharlo, así que habla sin importar la gente rara que pasa junto a ellos.
— Vane, todo lo que estoy haciendo lo hago por ti. Nadie más te volverá a lastimar y jamás llamaran a los bebés de esa manera de nuevo. Me he encargado que mi madre no pisé Londres de nuevo y Alise, esta más preocupada porque a perdido su dinero, nadie habla mal de ti sin tener consecuencias ¡Por dios solo escúchame! — Vanessa bajó las escaleras para entrar al metro y sin poder tomarla del brazo para llevarla al lujoso auto, la siguió escaleras abajo. Detesta el metro de Londres, pero hará cualquier cosa por ella — He trabajado todos estos días en el parlamento pensando en ti, hasta para mi que soy el rey, a sido difícil. Te dije que haría lo que yo quisiera y eso haré. Vane tienes que casarte conmigo —
— Estas loco ¡¿Cómo puedes decir eso?! Me dijiste que no podías estar conmigo
Bajó más rápido las escaleras para seguirla pero murió de nervios y angustia cuando vio que el tren llegó a la estación. Busco un par de monedas pero el oficial al reconocerlo lo dejo pasar sin pagar, porque, bueno, prácticamente el metro es de él.
Vanessa no lo espero y subió al vagón del tren y tomo asiento lo más lejos posible de la gente. Los asientos son alconchonados y la vista es grandiosa, pero cuando lo vio ahí de pie buscándola entre la gente su corazón latio rápidamente. El rey jamás sube a un metro.
— No puedes esconderte de mi — Alexander sonrió y tomó asiento junto a ella — Lo que dije antes no es mentira. El parlamento ya no puede impedir que estemos juntos. Lo he solucionado todo. Trate de decírtelo todos estos días, pero no querías escucharme. Solo tienes que aceptar casarte conmigo —
Vanessa lo miró desconfiada. Dejo el pastelillo a un lado y lo miró. Sus ojos parecen sinceros. Pero no puede saber si todo lo que dice es verdad. Probablemente sea mentira para tenerla retenida en aquel palacio como una prisionera.
— Me estas pidiendo matrimonio de una forma horrible Alexander — Suspiro, menos molesta que antes — Quizá quieres jugarme una mala broma —
Alexander lo dijo más serio que nunca. Paso toda la tarde pensando en cómo sería correcto pedir matrimonio. Pensó hacerlo en su consultorio, pero no creyó que ella reaccionaría de esa manera, por esa razón quería llevarla al palacio de Kensington, para arrodillarse en los famosos jardines. Pero pedirle matrimonio en el metro se salió por completo de sus planes.
— Yo creo que esté es el lugar perfecto. Tú amas el metro y yo te dije que seria tu mejor día. Lo siento tanto si te hice pasar un mal momento, pero no fueron mis mejores días al pensar que no podría estar contigo. Nada en nosotros es normal y lo sabes, así que pedirte matrimonio tenía que ser algo fuera de lo... común — Vanessa soltó una pequeña sonrisa al verlo buscar el anillo por todas partes. Era más que obvio que lo había olvidado en su lujoso auto y todo por culpa de ella y sus hormonas tóxicas.
— Alexander, no necesitó un anillo — Vanessa busco en su bolso y saco un par de banditas — Cualquier accidente te puede pasar en una bicicleta —
Alexander sonrió de lado y paso la blandita alrededor de su dedo. Pero Vanessa frunció el ceño divertida, es demasiado fría para este tipo de cosas.
— Esto es asquerosamente romántico. — la bandita remplaza el anillo lujoso que olvidó en el auto. Alexander piensa darle el anillo más lujoso que pueda existir.
— ¿Quieres ser mi...? — no pudo terminar la frase porque Vanessa aferró sus manos a su camisa y lo acerco a ella. Nadie pensaría que un Rey está pidiendo matrimonio de esta manera, tantos años de estudio con damas, no le están sirviendo de nada para este momento.
— Alex no tienes que decir la frase. Ya sabes mi respuesta. — Vanessa sonrió ampliamente — Si quiero ser tu esposa.
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