Capitulo 12
Vanessa
Vanessa sintió el aire fresco tocar su rostro cuando salió del oscuro club, esta sorda a causa de la música tan fuerte y no puede mantenerse en pie gracias al alcohol en su sangre. No puede parar de reír mientras se recarga sobre la pared para no caer. Su piernas fallan para caminar y mira a ambos lados para buscar un taxi, pero entre el humo del tabaco y la gente saliendo del club, el taxista ni siquiera la miró al pasar.
— Hola linda ¿te acompaño a casa? —
Vanessa sonrió cuando una chica tocó su trasero al pasar.
— No, gracias yo puedo sola — sonrió a la joven y trato de seguir caminando con sus altas zapatillas y el frío que siente en sus piernas desnudas. Las calles de Londres son frías y solitarias a la mitad de la noche, fue una error salir solamente con un pequeño vestido y en una zona peligrosa, pero quería divertirse, ahora debe pagar el precio por su imprudencia.
Para empezar no hay ningún taxi a está hora de la noche y no tiene a nadie más con mucha confianza al que pueda llamar, Ishaq no está, se ha tenido que regresar a su país ante un llamado urgente de su padre, así que no tiene otra opción más que tomar el metro.
Tenía tres años sin subir a un tren. Los evitaba a toda costa, podía tomar su bicicleta o cualquiera de sus autos, pero está vez no tiene nada y su casa está hasta el otro lado de la ciudad
— ¡Sabia que tenía que traer mi auto! ¡Vanessa porque siempre eres tan idiota! —
Se dijo al ver la calle desierta. El típico letrero del metro la pone nerviosa. Bajó las escaleras con cuidado de no caerse por su mala estabilidad. Solo hay pocas personas, por lo que no le dio pena estar a punto de caerse por estar tan alcoholizada. Con poca cordura logró entrar al vagón cuando se detuvo y tomó asiento junto a la ventana.
Antes amaba tomar el metro todos los días, pero después de que perdió a su bebé, lo odia, sus viajes se hacen eternos y sus piernas comienzan a temblar por la ansiedad de recordar el pasado. Recargó su cabeza en la ventana mirando la lluvia chocar contra el vidrio. Solo dormida puede recordar esa noche, el sonido de los instrumentos, el olor de ese hospital, sus piernas llenas de sangre y el miedo, si, el miedo no lo puede olvidar. Sus ojos se llenaron de lagrimas, quizá sea porque esta muy sensible por el alcohol.
Antes de cerrar sus ojos logró verlo. Aquel hospital donde le quitaron a su bebé. Las luces y las letras llamativas atraen su mirada y el recuerdo de las manos del doctor entre sus piernas y el terrible dolor que sintió, hacen que tenga ganas de vomitar. Siempre amará a su bebé pero quiere y desea seguir con su vida.
Cerró sus ojos ante el mareo que le causó recordar todo aquello. No quiere que su noche se arruine, no quiere estar deprimida otra vez, solo quiere ser feliz.
Cuando se bajó del metro trató de olvidar todo y recordar lo bien que se había sentido en la fiesta. Sonrió a pesar de su tristeza y respiró aire fresco. Es media noche, así que se quitó las altas zapatillas para caminar mejor y no terminar en el piso. El suelo es frío pero de esa manera caminó hasta su casa, con el rostro enrojecido y la mirada desorientada.
Pero eso no evito que se diera cuenta de la persona sentada en las escaleras de su casa, hay esperándola como un guardaespaldas, como un amante, como un principe.
— ¿Que haces aquí Alexander? Recuerdo haberte dicho que no te quería ver de nuevo en mi casa — suspiro molesta y sin más remedio tomo asiento junto a Alexander, subió su vestido para cubrir de piernas— ¿Que es lo que quieres? ¿Otra vez pedirme disculpas? No quiero enojarme esta noche, solo... vete —
Alexander llevaba más de una hora esperándola sentado en las escaleras de su casa, sin miedo a ser visto, le gusta salir por su ciudad a medianoche cuando de verdad puede disfrutarla. Pero ahora no está disfrutándolo, la necesita de nuevo. Levantó su rostro y la miró con dificultad.
— Necesito tu ayuda — le dijo con voz baja. No quiere que los vecinos se asusten y llamen a la policía. Vanessa abrió mucho los ojos cuando miro su ceja sangrante y su pómulo morado, quiso tocarlo pero se arrepintió. — Y como puedes ver, no vine a hacerte enojar, bueno, no exactamente, aunque no sola presencia te pone furiosa. Aceptaré que me arrojes otro libro, si me ayudas —
— No puedo Alexander, estoy demasiado tomada, ni siquiera puedo ponerme en pie, así que no puedo ayudarte. Lo mejor es que te vayas —
Se puso en pie pero por poco cae al suelo ante su falta de cordura, solo que Alexander la sostuvo. La tomó por los hombros y la miro directamente. La sangre baja por su mejilla y su pomulo está morado e hinchado. Su blanca camisa tiene gotas de sangre.
— No soy una persona normal. Yo no puedo ir a un hospital sin levantar sospechas, es un privilegio que no es mío — Vanessa se soltó de su agarre y de espaldas a el busco sus llaves en su bolso. — Tampoco puedo ir al Buckingham y fingir que nada pasó —
— Eres el principe. Llama a tu doctor personal y déjame en paz — contestó secamente, solo quiere que se vaya de su casa para siempre. Pero no puede Alexander irse, no tiene a otro lugar al cual ir en ese estado, su vida no es tan fácil como todos creen.
— No puedo llamarlo. No puedo permitir que la reina se entere de mi estado. Tu sabes lo difícil que es esto, cualquier error y todos los periódicos sabrán que estoy así —
Vanessa se recargó en su puerta. El frío cala los huesos. Detesta su sola presencia, quiere dormir o despertará con una terrible cruda moral. Se pasó la mano por el cabello. Está nerviosa y no puede ocultarlo, sus pies y su cabeza duelen como el infierno.
— No puede ayudarte — Cerró la puerta frente a su rostro confundido. Cerró los ojos. Se odia a sí misma por ser tan caritativa con el mundo.
Cuando estuvo en la universidad de medicina le enseñaron a nunca dejar a un enfermo sin ayuda, no es que Alexander esté a punto de morir, pero en algo tiene razón, la salud de la reina está delicada y no puede verlo así o arruinará su operación y no dejará que nada en el mundo la haga ver como una débil doctora. Así tenga que hacer cosas que no quiera. Gruñó molesta y abrió la puerta de nuevo.
— ¡Espera! — bajo un par de escalones al ver que el principe estaba a punto de subir a su costoso auto negro — Te ayudaré y después tienes que irte de mi casa. Lo digo enserio te irás de mi casa en cuanto termine y no volverás a hablarme jamás —
Alexander sonrio y entró a la casa. Le gusta estar de nuevo aquí, sin niños y solo ellos dos, como antes. Recuerda cada aspecto de ella con mucho detalle, al parecer sus gustos no han cambiado con el tiempo, el olor a vainilla de su casa, los cuadros con paisajes, sus zapatillas a un lado de la escalera y sus libros de medicina por todos lados no pueden faltar.
— Gracias — le dijo al verla tomar su botiquín. Pero nunca lo volteó a ver.
— No lo hagas, no estoy en el mejor estado, quizá también estoy drogada Alexander, pero eso es mejor a quedarte con la herida abierta —
Sonrió al verla caminar tambaleante por su casa. Le gusta cada parte de ella. Cada vez que puede baja la tela de su vestido para no mostrar demasiada piel. Se detuvo para mirar la serie se fotografías que tiene junto a su novio, nunca se mostró así con él, tan abierta en su relación. De todas formas la monarquía no permite unas fotografías tan mundanas.
— Yo puedo ayudarte, antes lo hice —
Vanessa lo esperó en su terraza, y tomo asiento en las camas para tomar el sol, justo a un lado de la piscina que poco usa por el frío. Levantó la mirada al verlo sentarse frente a ella. Su cabello rubio se mueve con el viento. Le guste o no, el iba a ser el papá de su hijo. Siempre existirá un lazo entre ellos.
— No puedes ayudarme Alexander, tu gobiernas, yo operó, además me gusta ver sangre, hago esto todos los días — le gusto verlo sufrir cuando puso alcohol sobre su herida y aplico un poco de anestesia sobre su ceja abierta
— ¿Me dirás que fue lo que te pasó? —
Alexander puede respirar el perfume de su cabello cada vez que se acerca. Nunca habia sentido esta sensación por una medico hasta ahora. Sus grandes pestañas se abren cada vez que intenta ver mejor la herida y no puede dejar de pensar en lo afortunado que es su novio. No debería de haber venido, pudo llamar a otro médico, pero tiene confianza en ella y solo en su casa se siente seguro.
— Alguien hablo mal de ti y yo no pude controlarme al escucharlo. No podía permitirlo — Su ira regresa de nuevo. La distancia entre ellos es considerable. Quiere tenerla lo más cerca posible. Su fuerza de voluntad cada vez es más débil cuando se acerca a cerrar la herida en su ceja. Sin embargo, le permite admirar su rostro, sus pómulos altos y rojizos, su labios entre abiertos y sus grandes ojos. Quizá ya no siente dolor porque la imagina desnuda en una bañera.
— No puedo caerle bien a todos, es lógico que alguien hable mal de mi, además tengo un humor horrible — contesto burlona. No puede distinguir si es porque le causo gracia o es porque está más tomada que nunca — ¿Que paso con la persona que hablo mal de mi? —
— Esta en el hospital — dijo rápidamente. Se emocionó al escuchar su risa. La hice reír de nuevo.
— Me gusta, así mis internos tendrán más trabajo —
Alexander no pudo controlar más sus deseos de tocarla, aunque sea su cabello, pero sin pensar levantó su mano para tocar su mejilla, cálida bajó su tacto y suave como la recordaba.
— Lo siento, fui muy duro contigo la otra noche. Puedes ir a mi boda si es lo que quieres, no necesitas invitación para entrar a palacio y lo sabes —
Vanessa alejó su rostro rápidamente como si su tacto la quemara y dañará su piel. Siguió buscando sus medicamentos para curar la herida, pero su voz es fría.
— No, no quiero ir. No me interesa —
Las punzadas de dolor en su mejilla son soportables, pero el dolor en su alma no. Sabe que se arrepentirá toda su vida por dejarla y posiblemente tengan un matrimonio que no quiera. Vanessa lo vuelve loco, como sí, su mirada lo hechizara. Se quitó sus guantes y terminó de pasar una gasa por su ceja y delicadamente por su mejilla para limpiar la sangre.
— Listo, he terminado. Ya puedes irte —
Caminó más rápido que ella y por sorpresa tomó su rostro entre sus manos para detenerla. Antes ella sonreía cuando hacía esto. Su cara es inexpresiva y sus ojos solo tiene odio. Alexander bajó su cabeza hasta su cuello para respirar el olor de su perfume, para sentir su piel contra la de él, caliente y con deseo, así se siente al verla con su vestido corto.
— Te busqué, de verdad que lo hice, pero tú ya no estabas. Necesitaba saber sobre ti y el bebé. Siempre traté de proteger al bebé de la reina, así que después de la gira real supe que te habias mudado a otro lugar. Pero tú ya habías hecho tu vida — le dijo al oído con voz suave, logrando que su fina piel temblará, como si le contara un secreto que solo ella puede escuchar. Vanessa no hace nada y no siente nada, lo único que quiere es que se vaya para tomar una larga siesta. Sus ojos están inyectados en furia cuando siente sus labios subir por su mejilla, muy cerca de su boca. — ¿El te hace feliz? —
Se sintió asqueada ante su pregunta y retrocedió unos pasos hasta chocar con la pared. Este era el momento perfecto para decirle la verdad sobre el bebé, hacerlo sentir como una mierda. Pero solo con escucharlo hablar del bebé, como si le hubiera interesado alguna vez, hace que su silencio dure más tiempo. La mira como si fuera la única mujer en su vida. De seguro el mira así a todas las mujeres con las que quiere tener sexo.
— Claro que me hace feliz o no estaría con Ishaq. Me gusta mucho Alexander — el principe trata de acercarse cada vez más — No lo digo por hacerte sentir mal, pero por fin encontré estabilidad y libertad y estoy segura que él, no es una mierda con las mujeres embarazadas
— ¿Estas enamorada o lo usas para distraerte? — se detiene a unos centímetros de ella.
— Estoy completamente enamorada de él —
Sin decir ni una palabras más Alexander la miro una última vez, sus ojos serios y su rostro confirmaron su amor hacia otro hombre, no quiso darse cuenta la otra noche, su risa, su toque y sus ojos ya no son para él. La beso en la frente como si se despidiera de una amiga. Una amiga que le enseño una vida diferente a la corona y con la cual tendría un hijo. Esta dejando atrás al amor de su vida. Los príncipes siempre tienen un amor al cual no podrán ver más, una mujer que no pueden tener y su historia esta explícita en su linaje.
Encendió su auto para ir de nuevo al palacio pero un par de toquidos en su ventana lo obligan a parar. De nuevo era ella, sonriente como si nada le hubiera pasado, al bajar el vidrio dejo caer una par de medicamentos.
— Úsalos para el dolor, no quiero que la reina se asuste al verte así. ¡Oh casi lo olvido! — buscó algo en el bolsillo de su suéter. La pequeña caja que dejó en su puerta callo junto al medicamento — Quería regresartela de nuevo, no la quiero Alexander, ya no soy nada tuyo — su sonrisa es amplia — Deberías dársela a tu prometida. Eres un poco frío con ella, estoy segura que el collar le encantará a Alise. Otra cosa — suspiró y lo miro a los ojos. Alexander solo quiere bajar de su auto y besarla hasta perder el aliento — No le rompas el corazon, ella es una buena mujer y sera la princesa perfecta para ti. —
La observó entrar a su casa y cerrar la puerta. Guardo el collar y miró la casa una última vez. Pensando si de esta manera se sentían todas las mujeres que el había dañado, derrotadas y con el corazón roto. Esta arrepentido.
Nunca debió dejar que salieran por las puerta trasera como una basura, pero el jamás creyó que alguien le haría daño.
Jamás pensó que le romperían el corazón al futuro rey.
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