27. Sala del trono

—James S.—

Se me cortó la respiración ante aquel lugar. Acabábamos de entrar a una gran sala con dos tronos, ambos grandes y poderosos, uno negro como la noche y otro rojo como la sangre, ambos de una apariencia bastante costosa y ancestral.

—¿Se puede saber en qué mierda nos has metido ahora, Cornamenta? —me preguntó Canuto observando la habitación con los ojos tan abiertos que parecía que en cualquier momento se saldrían de sus órbitas, pero su voz me era lejana, como si estuviéramos demasiado lejos como para que lo que me decía me importara.

Caminé a paso lento hacia los tronos observando ensimismado los dragones que estaban tallados en ambos, justo debajo de lo que parecían ser una luna en el trono rojo y un sol en el negro. Todo era demasiado surrealista, esos dos asientos con aquellos dragones tallados me eran demasiado familiares como para que todo fuera una casualidad, como para que no los hubiera visto antes.

—James, no creo que sea buena idea que lo toques —me dijo Nessa pero ya era demasiado tarde, lo había tocado y con una punzada de dolor me vi ahí sentado, aunque no era yo, no exactamente al menos, la sensación era extraña y confusa, como si fuera un espectador externo y no yo.

Miré a mi yo sentado en ese trono rojo, con una corona dorada y vestido completamente de negro, miré a mi alrededor, la sala estaba llena y me sonaban algunas caras, pero si me hubieras preguntado cinco minutos después no te habría sabido decir quiénes eran.

Esa versión de mí no apartaba la mirada de un punto fijo al otro lado de la habitación pero para cuando me giré en busca de aquello que parecía llamarle la atención la escena empezó a desvanecerse y a devolverme a la sala del trono en su estado actual, silencioso y vacío.

—Anda, mira por dónde, si se nos une más gente a la fiesta —se rio Lucas entrando a la sala segundos después mientras yo parpadeaba confuso sintiendo la punzada de dolor—y yo que pensaba que éramos pocos, ya no puedo quejarme.

—¿Lucas? —preguntó sorprendido Canuto y él levantó una ceja divertido.

—No, soy Math, le he pedido a Lucas que me enseñe sus dotes sarcásticas y me estoy entrenando, ¿no me ves? si parezco hasta un chico bueno y responsable después de todo.

—¿Puedes dejar el sarcasmo marca God de un lado y explicarnos qué hacemos aquí? —interrumpió Nessa antes de que mi amigo respondiera.

—Poder, lo que se dice poder, no puedo y no porque me apetezca manteneros en vilo sino porque un enanito con pinta de pasa amargada nos ha dicho que tenemos que pasar aquí la noche porque no sé quienes llegarán a lo largo de ella.

—¿Y os fiais de una persona a quien no conocéis? —inquirió sorprendida Vanessa.

—Lo mismo pregunté yo pero tres contra uno en una votación tiene como resultado que nos quedemos, no creo que haga falta que os enseñe matemáticas —le respondió él encogiéndose de hombros con indiferencia.

—Básicamente ahora nos colamos en ciudades fantasmas habitadas por desconocidos, nos colamos en el castillo de las mismas y como si no fuera suficiente lo hacemos tranquilamente esperando a otras personas que no sabemos qué intenciones tienen ni si nos van a hacer daño.

—Si, le has dado en el clavo, me alegro de que te haya sido tan fácil pillarlo.

—Ah, me dejas más tranquila, ahora lo tengo todo claro.

—Si te sirve de consuelo me he encontrado a otro que iba vestido igual que el viejo pasa y lo interrogué con toda mi amabilidad.

—¿Lo amenazaste?

—He dicho que lo hice con amabilidad, me presenté y le pregunté sin amenazas ni sarcasmo de por medio, no sabéis qué tortura fue.

—¿Desde cuándo eres amable tú cuando hay posibilidad de peligro para tus hermanos?

—Desde que tengo que elegir mis batallas para poder sacarlos vivos de aquí como todo se vaya a la mierda, nos renta hacer amigos, no enemigos.

—¿Dónde están los demás? —quise saber yo intentando evitar que Nessa empezara a decir que todos éramos unos irresponsables.

—Nos han dado un ala del palacio, Mack estaba esperándote, creo que tenéis mucho de lo que hablar, mientras yo voy a ver si puedo averiguar quién viene a visitarnos porque como sean Kate y compañía las mataré antes de que pongan un pie en la misma sala que mi hermana.

Luego de esa amenaza Lucas se dio la vuelta y desapareció por la puerta sin dejar ni rastro, dejándome a mí con el corazón a mil, había pasado demasiado en las últimas horas como para que me diera tiempo  a acordarme de Kate y Agatha.

—Yo no sé vosotros pero soy partidario de que va siendo hora de que busquemos Fénix, tengo ganas de dormir y no creo que pueda hacerlo si no tengo a tres de los hijos del diablo en las habitaciones más cercanas —cambió de tema Canuto llamando mi atención, había estado intentando calmar a Nessa y, aunque ella estaba en silencio y dándole la mano, no parecía muy contenta con la situación.

—Sigo creyendo que esto es una estupidez y muy peligroso, no sabemos nada de este sitio— se quejó.

—Me trajisteis vosotros así que no me pidáis explicaciones a mí —respondí yo empezando a caminar hacia la salida en busca del olor de Mckeyla.

—¿Perdona?— preguntó Lunática cuando Canuto y ella estuvieron junto a mí.

—Lo que oyes, estabais como en trance, parecíais robots, Ultrón era ocho mil veces más hablador que vosotros dos juntos.

—Eso es imposible, lo recordaría.

—Yo solo te digo lo que hay, ni más ni menos.

—Ahora sí que no me gusta este sitio, no me fío mi un pelo, hay demasiadas cosas que no tienen ninguna clase de sentido.

—Mi vida en general nunca ha tenido sentido, si te sirve de consuelo— zanjé yo la conversación a pesar de que Nessa quería seguir hablando.

—¿En qué momento habéis llegado? —preguntó una voz frente a nosotros y en cuanto mis ojos se encontraron con los suyos me quedé un poco más tranquilo.

Está bien.

Miré a Mckeyla, ya no llevaba la ropa con la que la había visto la última vez, de hecho esa ropa no la había visto nunca. Llevaba un vestido corto blanco, pelo trenzado y unas sandalias de esas que se van entrelazando hasta la rodilla, si cualquiera me hubiera preguntado no habría dudado en decirle que parecía una diosa, que no tenía nada que envidiarle a Afrodita.

—Me lo han prestado y hecho ellos, unas chicas muy amables vinieron un rato después de que llegamos, se ofrecieron a ayudarme a prepararme para la cena, dijeron que os estábamos esperando a vosotros y que el resto iría llegando —aclaró como si me hubiera leído la mente y ahí reaccioné caminado hacia ella y atrayéndola a mi pecho.

—Estaba preocupado, perdona por haber sido un capullo integral, no me des estos sustos —solté a toda velocidad abrazándola.

—Tenemos que hablar —fue todo lo que me respondió con cierta frialdad en cuanto la solté.

—Chicos, no es por nada pero nosotros preferiríamos hablar en esa cena, que más una cena es un desayuno porque a estas horas lo que va es el picoteo nocturno, pero eso ya es otro debate, agradeceríamos descansar un rato —nos informó Canuto.

—Estas habitaciones son todas nuestras, coged la que queráis —les dijo Fénix y tiró de mi mano a través del pasillo—. Tú y yo sí tenemos que hablar ahora.



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Holaaa

¿Qué tal os va?¿Ya recibiendo a las navidades?

Os dejo por aquí este capítulo que espero que os haya gustado, si tenéis cualquier duda o hipótesis no dudéis en dejarla en comentarios, me encanta leerlas.

¿Qué creéis que está pasando?

Os leo, ahora sí, se despide 

Minicornamenta



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