05. Complices y fantasmas.
En una floristería, y siendo específicos, la única floristería en el pueblo de Neverland, una jovencita de tan solo trece años de edad observaba detenidamente como su padre armaba un hermoso ramo de flores silvestres.
—¿Otra vez? —Pregunto con sus bellos ojitos azules confundidos.
—Otra vez.— Contestó su padre como si nada, relajado como solo él podía ser. El hombre de cabellos rubios y con sombrero le regalo una hermosa sonrisa juguetona a su pequeña hija. —Ya sabes cómo funcionan estas cosas, Anna.
Ella negó rápidamente.
—¿No crees que es extraño?
—Quizá solo está apurado.
La pequeña ladeó la cabeza.
¿A que se refería exactamente?
Nunca pronunció su pregunta, algo normal, pues Anna era bien conocida por ser de pocas palabras y cachetes rojos. Gracias al cielo, su padre la conocía perfectamente y ella no necesitaba decir algo para que este supiera que pasaba por su mente.
—A veces las parejas pelean y a los jefes nos tocan las de perder. —Explico, según lo que él aseguraba era lo más lógico, a pesar de que también le veía algo raro al asunto. —El orgullo en el matrimonio no puede existir cariño, lo entenderás cuando te cases.
La niña a su lado, con su hermoso y brillante cabello rubio recogido en dos trencitas perfectamente amarradas, frunció el ceño aún más confundida.
El señor Yuugo, jefe de la policía, ¿se había peleado con la señora Dina?. ¿Tan grave era como para enviarle ramos todos los días?
¿Así era cuando una pareja peleaba?
—¿Y por qué los pide su hija?
A ella no la engañaría nadie. Tenía más de seis años compartiendo clase con la eufórica de Emma Goldy y Anna reconocería esa voz alegre y vivaz en donde sea.
—Cosas de hombres, supongo. —Dijo restándole importancia, mientras se encogía de hombros y se reía mentalmente de su ex compañero de clase. —Seguro Yuugo tendrá masculinidad frágil.
¿Masculinidad frágil?, ¿el jefe de la policía que se apodaba el salvaje era alguien frágil?.
—¿Podrías ayudarme a terminarlo, angelito?
Anna, quien se había perdido en un nudo hecho de preguntas en su mente, miró a su padre con bastante seriedad, una que pocas veces podía contemplarse en ella.
Y así, acercándose a su padre y agarrando unas flores pequeñas para terminar con el bello ramo silvestre, la niña decidió su nueva tarea del día.
Algo en esa historia de un policía frágil peleándose con su esposa y diciéndole a su hija que pidiera ramos cada mañana no le convencía. Al principio quería tomárselo como quien no iba a la cosa, después de todo Anna nunca se había caracterizado por curiosa o entrometida, pero su padre le armaba ramos a los Goldy desde hace más de dos semanas.
Y lo más fuera de lugar era la dirección a las que dichos ramos eran enviados.
No conocía muy bien al señor Yuugo, pero dudaba mucho de que peleara tanto tiempo con la dulce señora Dina...y luego estaba Emma.
Que, sencillamente, era Emma.
A ella le agradaba, sería imposible que no fuera así, porque Emma siempre le regalaba sonrisas a pesar de que Anna nunca le regalaba palabras. Pero entonces estaba Nat -su mejor amigo, pelirrojo y de prominente nariz, pero el mejor de todos-, que siempre tiene la razón y que siempre le dice que Emma es un poco loca, que canta mal y que su gato se comió a la señora Eva, su ave.
Pero ella no creía que Emma estuviera loca. Y si cantaba mal o no pues como lo sabría, nunca la había escuchado cantar. Además, la señora Eva había desaparecido, no podía asegurar que estaba muerta, y en todo caso, Emma Goldy ni siquiera tenía gato.
—Oye papá. —Lo llamó, mientras en su mente su plan del día se elaboraba con total excelencia.
—¿Si?
—¿Tenemos binoculares?
Pero Anna tal vez había juzgado mal a Emma, y tal vez si debió haber escuchado al don sabio de Nat.
—En el ático mi angelito, eran de tu madre.
Porque Nat siempre tiene la razón.
~~~
Amargado, ese era su estado de ánimo habitual. Quien lo conociera o no lo hiciera podía describirlo perfectamente usando solo esa palabra. También estaban: malhumorado, aburrido, y en ocaciones extraño, pero en especial amargado. Y el día de hoy la amargura se mezclaba con el odio y el deseo de sangre.
De sangre Ratri.
—Maldito Norman. —Gruñó por lo bajo, mientras escuchaba en el fondo las risas burlonas y mal disimuladas de sus compañeros de clase.
El adolescente de desordenados cabellos azabaches deseaba con todas sus fuerzas encontrarse de casualidad unos cerillos, junto con galones de gasolina. Muchos de estos, tantos como para prender ese lugar.
Una lástima, su madre se los había quitado esa misma mañana después de ponerle esas ridículas gafas de sol.
Si, gafas de sol, para ir a la escuela.
Y no, no era para complementar su estilo emo o dark como le decía su madre. No, tampoco era para sentirse un chico cool, eso era muy los 80's y el no era de esos. El único motivo por el cual utilizaba esas ridículas gafas se debía a algo muchísimo más ridículo. Relacionado con su mejor amigo de la infancia y, desgraciadamente, el chico más solicitado por las chicas jóvenes del pueblo.
Oh, si se cruzaba con Norman ese día, que era lo más probable pues hoy todos tenían educación física, no habría alma que lo contuviera de darle un buen golpe a ese anciano mala imitación de Hitler.
—Lo odio.
—¿A quién?
—A Norman —Respondió azotando su casillero y mirando a los únicos dos seres a su lado que menos deseaba ver ese día. —Y a ti, de paso. —Agregó, aunque el moreno a su lado ignoro totalmente sus palabras, en cambio, el chico de brillantes ojos cafés se centró en el nuevo accesorio que Ray menos deseaba que mencionara.
—Oh Ray —No lo menciones Don, por una vez en tu vida no menciones lo obvio. —¿Se te perdió el sol acaso?
Vale, eso fue peor de lo que se imaginaba.
Pero era Don después de todo, que podía esperarse.
—Ray —Ay no, tú cállate. —¿Estas probando un nuevo estilo?
—Tu no me digas nada. —Y después de asesinar al albino con su penetrante mirada, reforzó el agarre de sus libros y empezó a caminar rumbo a su clase.
Se contendría de golpearlo y devolverle el favor, ya tenia suficiente con ver a su madre cada mañana como para tener que ir a su oficina en la escuela.
—¿Qué? —Soltó Norman descolocado, mirando como Don se encogía de hombros al no tener idea tampoco.
—Ya sabes como es, ha de estar en sus días.
Ray se lo repitió otra vez, tenía que contenerse. Sin embargo, Norman no se quedaría con las dudas.
—Oye Ray, ¿te hice algo?—Lo llamo y Ray se detuvo, contando hasta diez y repitiéndose: No vale la pena ver a Isabella.
Pero si golpear a Norman...
Pero no ver a Isabella en su modo rectora, eso era sin duda más aterrador, y él deseaba morir pero no de una manera tan espantosa.
—¿Y lo preguntas? —Aún con la amenaza que era su madre, prefirió encarar al albino de manera pacífica. —¿Eres consciente de que esto es por tu culpa? —Apuntó a las gafas y Norman arrugo el ceño, confundido.
—¿Tu estilo? —Pregunto inseguro. Ray estaba más raro y delicado de lo habitual, pensaba el chico— Oye, yo no te obligo a ser emo.
—No idiota, estas malditas gafas —Respondió altanero, apuntando a las enormes gafas oscuras que ocultaba su desairada apariencia.
—Ah —Soltó, sin embargo no había aclarado ni entendido nada. —¿y yo que tengo que ver?
Ray, irritado por lidiar con el albino, decidió de una vez por todas bajarse las gafas y enseñar lo que su madre trató de cubrir con maquillaje. Intento que fue un fracaso, pues el moretón era ridículamente grande que cubría casi toda la zona de su ojo. A la final ambos definieron que Ray usaría gafas esa semana, o al menos hasta cuando se viera decente, pues el maquillaje solo lo resaltaba más.
Eso y que Isabella aplicaba el corrector con una delicadeza inexistente y unos buenos golpes que hacían llorar al chico.
Norman y Don se quedaron detallando sorprendidos el color del moretón. Norman incluso cubrió su ojo imaginándose el dolor qué sentía Ray.
El primero en hablar fue Don, aún anonadado y no sin antes exclamar un muy sutil: Joder, que mierda.
—Bro ¿qué demonios te paso?, ¿te peleaste con una pandilla de maleantes?
—Que Norman te diga con quien. —Atacó Ray.
—¿Disculpa?, yo no te golpee contra la nevera.
—¡No jodas!, ¿enserio la nevera te hace eso?—El lado crédulo de Don salió a flote, como cosa rara.
—Claro que no imbecil —Y seguido de eso, Don recibió un tope, por cortesía de Ray.
—Entonces, ¿como te hiciste eso?
—Si, ¿y por qué me echas la culpa? —Cuestionó Norman cruzándose de brazos.
— Ah no lo sé Norman, porque no le preguntas a tu admiradora número seis —Después de decirlo, Ray pensó en lo ridículo que sonaba eso en voz alta.
Y como si nunca antes se hubiese percatado, -que en realidad así era- Norman miro a Ray como todo el bicho raro que era, pues evidentemente no comprendía lo que decía.
—¿Cómo que admiradora número seis?, ¿y ahora de que estas hablando?
Desesperado, Ray rodó los ojos.
—Mindy idiota, Mindy Clark, a la que se supone que le ibas a dar clases de anatomía pero no te dio tiempo y me mandaste en tu lugar.
—Ahhh Mindy, claro. —La imagen de una castaña alta de su clase de matemáticas apareció en su mente, cosa que volvió a extrañarle. —Espera, ¿anatomía?. No, te equivocas, era ayuda en matemáticas
—Eso creía yo también, pero a qué llegó y al verme se abotona la camisa.
Increíblemente, Norman volvió a confundirse, sin saber cuántas veces lo había hecho en esa mañana. Por otro lado, Don miró orgulloso a Norman.
—Vaya vaya, y eso que eres calladito, Norman que pillo, ¡saliste galán!
Eso iluminó el bombillo del supuesto genio que era Norman.
—No no no, estás mal Ray, enserio le iba a dar tutoría de mate...
—Lo sé, pero ella tenía otros planes y al verme se decepcionó. Me dijo que te llamara y yo le dije que no, entonces a la muy fácil se le ocurrió la gran idea de que yo la ayudara con su calentura y claramente la rechacé...
—Okay. Entonces yo...
—¡Alto!, déjalo terminar, esta buena la historia. —Lo interrumpió un Don muy interesado, ganándose una mirada de decepción por parte de Norman. —Prosigue.
—...La vaca se enloqueció y empezó a decir que como me atrevía a rechazarla si ella era "Mindy clark la mis giipi di li clisi y bla bla" a lo que le dije que yo con fáciles no iba. Se alteró y dijo que Norman de seguro no la hubiese rechazado y yo le dije que ese fijo ni la miraba.
Don río con descaro al imaginarse la indignación de la chica y la calma de Ray, y Norman solo se limitó a negar con la cabeza, sabiendo el desenlace de la historia.
—Se cabreo más y al final me enterró su tacón y aquí me tienen —Concluyó Ray. — Las mujeres están locas —Susurro para el mismo.
—¿Pero si te pago?
Norman y Ray miraron a Don, quien inocente, lo miraba expectante.
—¿Tú qué crees ?
El moreno del trío, deprimido por el grosero del enano Ray, bajo la cabeza en modo triste...pero a los pocos segundos volvió a levantarla, con otra estúpida duda.
—¿Por qué la rechazaste?
Ray parpadeo lentamente.
—¿Enserio eso es lo que te interesa?
—Ray, compadre, moriras virgen si sigues así, me preocupan mis amigos...y tú amiguito.
Ray, después de volver a parpadear lentamente y cuestionándose porque se había hecho amigo del castaño, abrió su casillero y sacó un alcohol en frasco con el cual roció a Don hasta que este grito no más. Sabía que no debía sorprenderse, pero el moreno siempre lograba superarse.
Norman decidió hablar de una vez por todas, harto de escuchar los gritos chillones de Don.
—Lo lamento, en verdad. No pensé que ella tuviera otras intenciones
—Norman —Lo nombró Ray, con un cambio drástico en su tono de voz y sin dejar de apuntarle al temeroso de Don. —¡No te hagas el idiota!, ¡las chicas siempre tienen esas intenciones contigo!
—No exageres, eso no es cierto.
—Oh nononono, no exagera hombre, siempre quieren de tus huesitos. —Apoyo Don.
—Ay ajá, ¿y eso como por qué? —Insistió Norman, pues para el dicha cosa era imposible.
—¿Como que por qué?—Respondió Don. —¡no te has visto en un espejo!, bro, ¡creo que si yo fuera mujer también querría contigo!
A continuación, Don fue bañado en alcohol nuevamente.
—Ustedes no saben hacer otra cosa más que inventar tonterías.
—¿Tonterías? —Repitió Ray señalando su ojo golpeado. — ¿Que acaso crees que esto es falso?, parezco un puto panda por culpa de una vaca hambrienta que quería Norman para llevar.
—Si, y sabes que de paso con tus ojeras te ves del asco. —Comentó Don, desgraciadamente.
Ray volvió a rociarle alcohol, esta vez con más fuerza. Al terminar se puso sus lentes antes de que otro más se metiera con su pobre ojo de panda, no sin antes mirar con odio al cara bonita de Nerdman.
Definitivamente los apodos de Yuugo eran lo mejor del mundo.
—Ya basta, no quiero seguir escuchándolos hablar sobre mis huesitos o sobre admiradoras que no tengo —Ray y Don se miraron mutuamente. —Ray, déjame pagarte lo que Mindy te debe.
—Ni lo digas, igual te lo iba a cobrar, tendré que usar estas gafas por quien sabe cuánto tiempo.
—Vale, discúlpame otra vez por eso. —En eso, la campana se hizo escuchar para indicar el inicio de sus clases. —Y por favor, enserio, no vuelvan a decir eso de mis supuestas "admiradoras", es vergonzoso
—¿Vergonzoso?, joder, yo quiero esa vergüenza...
—Don eres un...
—¡Norman! —El gritó fue proveniente de un grupo de chicas que se le acercaron dispuestas a acompañarlo al salón de clases.
Don y Ray observaron cómo este era arrastrado por sus admiradoras después de negar que estas existían.
—¿Por que yo no tendré chicas tras de mi?
Ray posó su mano en el hombro de un pensativo Don, quien contemplaba como Norman era rodeado por chicas lindas y el estaba solo con un emo. Al percatarse de que la fría y pálida mano de Ray estaba sobre su hombro, los ojos de Don se iluminaron con la esperanza de qué tal vez, por primera vez en todos sus años de amistad, Ray lo consolaría y le diría algo positivo para subirle el animo.
—A las chicas no le gustan los feos, y tú eres feo.
Como lo odia.
—Pero soy buena persona, ¿que eso no cuenta? —Trato de no caer en la depresión el moreno.
—Si —Respondió un Ray sonriente, contagiándolo. —Pero los feos son buenas personas. Ahí tienes tu respuesta.
Descaradamente, Ray finalizó ampliando su maliciosa sonrisa de demonio.
—Tú eres feo y eres mala persona.
—¿Y acaso me ves que quiero chicas ?
Don se puso serio.
—...¿Tiras a ese bando ?
Sin más que decir, Ray volvió a echarle alcohol.
~~~
Habían pasado aproximadamente 15 minutos desde que la clase había finalizado y el momento más esperado por cada estudiante de la secundaria había empezado: su descanso.
Entre la multitud de jóvenes sentados en las mesas de la cafetería o en los corredores del establecimiento una pelirroja se encontraba comiendo de su rica bolsa de papas mientras terminaba los últimos detalles del reciente plan que se le había ocurrido para su juego de conquista.
O casería, ya ni ella podía diferenciar.
La pelirroja estaba sola, pues su mejor amiga había cogido un resfriado esa misma mañana. Y tal vez ella tenía suerte por eso, ya que no dudaba del reproche que Gilda le hubiese dado si se enteraba de su plan.
Agarró su teléfono para revisar la hora y ver cuanto le faltaba, pero se perdió unos segundos en su fondo de pantalla que mostraba a un albino sonriente. Le tocó revisar nuevamente ya que ni siquiera miro la hora.
Todo estaba listo. La campana sonaría dentro de pocos minutos y Norman tendría clase de deportes lo que le daba el tiempo suficiente para realizar su misión.
Pero algo le inquietaba, y ese algo tenía dos trencitas y tiernos ojitos azules.
Emma había notado como Anna, la angelical y siempre amable compañera rubia de su clase, la había estado vigilando desde inicio del periodo sin quitar sus ojos de ella ni por un instante.
Emma era distraída, pero ser hija de un policía la había convertido en alguien que siempre estaba alerta, nunca fallaba en detectar intrusos. Eso y que la rubia no era muy buena disimulando.
Por otro lado, desde un arbusto no muy lejos del árbol en donde se encontraba la pelirroja, Anna observaba con unos binoculares a su compañera. Estaba sola, pues su mejor amigo Nat había faltado nuevamente a la escuela debido al "luto" que conservaba desde la desaparición/muerte de su fiel ave.
Triste, la señora Eva era buena y ella también la quería. Aunque así son las cosas, ley de la vida.
La rubia sacudió su cabeza para olvidarse de las distracciones, tenía que concentrarse en su objetivo, el cual, había desaparecido del lugar donde estaba. Se alarmó y observó a su alrededor buscando con su mirada azulina la peculiar antena que destacaba en la pelirroja. Pero nada, la niña se había esfumado.
Y entonces, alguien tocó sus hombros detrás de ella.
—Te tengo —Dijo la persona.
Anna se sobresaltó del susto. Se sentía acorralada y al mismo tiempo sorprendida. Su escondite había sido perfecto como para que alguien la descubriera.
Pero todo empeoró en cuanto decidió enfrentar a la persona y observar dos enormes ojos verdes mirándola seriamente.
La rubia se sonrojó de golpe por lo cerca que estaba la niña y torpemente trató de explicarse, pero de su boca no salían más que balbuceos incoherentes en un tono muy bajito.
Emma ladeó la cabeza curiosa al verla tan nerviosa y roja. Por algún extraño motivo, Anna le recordó a Piolin.
—Yo-yo pu-pue...no te es...¡ah!
Anna cubrió su rostro caliente con sus manitas y Emma supo que era momento de hablar o de lo contrario la rubia iba a desmayarse.
¿Era así de tímida?, pero si era amiga del loco de Nat.
—¡Ajá! Lo sabía, tú me has estado siguiendo.
Anna destapó su rostro y trató de defenderse.
—Yo-Yo no...
—Y yo se muy bien el porqué.
Ahora si iba a entrar en pánico.
Anna pensó en cómo había terminado en este embrollo por culpa de su curiosidad. ¿Como era posible que se dejara arrastrar por esta cuando ella jamás se metía en asuntos que no eran de su incumbencia?, y más aún cuando se trata de sus compañeros de clase con los cuales casi nunca le sale una palabra sin antes ponerse nerviosa. Ella definitivamente no era de cotilleo, pero claro, estaban los ramos y la sonrisa de esa niña pelirroja tan sospechosa que no pudo quedarse de brazos cruzados.
— ¿Lo sabes? —Pregunto un poco más tranquila pero aún con su rostro enrojecido.
—Oh claro, descubriste mis planes Anna
—Tus planes...
—Oh si, mi plan, mi juego, mis niveles, ¡todo lo sabes!
Anna estaba más confundida que nunca. ¿De qué cosas hablaba Emma?, ¿cuales juegos y niveles?.¿Hablaba de videojuegos ?, ¿pero eso que tiene que ver con los ramos?.
—Yo en realidad no...
—Y eso no es todo.
Suficiente, si no detenía a Emma y le pedía una explicación se volvería loca.
—Alto Em...
—¡Quién diría que el angelito de la clase tendría mente tan perversa!
—¡¿Perversa?!
— Oh si, pero relájate, no tengo derecho a juzgarte, yo soy La líder después de todo
—Líder...
—Estuve pensando, porque no mejor en vez de estarme espiando me ayudas con mi siguiente jugada, además Gilda no vino y necesito a alguien de respaldo
—¿Jugada?, ¿respaldo?
Vale, ella no hablaba de videojuegos, tal vez sean nombres en clave.
¿Pero para que necesitaría nombres en clave?, que eso no se usa cuando es algo malo como...
¡Ay no!
—¿Eres un loro o que?, sip, necesito ayuda y ya que sabes me vendría bien que te unieras a mi. —Anna se quedó muda, todo el tiempo imaginándose lo peor.
"Unieras a mi"
¡No!, ¡de ninguna manera!, ¡ella no era mafiosa!, hacer el mal no estaba en su vida.
No hacía travesuras, nunca se había escapado, ¡ni groserías decía!.
Hasta cuando mentía lloraba.
Y ahora Emma...Emma la está invitando a unirse para...para...
—Eso si eh, si alguien nos descubre será nuestro fin
—¡¿Fin?!
—Así mismo, fin de fines de muerticas amiga
—Muerti...—Pero la rubia no alcanzó a terminar, la campana la interrumpió.
—¡Ya es hora! ¡Andando!
Y mientras Anna terminaba de procesar que probablemente se meterá en el primer problema de su vida y que tiene una compañera maligna, Emma agarro su muñeca y la jaló hacia la clase.
Pero no su clase.
~~~
Estaba arrepentida, extremadamente arrepentida.
Si algo no se esperaba la pequeña rubia de ojitos azules era terminar siendo cómplice de Emma Goldy. Pero ahí estaba, haciendo guardia en uno de los pasillos de preparatoria, mientras la pelirroja con antena forzaba un casillero de quien sabe quien con una regla.
Decir que estaba asustada sería poco.
—Ya casi logró abrirlo, descuida —Anunció Emma, para su mala suerte. —Ya sabes, si alguien se acerca haces la señal.
¿La señal?, ¿cual señal?, ¡¡había una señal!!
¿¡Cuando me dijo sobre la señal!?
Terminara presa.
Mientras la pequeña rubia tenía un colapso mental desde su posición de guardia, nuestra despreocupada protagonista seguía forzando el casillero de aquel chico mayor que la tenía flechada.
Esta vez no eran un plan tan descabellado, a decir verdad, era el más normal de todos los que se le habían ocurrido, y realmente esperaba que diera resultados.
Hoy era sencillo, solo debía abrir el casillero de Norman y terminar lo antes posible.
—Por qué su casillero debe estar todo sellado, Dios —Murmuraba la niña, haciendo uso de todas sus fuerzas contra el casillero.
Anna, aún sin asimilar que estaba siendo parte de un posible crimen que, según ella, le costaría el resto de su vida, dejó de cumplir su único trabajo de vigilancia impuesto por la de ojos verdes para observarla y, de alguna forma, descifrar qué rayos tenía Emma oculto.
¿Esto se relacionaría con los ramos?, ¿pero cómo?
—¡LO ABRÍ!
¡Lo abrió!
Anna giró completamente hacía la dirección de Emma, admirando cómo está daba saltitos de alegría al haber logrado su objetivo. Pero Anna ahora estaba más asustada.
¿Qué era lo que pretendía Emma?.
Acaso ella estaba...
¡¿Robando?!
Nononono, si Emma estaba robando y ella estaba ahí eso significa que terminarían pagando las dos, y ella no podía ir a la cárcel tan joven.
Soñaba con ser doctora, casarse, tener dos hijos, un perro, una casa de dos plantas y un jardín inmenso. Ella no quería ir a la cárcel y llorar por el resto de su vida mientras hacía bufandas y veía a la gente ser feliz tras las rejas.
No, no podía permitirlo.
Miro a Emma, quien estaba con la cabeza metida en el casillero pensando en que las atraparían y ella iría presa por culpa del karma.
Juzgada por ser chismosa y entrometida.
Ya se veía llorando en el juicio.
Y en lo que sus piernas flacas temblaban como gallina, lo que más temía se hizo realidad.
—¡Hey! ¿QUE HACEN USTEDES DOS AQUÍ? —Escuchó el grito de uno de los profesores de preparatoria, palideciendo de golpe.
Pero antes de entregarse y llorar mientras era llevada a la oficina de rectoría, sintió como una mano la agarraba nuevamente y la jalaba en dirección opuesta al hombre.
—¡Corre rubia! ¡Corre!
Con eso fue suficiente para darse cuenta de que se trataba de Emma.
—¡Oigan mocosas vuelvan acá!
Pero ninguna de las dos planeaba detenerse.
Emma estaba muerta de la risa y un poco sorprendida ya que no esperaba ser pillada haciendo algo tan cursi, pero disfrutándolo como solo ella podía hacerlo, tan diferente a Anna, quien estaba pálida y temblaba del miedo en lo que hacía su mayor esfuerzo por seguirle el paso a la alta de Emma.
Durante su carrera por perderle el paso al viejo profesor, el cual se estaba dando por rendido al notar la rapidez de las niñas y su creciente cansancio, Emma divisó una puerta abierta cerca de donde próximamente tendrían que pasar.
Y sin dudarlo, una vez ahí, ingresó en el sitio aún arrastrando a la rubia.
Ambas se separaron, desafortunadamente, pues para distraer al hombre las dos tuvieron que esconderse en sitios diferentes dentro de la sala.
O mejor dicho, dentro del vestidor.
El vestidor de hombres.
El hombre ingresó en el lugar, con su mirada buscando en cada rincón a las menores pero sin obtener resultados. Luego de echar otra miradita sin encontrarlas optó por salir del sitio y reportar a las niñas, aunque realmente no sabía quienes eran.
Emma suspiró y dibujó una sonrisa, asomando su cabeza para encontrar a la pequeña de Anna quien se había escondido detrás de un estante de toallas. Al verla noto como la respiración de esta era acelerada y sus manos estaban sobre su pecho, con sus ojos cerrados.
Estaba bien.
Posiblemente cagada, pero bien.
La niñas esperaron unos segundos para levantarse y así poder regresar a sus clases, sin embargo las cosas no saldrían como esperaban, pues al instante de levantarse escucharon varios pasos y voces aproximándose al vestidor.
Se agacharon de golpe.
Y esta vez, no solamente Anna tembló.
La rubia tuvo que tapar sus ojos a la velocidad de la Luz, si no el trauma sería de por vida. Anna era extremadamente inocente y pura, jamás de los jamases había visto a un hombre desnudo.
Emma tampoco, pero eso no significa que se tapó los ojos como la angelical rubia.
De hecho, los ojos de Emma estaban tan abiertos que en cualquier momento iban a salirse. Su mirada verdosa buscaba con desesperación a un flacucho peliblanco de ojos azules.
Que risa cuando lo encontró.
Anna trato de destapar su mirada, pero no con la intención de echar una miradita a los chicos de último año, no, la pequeña sólo deseaba encontrar a su cómplice y ver si esta tenía alguna idea de escape.
Una lástima, al encontrarla, Anna juro que la había perdido, pues de la nariz de Emma chorreaba sangre a montones y su rostro estaba tan rojo que no sabía diferenciar entre una persona o mismísimo diablillo.
Y su expresión, Anna juro no recordarla por lo que le quedaba de vida en la cárcel.
—Ahora que recuerdo —Ambas niñas regresaron al mundo real al escuchar la voz de uno de los chicos. —Ayer vi una película en la que unos chicos de último año se estaban cambiando después de un partido y de la nada un fantasma apareció y los mató a todos.
...
Sin comentarios.
Así quedaron todos en la sala, incluidas las niñas y en especial los jóvenes.
—Don, cada vez que abres la boca siento tanta pena ajena.
Emma y Anna no podían estar más de acuerdo.
—Oh vamos, fue buena —Trato de salvarse, pero todos seguían mirándolo con pena.
Y mientras la conversación sobre fantasmas y películas malísimas vistas por el moreno se desarrollaba, Emma le lanzó una mirada a Anna en la cual le decía que era momento de abortar misión.
¿Por que Emma debía de ver todo como en el campo de guerra?
Anna, que ni en broma sabía sobre elaborar planes de escape a último minuto, trató de hacer lo primero que se le vino a la mente.
Llorar.
Bueno llorar y gatear hacía la salida, no iba a quedarse en posición fetal hasta ser vista, tampoco era tan tonta. Así que llorando, gateo hasta la salida, o eso intento, pues con tan solo moverse un poco la de trenzas, accidentalmente, derrumbó el estante de toallas.
Todos los presentes -a excepción de Emma quien se abofeteó la frente- dieron un brinco del susto tan repentino. Luego todos miraron a Don.
—Don...
El chico les regresó la mirada a todos.
—A mi no me miren, yo no lo hice.
—¿Entonces quién fue el gracioso?
—Y yo que mierda voy a saber.
Los nervios se apoderaron de los jóvenes, varios de ellos mirando cada parte de la sala en busca del payaso que quería jugarles la broma.
O tal vez del fantasma que planeaba matarlos...
Esta vez Anna si lloro en posición fetal.
Emma, la cual pensaba en cómo llamar a Anna y decirle de qué forma debía salir del sitio, se alarmó al ver como un chico castaño se acercaba a paso lento al rincón en donde Anna se había escondido.
Y sin pensarlo dos veces, Emma corrió a espaldas de los chicos y cerró los casilleros de un estruendo.
—¡MIERDA!
Emma dio un salto y logró esconderse detrás de una columna, bajo la atenta mirada de Anna quien sintió admiración de su valentía.
—Don, ¿como habías dicho que terminaron los chicos en la película?.
—El fantasma los eliminó a todos hermano.
Anna, dispuesta de una vez por todas a dejarse de miedos y secándose las lágrimas, analizó la situación y el panorama en busca de un plan.
Los chicos creían que había un fantasma en el sitio atacándolos, Emma y ella no estaban tan alejadas de la puerta, bastaría de unos seis pasos para que ella salga del sitio y para su suerte, un último estante lleno de balones estaba muy cerca de su posición.
Sin más que pensar, Anna arrojó el estante con todo y balones, agradeciéndole a todos los santos que este no pesaba en absoluto.
Paticas para que te tengo, los muchachos no aguantaron más el miedo y en bala salieron del sitio mientras gritaban por sus vidas.
En toallas, por los pasillos de la escuela.
A algunos incluso se les cayeron.
Las cámaras de sus compañeros en los pasillos no tardaron en guardar el momento para siempre.
Anna y Emma salieron de sus escondites en cuanto no había muros por la costa, y al igual que los cobardes de último año, salieron en bala del sitio.
Anna
Luego de un rato corriendo y evitando perfectamente a cada profesor y alumno del edificio de preparatoria, Emma y yo logramos llegar a un lugar seguro. Ambas decidimos tomar un poco de aire, yo en especial, pues si no lo hacía en cualquier momento iba a vomitar.
—¿Anna? —Me nombró Emma al verme agachada y sin nada de dar señales de vida.
Claro que no podía, después de todo, había empezado a reírme.
—Oye no me digas que estás muerta, eso sería lo último del día...
La interrumpí con una carcajada, y eufórica le dije:
—¡Eso fue increíble!, ¡nunca antes había hecho algo tan arriesgado!
Me sentía culpable por haber asustado a esos chicos de último año, ¡pero al mismo tiempo no podía aguantar las ganas de reír al recordar sus rostros de espanto!
Había olvidado mi propósito. Que importa si Emma pertenece a una banda de maleantes, o si asalta casilleros o cualquier otra cosa, ¡ella es simplemente grandiosa!.
—¡Si que si!, pero me pegaste un buen susto eh
—Lo siento —Me disculpe entre risas, todavía un poco agitada por la corrida pero sintiéndome muy entusiasmada.
¡Siento que soy rebelde!...¿y si papá se entera y me regaña?...nonono, el no va a enterarse.
¡Dios mío Anna!, ¡que cosas estás pensando! ¡¿así se siente ser una criminal?!
—Deberíamos repetirlo, aunque la próxima vez debes estar más pendiente al vigilar, por poco y nos atrapan —Agregó Emma y dicho eso recordé mi misión del día.
Deje de reír. A mi cabeza llegaron imágenes de ramos y de la chica pelirroja actuando sospechosamente. Me distraje con la adrenalina, pero debía averiguar de una vez por todas qué tramaba Emma.
Aún así, siento que puedo preguntarle tranquilamente, así que, con una confianza y seguridad que en mi vida pensé mostrar alguna vez, le pregunté:
—A todo esto, ¿por qué forzaste ese casillero?
Tal vez eso fue muy directo.
De repente, Emma borro su sonrisa risueña y me miró confundida, ladeando su cabeza. Podía jurar que hasta un signo de interrogación flotaba sobre su cabeza.
—¿Qué?, ¿es que no lo sabes?
—Pues no, de hecho estaba tratando de averiguarlo —¡¿Pero quién está hablando!?, ¡por qué estoy siendo tan directa!
Ella apartó la mirada, con su mano agarrando su barbilla. ¿Estará molesta?
—Ja, creí que ya lo sabias y por eso me ayudabas.
Negué con la cabeza. Creí que para ella era evidente que no tenía idea de qué hacía.
Aunque si tenía mis sospechas.
—Bueno, eso es porque....
Por fin, aquí viene, lo dirá. No debe ser algo tan grave, es decir, ella es buena persona...
Creo...
—Me gusta Norman Ratri y estoy tratando de conquistarlo
Por favor Dios, enserio te pido que no sean drogas, Emma es muy agradable y ella...
Espera, ¿khe?
—¿Qué?
—Oh pescarlo, ya ni sé cómo llamarle a esto.
—...¿Qué?
—El representante estudiantil, Norman Ratri, le deje una carta de amor con un pudín hechizado en su casillero porque me gusta, se que es algo ñoño, pero el no me deja de otra. —Aclaró, transmitiendo toda la seguridad del mundo y encogiéndose de hombros.
Parpadeé lentamente, aún procesando lo que decía.
¿¡Ella está enamorada de quién?!
No eran drogas después de todo...
—Pe-pero...y las... las...
—¿Las que?, no te entiendo niña.
Antes de causarle otra confusión, negué con mis manos para que me ignorara.
Papá tiene razón, estoy viendo mucho la rosa de Guadalupe...
Alto, ¿qué Norman Ratri no es mayor?
—¿El no es un chico muy grande?
—¡Que la canción!, ¡no me vengas con eso tú también!, pinche Gilda. —Creo que lo último fue un susurro, pero al parecer Emma no sabe hablar bajito– ¡Un número es un número!, y eso no prohíbe nada, ¡punto final!.
—Pero...
De repente, sentí como el brazo de Emma rodeó mi hombros.
—Ahora que ya sabes la verdad, ¿te parece si te unes a mi bando oficialmente?
...
Si lo dice de esa forma enserio no pueden esperar que crea otra cosa que no sea...
—¡Se que con tu ayuda podré cazarlo!, ¡y luego casarme con el!
¿Mi ayuda?, ¿ella confía en mi?
—¿Lo-lo crees?
Me regalo una sonrisa, una sonrisa que verdaderamente enseñaba toda la honestidad del mundo.
—¡Cien por ciento segura de que yes!
Sonreí, segura. Es la primera vez que alguien aparte de mi padre y de Nat deposita tanta confianza en mi, y eso es más que suficiente.
¡No puedo fallarle a Emma!
Aunque no estoy muy segura en que quiere que la ayude...
—¡Lo haré! ¡Lo haré! ¡Lo haré! —Aún así, respondí, plenamente segura de que ella podría contar conmigo.
—¡Esa es la actitud! —Ambas nos sonreímos, y luego ella soltó su agarre y extendió su mano hacía mi, a lo que yo, sin más titubeos ni inseguridades, estreche su mano, cerrando el pacto que de ahora en adelante se convertiría en uno de mis nuevos propósitos.
Y sin darme cuenta, más que aclarar la cosas y descubrir el tan preciado secreto de la eufórica pelirroja, obtuve un regalo muchísimo más valioso: La amistad y confianza de Emma Goldy.
—Oh, casi lo olvido, en el proceso te ayudaré a superar tu timidez, verás que eso también lo lograremos.
Ay no
¿Es muy tarde para arrepentirse?
~~~
—¿Correr desnudos por los pasillos de la escuela? ¿en que demonios estaban pensando?
—Permíteme corregirte, teníamos toalla
Su madre lo miro severa, a lo que Ray solo pudo suspirar.
—Bueno ¿qué quieres que te diga?—Su madre no cambiaba su expresión, a la espera de una explicación que no cambiara en nada su castigo. Ray se recostó en su asiento. —Ya corrimos en pelotas, nada que hacer. En todo caso ¿por qué solo me reprochas a mi?
Las manos entrelazadas de su madre descansaban sobre él escritorio de su oficina, como era costumbre cada que esperaba una explicación por alguna trastada suya, acto que ocurría pocas veces, pues Ray siempre evitaba momentos como este. Después de todos sus esfuerzos por nunca encontrarse en lo que llevaban de año escolar a su madre en su modo rectora "on", el chico terminó en el asiento enfrente del suyo, en su oficina, después de su pequeña carrera para salvarse el pellejo de un supuesto fantasma, y siendo regañado con no más que una toalla cubriendo a su amiguito.
—Porque eres mi hijo, pero no creas que no le dire algo a los demás.
—Bien, entonces esperaré al sermón grupal, adiós.
—No te vas a levantar de ahí hasta que yo no te lo diga —Ordeno su madre, a lo que él chico se sentó nuevamente. —¿Por que hicieron eso?, ¿si saben que están en ultimo año?, se supone que ustedes deben dar el ejemplo.
—Mamá, somos unas gallinas, esa es la única explicación que puedo darte. —Contestó el azabache, ya harto de todos los problemas del día. —Y si quieres a alguien "ejemplar", llama a Norman, por algo es el representante.
—Norman no es mi hijo
—¡Oh! ¡Pero cuando vas a compararme si es tu hijo! —Acusó, aprovechando la situación para sacarse ese trapito que también lo irritaba desde hace un tiempo
Su madre rodó los ojos, cansada de la misma canción en cuanto ella hacía mención de su mejor amigo.
—Ay no empieces, sabes que te quiero.
—Si tú lo dices. —Su madre volvió a torcer lo ojos. —Ahora, lamento haber corrido como Dios me trajo al mundo en tu trabajo, pero ya las cámaras y las chicas me vieron, ya me conocen todo, así que procederé a levantarme y retirarme para suicidarme por perder mi dignidad. —Tal y como dijo, Ray se levantó y se acercó a la puerta, pero antes de abrirla se giró hacia su querida madre para pronunciar una última cosa. —Te quiero, nos vemos en la cena.
Luego de retirarse de un portazo, Isabella rodó los ojos por tercera vez en el día y pensó en lo temperamental que había salido su hijo. Tal vez y Leslie si tenía razón al decir que se parecía a ella. En fin, una larga plática los esperaba en la noche.
Ray, después de cambiarse y recoger algunas cosas de su casillero empezó a caminar rumbo a su casa que quedaba a tan solo unas cuantas calles del instituto.
Durante el camino, el chico pensó en la mierda de día que había tenido, y es que realmente le había ido fatal. Empezó a enumerar todo lo desastroso que había vivido en tan sólo mitad de día, desde que llegó con sus putos lentes y fue el hazme reír, la parte en que el idiota de Norman le echó agua en sus pantalones por accidente, cuando Krone lo obligó a quitarse los putos lentes porque según ella no podría jugar bien ocasionando que todos se rieran de su ojo, cuando Norman le lanzó sin querer un balón en el ojo, luego cuando trató de ayudarlo sosteniéndole el hielo y solo lo terminó golpeando y, para rematar el ya desastroso día, el gran final: La corrida en pelotas.
Visitar a su madre en su oficina ya no sonaba tan mal después de todo lo acontecido.
Lo peor de todo es que gran parte de los desastres giraban entorno a Norman. Ese fantasmón que tenía de mejor amigo era el responsable de cada uno de sus males del día, y lo peor es que el no había vivido ni un solo problema a excepción de la corrida en pelotas.
Puto Norman y su suerte.
¿Como era posible que alguien fuera tan afortunado?, él debía aguantar tantos dolores de cabeza que Norman en su vida seguramente había soportado. Y no es como que odiará o envidiara a su amigo, de hecho le importaba un rábano esas cosas, pero hoy había tenido un día de mierda y Norman era, en gran parte, el responsable.
El azabache, que mientras caminaba en dirección a su hogar escuchaba una playlist de rock desde su teléfono, se percató de que prácticamente ya había llegado. Al parecer estaba tan sumido en sus pensamientos que no se dio cuenta del momento en que llegó.
Oh pero seguía pensando en cómo desquitarse de Norman. Tenía que pagársela, y tenía que ser algo que realmente lo molestara. Joder, eso sería un lío, pues Norman no era de molestarse tan fácilmente.
Y mientras trataba de pensar alguna mínima cosa que realmente llegara a fastidiarlo, vio a una antena bastante conocida tomando una refrescante soda desde su jardín.
Una idea extremadamente cruel cruzó por su mente.
Oh, eres grande Ray, ¿Como no lo habías pensado antes?
—¿Está buena tu soda? —Pregunto al acercarse a la pelirroja.
Esta, quien ni por asomo había visto al pelinegro, dio un leve brinco en su mecedora. Bueno, no tan leve, pues en el acto salió un poco del líquido dentro de la lata. Ambos vieron el momento exacto en el que este hizo contacto con el suelo y formó un pequeño charco. Luego se miraron.
—¿Que se te ofrece? —Pregunto ella, llevando la soda hacía su boca para tomar otro sorbo de esta.
—Te gusta Norman, ¿cierto? —Pregunto Ray, el no era de rodeos.
Aunque si se arrepintió al sentir su camisa mojada después de que Emma le escupiera la soda.
Genial, agreguemos: babas de Emma, en la lista de desgracias del día.
—¿QUE TE HACE PENSAR ESO? —Alarmada, Emma le gritó mientras se levantaba de su asiento.
—Esa reacción me hace pensarlo. —Respondió el, mientras la agarraba por los hombros y la regresaba a su asiento.
—No...no tienes pruebas
—Las tengo, sip —Emma empezó a preocuparse.
No había problema si Ray sabía, después de todo, era el mejor amigo de Norman, debía de esperarse que él se enterara. El problema era que Ray trabajaba con su padre, y aveces Yuugo veía a Ray como un segundo hijo. Aunque claro, nunca lo admitiría en voz alta, si le tenía mucha confianza al joven, y viceversa. Lo que significa que si Ray sabe de su secreto puede amenazarla con contarle a su padre.
Maldito emo, tenias que ser amigo de Norman y encima mi vecino.
—Por si la niña desea saber cuales son, bueno, hace unas semanas te acercaste a mi para pedirme algunos consejos, y si mal no estoy, bromeando te dije que podías robarle alguna pertenecía al chico, algo valioso.
Emma estaba sudando frío.
—Y que casualidad que a Norman se le perdió su búho, ¡y adivina quien lo encontró!...
—Okay basta, ¿qué es lo que quieres?, porque de una te advierto que no tengo dinero, y si lo que quieres es que mi papá te dé un aumento sabes muy bien que ni llorándotelo él accederá, ¡así que más te vale cíclope depresivo que...!
—Voy ayudarte a que lo conquistes
—Te juro que si tratas de amenazarme yo le dire a Isabella que fuiste tú el que robó las panties en el... ¡¿COMO DICES QUE DIJISTE?!
—Si gritas —Se quejó él una vez la niña terminó de parlotear.
—¡¿QUE MIERDA QUIERES RAYNALDO GRACEFIELD!?
—¡YA CÁLLATE O HARÁS QUE ME ARREPIENTA!
—¡PERO SI YO NI TE CREO ROBA PANTIES!
—¡NO VUELVAS A DECIR ESO! —Llevo su mano a la boca de la pequeña, la cual molesta, la lamió como toda una niña pequeña. Ray rápidamente la apartó y se limpió en ella y así, una pelea entre ambos se desató en el jardín de la pelirroja.
Desde la distancia, su vecina, la señora Olivia, una anciana de 65 años que no vivía más que con unos cuatro gatos, los miraba como a dos hermanos peleando por quien sabe que rabieta. Recordó los viejos tiempos en donde ella misma mordía a su hermano mayor.
—¡ME ACABAS DE MORDER ASQUEROSA!
Oh, que cosas. La viejecita soltó unas leves risas. Definitivamente las relaciones de hermanos siempre serían las mismas.
Aunque Emma y Ray no eran hermanos, si habían crecido como tal.
—¡YA! ¡NO QUIERO TUS BABAS, BABOSA!
—¡Entonces dime de una vez por todas como es eso de que me ayudaras!
—Como lo escuchas.
Emma se bajo de su espalda.
—¿No hablas enserio?
Ray gruñó. ¿Que tanto tenía que decirle a Emma para demostrarle que estaba de su lado?
Bueno, de su lado hasta cierto punto.
—Que parte de: Voy ayudarte, ¿no te entra en la cabezota?
—¡Oye, no te metas con mi cabezota! —Instantáneamente se llevó las manos a la cabeza. Era un complejo el tamaño de su cabeza desde la infancia. —Pero, no entiendo, ¿por qué lo harás?, tú no ayudas a la gente en nada a menos que te paguen.
—Muy cierto —Afirmó el, sin vergüenza alguna, después de todo no se puede negar la realidad. —Pero verás, estoy harto de que a Norman lo persigan casi todas las chicas de la escuela. Así que si él consigue novia se que estas cesarán de joder.
Emma, quien hizo un esfuerzo por ignorar el hecho de que varias chicas también iban tras de Norman y que unos, quería creer pequeños, celos se estaban activando en ella, miro detenidamente a Ray, buscando algún rastro de mentira en su persona. Pero no, Ray tenía la misma cara desabrida de siempre, y eso le bastó para creerle.
Pero algo aún le molestaba.
—¿No te importa nuestra diferencia de edad?
Ray, que en un principio no mostró ninguna señal ante ese detalle, terminó regalándole una sonrisa a medias.
—Algún día serás mayor de edad, y un número es un número, ¿a quién le importa?
Y tras decir eso, los ojos de Emma se iluminaron, pues ante estos, el mejor de sus aliados en su misión de conquista había llegado, y ahora sí que no tenía dudas de que Norman cedería a sus encantos.
Tal vez ella no sepa el verdadero propósito de Ray, pero el mismo chico se alegró al ver la sonrisa ilusionada de aquella pequeña a quien veía como una hermana menor.
Al final del día, el chico pensó que ambos ganaban.
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Holaaaa
Disculpen si hay algún error, es solo que llevo días haciendo el cap y quería publicarlo para que no siguieran esperando. Quiero recordar que este libro es de: SITUACIONES EXAGERADAS
También quiero pedir una disculpa por tardar tanto en actualizar, la escuela me mando demasiados trabajos que no tenía tiempo para esto.
Me tome como una semana escribiendo jeje, y es así de largo porque pensé que sería una buena forma de disculparme.
Los siguientes si no serán así de largos.
Por último, planeo seguir actualizando seguido ;), de todas formas esta historia ya está planeada capituló por capítulo.
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