III. Torpe perro ladrón de corazones
A Yoongi le gustaba visitar la casa de su abuela y desde que su abuelo falleció con mayor insistencia quería hacerle compañía y ayudarle en cuanto pudiera. Además podía jactarse orgulloso que era su nieto favorito, porque si bien ella no lo decía en voz alta, notaba que recibía más caricias y platos de comida más llenos.
Durante los veranos reclamaba a sus padres para ir a quedarse una buena parte de las vacaciones y la habitación de invitados era más suya que de cualquiera. El pequeño espacio estaba marcado con su ropa, libros y, ya entrada en la adolescencia, con la fuerza de su aroma. Época en la que ella lo amenazaba con prohibirle la entrada si se le ocurría pelear en las noches en los techos y llegar herido ya sea con el agrio olor de la derrota encima o el eufórico y denso olor de la victoria. Yoongi mascullaba que ya le habían ido con el chisme, pero estaba en plena edad de gato alfa queriendo demostrarse como tal y marcar su territorio frente a otros de su tipo.
Su abuela siempre le decía que su aroma era especial y que recordara que no necesitaba hacerle frente a otros con motivos vacíos para probarse a sí mismo. Sujetaba su mano y lo guiaba al jardín para enseñarle pequeños arbustos de ruda, a veces con pequeñas flores amarillas luciendo más vivos que nunca, contándole algunas curiosidades acerca de la planta que le daba el nombre a la fragancia que desprendían sus feromonas de pequeño gato alfa.
Uno de sus momentos favoritos era cuando se paseaba en su forma de felino y de un salto brincaba al regazo de la mujer de cabello más blanco que oscuro y ella rascaba su cuello y orejas, diciéndole que era el gatito más lindo del mundo, en aquel entonces llegaba a convencerse de aquello.
Su abuela era una mujer beta de gato, no tenía un aroma demasiado fuerte y ella le contaba nostálgica que fueron pocas veces que pudo acceder a su parte felina. Los betas eran extraños, eran más cercanos al humano que al animal que residía en ellos, en distintos grados, y sus aromas solían ser más tenues, aún así Yoongi podía percibir la tranquilizadora fragancia de las lavandas en la piel ajena.
No se enojaba si ella se atrevía a interrumpir su sueño —quienes le conocían sabían que era un gato de mal genio y ruidos guturales de inconformidad cuando alguien lo despertaba—. Le decía que la acompañara a hacer las compras, que ya eran pasada las once y no podía estar todo el día en cama. La veía cruzar el umbral, caminar hacia las cortinas, abrirlas para que el sol golpeara de lleno su rostro y finalmente dejar un vaso de vidrio con diversas ramas de hierbas fragantes en el mueble.
A Yoongi, gatito curioso, le gustaba acercar su nariz a las ramitas que sobresalían del vaso, picaban contra su piel y era un exceso de información a su olfato.
—Esta es la que más me gusta —decía sujetando entre sus dedos una rama con varias pequeñas hojas verde y delgadas de textura dura.
—Puedo usarla para sazonar la comida de hoy —comentaba la mujer bajo la atenta mirada curiosa de su nieto—, también dicen que purifica las malas energías.
Yoongi asentía y volvía a olfatear la rama entre sus dedos.
Era una de las múltiples razones por las cuales le gustaba la casa de su abuela, siempre olía a hierbas fragantes. A veces las quemaba y entre el ahumado que picaba en su nariz disfrutaba de un festival de aromas.
A veces su abuela cortaba un trocito de su hierba favorita de un arbusto un poco más alto que él y la guardaba en su bolsillo para que lo acompañara como si fuera una especie de amuleto.
Terminaba el verano, ella le entregaba un ramillete de hierbas y volvía a su casa, adornando la mesita al lado de su cama hasta que se secaban y las hojas dejaban de ser verdes, desprendiéndose al tacto.
Aquel ritual se prolongó hasta mediados de su último año de instituto. Periodo que marcó el fin de las hierbas que ponía en su habitación. Momento en que algo se extinguió junto a la mujer que adoraba.
Quizá tuvo un poco —o bastante— relación con que su estómago se contrajera en un extraño retorcijón al momento que junto a Seokjin caminaba por los jardines de la universidad y un aroma fragante y leñoso llegó directo a sus emociones medianamente dormidas. Su amigo le señalaba a un par de chicos sentados en el pasto, aquellos nuevos inquilinos de quienes tanto le había hablado el último tiempo.
Uno de ellos era la fuente del aroma a romero que tanto llamó su atención y lo mantenía a pasos de distancia con el estómago hecho un nudo.
Un alfa de perro que lo miraba como si fuera una de las excéntricas curiosidades del universo, haciéndole sentir incómodo y extraño.
Se sentía muy extraño cuando su presencia estaba cerca.
Y aquel alfa, Taehyung, se encargó de mantenerse demasiado cerca como para sentirse capaz de ignorarlo si lo miraba con ojos de cachorro.
Algo hizo ese sujeto —¿magia? No lo sabe— que logró meterse en él y tomar su corazón. A Yoongi no le quedó más remedio que rendirse gustoso, embriagado del enamoramiento que lo golpeó tan repentino como ese cambiaformas de mastín tibetano llegando a su vida.
Yoongi hunde su nariz contra el cuello del alfa de mastín tibetano, inspira y siente que su piel es nostalgia. Abre los ojos con pereza y Taehyung mantiene los suyos cerrados, pero sabe que está despierto porque bajo sus párpados hay un pequeño movimiento, su brazo aprieta un poco más su cintura y su aroma delata a un cachorro feliz y ansioso —cuando está feliz su aroma adquiere unas ligeras notas florales—. No le hace esperar, sujeta suavemente su mejilla y besa su frente. Su novio aprieta los labios y continúa pretendiendo que duerme.
Es tan tierno, tan cálido. Le adora, aunque a veces percibe que su lengua se traba cuando intenta pronunciar las palabras que tanto le cuesta ordenar en su cabeza. Yoongi no se considera una persona que no sea ágil con las oraciones, se jacta que tiene el talento de rapear e improvisar muy bien, pero cuando se trata de expresar afecto algo ocurre, una especie de interferencia, de funciones no instaladas en su sistema y la tarea no se ejecuta con eficiencia. Es más fácil llevarle una bandejas con snacks de manzanas y mantequilla de maní que dedicarle palabras dulces y apodos empalagosos como "amor, mi cielo, cariño, bebé, cachorrito". Yoongi piensa que es más honesto y cariñoso de su parte llamarlo "torpe y enorme perro", porque es algo que le nace del alma y es parte de aquello que le hizo caer por él.
Eso y el aroma.
Taehyung y sus manos torpes —no tanto como las de su amigo Namjoon—. Dedos curiosos que más de una vez se han atascado en alguna parte. Recientemente jugando introdujo el índice en las espirales de una libreta y Yoongi con paciencia le ayudó a sacarlo, aunque bromeó un par de veces con traer un cuchillo.
Taehyung y su aroma a romero.
—Sé que estás despierto —susurra con los labios apegados a su mejilla que en cosa de segundos se calienta tras verse delatado.
El alfa más alto lo abraza firme, escondiendo el rostro entre su hombro y su cuello, pronunciando un "hyung" en forma de corto gemido ronco y perezoso.
Yoongi lo rodea con una de sus piernas, quiere más calor y más de su aroma aquella mañana fría.
Todavía tienen varias horas por delante para permanecer en la cama, arrimados y compartiendo una extensa sesión de mimos. No son muchas las cajas que quedan sin desempacar repartidas en la sala de estar. Anoche estuvieron hasta la madrugada ordenando su nuevo hogar.
—Taehyung-ah, me haces cosquillas —dice cuando el cabello desordenado roza su rostro y un par de labios acarician en subida por su cuello hasta llegar su oreja.
Pensar en muchas mañanas así le hace considerar que fue una excelente idea dar el gran salto que implica vivir con una pareja.
Y si retrocede aún más, le hace pensar que una de las cosas de las que jamás podría arrepentirse en la vida fue de intercambiar números con Taehyung.
Recuerda aquellas miradas curiosas que el cambiaformas de perro clavaba en él como precisos dardos arrojados a distancia, haciéndole saltar en su sitio por el simbólico pinchazo. Ojos oscuros y una estela del aroma que le hacía viajar a su niñez y a la nostalgia.
Un par de ojos que parecían decirle "mírame de vuelta, háblame". Lo primero sí ocurría, porque era imposible no hacerlo cuando sentía que las feromonas de ese alfa se esparcían hasta llegar a él. Lo segundo era un poco más difícil. Simplemente no salía espontáneo y no dejaba de ser incómodo no entender por qué era tan observado por ese chico y qué pasaba consigo mismo y el enredo de sensaciones que su cuerpo no lograba decodificar y darles significado —no en aquel entonces—.
Su primer instinto de gato receloso fue escapar. Si notaba que estaba un par de metros cerca, sus pies lo guiaban más lejos. Hasta que fue imposible no corresponder los "buenos días" y añadir un "cómo estás" por cortesía —y porque le veía sonreír y su aroma se endulzaba ligero—.
Seokjin también contribuyó arrastrándolo a almorzar con el par de cambiaformas caninos que buscaban mesas alejadas hasta que se fue haciendo costumbre atravesar la cafetería y sentarse junto a Tae, porque a su amigo humano le gustaba estar al lado de Jimin.
Aquel día que Taehyung almorzaba solo pudo haber seguido de largo, comprar su comida e irse al jardín o algo menos elaborado que pudiera engullir rápido y continuar una tarde de estudios en la biblioteca con los cascos puestos para aislarse del ruido.
Esa expresión de cachorro perdido le hizo avanzar hacia su mesa con la bandeja y sentarse a su lado. Algo tan simple que pareció iluminar a Taehyung y llenó de cosquillas el estómago de Yoongi que estuvo a punto de golpear su abdomen para frenarlas a costa de fuerza bruta.
Entonces fue más sencillo decirle: —intercambiemos números, hay otros lugares muy buenos para almorzar por los alrededores, podríamos ir —en lugar de admitir de forma directa que estaba de acuerdo en aceptar la intromisión de su presencia en su vida y que podrían seguir saliendo juntos.
Ya el tiempo le permitiría ir descifrando y entendiendo por qué ese alfa movía tantas cosas en él más allá de que portara un aroma que le evocaba recuerdos y las manos gentiles de su abuela.
Todavía le entran ganas de reír cuando su mente decidía mostrarle como si fuera una fotografía el rostro perplejo de Taehyung una tarde que le dijo que le recordaba a su abuela. No fue una frase especialmente romántica como esas que le gusta oír a su pareja, pero sí traía una alta carga emotiva para Yoongi. No quiso explicarle cómo gracias a él y sus interminables raciones de cariño le ayudaron a hacer florecer dentro de sí mismo algo que creía estéril. Solo se limitó a carcajear bajito disfrutando de su expresión que intentaba comprender y terminaba confundido con un puchero.
Con una pequeña sonrisa estirándole los labios se dedica a rascar su cuero cabelludo con las yemas, apenas rozando las uñas de tanto en tanto, recibiendo como respuesta un ruido de satisfacción que se mezcla con un "más".
Taehyung siempre quiere sesiones de mimos largas. Más y más todo el tiempo y a veces Yoongi no sabe de dónde sacar tanto, aunque sí tiene la certeza que le ama y por eso se empecinó en llevar a cabo la locura de estar juntos.
A veces cree que su novio es como los gatos que reclaman cuando tienen el platito aún con comida y hay un espacio vacío al centro. Entonces siente que falta cuando tiene y pareciera no verlo.
Yoongi asume que hay parte de su naturaleza que le hace sentirse de forma similar, solo que ambos responden de forma diferente a los pequeños vacíos propios de la existencia de cualquier ser con conciencia. Taehyung es una criatura insaciable de afecto y lo demanda con sus miraditas de cachorro y quejas que suenan gimoteo y tristeza, es fácil de solucionar con cariños en la cabeza, abrazos, besos y mimos. Yoongi lo tiene arraigado en sus genes de felino, asume, abarca más allá que el cariño, incluso cosas cotidianas que le generan irritabilidad como su termo medio lleno de café, o la taza más vacía que a la mitad o los proyectos a medio hacer, como cuando inicia maquetas y no puede descansar hasta que esté al menos la estructura armada, incluso le cuesta dormir pensando en terminarla.
Esta búsqueda de algo completo a veces puede ser desesperante. Antes no lo era tanto, pero desde el golpe que fue el fallecimiento de su abuela algo dejó de cerrar. Algo dejó un espacio vacío que le hacía caer en cuenta que el afecto y querer a alguien podía ser como el plato que queda medio vacío —y medio lleno a la vez—. Justo como la gente que venía y se iba de su vida dejando memorias buenas y malas. Aquellos amigos que hizo en la escuela y con quienes perdió contacto, alguna pareja de poca duración, algún amor de verano.
No le gusta la idea de encariñarse, pero sus amigos cercanos empujaron a la fuerza un espacio que ya tiene grabado sus nombres.
Taehyung hizo lo mismo. Empujó a fuerza y Yoongi sentía que ya tenía un espacio que calzaba muy bien con su forma —fue una sorpresa darse cuenta que era fácil disfrutar de su compañía—, que no tenía que mirarlo con esos ojos de cachorro triste y anhelante cuando fue él mismo alfa felino que exhibía el corazón en sus manos, de forma torpe, pero era una ofrenda sincera y que a veces tenía la impresión que aquel cambiaformas no lo veía.
Yoongi piensa que fue como una especie de juego, cuando lo ofrecía Tae parecía no verlo y buscarlo por todas partes. Cuando pretendía guardarlo, aquel alfa llegaba y se lo robaba de las manos antes de darse cuenta.
Aún así Tae puede ser despistado y poco sensible a las señales sutiles.
No bastó con gestos pequeños —aunque para Yoongi eran avances grandes— permitiendo cercanía y contacto físico del cual solía rehuir. Hoseok, Namjoon y Seokjin lo sabían mejor que cualquiera, un intento de abrazo y como buen gato escurridizo lo eludía antes que las extremidades ajenas pudieran envolverlo, un porcentaje menor de veces los aceptaba.
"Estoy acercándome a ti y dejando que me abraces, ¿eso no significa nada, perro lento?", Gruñía con irritabilidad para sus adentros.
Tampoco bastó con besarle toda una tarde hasta que sus labios se adormecieron porque ese inseguro cambiaformas de perro seguía con aquellos ojitos que expresaban anhelo y temor.
Incluso no bastó con decirle que salieran.
Un poco antes que aquello pasara, Taehyung estuvo la semana completa intentando decirle, Yoongi optaba por esperar con un plazo interno hasta el domingo. Quería reír y preguntarle qué tal se sentía que las palabras no pudieran salir a voluntad de su boca.
No quiere decir que fue sencillo para el cambiaformas de gato, quien también estuvo peleando con su capacidad verbal, pensando en como decirle de una forma bonita y sincera que deseaba una relación.
Al final se dio cuenta que con tartamudeos y frases entrecortadas Tae no lograba decírselo, aunque sujetaba sus manos con las palmas sudadas y batallaba con los "me gustaría...", "si es que quisieras...", entonces decidió tomar las riendas, era un alfa después de todo, orgulloso y dispuesto a luchar aún cuando ambos eran conscientes que no sería fácil.
—Somos un desastre, un par de alfas, ni siquiera sé cómo haremos esto funcionar —inició su poco romántica, pero sincera petición, apretando un poco más las manos contrarias cuando vio la mirada asustada de Taehyung como si creyera que escucharía todo lo contrario—, pero realmente quiero intentarlo, me gustas mucho, perrito torpe.
Una oleada de aroma a romero con aquellos matices florales llenó su olfato. Le encantaba cuando podía respirar la alegría de Taehyung, sentirla en los besos cortos y efusivos mientras pronunciaba cada "sí" en sus labios.
Además de ser el comienzo de una relación con nombre y poder presentarse como la pareja del otro con sonrisas orgullosas —especialmente Taehyung cuando presentaba a Yoongi como su alfa, aunque a veces significara alguna mirada extrañada—, no fue sinónimo de plena estabilidad, de vez en cuando los atacaban las inseguridades, sumado a sus naturalezas tercas que comenzaron a chocar.
Tae suele ser más directo cuando algo le molesta, mientras Yoongi tiende a acumular como si fuera una olla a presión. El alfa de perro se queja si algo sobrepasa el límite, ruidoso y exigiendo, en cambio Yoongi lo reserva, actúa con frialdad y cuando no puede más explota y se eriza como el gato que es queriendo reguardar lo poco que le queda de estabilidad para no quebrarse.
Yoongi se ha dado cuenta que su habitual franqueza tiende a hacer un cortocircuito cuando está enojado, a veces no sabe cómo modularlo y la posibilidad de ser cruel le fuerza a retraerse —así cuida a Tae de cualquier frase hiriente debido a la rabia quemando sus entrañas—.
Aquello fue de los primeros problemas que tuvieron que aprender a sortear, más cuando las inseguridades lentamente los iban orillando a los límites. De repente cuando Tae exigía y demandaba más cariño al punto de cuestionar sentirse querido o si acaso Yoongi deseaba una relación con él. Por su parte, se enfadaba de vuelta por las sobreexigencias, en otras ocasiones encontraba el punto a favor de Taehyung cuando se daba cuenta que era mezquino con las muestras de afecto.
Un continuo sube y baja mientras aprendían a equilibrar y compensar los miedos con brotes de sinceridad, buscando la comprensión en el otro.
Las discusiones solían terminar sujetando las manos o enredándose en abrazos apretados, prometiendo cada uno poner de su parte y Yoongi da fe que ha funcionado —aunque siempre hay pequeñas discusiones, pero que ya no se viven de forma catastrófica como si fuera un próximo funeral a la relación—.
Yoongi considera que con el tiempo ha hecho un arduo trabajo en intentar darle seguridad. Cada tosco "te amo" y cada frase reconfortante —no tan dulce como quisiera— ha tenido la intención de reforzar lo que siente por Tae y garantizarle que sus planes muy a largo plazo lo incluyen como su compañero. "A menos que no quieras", decía con entonación de broma, aunque muy adentro le asustaba concebirlo como una realidad, Taehyung le anclaba el alma al cuerpo cuando echaba los brazos alrededor de su cuello afirmando que quería envejecer a su lado.
No puede mentir y decir que no ha necesitado sostenerse en Tae y confiar en la garantía a largo plazo de lo que van construyendo juntos.
Todavía recuerda que una de sus grandes inseguridades fue al conocer a la familia de Taehyung. Cuando cumplían un poco más de medio año y entre variados comentarios de su pareja acerca de llevarle a sus tierras terminó por aceptar.
La insistencia fue superior al instinto felino que pronosticaba un desastre. Fue su pareja con esos ojitos tan tiernos diciéndole que era importante para él hacer esto, contarles.
Jimin le había advertido que Tae era —y sigue siendo— un mastín bastante codiciado. Debió suponer que no era broma porque al llegar al pequeño pueblo ambos fueron víctimas de múltiples miradas. Al alfa canino le dedicaban expresiones de adoración y cariño, tan alegres de que viniera a visitarlos. En cambio Yoongi era como el fenómeno de turno y causante de un pequeño recelo, pensaba que era normal si rara vez un felino pisaba el lugar.
Supo de tantos pretendientes de familias distinguidas que querían al hijo alfa mastín tibetano de los Kim que llegó a preguntarse "¿por qué demonios está conmigo? Sus genes se están perdiendo a mi lado" y prefería reír un poco a sumergirse en la amargura de sentirse pequeño.
Un pequeño alfa de gato —su abuela era un gato montés y deseó haber sacado un poco más de ese material genético—.
También debió suponer que su pareja no sabía planificar las cosas y los discursos con tacto. Todo fue un manojo de nervios entre su familia diciendo "qué bien que trajiste a un amigo de la universidad", "deberías visitarnos más seguido" y la desencadenante del desastre: "ya estás en buena de edad de tener una pareja... hay una omega de mastín que nos gustaría que conocieras". Yoongi tragó saliva incómodo, Tae no facilitó las situación y olía a perro asustado, él estaba en las mismas condiciones.
Entonces su novio habló sin planificar: —sobre eso...estoy saliendo con él. —Señaló a Yoongi que estaba sentado a su lado en sillón—. Hace más de medio año es mi pareja.
Yoongi sintió que su boca se secaba, pero ni siquiera fue capaz de estirar la mano y sujetar el vaso de agua que reposaba en la mesa de centro. La mezcla de olores agrios y amargos de la ira y decepción concentrada de los Kim alteraban a su animal que se erizaba y analizaba la estrategia a seguir, sabiendo que su posición no era favorable y que si rigieran las reglas salvajes de antaño, siglos y siglos atrás, seguramente habría sido despedazado por esos canes enormes.
En algún punto hizo desconexión, algo de sí mismo decidió tomarse vacaciones en lo que duraba el caos, como si lo mirara de lejos, mientras los señores Kim volcaban la rabia más en él como chivo expiatorio que en su hijo, culpándolo de volver a su buen Taehyung en algo que "no era", de desviarlo y buscar arruinarle la vida.
Taehyung estaba lívido con la vista un momento en Yoongi y su semblante neutro y en sus padres iracundos. Los hermanos menores se asomaban asustados y curiosos.
—Está bien —decía con su voz ronca y pareja, rozando la indiferencia que solo sentía por estar viajando lejos, por evitar mirar la expresión dolida de Taehyung porque eso le desarmaría. Yoongi era más sensible de lo que aparentaba. Asumía que no tenía ningún tipo de poder para influir en los padres de su pareja y hacerles cambiar de opinión—. Lo único que puedo prometer y más a Taehyung que a ustedes es que lo cuidaré todo el tiempo que decida estar conmigo.
Al fin y cabo apelaba a la decisión voluntaria de Tae de estar al lado de un cambiaformas de especie diferente y casta semejante. Una decisión que complicaba la vida de ambos, pero que al menos para Yoongi valía la pena y esperaba que para su pareja también. Aún así no lo culparía si decidiera retroceder cuando tenía en frente la prueba que su familia no les brindaría ni un ápice de apoyo.
Yoongi se sintió jodidamente afortunado, el mejor premio de la lotería de la vida, cuando Taehyung eligió estar a su lado pese a todo. Ojitos llorosos y una de sus grandes manos tibias aferrada a la suya.
—Ten por seguro que mis padres no se lo tomarán así de mal —intentó bromear y Tae sonrió un poquito.
—¿Me presentarás a tu familia? —preguntó con la voz rasposa y cansada, pero olía un poco floral mezclado con lo amargo de la tristeza.
Y el cambiaformas de gato no se equivocó al decir que su familia no se lo tomó a mal, aunque tampoco se mostraron particularmente felices. Yoongi estaba seguro que de haber llevado a un humano o a un beta u omega la reacción poco efusiva habría sido la misma.
El problema fue que Taehyung lo malinterpretó y sentía que los señores Min no estaban conformes con él como pareja de su hijo. Yoongi sujetó sus mejillas y le explicaba que sus padres eran así, que estaba en sus genes felinos y el cariño lo reservaban para contadas ocasiones. Riendo le relataba que ni siquiera con él, su hijo, sangre de su sangre, eran afectuosos.
Lo llevó a un almuerzo familiar para el aniversario del fallecimiento de su abuela en la casa que alguna vez albergó tantos veranos alegres. Una mezcla de nostalgia acompañado al olor a romero de Taehyung.
Su alfa demostró su cariño por los niños jugando toda la tarde con sus primos, incluso sorprendiendo a todos los presentes cuando vieron a un enorme perro de profundos ladridos que ocultaba a los pequeños gatitos entre su pelaje frondoso.
—Es que querían jugar —decía con pucheros anteponiéndose a cualquier llamado de atención. Yoongi no tenía intenciones de regañarlo, solo le comentaba que asustó a sus tíos al no encontrar a los niños y de paso ver a un perro gigante repentinamente.
En ese momento cayó el peso de otra inseguridad sobre sus hombros al plantearse la posibilidad que Taehyung quisiera sus propios cachorros. Algo que no podía ofrecerle era una familia numerosa. Le costó un montón poder ser sincero y decirle, aunque se encontró con una mirada risueña y una de sus risas roncas insistiendo que trabajaría a diario con niños y con eso era más que suficiente.
Yoongi sabe que todavía pelean con temores que afloran cada cierto tiempo y frente a determinadas dificultades, pero cree que no es nada que no puedan enfrentar juntos.
Puede afirmar con plena seguridad que ha cumplido su promesa de cuidar a su pareja. Se asegura que se alimente bien y que duerma las horas necesarias —incluso si hay tiempo libre en sus horarios lo arrastra para compartir una siesta—. O lo ancla a la cama justo como ahora que se aferra a su cuerpo tibio.
Si algo puede hacer para arrancar sonrisas y olor floral a alegría lo lleva a cabo. Si quiere comer algo en particular busca la receta para prepararlo, si sabe de una película que le interesa le dice "vamos al cine" y disfruta su felicidad cuando le enseña los boletos. Otras veces le propone un "cambia para mí, te sacaré a pasear" y Taehyung irradia entusiasmo.
A veces, también le hace compañía en su forma de gato. Le sienta muy bien recostarse sobre su lomo o acurrucarse contra su vientre a descansar.
Es otro punto a favor, haber sido tan compatibles como animales, pese a que la primera vez que se encontraron como tal, trepó un árbol con agilidad al momento que el perro enorme lo empujó con su húmeda nariz cuando quiso olfatear al pequeño gato.
Taehyung es un perro torpe y a veces no medía la fuerza con la que empujaba su hocico contra su cuerpo, o la presión de la lengua sobre sus pelitos, ya si quería dar mordidas juguetonas era inevitable que Yoongi reaccionara asustado con un arañazo. Muchas de las primeras veces estaba Jin y Jimin para mediar entre ambos animales si las cosas parecían salirse de control.
Ahora ya se han adaptado al otro y Tae es más suave y Yoongi más paciente.
Su relación es una continua adaptación, más ahora que están viviendo juntos, porque una cosa es una pareja que se ve en determinados momentos pero cada uno permanece en su territorio y otra es compatibilizar las rutinas, rituales y costumbres. No negará que aquello le provoca ansiedad, pero no le da una connotación particularmente negativa, es solo un poco de incertidumbre, de seguir conociendo a Taehyung y sus mañas, de esas que aparecen cuando hay convivencia y años.
Pero puede decir que han comenzado bien porque aprovechan la mañana entera para compartir mimos y conversaciones a susurros con toneladas de pereza y cariño.
—Me pregunto por qué no hay cambiaformas de plantas —comenta Taehyung con una pequeña sonrisa—, o sea, recuerdo un poco las clases de biología, teorías de la evolución y todas esas cosas, pero sigo pensando en cómo sería ser un cambiaformas de girasol o no sé, de esas plantas que comen insectos.
—Si se pudiera, en otra vida, quisiera ser cambiaformas de suculenta o de cactus —responde mezclado con un bostezo—. No, hasta la fotosíntesis me da flojera, mejor una piedra, quiero ser una piedra —corrige dejando ver el cansancio que ha estado cargando los últimos meses.
—Si fueras una piedra en tu próxima vida, te llevaría conmigo a muchos lugares bonitos.
Yoongi sonríe, haciendo un pequeño movimiento con la cabeza. Taehyung siempre sale con frases que causan que su corazón se agite. Lo ama. Ama sus frases extrañas y espontáneas cargadas de afecto, asumiendo que el juntos será una constante incluso en otra vida.
—¿Estás asumiendo que estaríamos juntos en otra vida?
—No lo pondría en duda. —Le sonríe.
Y esa sonrisa rectangular y aniñada la ama también.
Ama a Taehyung feliz.
Ama a Taehyung. El torpe perro que se robó su corazón. De repente estaba a su lado oliendo a romero y mirándolo con ojitos de cachorro queriendo su atención por los pasillos de la universidad, no sabe qué brujería hizo o si fue una mezcla de ritual de sus aromas, pero al siguiente momento se dio cuenta que estaba enamorado.
Recuerda que Hoseok, su amigo omega shih tzu, le daba pequeños codazos en las costillas cuando andaban por los espacios comunes como la cafetería o los jardines para decirle "mira a ese cachorrito que viene directo a saludarte" y Yoongi sentía sus mejillas calientes.
Ahí se dijo que algo pasaba consigo mismo, que los sonrojos y la ansiedad por verlo no eran normales.
Esto de estar enamorado es una cuestión de ansiedades en distintos grados y si bien al principio era un conflicto y una pelea por mantener las emociones a rayas, ahora aprendió a llevarlo e inclusive a disfrutarlo, porque cuando Taehyung le promete la mejor cita de la semana, Yoongi la espera con ganas y piensa en ello más de la cuenta, hasta la ropa que usará, los años pasan y no deja de sentirse igual.
Un día Taehyung insistió que irían a bailar. Yoongi se tragó su orgullo, aceptó y le pidió unas clases exprés a Hoseok para no hacer el ridículo, para al final darse cuenta que ambos eran un desastre en la pista, riendo, tratando de darle sincronía a sus movimientos.
Es simple, a Yoongi le gusta seguirle. En su forma de gato le gusta enredarse en sus piernas mientras camina, haciendo tropezar a Taehyung en más de una ocasión.
—Yoongi hyung —lo llama con la voz profunda que hace contraste con su aspecto de adorable niño desaliñado—, llévame a una cita bonita.
—No —responde solo para escuchar uno de esos tiernos sonidos de protesta.
—¿Por qué no? —dice con esa mirada de perrito suplicante.
—Quien me prometió una cita días atrás al lugar de las malteadas gigantes es este enorme perro que me está aplastando —le recuerda empujándolo un poco, solo para no sentir que se ahoga.
—Podemos ir hoy.
—Las cajas no se desempacan solas.
Taehyung vuelve a quejarse y Yoongi besa su frente diciendo un corto "el próximo fin de semana", siendo consciente que ambos tienen bastante carga con la que lidiar de lunes a viernes.
Escucha un par de gruñidos que señalan cuerpos hambrientos y el cambiaformas de perro pronuncia "comida" para resumir que ya se aproxima la hora de almuerzo y es momento de abandonar la cama.
Le pide a Taehyung que le ayude a desempacar cajas mientras él cocina algo rápido, aunque mientras salteaba la carne, percibe calor en su espalda e intenso aroma a romero, el cambiaformas de mastín mantenía los brazos alrededor de su cintura. Se tienta en golpearle suave con el codo para que le deje preparar el almuerzo, pero el alfa hunde la nariz en su cabello, susurra "hyung" con cariño y no se siente capaz de alejarlo.
A veces, por más que Tae no lo admita, Yoongi piensa que está consintiendo demasiado a su pareja, quien claramente diría que merece todos los mimos habidos y por haber de parte de su alfa. Entonces Yoongi se los daría si el tiempo está a su favor —a veces la sobrecarga de trabajo no le deja energía para ser cariñoso y si no está con la irritabilidad a flor de piel le gusta acurrucarse contra el pecho de Tae y sentirse seguro, es su alfa después de todo—.
Justo como hoy, hay tiempo y las ganas de mimar a Tae le sobran, incluso le acerca comida de su plato —aunque básicamente tienen lo mismo— a la boca y la mirada de su dongsaeng se ilumina feliz.
Como él fue quien se encargó de cocinar, insta a Taehyung que sea el que lave los platos, después siguen las cajas pendientes. Yoongi realmente quiere salir pronto de esa parte de trámites finales que acarrea la mudanza, pero su pareja quiere tiempo de cariños y películas en el sofá.
El alfa más alto saca las cosas con pereza, llevando los libros apilados a uno de los estantes. Yoongi traslada una caja con zapatos a la habitación y regresa por otra donde hay frazadas y sábanas. Antes de poder alcanzar una más siente que Tae lo abraza por la espalda, pero el cambiaformas de gato se escabulle y lo ignora a propósito. No dejan de provocarle ternura esos soniditos de frustración cuando se queja con un hyung de vocales largas.
Su alfa nuevamente extiende sus largos brazos para atraparlo y estrecharlo para que no huya.
—Volvamos a la cama —pide con su voz ronca, esa que para Yoongi se escucha profunda, sedosa, llena de segundas intenciones.
—Después de ordenar —responde, aunque se tienta por dejar todo de lado y besarle con hambre para dar inicio a una sesión de caricias y roce de pieles.
Taehyung vuelve a rezongar, empujando su pelvis, mostrando la evidente necesidad de más contacto.
—Por cada caja que termines de desempacar podrás pedirme algo —sugiere con entonación que bordea la seducción.
Y al parecer fue un buen incentivo, porque Taehyung corre a la caja más próxima y parece lleno de vitalidad desplazándose de un lado a otro dejando cada objeto en su lugar correspondiente, sonriendo cada vez que intercambian miradas.
Así Tae pide muchos besos de esos que le dejan sin aire. Luego le acaricia los labios mojados y le señala donde los quiere, justo más abajo de su vientre, donde la sangre se acumula, endurece y calienta, tan rojizo y duro, Yoongi no duda en tenerlo dentro de su boca hasta que sea el otro alfa quien pida que se detenga, deleitándose de su sabor y haciéndole temblar con cada subida y bajada.
Tae no quiere acabar tan pronto, reclama un lugar entre sus piernas y Yoongi se lo concede, después de todo prometió cumplir sus caprichos. Quiere que su novio tenga un buen recuerdo del primer día juntos en el nuevo apartamento.
Le gusta lo familiar que se sienten las manos de Taehyung, la forma en que se deslizan por sus muslos y estrujan su culo, empujando sin cuidado en busca de más fricción directo sobre su pene rígido. Tanto calor y hormigueo que no está seguro de poder aguantar más si su pareja continúa restregándose así.
Desliza sus dedos por su cuello, una caricia firme que sube por la piel mojada hasta su nuca para adentrarse en su cabello espeso, Taehyung jadea ronco y echa la cabeza hacia atrás siendo sostenido por la amplia y cálida mano de Yoongi. Aprovecha la exposición para lamer justo el relieve de la nuez, su dongsaeng vuelve a gemir y percibe las vibraciones en la lengua y los labios.
Le gusta lo fácil que es derretir a su alfa con gestos sencillos. El tacto certero de sus dedos y su boca en determinadas zonas bastan para hacer que Tae se rinda, jadeando y suplicando por más.
Todo ha llegado a ese punto porque tocarse también fue un paulatino camino de descubrimientos. Exploración minuciosa en búsqueda de cada punto sensible.
Besos que cada vez transmitían mayor necesidad y cuerpos en búsqueda de fricción. Calor en aumento y las cosquillas entre las piernas se volvían demandantes. Taehyung respondía y buscaba con la misma intensidad, empujando sus caderas, abrazándolo con más fuerza y mirada de animal hambriento.
Al principio eran manos curiosas buscando y tanteando formas sobre y bajo las prendas. Después bocas queriendo degustar cada fragmento de piel que iban exponiendo al otro. Hasta finalmente llegar al punto de "cómo seguimos". Simulando las posiciones, embistiendo con barreras de ropa y frenando cuando el contacto era directo, sin decir nada, volvían a las caricias que eran seguras.
Yoongi no preguntaba, no quería meter presiones, dispuesto a seguir el ritmo del otro alfa, quien parecía siempre al borde de decir algo, pero se callaba y podía oler su inseguridad mezclada con la excitación.
Aunque la conversación surgió una tarde encerrados en su habitación cuando se acercaban al medio año de relación y el sexo se limitaba a restregarse y mucho tacto, pero el culo seguía siendo zona virgen e inexplorada. No mentiría diciendo que tampoco le generaba una mezcla de curiosidad y temor —había escuchado que dolía y no era tan sencillo como llegar y meter, así que había empezado a buscar información para cuando llegara el momento—.
Ambos desnudos, pieles sudadas, olor a ruda y romero atrapado entre las paredes. Taehyung lo besaba con ojos cerrados y Yoongi se aferraba a sus caderas, incitándolo a moverse sobre su regazo. Sujetó sus nalgas y empujó la pelvis contra ellas, restregando la hinchada erección que ardía entre sus piernas.
—Hyung, espera, no sé cómo hacer esto —decía inseguro, frenando a Yoongi al instante—, es decir, sí, pero...quién sería...ninguno de los dos...y sería doloroso —intentaba explicarse con torpeza.
Yoongi lo miraba comprensivo, subiendo las manos a su cara, acariciando sus mejillas con los pulgares.
—Usaremos lubricante y condones —respondió como si fuera obvio y la solución a todos sus cuestionamientos.
Tae mordió su labio y lo observaba como queriendo decir algo, aunque ninguna frase acudía y apenas conseguía emitir un confuso monosílabo ronco que bordeaba la duda y la aprobación.
—¿Quién de nosotros...primero? —Preguntó a medias, ordenando las palabras en su cabeza—. No estoy preparado —confesó finalmente.
Yoongi besó su frente y abrazó su cintura, manteniéndolo sobre sus piernas, pero dejando cualquier movimiento. Quieto, envolviendo al otro alfa, sintiendo su peso acalambrar sus muslos.
—Taehyung-ah, iremos a tu ritmo, avanzaré hasta donde me lo permitas —decía besando una de sus mejillas antes de mirar a su pareja directo a esos ojos oscuros—. Cuando me preguntaba cómo llevar mi vida sexual desde que las hormonas decidieron hacer una revuelta, no se me ocurrió pensar en tener algo metido en el culo y aquí estoy viendo la posibilidad de explorar. —Porque si Tae no quería ser quien primero se arriesgara, Yoongi no tenía problemas en intentarlo siempre y cuando fuera lento.
Y desde ese punto comenzaron con exploraciones graduales a la zona íntima en cuestión. Largas sesiones tocándose, con besos hambrientos y deseo queriendo desbordar, pero limitado por la paciencia y el cuidado.
Aún tiene grabada a fuego en la mente la expresión de ojos entrecerrados de Tae y la boca que mordía para controlar los gemidos mientras balanceaba las caderas hacia sus dedos y pedía "uno más", para más adelante terminar diciendo: —métela, puedo aguantar.
—No se trata que aguantes, sino que lo disfrutes —susurró sobre su oído con la voz ronca que sonaba casi como un ronroneo, moviendo los tres dedos, empujando y desarmando a Taehyung con un orgasmo. Músculos haciendo eco del placer en cada contracción.
Ese noche habría querido enterrarse profundo, pero era consciente de cuánto lo quería para anteponer el placer de Tae en lugar del suyo. Verle disfrutar, correrse con gemidos graves y ojos llorosos era una imagen lo suficientemente cautivante para generar una fuerte tensión más abajo de su vientre, mano sobre su propia erección y ya estaba acompañando a su alfa en el orgasmo.
Otras veces fue Taehyung con una mirada lasciva quien lo derretía y utilizaba sus bonitos dedos tanteando su interior, entrando y saliendo resbaladizos. Hubo una ocasión que se sintió casi morir y deshacerse, volverse estado líquido y mente nublada cuando el alfa de mastín por primera vez sumó su boca a la tortuosa preparación. Lengua haciendo cosquillas y Yoongi creía que era demasiado íntimo que decidiera justo besar ahí. Sin ningún tipo de vergüenza preguntaba: "¿más?" cuando lo tenía con las rodillas débiles enterradas en el colchón, al filo de acabar, Yoongi se forzaba a perder la vergüenza también para rogar por más.
—¿De dónde sacaste esa idea? —Recuerda haberse atrevido a preguntar. Pensó por un momento que respondería del porno o algo semejante.
—Jimin.
Y Yoongi se convenció que hay información que prefiere no saber. Como que Taehyung exponía su vida sexual a su mejor amigo —algo lógico, después de todo, pero cuando viera a ese alfa de pomerania sabría que él sabía ciertas cosas— o, más importante aún, las prácticas que tenían Jimin y Seokjin, esto último si que quería sacárselo de la mente.
Actualmente todo depende de las ganas y la creatividad. Algunas veces hay un poco de batalla para ver quien se gana el turno de estar arriba, en otras ocasiones si alguno siente deseos de estar en alguna posición en particular basta con decirlo.
No podrán compartir a plenitud los celos juntos, pero al menos para Yoongi es un detalle menor, nada que no alivie con supresores para felinos. Su parte humana está más que satisfecha con su vida sexual, aunque a veces siente que Taehyung quiere más de lo que es capaz de dar y en más de una oportunidad ha tenido que recordarle que no son alfa-omega, pero sabe también que Taehyung batalla consigo mismo para no quedarse estancado y hacer crecer la relación.
Ambos batallan por no mirar el lado medio vacío del plato.
Muchas veces Tae suele llenar su taza cuando la ve medio vacía y Yoongi sonríe complacido. Otras veces le dice "mucho café te hará mal" y le sirve leche tibia en su lugar.
Taehyung hace que todo se sienta cálido.
Ahora se siente cálido envuelto por sus brazos y el contacto directo de sus pieles. Su día terminó como empezó, con un abrazo perezoso y largas horas en la cama. El cambiaformas de perro lo estrecha con un poco más de fuerza y siente el tacto y el ligero sonido de los besos por su coronilla. A veces se ahoga con tanto cariño.
Hasta antes de Taehyung no estaba acostumbrado a tanto afecto. Especialmente físico, a un cuerpo tan próximo al suyo, encima, cálido, anclándolo a su lugar favorito: la cama.
La cama y ese alfa, la combinación perfecta, su premio de lotería.
Tae susurrando "te amo, hyung".
El amor de Taehyung le abruma porque es enorme, justo como él, gran mastín tibetano y con un corazón de oro que no sabe como le cabe en el pecho. Tan grande y Yoongi es consciente que es un gato tan pequeño que se siente aplastado, hundido y ahogado. No puede escapar del afecto que le entrega aquel alfa de perro, está en todas parte, es un océano y a él no le gusta el agua, pero cuando deja de pelar con las corrientes y se tiende de espaldas lo embarga el relajo, se siente libre, flotando, inmerso.
Busca su cuello, acariciándolo con la nariz, apoyando sus labios y disfruta de la fragancias de las hierbas mezcladas que hay impregnadas en su piel. Las percibe incluso dentro de su boca, amargas y florales, pero le encanta así.
—Tu aroma significa mucho para mí —confiesa a susurros y puede oler que Taehyung se siente feliz.
***
Aquí está por fin, los pensamientos de Yoongi y montones de flashbacks que me estaban faltando. Buena dosis de fluff uwu
Gracias por leerme ;A;
Falta solo el extra ;D
Les mando cariños 💕 y alcohol gel para sus manitos uwu
Yoongi cuando volvía de los veranos tras visitar a su abuelita uwu
De Yoongi a Tae cuando anda romántico uwu
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