Bonus [JinMin]: Suave lomito
A veces Jimin no sabe por qué está con Seokjin, o al menos eso piensa cada vez que su novio humano suelta agudas carcajadas que atraen miradas ajenas cuando tropieza —pese a que ocurre seguido, no deja de ser bochornoso—, podría culpar al suelo mínimamente disparejo, pero en realidad son sus pies y su arte de enredarse con ellos al caminar. El más alto sujetó su brazo cuando lo vio casi desarmarse antes de reír hasta ahogarse.
Quiere darle con el codo en las costillas, pese a las caricias que el humano castaño deja en su hombro como si quisiera disculparse y al mismo tiempo no, porque aprieta los labios y resuena un "pfff" de la risotada que no logra contener.
Son varias las veces que a Jin le gusta reírse de él. No solo se ríe de sus pequeñas torpezas habituales, a veces le hace alguna que otra broma inocente e insiste que los gruñidos de su parte animal son adorables. Dice que como perrito tiene un genio terrible, que es una bestia feroz en formato pequeño, Jimin se defiende comentando que sus sentidos siempre están alertas ante las amenazas más que admitir que es por naturaleza irritable. A veces lo es, un poco, cree que es porque tiene algunos conflictos en relación a su autoimagen y las expectativas sobre los alfas que ha cargado por tanto tiempo, Seokjin lo ha notado y Jimin debe reconocer que su novio se mide con las bromas para no herir su ego de forma intencional.
Aún así de forma no intencionada ha hecho algunos desastres. No puede olvidar esa vez, hace un año más o menos, que aceptó que le cortara el pelo cuando estaba en su versión canina porque el verano húmedo era una tortura, especialmente cruel con sus oleadas de calor infernales. Fue un desastre que lo avergonzó por largas semanas, al menos hasta que su melena empezó a crecer, tiempo en el cual evitó cambiar a su forma perruna. Ya le bastaba con lo humillante que fue como Tae y su novio cambiaformas de gato se rieron de lo lindo a costa suya.
—Tan torpe, Jiminnie —dice con cariño extendiendo el brazo para rodear su hombro, lo atrae un poco hasta hacerlo chocar con su cuerpo—. No pongas esa cara, ¿te acuerdas que dije que cada vez que me riera de ti prepararía lo quisieras comer?
Entonces Jimin tiene un claro recordatorio de las tantas razones por las que cayó perdidamente enamorado de Seokjin. La comida que sabe preparar como un digno participante finalista de concurso de cocina es una mínima parte —cuando le cortó el pelo, estuvo al menos dos semanas consintiendo cada uno de sus caprichos y no solo los culinarios—. También incluye su sonrisa y lo cálido que se siente la forma en que lo abraza al menos veinte segundos, varios pasos en conjunto, antes de soltarlo, murmurando todavía con la sonrisa presente algo respecto a no dejarle caer si podía evitarlo.
Y tras pensar "¿por qué estoy con él?", luego de un momento vergonzoso y un par de risitas disimuladas —no las de Jin, por supuesto, las de su pareja son un estruendo—, llegan a su cabeza un montón de respuestas, se agrupan en un listado largo que suma y sigue, porque Seokjin es precioso en todos los sentidos, más allá de ese rostro que tanto le gusta presumir al humano como su mayor encanto. Sí, muy bonito, pero Jimin se enamoró de una serie de cualidades, defectos y acciones. También de su cara hermosa, pero no principalmente de eso.
Se enamoró de ese sujeto que con paciencia lo orientó cuando estaba perdido. De quien tomó su corazón y unió los pedacitos.
—Dime, ¿qué se te antoja comer esta vez? —pregunta dedicándole una mirada cariñosa.
—Aún no lo sé —miente, porque se le antoja su boca. Chupar y morder su grueso labio inferior, degustar su lengua resbaladiza y besarlo tantas veces hasta saciarse, aunque nunca lo consigue por completo. Las ganas siempre vuelven.
En este momento quisiera un beso, pero hay dos obstáculos: espacio público y centímetros. No le gusta tanto tener que pararse en la puntita de los pies para alcanzar, es más fácil situar la mano en su nuca y atraerlo a sus labios. A veces Seokjin se alzaba en la punta de los suyos solo para reír de los intentos de Jimin por llegar a su boca y si el contexto lo permitía el alfa brincaba con los brazos en sus hombros y las piernas alrededor de su cintura, entonces obtenía lo que quería.
Ahora el beso tendrá que esperar a que lleguen a casa, lo cual es poco tiempo, pues las clases han terminado y como buen jueves no le toca turno de trabajo en el centro comercial.
Desde que empezó a estudiar buscó trabajos de medio tiempo junto a Taehyung, fue afortunado de que lo contrataran con nula experiencia en una tienda de ropa, su amigo, en cambio, ha sido más de labores rotativas y diversas, desde cuidar niños algunos fines de semana, pasear perros, transcribir entrevistas de los tesistas e investigadores o cualquier cosa que encuentre a la mano. Hubo un tiempo que trabajó junto a él en la tienda cuando necesitaron un reemplazo temporal.
Actualmente Tae junta celosamente dinero para poder mudarse junto a Yoongi. Le agrada el cambiaformas de gato —aunque esto no implica que su amenaza de desgarrarle el cuello si le hace daño a un perrito tan puro como Taehyung no siga en pie—, le gusta como cuida a su amigo y le dice que se preocupe primero de estudiar y que aporte con lo que pueda, no quiere que se sobreexija y Jimin está de acuerdo.
Taehyung tan desesperado estuvo por juntar cada won que incluso vendió algunas de sus adoradas historietas favoritas y Jimin se las compró de vuelta por intermedio de Jungkook, un amigable beta de conejo con quien comparte clases.
Su amigo mastín tibetano casi se puso a llorar cuando se las entregó mencionando que no volviera a venderlas y con esa mirada húmeda, pucheros y un gemido ronco conmovido; lo estrujó en un abrazo que estuvo cerca de dejarle sin aire.
Jimin también intenta ahorrar, aunque no tiene un fin en específico, solo especulaciones, como un viaje de vacaciones con su novio, nuevas prendas de ropa, regalos para Seokjin —porque pretende no dejar de cortejarlo aunque pasen años—. ¿Mudarse? A futuro, cuando ambos tuvieran los títulos impresos y trabajos estables. La abuela Kim insiste que pueden quedarse cuanto quieran con ella.
Apenas llegan quiere ir directo al cuarto de su novio, pero no alcanza ni a mencionar sobre su antojo de besos, ya que la señora Kim está desmalezando el jardín y ambos no dudan en ayudarle hasta que el sol comienza a ocultarse. Después Seokjin se ofrece a preparar la cena.
Los besos tendrán que relegarse en la lista de cosas qué hacer.
Parte de la rutina suele ser comer juntos, incluso cuando se le hace tarde por algún turno de trabajo o en sus actividades extracurriculares de la universidad, Seokjin lo espera y Jimin se derrite con el pecho cálido por la consideración de su pareja. La mayoría de las veces cenan con la señora Kim y en ocasiones se une alguno de los nuevos inquilinos, tan jóvenes y perdidos como él lo estuvo en sus tiempos de novato, luego iban al cuarto de su hyung —momento favorito del día—.
Cuando Jin reparte las porciones le pregunta si vendrá Taehyung, Jimin le recuerda que está con Yoongi en una travesía compleja: la búsqueda del apartamento perfecto para un par de jóvenes con bajo presupuesto.
Eventualmente pretende convencer a su novio que le haga un espacio permanente en su habitación, sería práctico, además la abuela Kim podría traer a un nuevo arrendatario.
—Convence a mi abuela antes que a mí —había dicho entre risas antes de admitir que su cama era pequeña, pero aún así le gustaba compartirla con él.
—Hyung, tienes una jodida cama de dos plazas, están hechas para dos personas —protestaba con un puchero.
Su novio continuaba riendo mientras lo abrazaba y lo empujaba sobre el colchón, recordándole que tenía a alguien más que convencer.
Una vez Seokjin le contó que su abuela solía ser recelosa cuando subían chicas o chicos omegas a su habitación. Jimin tuvo que morderse la lengua para no preguntar si subieron muchas chicas o chicos omegas. No tenía porque saber cuánta gente pasó por esa cama antes que él. Peleaba consigo y con su pequeño alfa territorial que tenía el cuarto de su pareja oliendo a hojas secas y té. El humano también tenía, inevitablemente, su aroma impregnado a la piel.
—También fue receloso con mi ex novio cuando se dio cuenta que no era solo un amigo con quien estudiaba después de clases.
Ex novio al que le pudo poner rostro cuando supo que se llamaba Namjoon —quien forma parte del círculo cercano de Seokjin— y vivía en el mismo apartamento que compartía el alfa de gato con sus amigos.
Namjoon guapo humano, moreno, atractivos hoyuelos, alto, figura estilizada e inteligente. Una de las mentes brillantes de la universidad. A tal punto que Jimin quiso preguntarle a Seokjin en qué demonios pensaba al terminar con el sujeto en cuestión y, de paso, saber por qué se fijó en un pequeño cambiaformas de perro como él.
No es que Jimin viviera con el autoestima por el suelo, se considera atractivo, sabe que con una mirada y una sonrisa seductora puede hacer que alguien voltee a verlo. Había hecho dudar a alfas y encontrar omegas con quienes salir nunca fue un problema, claro hasta que querían verle en su forma animal...
Y aunque Jimin como humano se siente atractivo y bastante deseable, a veces cae la inseguridad, peso plomo en sus entrañas. Esa que nace de la competencia que tanto meten en la cabeza de los alfas, aquella exigencia de ser fuerte y protector, de inspirar confianza y dominio para que los omegas no pudieran resistirse a buscarlo como el candidato a darle cachorros.
Siempre exacerbando cualidades como feroces y fuertes. En el imaginario colectivo los alfas son altos, atléticos, dominantes, voces profundas y miradas fieras. Valientes, guerreros, líderes natos. Representados en animales magnificentes, igual de grandes que sus egos: leones, tigres, lobos, águilas, seres mitológicos como dragones.
Si hasta los superhéroes y protagonistas de series animadas son estos animales ágiles, fuertes y hermosos. No recuerda hasta la fecha ningún caniche, nutria o cacatúa como figura principal.
Entonces algo suele entrar en conflicto en la psiquis de un alfa pequeño que creció con este ideal arraigado, que alguna vez quiso ser tan fuerte como el feroz lobo líder que salva a su manada o tan valiente como Balto el siberiano héroe recorriendo la tundra. Tenía una camiseta de Balto cuando era niño y un peluche que sigue en Busan.
Sabe de otros alfas de roedores y criaturas de apariencia frágil con complejos similares. Una vez también lo platicó con Yoongi, ambos sonriendo un poquito, encogiéndose de hombros, asumiendo lo lejano que parecían al ideal de alfa de historia épica.
Jimin se ha obligado a ser firme y no dejarse pasar a llevar por nadie. Ni siquiera cuando aquellos alfas de pastores querían burlarse de él en la escuela. Porque como humano es fuerte y saca ventaja de ello.
Por eso aquella tarde que los complejos querían aumentar la presión dentro de su pecho se refugió en aquellas actitudes que le permitían recuperar la ilusión de la seguridad.
—¿Y no pensó en un alfa? —Se acercó a preguntar en su oído, enterrando el temor de sentirse insuficiente, reemplazándolo con su faceta seductora—. Que aparecería uno que tendría a su precioso nieto contra el colchón —continuó con la entonación satinada, empujando a su pareja de espaldas a la cama.
—A ti te adora, supongo que por eso hace vista gorda o porque asume que ya no soy un crío —respondió con la sonrisa contra los labios ajenos y brazos envolviendo su cintura.
Jimin todavía recuerda que al llegar una de las primeras cosas que Seokjin dejó en claro entre las reglas adicionales para la sana convivencia apuntaba a ciertos márgenes de respeto en cuanto a las parejas, en caso que alguno de los inquilinos invitara a la suya —aplicaba para el par de alfas enamorados—: nada de actividades agitadas y poco discretas, en especial si su abuela estaba en casa. "Los cuartos de motel no son tan costosos", se había quejado más de una vez.
Aunque Seokjin lo tiende a olvidar cuando se trata del alfa de pomerania. A puertas cerradas todo se vuelve espacio de intimidad y largas sesiones de bocas en contacto y manos en busca de piel.
Partían con caricias sutiles por el cuello, un poco más osadas bajo la camiseta recorriendo la espalda, el vientre, el pecho hasta que el descenso brusco terminaba con dedos hurgando dentro de la ropa interior entre el vello áspero y una erección caliente.
Todo risas y gemidos reprimidos.
Justo como ahora, repiten la fórmula, se encierran en el cuarto del mayor tras haber lavado los platos y dejado la cocina en orden, como si aquello los eximiera de lo que pretendían hacer, sin intenciones de faltar el respeto al hogar de la abuela Kim.
Se contuvo de arrojarse precipitado al encuentro de aquella boca tibia. Un buen postre se prepara con paciencia, le había enseñado Jin la primera vez que hicieron un cheesecake y no hallaba el minuto de sacarlo del refrigerador. Así que se dedicó a las pequeñas tentaciones como acariciarle los labios y morder su lóbulo cuando susurraba en su oreja cada uno de sus antojos que poco tenían que ver con comida.
Jimin corta un cuadrito de chocolate dulce, es de sus golosinas favoritas y se lamenta no poder comerla con la frecuencia que quisiera, por lo mismo es que pretende disfrutarlo al máximo. Un postre que valga la pena cada segundo.
De forma lenta lo pone entre sus propios labios, sin apartar la mirada de su pareja, permite que su lengua lo roce y la dulzura envía aquel agradable estímulo placentero antes de buscar uno aún mayor cuando sujeta el mentón de Seokjin, choca contra su boca entreabierta y empuja la pieza de golosina. Degusta el azúcar y el cacao derritiéndose en medio del tacto húmedo.
Seokjin se relame los labios y estira los brazos para rodear su cintura, atrayéndolo a su regazo. Jimin se acomoda sobre sus piernas, balanceando las caderas como si danzara suavemente, obteniendo en respuesta suspiros y jadeos bajitos en recompensa a su trabajo.
Toma una segunda pieza de chocolate y esta vez la empuja entre los labios de su hyung antes de besarlo nuevamente. Le gustan los besos dulces. Le encanta la forma en que puede fundirse lamiendo dentro de su boca, el azúcar viajando por la sangre y el placer por los nervios sensibles.
Está convencido que los labios mullidos de Seokjin están hechos a la medida de los suyos. No encuentra otra explicación a la forma tan correcta en que sus bocas se unen en besos que lo dejan con las piernas endebles. Más gelatina que persona.
No encuentra otra explicación a que nunca se sintió así de bien besar a alguien hasta que probó a Seokjin. Como si le regalara energía circulando caliente por su organismo al mismo tiempo que le robara el aliento. Morir y revivir con los ojos cerrados. Placer que sumerge y sofoca.
Tirita al acordarse de la exquisita entonación de Jin una tarde que acariciaba sus labios, susurrando que una boca como la suya estaba hecha para los besos.
—¿Dónde quieres que te bese?
—Más abajo. —Había sonreído y Jimin, como chico obediente, hundió su rostro entre los muslos pálidos de su hyung.
Disfruta besar a ese precioso humano. Cada fragmento de piel. Cada rincón. Cada lugar que puede volverse en algo obsceno si lame, succiona y aprieta sonoro sus labios mojados.
Seokjin limpia residuos de chocolate de las comisuras antes de llevarse el pulgar a la boca. Jimin lo observa atento con el calor bajando por su vientre. El humano sujeta las mejillas del cambiaformas, suavecitas y blandas, las amasa con delicadeza sintiéndolas febriles en sus palmas. El alfa de pomerania aprieta los párpados notando el ligero de tacto de un par de besos en el puente de la nariz y varios más en el resto de su cara.
—Jimin-ah, me fascinas.
El cambiaformas de perro está convencido que su pareja le ha robado la idea.
Es mutuo.
Las cosas entre ellos han tendido a serlo, solo que Jimin transitaba en la cuerda floja de la inseguridad y a veces olvidaba que Seokjin desde el principio ha estado ahí para sostenerlo.
Cuando Jimin a llegó a la capital cargaba con el cansancio de un viaje en tren y el peso de una ruptura reciente. Había estado en una relación de año y medio —la más larga hasta el momento— con una omega cambiaformas de shiba inu.
Hacía cerca de dos semanas ella sujetando su mano daba término a la relación con dulzura y mirada triste, argumentando que la distancia haría difíciles las cosas para ambos —Jimin había rebatido diciendo que estarían solo a unas cuantas horas, que no era como si migrara a otro país al otro lado del océano—, agregaba que conocerían nuevas personas en la universidad y palabras varias que el alfa dejó de procesar; simplemente asumió que la chica se aburrió y quería darse la oportunidad de relacionarse con alguien más. Era válido, solo que las consecuencias era una buena dosis de dolor para el cambiaformas de pomerania quien no estaba preparado para el golpe. Orgullo herido por tanta lástima y condescendencia.
Su familia también fue condescendiente, apenas pronunciaron un "lo sentimos" y un par de abrazos. Dijeron lo mismo que ella, que ahora estaría rodeado de nuevas personas y quién sabía los planes que tenía el destino para él.
Jimin sabía que el plan más cercano era lidiar con los fantasmas de lo que fue su relación rondando por su cabeza, autocrítica, ideas absurdas, un aburrido viaje en tren y seguir las indicaciones del teléfono para llegar a su destino: aquella residencia para universitarios cerca del campus que lucía hogareña y tranquila. Era un precio bastante razonable a sus recursos debido a que se trataba de un cuarto compartido al igual que los baños.
Conocer más gente...
Bueno, se consideraba sociable por lo general, aunque su ánimo no lo acompañara actualmente.
Una vez que su familia lo dejó en el terminal se despidieron con más abrazos apretados e insistencia que llamara apenas llegara o si ocurría cualquier inconveniente, Jimin esperaba que no, no quería tratar con situaciones que agotaran la poca vitalidad que le quedaba.
Su pequeño alfa seguía resentido. Lo sentía removerse y suspirar, incluso gimotear cuando al abrir una de las redes sociales se encontró con una selca de su ex, tan bonita y sonriente, seguido a otra foto de un split en el pasto. Recordaba con nostalgia cuando se reunían practicar y antes de bailar elongaban juntos, buscando excusa para envolverse en los brazos ajenos y tocar al otro.
No pudo evitar fijarse en ella cuando se presentó como nueva alumna en la academia de danza. Luego de las primeras conversación y notar a su alfa muy cómodo junto a la omega se convenció que significaba algo, a veces la chica bromeaba diciendo que se sentía como si fueran predestinados y Jimin casi lo creyó también.
A veces la gente enamorada se prometía cualquier cosa y muchas poco realistas.
No podía evitar mirar con cariño la relación. Dolía, pero con aquella omega pasó buenos momentos. La primera vez que se mostró en su forma animal en lugar de hacer alguna mueca de burla o decepción, lo acogió entre sus brazos. Los días de frío le permitía dormir contra su vientre, ambos enroscados sobre la alfombra. Al comienzo le generaba cierta contradicción sentirse protegido cuando los papeles debieran ser al revés y ser él quien transmitiera seguridad a la omega.
Aquella cambiaformas le ayudó en buena parte a asumirse como un alfa en envase pequeño y ceder papeles, que no había nada de incorrecto en dejarse proteger y cuidar.
Jimin constantemente pensaba en que no quería ser un alfa endeble de mejillas gorditas como humano, tampoco uno pequeño como perro. Respecto a lo primero si podía hacer algo: además de la danza era un buen amigo del gimnasio. Y la omega de shiba inu constantemente preguntaba: "¿Por qué lo haces? ¿Te gusta o quieres demostrar algo?". Honestamente admitía que las dos cosas. Luego se llenaba de mariposas en el vientre cuando la chica le decía que era precioso justo así, entero, como humano y en su forma perruna. Su pomerania interno saltaba feliz.
Claro, luego empezó a ver que en la última semana compartía fotos con otro chico, nunca preguntó. No se sentía con el derecho a hacerlo si ya habían roto. Aunque eso no impidió que saliera una parte de sí mismo que no le gustó, una que le llevó a revisar el perfil del sujeto en cuestión, recabar información como si se tratara de evaluar a la competencia: un alfa de labrador retriever. El vacío de sus temores tomaban forma.
Alfa pequeño. Inseguro y temperamento complicado.
Se forzaba a recordar que sus hermanos caninos, plenamente animales, no tenían esos bobos complejos, incluso ellos no dimensionaban su tamaño, había observado a perros pequeños dueños de territorios y otros enormes agachando las orejas.
Era un dolor de cabeza.
Seguir mirando las fotos de la omega rozaba la tortura voluntaria, en especial una última de ambos cambiaformas en la entrada de una de las universidades de Busan.
Su nueva travesía no iniciaba bien, no pisó la capital repleto de entusiasmo. Su aroma era tan espeso como su decepción y sin energías prefirió desembolsar más dinero cogiendo un taxi que lo llevara directo a su destino. El ánimo no lo acompañaba para un poco de turismo.
Cuando tocó la puerta fue recibido por Seokjin, el sujeto con quien se había contactado por mensajes. Tuvo que alzar la mirada, era alto y sus hombros anchos, algo dentro y fruto de sus complejos le decía "¿envidia?". Un poco, o más que solo un poco. Agudizó su olfato intentando captar algo más, pero solo percibía la fragancia sintética a detergente, perfume y jabón sobre la piel limpia.
Si no fuera por la ausencia de feromonas aromáticas pensaría que se trataba de un cambiaformas de ciervo con aquellos ojos grandes de expresión gentil.
Su amabilidad también le pareció digna de envidiar, ya que le sonrió mientras le enseñaba la casa y le ayudó a cargar su pesada mochila pese a su negativa inicial.
Mientras bajaban por la escalera de vuelta a la primera planta, el calor llegó a sus mejillas cuando un vergonzoso gruñido de su estómago reclamando hizo eco. Había comido una barrita de cereal y una manzana en todo lo que iba del día antes de intentar tomar una siesta en el tren. Seokjin riendo afirmó que le serviría comida, no era un pregunta, sino más bien un aviso que se materializó en un platillo con estofado de carne y un pocillo con arroz.
Tan amable. No lo dejó solo, se sentó a su lado con una taza de té, buscando conversaciones ligeras, aunque Jimin simplemente deseaba ir a encerrarse a dormir. Hasta que mencionó algo sobre el estreno de la nueva temporada de una de sus series favoritas y todo fluyó como las corrientes.
Antes de confinarse en su nueva habitación con el estómago lleno y una pequeña sonrisa en sus labios, Seokjin finalizó con un: —cualquier cosa que necesites, me avisas, mi habitación está al fondo del pasillo.
Jimin asintió agradecido antes de empujar la puerta cuando el joven alto se alejaba. Su primer pensamiento fue arrojarse sobre la cama ya hecha, pero si lo hacía nada lo sacaría de ahí y su ropa estaba apretada dentro de la maleta esperando una nueva ubicación. Tras un suspiro cansado decidió sacar las prendas ya dobladas y ponerlas en una parte del clóset, dejó la otra mitad disponible para su futuro compañero.
Esperaba que fuera algún beta de olor suave o un humano. Por lo general no le gustaba otra fragancias potentes invadiendo su espacio. Ya fue un golpe a su olfato un aroma a madera ahumada rondando por la casa, seguramente otro alfa. También pululaba el aroma dulce a uvas de algún omega.
Al día siguiente, desorientado y apenas entrando tímidamente a la cocina, fue recibido por la dueña de la casa. Una señora mayor que parecía tan dulce como su nieto, ofreciéndole desayuno. Seokjin por su parte le preguntaba si durmió bien o si necesitaba más frazadas. Jimin respondió bajito que todo estaba perfecto.
No pudo evitar indagar curioso cuando llegaría su nuevo compañero. El humano alto le contaba que sería en cinco días más, que se trataba de un alfa canino justo como él. Jimin hizo un movimiento afirmativo, no podía quejarse ni ponerse exigente. Solo se limitaba a esperar que el nuevo cambiaformas fuera agradable, tranquilo y no territorial. Sería un caos si llegara algún alfa de poodle miniatura. Un chiste ver una pelea de dos pequeños perritos y sus gruñidos agudos.
Mordió su labio preguntándose qué haría, aún faltaba al menos semana y media antes que comenzaran las clases. No conocía a nadie y meditaba si salir a perderse por su cuenta. En el peor de los casos podría llamar al amable Seokjin y pedirle ayuda o podría pasar cuatro días encerrado en soledad, buscando conversaciones por mensaje con sus amigos de Busan y su familia.
—Vamos a la misma universidad, ¿quieres ir a conocer el campus?
Jimin levantó la mirada de su comida y no pudo evitar que algo como ilusión y alegría se transmitiera a través de sus ojos. Era como un libro abierto, una pieza de museo expuesta, de seguro si el castaño que tenía en frente pudiera oler sus feromonas sabría que internamente querría ladrarle contento un "gracias" por facilitarle las cosas.
—Vamos —respondió sonriendo.
A lo largo de sus años había conocido a humanos muy amables y a otros detestables, le alegraba que este sujeto irradiara un aura divertida y cariñosa a la vez.
¿Qué tan terrible sería admitir que no quería despegarse de Seokjin? Suponía que era por ser la primera persona que conocía en Seúl y se ofrecía voluntario a pasar tiempo con él, llevándolo a paseos por la ciudad, enseñándole sus lugares favoritos donde comer e invitándole bubbleteas con doble porción de perlas de tapioca antes de regresar.
Recordaba a una compañera de escuela, beta de panda rojo, que le decía "a ustedes los perros les dan un trocito de pan y siguen a la persona en cuestión hasta el fin del mundo". Jimin rebatía con el ceño arrugado, argumentando que era un burdo estereotipo.
Ahora apretaba los labios y se preguntaba si Jin tendría ganas de ir a pasear con con él al parque, en su forma humana, claro, aún no se atrevía a mostrarse como pomerania.
Se armo de valor para proponerlo y Seokjin le había dado además de una respuesta afirmativa, amabilidad y sonrisas. Jimin se aferraba y se sentía bobo, justo como el estereotipo del que tanto se mofaba su compañera.
Si el humano le decía "ven, sígueme", Jimin estaba seguro que iría a ciegas.
—¿Y cómo quieres ir? —había contestado Seokjin. Jimin lo miraba confundido—. Tengo un amigo cambiaformas de shih tzu que le gusta que lo acompañe a pasear en su versión canina.
El lado animal de Jimin dio pequeños saltos de alegres. Le gustaban los paseos y Jin era tan considerado que meditaba si aceptar el segundo ofrecimiento. Necesitaba estirar sus patitas y se intentaba convencer que era un alfa orgulloso de sí mismo y eso incluía pavonearse como el bonito pomerania de sedosa melena rubia que era. Además el mayor le inspiraba confianza...podría intentarlo.
Al final no lo hizo. Tragó saliva y paseó en sus dos piernas en lugar de sus cuatro patas junto al chico alto. Jimin compró hotteok para los dos que comieron sentados en una banca mirando a los perritos correr y jugar en las amplias zonas de pasto. Los aromas estaban tan mezclados en el ambiente que difícilmente podría reconocer quién era o no un cambiaformas.
Sintió un poco de envidia. Él pudo haber estado corriendo por el césped también, disfrutando del frescor y el olor a tierra de no haberse inhibido. Su animal estaba molesto.
"Quizá más adelante", pensaba.
—Cuando quieras...solo tienes que avisarme, me gusta pasear por el parque —dijo Seokjin con suavidad al llegar a casa al atardecer.
Jimin se desparramó en la cama y se dijo "al próximo paseo, puede ser".
Entre los recorridos por la ciudad que había estado haciendo junto a Seokjin apenas percibió el paso de los días. Ni siquiera se había detenido a pensar en cómo iba todo en Busan, hablaba una vez al día con alguno de sus padres, con su hermano menor y amigos cercanos el intercambio de mensajes era frecuente, pero mantuvo distancia de explorar las redes sociales más allá de los chats. Apenas le quedaba tiempo cuando sus mañanas y tardes eran viajes en autobús y trenes, centros comerciales, mercados y uno que otro museo. Recordaba haberle dicho "gracias, hyung" y morderse la lengua por tomarse tanta confianza, pero el mayor sonrió amplio y sus mejillas se veían tan rosadas y suavecitas.
Un Seokjin feliz era suficiente para generar algo derritiéndose dentro de Jimin.
Seokjin era un humano muy lindo.
El error fue decir "un poco de ocio, cómo va todo en Busan", abrir la aplicación y mirar fotos. Eso bastó para tapar la grata sensación de una buena tarde en el parque comiendo panqueques dulces, para ser tapada por algo incómodo, algo que no quería reconocer como resentimiento mezclado con nostalgia, seguido de un autorreproche. Que su ex subiera fotos con su nuevo novio habiendo pasado tan poco tiempo no era razón para desperdigar rabia.
De todos modos la sentía, con el entrecejo fruncido y una mueca de disgusto continuó pasando de foto en foto. Tan absorto que ni siquiera notó que un aroma como a hierba acre se expandían en el ambiente, se dio cuenta de la presencia de otro alfa canino cuando lo vio en la puerta con sus maletas y mirada indecisa. Sin ánimos le señaló que tenía medio clóset para acomodar sus prendas antes de desviar la vista una vez más a la pantalla. No sabía si se quejó en voz alta o en su mente. No importaba realmente, el chico nuevo permanecía en silencio.
Se debatió entre eliminar el contacto de su ex o no, después de todo se suponía que la relación no finalizó en "malos términos". Negó con un movimiento ligero, para sí mismo y sus confusiones, bloqueó la pantalla y miró nuevamente la cambiaformas, quien confundido analizaba el cerro de ropa que parecía querer derramarse.
Jimin se identificaba con ese triste cerro de ropa. Caótico y apenas sosteniendo su forma.
¿Por qué tenía que ser tan alto? El nuevo.
—Déjame ayudarte con eso —ofreció. Al menos así podía despejar su mente y dar un buen inicio con su compañero.
Ahora que se paraba a su lado podía percibir con mayor claridad la diferencia de centímetros.
"Injusto".
Pese a que Taehyung era un alfa, no podía decir que su olor le incomodara, incluso, aunque no lo admitiera le parecía agradable. Cuando ese chico con mirada de cachorro estaba feliz percibía ligeras notas florales. Su compañero no parecía acomplejarse por nada, ni siquiera la primera vez que le echó los brazos al cuello un día que buscaba afecto y se sentía solo.
Jimin encontró en el cambiaformas de mastín a un buen amigo. Ambos se perdían con frecuencia por el campus y terminaban llamando a Seokjin en búsqueda de socorro o intentaban valerse de su buen olfato para orientarse, aunque al final si su amigo humano no estaba disponible terminaban por preguntarle a cualquier alma circulando por los alrededores.
Se había reído como no recordaba. Él y Taehyung eran torpes y juntos parecía aumentar de forma exponencial. Su nuevo amigo tampoco miraba el suelo al caminar y su curiosidad lo llevaba a meter las manos por todas partes, incluso si decía "no tocar". Un par de días atrás junto a Seokjin estuvieron horas tratando de quitarle pintura de los dedos.
Alentado por la confianza que iba ganando con el paso de las semanas aceptó finalmente el correr por las áreas verdes —oasis entre el concreto— en su forma perruna. Le avergonzó un poco aquella mirada dulce de Seokjin, diciendo que después de tanto tiempo podría conocer la otra mitad de Jiminnie.
Ya había visto a Taehyung en su forma de bestia gigante. Se llevó una sorpresa un día de paseo al parque y el chico aceptó de buenas a primeras estirar esas patas enormes. Era enorme, con menor razón quería mostrarse, pensó en aquel minuto, haciendo enojar al pomerania interno, traduciendo su irritabilidad a través del aroma que alertó preocupación en su amigo.
Era hora de ir superándolo, insistía hacia sí mismo.
A simple vista no imaginó que Tae sería un perro de gran tamaño, así como su reciente amigo sorprendido le decía que no lo imaginaba tan pequeño y adorable —"un peluche, Jimin hyung"—, ganándose ladridos y un intento de mordida la primera vez que intentó tomarlo en brazos.
En cambio con Seokjin...fue tan sencillo y natural amoldarse a sus manos. Sencillo dentro de lo que cabe para un perrito receloso, que primero retrocedió, se acercó para olfatear, volvió a retroceder para finalmente caminar cauteloso y dejarse acariciar. Luego no quiso bajar del regazo del mayor, quien enredaba sus dedos largos en su pelaje rubio haciéndole sentir mimado y relajado. Recordaba haberle gruñido a Taehyung cuando esa enorme bestia peluda se interpuso en busca de caricias también.
Jimin se dio cuenta tras aquel sábado de paseo que era fácil estar como pomerania junto a los dos. Disfrutaba cuando se recostaba en la cama de Tae-Tae y su amigo acariciaba sus orejitas y le dejaba dormir contra su cuerpo las tardes frescas. Adoraba los momentos que Seokjin lo subía a sus piernas y cepillaba su pelo con cuidado. Había tomado la suficiente confianza como para lamer sus manos y agitar feliz la cola en su presencia.
Como humano también percibía una comodidad que le parecía abrumadora. De aquella que le hacía preguntarse si no estaría hostigándolos con su presencia encima tantas horas del día, realmente no quería transformarse en el perrito faldero de nadie y reforzar la idea que los canes pequeños eran una simple criatura de compañía.
Se aferraba a ellos dos porque eran a los únicos que conocía mejor en esa ciudad, aunque su excusa se caía a pedazos cuando intentaba tener amenas conversaciones con otros de los estudiantes que vivían en la residencia. La verdad era que Jin y Tae se habían ganado su cariño y lealtad perruna. Su animal quería seguirlos.
Se empujó a sí mismo a actuar como el cambiaformas sociable que nunca había tenido problemas en ser y no resultó difícil empezar a relacionarse con otros compañeros con quienes compartir recesos, aunque los almuerzos estaban reservados para Taehyung y Seokjin, claro, hasta que apareció el cambiaformas de gato, ahí junto al mayor del grupo se dieron cuenta que había que dejarles un espacio a ese par de "alfas destinados" como les decía el humano medio en broma y muy en serio.
Lentamente algunos pasaron de compañía grata a amistades. Sus dos contactos más frecuente a la hora de armar planes o buscar soporte eran Seulgi y Jungkook, este último un beta también en su primer año en la carrera de diseño. Decían trabajo en grupo y se miraban al mismo tiempo.
Sus misión de sociabilizar iba muy bien, aunque debía reconocer que si Jin le enviaba un mensaje invitándole un café en alguna pausa o diciéndole "¿almorzamos?", Jimin sentía cosquillas en estómago y su respuesta afirmativa no se hacía esperar. Por asuntos de dignidad se contenía de correr literalmente a su encuentro.
Más allá que Seokjin hubiera sido la primera persona a la que conoció en Seúl, realmente le gustaba mucho pasar tiempo con él, pero entendía que el mayor tenía su círculo de amigos y varias veces los veía pasear con el alfa de gato que tanto le gustaba a Taehyung, también junto al famoso omega de shih tzu a quien acompañaba al parque y con un sujeto moreno de hoyuelos bonitos, ex pareja de los años de instituto del humano.
Consciente se negaba a darle cabida a la sensación amarga se subía desde el estómago hasta llenar su boca, aunque una vez en su forma de perrito mientras descansaba en las piernas de su hyung le dedicó un par de ladridos de advertencia al chico guapo de los hoyuelos.
"Es solo un ex, no te comportes así", se exigía.
Y con el término ex se acordaba de la omega de shiba inu. Debía reconocer que ya no le generaba lo mismo ver las fotos de su ex novia junto al cambiaformas de labrador, no estaba ese incómodo pinchazo y el calor quemando en las entrañas. Ahora era solo un "ah, ok" y la vida seguía. Se familiarizaba un poco con esas frases: "hay más personas" y "quién sabe lo que el destino tiene preparado".
La certeza que tenía resonando en el cuerpo eran las frecuentes cosquillas y la burbujeante sensación que le hacía sonreír sin proponérselo. Aquella ecuación involucraba a Seokjin.
Jin dedicándole atención era igual a Jimin sonriendo, planeando cómo devolverle el gesto recibido con creces. Se había dado cuenta que sorprenderlo con comida funcionaba. A veces de forma directa entregándole una barrita de chocolate cuando se lo topaba por la universidad, otras tantas de modo indirecto, dejando sobre el mesón de la cocina un paquete de galletas con un post-it pegado con su nombre y algún mensaje deseándole un buen día a su querido hyung.
No necesitó que Tae le señalara algo tan obvio una noche con luces apagadas y un minuto de silencio desde el "buenas noches" que anunciaba cerrar los ojos y dormir, para darse cuenta de lo que sentía hacia el mayor.
—Te gusta Seokjin hyung. —Tae ni siquiera lo dijo en plan de pregunta, era una afirmación.
Ya no se trataba de un "quizá me gusta un poco mi hyung" como se planteaba semanas atrás. Ahora lo sentía más como "me gusta mucho mi hyung".
No le causó una implosión mental asumir el sencillo hecho que le gustaba un humano. La verdad era que antes de tener novia Jimin no se negaba a la belleza y a coquetear si alguien le parecía atractivo, fuera de cualquier casta, cambiaformas o no.
Intentaba llevar de forma disimulada el coquetearle a Seokjin. Sutil, como tanteando el terreno de hasta dónde podía llegar y, lo más importante de todo, si el humano alto seguía el juego y le permitía avanzar un poco más.
A veces no tan sutil como planeaba. Sabía que no era disimulado cuando sacaba comida de su plato acercándola su boca. Disfrutaba todavía más cuando Seokjin le ofrecía algún pedacito de pollo y Jimin envolvía lento sus labios rozando los palillos, luego había un intercambio de sonrisas que el cambiaformas de pomerania quería interpretar como coqueteo mutuo.
Al principio que le devolviera las sonrisas era como recibir regalos de cumpleaños, ansiadas como autógrafo del bias del grupo favorito. Iba queriendo cada vez más y el problema era que estaba en un punto en que no sabía realizar una lectura clara de las intenciones de Seokjin.
Todo empezó a tomar un curso engorroso cuando el castaño devolvía frases con insinuaciones y palmadas en el hombro. Entonces Jimin quería preguntar "¿lo dices en serio o es broma?".
—¿Quién no querría salir con esta dualidad de alfa fuerte y adorable como tú?
Y cuando Seokjin dijo eso Jimin tuvo que morderse la lengua para no exponerse de forma tan directa y cuestionar: "¿y tú, hyung? ¿Quieres?".
Taehyung insistía que hiciera una jugada directa porque creía que Seokjin no lo planteaba como broma, pero Jimin pensaba que su amigo alfa era un perrito que lo que tenía de enorme lo tenía de ingenuo en la misma cantidad.
La forma coqueta en que Jin jugaba y usaba aquella exquisita entonación sedosa rozaba lo dañino. Le gustaba, lo deseaba, estaba tan cerca, pero no sabía si podía tomarlo. Como los objetos en vitrina, aquellos que estaban ahí generando nuevas necesidades, susurrando "me quieres en tus manos, lo sabes" y solo estaban a un vidrio y muchos billetes de distancia.
¿A cuánta distancia estaba en realidad de Seokjin? No sabría dar una estimación entre el ir y venir de gestos. Entre ilusionarse y a la vez ver rodeado a su hyung de personas que se notaba que le deseaban y esperaban ser notados por él.
¿Por qué tendría que ser justamente él especial cuando Jin era de naturaleza amable con los demás? A Taehyung también le hacía cariño y compraba bubbleteas con doble porción de tapioca.
De todos modos Seokjin siempre encontraba la forma de casi sacarle el corazón del pecho. Lo hizo cuando preguntó juguetón si sería tan bueno como para invitarlo a su cama un par de noches.
Jimin intentaba leerlo, intentaba con más fuerza aún no buscarle un doble sentido, pero su hyung apretaba sus labios en una sonrisa que debilitaba sus piernas y una mirada entrecerrada. Segundos de confusión y caos mental, luces de emergencia intentado guiarlo por un camino brumoso hasta que el castaño le explicó que llegaban dos primas de visita a la ciudad a ver a la abuela y les cedería su cuarto.
Ahí entendió de qué iba todo, por lo que sin querer mostrarse decaído, sintiéndose bobo, asintió quedito. Seokjin palmeó su espalda, mencionando algo acerca de las noches que se estaban volviendo frías y dormir en compañía era la mejor estufa de todas.
Taehyung sonreía travieso, mordiéndose el labio como si estuviera a punto de decir algo.
—Lo que sea que estés pensando, no lo digas —demandó Jimin con la sangre tiñendo sus mejillas.
Aquel alfa alto emitió una carcajada ligeramente ronca antes de extender su brazo y envolver su hombro en un gesto cariñoso, limitándose a pronunciar que era un perrito afortunado.
Jimin ni siquiera pudo concentrarse en sus clases pensando que al final del día Seokjin estaría tan próximo. Pensaba si sería mejor volver a su forma de pomerania y así ceder más espacio, podría esconderse de aquel revoltijo de emociones, la vida se sentía más sencilla como perrito, seguramente solo sería felicidad agitando la cola e intentaría lamer su nariz.
Había lamido su nariz y sus manos también cuando estaba en su pequeño envase peludo. Como humano las cosas cambiaban de contexto y ya no era tan simple como acercarse y recorrer su mejilla con la lengua.
Lo intentó, no lamer su cara, sino la sugerencia: —si quieres podría transformarme, creo que estarías más cómodo.
Si su hermano menor omega lo escuchara diría que era un alfa cobarde.
Seokjin se lo puso difícil: —como prefieras —contestó sonriendo y encogiendo los hombros.
Prefirió sumar dosis de tortura gratuita y voluntaria.
Iba a colapsar por la ternura. Llevaba puesto un pijama muy bonito con estampado de ositos. Su hyung podía ser terriblemente adorable.
Tampoco podía decir que ocurrió algo mágico con Jin a su lado. Solo fue silencio, respiraciones tibias, incomodidad, calor y una fuerte disputa interna entre sus impulsos y respetar el espacio de su mayor. Fue desvelo de varias horas queriendo abrazarle y contenerse, de inspirar profundo para captar cada matiz de su aroma a piel, jabón y detergente, de fantasear con qué pasaría si lo besara.
No hizo nada de lo que quería y en algún punto de su agonía lo venció el sueño. Un suspiro. Un descanso que no sintió y cansancio acumulado cuando sonó la alarma y lloró internamente, envidiando a Seokjin, quien murmuró acerca de lo cómoda que era su cama y que entraba más tarde.
Camino a la universidad el receptáculo de sus quejas y frustraciones fue Taehyung, quien parecía simplificarlo todo con sus afirmaciones y propuestas.
—Podrías abrazarlo.
—Claro, sencillo.
—Los abrazos son sencillos —comentó rodeando flojito a su mejor amigo por la espalda y sonriendo como niño—. ¿Ves?
Se mordió la lengua para no preguntar si así lo sentía cuando estaba al lado del cambiaformas de gato. Si acaso le parecía tan sencillo abrazarlo, porque por lo que Jimin había visto Tae se volvía un manojo de nervios y torpeza a su lado.
No lo hizo porque sabía que ese alfa quería animarlo.
—La última vez que te metiste a mi cama porque tenías frío me abrazaste —agregó sin soltarlo.
Jimin temía que en cualquier momento tropezarían y caerían los dos.
—Yah, es diferente, a ti te gustan los abrazos, Taehyung-ah.
—No es como si a Jin hyung no le gustara.
—Pero quizá no quiere un abrazo mientras estamos en la misma cama —respondió mirando hacia el suelo. Además los abrazos siempre se sentían más íntimos cuando se compartían con la persona de la cual se estaba enamorado.
Jimin juraría por su vida que Taehyung no se sentía deshacer en sus brazos a diferencia de como lo haría si se tratara de Yoongi.
—Jimin hyung, él está compartiendo la cama contigo, pudo haber pedido cualquier cama, el sofá o irse al apartamento de Yoongi y sus amigos, pero te dijo a ti para que le dieras un espacio, no sé qué más necesitas —se quejó estrujándolo con más fuerza—. Intenta de a poco, en el peor de los casos Seokjin hyung rehuye.
—Yah, eso sería un golpe bajo a mi autoestima. —Hizo un puchero.
—Solo inténtalo, hyung perro ciego.
Le dio vuelta a la conversación durante todo el día. Se recordaba que era un jodido alfa, que no debería acobardarse, después de todo si Seokjin no quería nada con él tarde o temprano tendría que enfrentar el rechazo.
No quería un rechazo, pero tampoco la incertidumbre de la espera.
Los nervios lo carcomían y agradecía que el olfato del humano no fuera tan agudo para captar las emociones que traducían sus feromonas. Se disculpaba internamente con Tae, quien seguramente respiraba la tensión que llenaba el ambiente.
Olor espeso y un alfa ansioso.
Esa noche se arriesgó a estirar un brazo y envolver suavecito a Jin, quien no tardó en corresponder, solo que lo estrechó con más vigor y lo atrajo hacia su cuerpo. Su pulso estaba acelerado y el hormigueo se extendía por el camino que hacían los nervios por todo su organismo, de pies a cabeza. Se iba a deshacer como gelatina. No quería temblar, se contenía, estaba rígido y a poco de explotar.
—¿Qué puedo hacer cuándo me gustas tanto? —preguntó bajito—. Eres malo, Jimin-ah, no deberías ilusionarme si pretendes rechazarme.
Jimin colapsaba. Temblaba como lo hacía en su forma de pomerania cuando estaba feliz.
Estaba feliz, tanto que lo abrazó con fuerzas. Buscando a tientas los labios del humano, tan suave y tibios, besándolos apenas. Presión, empuje, sensación mullida, nada más, porque aún le quedaba un rastro de consideración por Tae que dormía a poca distancia.
—Supongo que podemos hablarlo mañana —dijo Jin apenas en un susurro, besando la frente del cambiaformas con cariño.
Cuando despertó primero que Seokjin notó que eran un enredo de extremidades. Percibió el calor concentrado entre las piernas y abandonó la cama de un salto antes que el mayor pudiera percatarse que tenía una evidente erección. Jodida vergüenza. Había interrumpido el sueño del castaño al pasar por encima, quien confundido lo veía alejarse a toscas zancadas.
Esa misma mañana Jimin se armó de valor e invitó a Seokjin a una cita. Propuesta que el humano respondió con un: —Ya era hora.
—Yah, hyung, pudiste haberlo dicho primero.
—¿Quién es el alfa? ¿Quién debiera cortejar a quien? —bromeó el mayor con esa sonrisita socarrona que deseaba borrar a besos. Tal vez más tarde, se decía—. Además me declaré primero.
Jimin comenzó a tener atisbos de cómo sería la relación entre los dos.
Uno de los momentos favoritos de Jimin es cuando después de los besos, una ayuda mutua y un orgasmo demoledor; vienen las caricias, el relajo y las conversaciones perezosas. Jin enreda los dedos en el cabello rubio del alfa mientras le comenta acerca de un puesto de trabajo a una revista medianamente conocida al que pretende postular. El cambiaformas traza con el índice un "fighting!" sobre el pecho desnudo y le alienta a hacerlo, insistiendo que tiene cualidades de sobra para quedar seleccionado y si no lo hacen "ellos se lo pierden".
Realiza un camino de besos cortos a lo largo de una de las clavículas y Seokjin ríe, removiéndose por las cosquillas.
—No dejes marcas visibles, no quiero tener que taparlas si voy a una entrevista de trabajo.
—No dejé ninguna en lugares visibles, a menos que tengas que mostrar los muslos. —Jimin sonríe con cierta picardía.
Jin tira de los cabellos y el alfa suelta un quejido bajito. Debe admitir que le gusta cuando su hyung hace eso, en especial si está entre sus piernas o cuando follan duro. Le encanta cuando jala su pelo empuñado en una mano, expone su cuello y ataca su piel con la boca.
Jimin se acomoda para besarlo de forma suave en los labios, acorde a las caricias dulces post sexo, ritual infaltable de cada encuentro. Incluso si es uno de esos rápidos, nunca falta un par de besos cariñosos, manos rascando el cabello y palmas acunando mejillas en medio del proceso de vestirse y la despedida.
—Estaba recordando la primera vez que te besé —susurra con el índice paseando sobre sus labios gruesos.
—Claro, luego que tuve que abrir mi corazón porque este alfa no se arriesgaba nunca —dice dramático intentando contener la sonrisa—. Tenías a tu pobre hyung angustiado pensando qué hacer y cómo acercarse ti, qué recuerdos.
—Entiéndeme, hyung. —Hace un puchero que Seokjin muerde despacio.
—Eso intento.
Y Jimin sabe mejor que nadie que aquella afirmación es cierta. Su pareja ha cedido bastante y ha comprendido cada complejo en los que el cambiaformas ha trabajado toda su vida. Sabe hasta qué punto bromear y cuando dejarlo. No se complica con las dificultades que implica la naturaleza de su casta y tiene paciencia cuando el temperamento de Jimin amenaza con desbordar, siendo que Seokjin tampoco tiene un carácter tan apacible como parece a simple vista.
Cuando llegan sus celos, Jin tiene una caja de supresores a la mano y lo suele invitar a pasar la noche, si hay más tiempo el día completo en algún lugar que les dé toda la intimidad que necesitan, donde puedan gemir, gritar y reír con escándalo si así lo quieren. A veces en una habitación de hotel con linda vista o un viaje fuera de la ciudad en un cuarto de hostal, follando con el ruido de las olas de fondo mezclado con sus jadeos y pieles chocando.
Los dos encerrados en una habitación inundada con su aroma a "otoño" como lo han descrito algunas personas cercanas. Al igual que ahora. Quisiera que Seokjin pudiera sentirlo.
No solo es la fragancia atrapada entre las paredes, también está adherida a la piel ajena. No es que quiera ser territorial y decirle al mundo "este sujeto que ven aquí, tan guapo, está marcado por Jimin, tiene mi olor, aléjense", no quiere eso, no quiere comportarse primitivo como su alfa desearía. Es algo inevitable: lo abraza, se esconde en su cuello y el olor queda ahí.
Empuja la nariz sobre su piel, aprieta los labios justo donde percibe su pulso. Su aroma está presente mezclado con el sudor. Le gusta así.
—¿Qué? —pregunta flojito.
—Mi aroma está en ti.
—Me alegro que seas un alfa con aroma agradable, es decir, no me gustaría andar por la calle y que otros cambiaformas sientan que huelo a...no sé, ¿brócoli? ¿Huevo cocido?
—Admite que tienes al mejor alfa del mundo a tu lado.
—Creo que estoy con el alfa más modesto del mundo.
Jimin en forma de protesta ataca sus costados desplazando los dedos por las costillas, rascando los puntos sensibles con las yemas, Seokjin se retuerce y trata de quitarse al sujeto bajito de encima sin éxito.
—Yah, suficiente —reclama Seokjin entre carcajadas, forcejeando con el alfa.
La risa de Seokjin es tan contagiosa. Le gustaría que pudiera sentir su aroma alegre.
No supo que tanto quería que su mayor pudiera captar sus feromonas hasta el día que invadió su privacidad canina.
Fue una tarde que estaba durmiendo como pomerania encima de su cama, estirado por completo sobre uno de sus costado. De repente brincó cuando sintió tan cerca el rostro de Seokjin que sostenía una de sus patitas delanteras con sumo cuidado y olfateaba curioso. Jimin retrocedió, avergonzado se encogió y volvió a su forma humana, tapándose con la frazada. El sonrojo ardía en su cara y apenas logró emitir un quejido.
No entendía cuál era exactamente la parte vergonzosa del asunto, considerando la cantidad de cosas que habían hecho y las múltiples veces que las manos tocaban y las bocas probaban zonas donde moría el decoro.
Era solo que existían barreras difíciles de explicar. Una de ellas que fue superada con éxito consistió en el momento íntimo de transformarse en su presencia.
No era como la caricaturas en las que surgía una nube mística y "paf" aparecía el animal por arte de magia, era un proceso extraño y, a lo largo de la historia, algunos humanos poco familiarizados lo describían casi grotesco, lo que hizo que los cambiaformas fueran censurándose y tomándolo como algo tan privado semejante sentarse en inodoro, a cubrir la desnudez y aquel tipo de cosas asociadas al pudor.
Entre cambiaformas no resultaba ajeno convertirse, pero había una inhibición fomentada de toda la vida a hacerlo frente a humano.
Cuando Seokjin insinuó que le gustaría verle cambiar, Jimin tuvo resistencias, su pareja no insistió, pero el alfa de pomerania no dejaba de darle vueltas hasta a la idea hasta que quiso hacerlo. Una especie de salto de confianza. Se acordaba del semblante de asombro que le forzó a esconder la cola entre la piernas y retraerse con la errónea noción que pudiera estar horrorizado, pero su novio lo levantó con facilidad y lo acunó contra su pecho susurrando:"eso fue fascinante, Jiminnie".
Que oliera sus patitas no era más vergonzoso que la ocasión en que se transformó por primera vez.
—Solo quería comprobarlo —decía Jin con un deje de diversión y curiosidad.
—¿Qué cosa?
—Que las patitas de los perritos huelen a Cheetos.
—Yah, hyung, esto es vergonzoso.
—Huelen a Cheetos —confirmó con una pequeña sonrisa dibujada en su rostro—. Me gusta.
—A veces haces que me quiera aventar por la ventana o que la tierra me trague, mejor ambas cosas, me arrojo por la ventana y la tierra se abre para tragarme.
—Lo siento —se disculpó juntando ambas manos y mirada casi apenada. No lo suficiente para convencerlo de su arrepentimiento.
—Es triste que huelas mis patitas y sientas olor a Cheetos y no puedas percibir mi aroma.
—Si sirve de consuelo cada vez que bebo té negro o veo hojas secas pienso en ti —comentó llevando las manos para sostener su rostro ardiendo—. Pienso en ti varias veces al día y por muchas más razones.
Apretó los labios guardando silencio, fijando su mirada en los ojos de su pareja, quien no dejaba de dibujar círculos en sus mejillas. Quizá no necesitaba transmitirle sus emociones mediante el aroma, no cuando su hyung parecía leerlas con tanta facilidad. Una prueba de cuanto lo conocía, de cómo registraba en su memoria cada variación que le permitiera entender a su pareja.
—Mejor así, si sintieras mis feromonas sería un libro abierto y no podría ocultarte nada.
—¿Qué me ocultas, Jimin-ah? Cuéntale tus sucios secretos a tu hyung.
—Por ejemplo, el día anterior cuando fuimos por helados, la forma en que lo tomabas con tu boca me tenía jodidamente caliente —confesó dejando a un lado la vergüenza.
Vergüenza por el hecho que oliera sus patitas, no por insinuar y hablar con el descaro que era tan natural en la relación.
—Jimin-ah, lo hice a propósito.
Le encanta.
—Estamos muy conectados hyung.
—Debes empezar a asumir que soy tu predestinado —bromeó.
Más allá del mito de las parejas predestinadas, tenía la certeza que veía en aquel humano al compañero que quería a su lado a permanencia. Ya había hecho su compromiso, Seokjin le había dado mucho más que un trocito de pan y Jimin estaba dispuesto a seguirle fielmente a los confines del mundo.
Jimin frena las cosquillas y con las yemas roza ligero el borde húmedo de sus ojos. Su hyung respira agitado, no forcejea, solo deja escapar uno que otro quejido, garantizando que habría venganza una vez que recupera la voz. El cambiaformas besa la punta de su nariz.
Adora a Seokjin.
Piensa que una pequeña fracción de las veinticuatro horas que componen el día es muy poco para sentirse lleno de su compañía. Extraña las citas que en el último periodo no han tenido. Deberían aprovechar los días cálidos que trae consigo la primavera.
—Deberíamos ir a la playa, aunque sea por el día. —Piensa en voz alta. La verdad es que prefería elaborar el panorama antes de proponerlo, que fuera una sorpresa, decirle: "tengo una cita preparada, busca ropa para un día de sol, arena y mar", pero el filtro falló.
—Podríamos ir el próximo domingo, me gusta verte correr en la arena, prepararé pastelillos de arroz.
Y así es como Jimin siente que es consentido de forma desmesurada. Seokjin se lo dice con una mano anclada a su nuca, caricia cálida que hace resonancia en el resto de su cuerpo.
Quiere intentarlo una vez más. Que le dé lo que demanda.
—Hyung, quiero un beso.
Los labios gruesos de Seokjin se curvan y pronuncia apenas en un murmullo "ven", empuja la mano que tiene sobre el cuello y llega a su boca.
—Hyung, quiero otro.
Y Jin le da muchos más.
El destino ha sido generoso con un suave lomito como Jimin.
***
Se extendió más de lo planeado.
A esto me refiero con mi capacidad de síntesis escasa ;u;
Muchas gracias por haberme acompañado en esta historia, espero haber endulzado su cuarentena ;A;
Les mando toneladas de cariño uwu.
Pd de cosas random:
—¿Soy tu chiste, Jin hyung?
Jimin después del corte de pelo que le hizo Jin uwu
*sé que no debo ser la única a quien el guste el olor a cheeto de las patitas de su bendición peludita ;n;
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