Escena 5

Para cierto Donquixote Doflamingo  sera la misión mas difícil de todas, darle un regalo a Crocodile el no quiere decepcionar a su pareja, quiere sorprenderla.

○●○ Regalo para un Wani ○●○

El sol comenzaba a despuntar sobre el cuartel general de Baroque Works, iluminando los primeros indicios de actividad en el complejo. Los trabajadores, generalmente ocupados con misiones y tareas secretas, se encontraban inusualmente agitados. Se acercaba un día especial, uno que generaba más nerviosismo y ansiedad que cualquier operación encubierta: el cumpleaños de Sir Crocodile, su enigmático y temido jefe.

En las oficinas centrales, los murmullos sobre qué regalo sería el adecuado se multiplicaban. Todos querían impresionar al jefe, pero había una persona en particular que sentía una presión aún mayor: Donquixote Doflamingo. A pesar de su tiempo juntos y la conexión especial que compartían, Doflamingo, o "Doffy" como lo llamaban sus más cercanos, se encontraba en un aprieto. Crocodile, o "Wani" como Doflamingo le llamaba cariñosamente, aun a pesar de que tiene la marca de cuando le aventó el cenicero cansado por el apodo, era un hombre reservado y de gustos refinados, y aunque compartían una relación íntima, Wani rara vez hablaba sobre sus preferencias personales.

Doflamingo caminaba de un lado a otro en la oficina principal de Baroque Works, su usual aura de confianza se veía empañada por la incertidumbre. Llevaba días pensando en el regalo perfecto, algo que no solo complaciera a Crocodile, sino que también demostrara cuánto significaba para él. Sus pensamientos fueron interrumpidos por la suave risa de Nico Robin, la secretaria de su pareja.

Robin, con su habitual expresión serena y una mirada penetrante, había estado observando toda la situación desde su escritorio. Nada se le escapaba, y mucho menos la preocupación evidente de Doflamingo. Se levantó de su asiento y se acercó a él, su sonrisa misteriosa permaneciendo intacta.

—¿Necesita ayuda? —preguntó Robin con un tono amable, pero con un destello de curiosidad en sus ojos.

Doflamingo se detuvo y suspiró, sabiendo que no tenía sentido ocultar sus pensamientos ante Robin.

—Es Crocodile —confesó, cruzándose de brazos—. Su cumpleaños se acerca y quiero darle algo especial, pero no tengo idea de qué le gustaría.

Robin asintió, comprensiva. Había trabajado bajo el mando de Crocodile el tiempo suficiente para saber lo difícil que era comprender sus gustos y preferencias.

Mientras tanto, en los otros pisos del cuartel general, los demás miembros de Barroco Works también hacían sus propios esfuerzos para encontrar el regalo perfecto. Mr. 1 y Miss Doublefinger optaron por objetos de lujo, apostando por la ostentación, mientras que Mr. 2 Bon Clay ensayaba una actuación de baile que esperaba pudiera arrancar una sonrisa al jefe.

En medio de toda esta actividad, Nico Robin seguía observando con su calma habitual. Su papel en esta situación era ser un testigo silencioso y, de vez en cuando, ofrecer algún consejo útil. La inteligencia y la sensibilidad de Robin le permitían ver más allá de las preocupaciones superficiales de los demás, y sobre todo ella ya tenia el regalo de su jefe.

Durante los días siguientes, Doflamingo se dedicó con esmero a la preparación del regalo. En una de sus salidas, mientras buscaba algunos ingredientes especiales, se topó con una tienda de antigüedades. Sin pensarlo demasiado, entró y, mientras curioseaba ya rendido de buscar algún regalo especial, sus ojos se posaron en un cenicero de cristal finamente tallado. Decidió comprarlo ya que recordó que en su casa el no tenia ceniceros para que Crocodile pudiera fumar a gusto.

El resto del día continuó con sus preparativos. Había decidido cocinar una cena especial para Crocodile, algo que recordará una de sus primeras citas. Pasó horas en la cocina, preparando cada plato con esmero. Consulto a Robin sobre si era una buena receta y para sorpresa de Robin, Doflamingo había elegido sin querer la comida favorita de Crocodile. Además, encontró una botella del whisky favorito de su pareja en una tienda de licores exóticos, completando así lo que esperaba fuera una noche perfecta. Pero el solo veía esto como el escenario donde entregaría el verdadero regalo.

La noche del cumpleaños llegó y Doflamingo, vestido con su mejor atuendo, preparó una mesa elegantemente dispuesta en un rincón privado del cuartel. Todo estaba listo, desde la cena hasta el whisky, pasando por el cenicero que ahora Lucía en la mesa, esperando la llegada de Crocodile. Sin embargo, mientras organizaba los últimos detalles, ocurrió una tragedia inesperada. Rocinante, su hermano, que había estado ayudándolo a preparar todo, tropezó y dejó caer el álbum de recuerdos. Al intentar recogerlo, lo dañó prendiéndole fuego mágicamente, dejándolo inutilizable.

Doflamingo se sintió devastado. Todo su esfuerzo parecía arruinado y, aunque Rocinante se disculpó profusamente, la tristeza y la frustración eran evidentes en el rostro de Doflamingo. Sin el álbum, sintió que todo había salido mal y que había fallado en su misión de sorprender a Crocodile.

Cuando Crocodile finalmente llegó, Doflamingo lo recibió con una sonrisa forzada, intentando ocultar su malestar. Lo guió hasta la mesa y le sirvió la cena. Para su sorpresa, Crocodile se mostró impresionado por la comida, el whisky y, en particular, el cenicero que Doflamingo había comprado sin querer.

—No sabía que te gustaba el cristal tallado —comentó Doflamingo, intentando sonar casual.

Crocodile tomó el cenicero entre sus manos, examinándolo con una mirada apreciativa.

—Es elegante —respondió Cocodrilo—. Tienes buen gusto.

A medida que la noche avanzaba, Doflamingo comenzó a relajarse. Aunque el álbum se había perdido, Crocodile parecía estar disfrutando de la velada. Cuando llegó el momento de confesar lo ocurrido, Doflamingo lo hizo con pesar.

—Quería darte algo especial... pero el álbum que preparé se perdió. Me siento terrible por ello —admitió, bajando la mirada.

Crocodile se quedó en silencio por un momento, observando a Doflamingo con una expresión difícil de leer. Luego, se acercó y le levantó el rostro con una mano.

—Doflamingo, lo que has hecho esta noche es más que suficiente, es mas pensé que todo esto era el regalo. Esta cena, este momento... es perfecto —dijo Crocodile, con una leve sonrisa—. El esfuerzo que pusiste en todo esto es lo que realmente importa.

Doflamingo sintió una ola de alivio y gratitud. A pesar de los contratiempos, había logrado su objetivo. Crocodile estaba feliz y eso era lo único que importaba. Mientras la noche continuaba, alguien llamó a la puerta, Crocodile se tomo la molestia de abrir, pero no vio a nadie hasta que su vista se fijo en un paquete en el suelo. 

—Regalo para un... Wani —leyó Crocodile. Cerro la puerta y se dirigía de nuevo a la sala de descanso mientras abría el paquete

—¿Quien era? —preguntó Doflamingo.

Crocodile solo le mostró lo que parecía un libro grande y muy familiar, Crocodile lo abrió y era un álbum, lleno de fotos de todos sus viajes y salidas junto con Doflamingo. Podía leer muchas frases de amor en una que otra página, al igual que alguna frase de recordatorio sobre algunas imágenes, y al final una nota.

"Querido Wani,

A lo largo de todos nuestros momentos juntos, he aprendido que no es el lujo o el poder lo que nos define, sino los lazos que formamos y los recuerdos que creamos. Este álbum es solo un pequeño reflejo de lo que significas para mí. Feliz cumpleaños.

Con todo mi amor,

Doffy."

—¿Es lo que creo que es?, creí que desapareció. —interrogó Crocodile con una ceja levantada.

Doflamingo estaba igual de sorprendido y no entendía como era que el álbum que vio convertirse en cenizas estuviera ahora en las manos de su Croco. Trato de disimular y solo dijo un:

—Feliz cumpleaños, Wani —

Crocodile cerró el álbum y levantó la mirada hacia Doflamingo levemente molesto por el apodo, pero rápidamente se relajó.—Aunque estoy tentado en lanzarte el cenicero, no podría destruir el regalo, sobretodo porque lo quiero en mi oficina.— Aunque sus palabras fueron con un toque amenazante, su tono fue suave.—Gracias, Doffy. Esto... significó mucho para mí — se acerco al rostro de Doflamingo y lo besó apasionadamente.

La noche continuo tranquila y sobretodo a gusto de Crocodile, tenia que admitir que fue el mejor cumpleaños , ya que no solo consiguió un cenicero nuevo sino que tenia ahora un Cortador de Puros y uno muy bueno. 

Y así, el cumpleaños de Crocodile se convirtió en un día memorable no solo por los regalos, sino por el lazo más fuerte que se formó entre él y Doflamingo. Un recordatorio de que, incluso en un mundo de intriga y poder, los sentimientos sinceros y los recuerdos compartidos son los tesoros más valiosos de todos. Y afuera de las rejas de la mansión solo se escuchó a una mujer reír suavemente y satisfecha.

Fue una buena noche.






~Kelly~ ☆

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