Capítulo 8

Nolan

Ahora mismo no podía estar más contento. Por fin Gaia había conseguido una cita con el dueño de una cadena hotelera en Hawaii. Sería nuestro primer trabajo, bueno, podría serlo si se lograba firmar un contrato. Pero igual estoy emocionado porque si en dos semanas consiguió al menos una oportunidad, en un par de meses habrán mas oportunidades de crecer poco a poco hasta que se consiga la meta.

Por otra parte mi padre había aceptado hacer las remodelaciones del taller que compramos y ya casi todo estaba listo para ponerlo a servicio cuando sea necesario.

Las cosas estaban marchando bien, al menos en lo laboral. En lo personal mi mente parecía un mar en tormenta de emociones y recuerdos que llegaban como avalancha.

Los últimos días Gaia a estado más distante. No con la indiferencia de los primeros días, pero después de mi intento de besarla en su departamento hace ya una semana a estado evitandome.

—Se-señor Miller, Gaia dijo que en cuanto llegara se reuniera con ella —informa Elisabeth cuando me ve llegar —Buenos días.

Casi me rio por su nerviosismo. No nos conocimos con la mejor de las presentaciones gracias a su otra jefa y ahora creo que me tiene miedo.

Correspondo a su saludo y en vez de entrar a mi oficina, me detengo frente a la de Gaia al escuchar más de una voz.

—¿Hay alguien adentro? —le pregunto a Elisabeth, niega.

Sostengo el pomo de la puerta y mi intento de girarlo y abrir queda a medias cuando escucho más de una risa. Bajo la atenta mirada de la secretaria, me acerco hasta que mi cabeza se pega a esta para escuchar mejor lo que está pasando adentro.

La voz de un hombre hace que de repente me tense, luego escucho la voz de una niña y más risas.

—Mario, ahora mismo quiero estar con ustedes allá —escucho decir a Gaia y después otra risa —Ustedes dos juntos son un paquete completo de diversión asegurada.

Recuerdo ese nombre, es el mismo que la llamó el día que estábamos almorzando con Jude.

—Yo te extraño mucho —ahora registro una voz suave, algo nostálgica e infantil.

De un sobresalto me alejo de la puerta al sentir que me tocan un hombro, me giro para encontrar que Elisabeth fue la causante.

—Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas —me regaña esta como si fuera un niño pequeño que necesita corrección.

En vez de recordarle quién es el jefe solo asiento. No puedo quitarle la razón, no puedo estar acechando la privacidad de otros. Al fin me decido por abrir la puerta y entrar.

Los ojos empapados de lágrimas retenidas de Gaia se fijan en mí en cuanto pongo un pie adentro.

—Yo también los extraño —dijo ella mirando la pantalla de su teléfono —Hablamos más tarde, tengo que colgar.

No espera respuesta del otro lado cuando cuelga y pasa sus manos por sus párpados limpiando la humedad de estos.

—La secretaria me dijo que...

—Sientate —me invita, en su voz no hay prueba de que un minuto atrás estaba a punto de llorar —Tenemos que ganarnos el trabajo del hotel. Supe que al menos cinco agencias más estarán en competencia.

Empieza a explicar cosas que no entiendo sobre estrategias.

—¿Que haremos? —pregunto esperando que ya tenga algo planeado.

—Conocer al cliente —resuelve —Investigamos al principal beneficiario, estudiaremos sus gustos y prepararemos una campaña de publicidad de acuerdo a sus preferencias. Por supuesto, pensando en la mejor forma de que funcione y se obtengan beneficios.

Parece que a hecho esto toda su vida. La escucho atento, intentando guardar la mayor cantidad de información que pueda.

"Yo también los extraño" Se reproduce de momento en mi mente alejándome de la realidad y escuchar la voz lejana de la persona que está a menos de dos metros de mí. Me siento incómodo de un segundo a otro y ya ni siquiera entiendo que dice cuando me encuentro mirando sus manos en busca de un anillo que me asegure el pensamiento que se a instalado en mí, solo que no hay nada. Ni siquiera la marca hecha por el sol como prueba de que en algún momento hubo una alianza en su dedo.

Pero entonces... ¿A qué venía eso? Quiere estar allá con ellos, los extraña ¿Quién es ese hombre y esa niña?

—¿Te pasa algo? —esa pregunta me saca de la profundidad de mis pensamientos.

—Yo escuché cuando estabas hablando por teléfono —confieso.

—¿Qué escuchaste? —pregunta, noto nerviosismo en su voz —Contesta.

—No mucho, yo... ¿Te casaste? —pregunto sin poder guardarlo un segundo más —¿Tienes una familia?

Veo como se acomoda en su puesto y puedo jurar que escuché un suspiro escaparse de sus labios en reflejo de alivio. No contesta mi pregunta y algo dentro de mí hace presión en la zona de mi pecho, como si su silencio fuera una afirmación a mi cuestionamiento.

—Fueron cinco años, era obvio que encontrarías a alguien y seguirías...

—No me casé —me interrumpe y de alguna forma me hace sentir alivio —Pero sí, tengo una familia. Mis amigos son mi familia.

Asiento comprendiendo lo que quiere decir.

—Yo... estaré en mi oficina si me necesitas —me puse de pie sin saber que más decir —Buscaré información sobre el señor Shepard y de sus hoteles que nos pueda servir.

—Nolan, otra cosa —se pone de pie y apoya sus manos en el escritorio —Mi vida y lo que pase en ella no es de tu incumbencia. Deja de estar escuchando conversaciones que no debes.

Sin decir nada me retiro. Una vez en mi oficina empiezo a buscar en las redes todo respecto a la vida del posible cliente. Después de indagar en su perfil personal creo haber encontrado algo útil y sin perder más tiempo voy a buscar a Gaia para informarle.

—La señorita no se encuentra —me hace saber la secretaria cuando estoy a punto de abrir la puerta —Está en la sala de juntas reunida con el departamento creativo y los de estrategia y planificación.

Sin cuestionar el por qué no estoy invitado a la reunión, entro en el salón tomando asiento en uno de los puestos disponibles.

La mirada de Gaia choca conmigo y por un par de segundo guarda silencio para después continuar exponiendo ideas y esperando otras de los presentes.

—La familia —suelto y todos miran a mi dirección confundidos —En todos los eventos que es invitado, su familia está presente —explico —Incluso el hotel que se inaugura en dos semanas se llama "Adele Paradise", como su esposa, Adele.

—Bien, ahora preparemos una campaña publicitaria con esa información —interviene la pelinegra —Ideas sobre la mesa. Palabras claves: familia, hotel, vacaciones.

Una sonrisa se amplia en su rostro cuando todos levantan la mano esperando su turno de exponer lo que pensaron. Como si estuviera satisfecha porque puso una prueba y sus alumnos supieron pasarla.

Once ideas salieron a la luz y en sinergia consiguieron una estrategia publicitaria.

Todos abandonaron el salón, exepto Gaia que estaba sonriendole a la pantalla de su teléfono y yo perdido en esa sonrisa que por años ví y que fueron dedicadas a mí.

—Otra vez lo hizo —musita tan bajo que a penas logro escucharla —Y me lo estoy perdiendo.

—¿Quién o qué? —pregunto con curiosidad.

—Ah, sigues aquí —la sonrisa se borra de sus labios cuando repara en mi persona.

No responde mi pregunta y por más que quisiera obtener una respuesta, no puedo preguntar. Es su vida y tengo que respetarla.

Agarra su laptop en una mano y con la otra los papeles que están sobre la mesa, se retira dejándome solo y pensando.

Si no sintiera algo por ella, tal vez, no me dolería su indiferencia. Pero no hay nada que hacer, no soy nadie para ella. Así decía ese papel, pero cuando estábamos juntos todo parecía tan real que enterarse de la verdad es como subir una montaña y cuando estás en la cima, tropiezas y caes cuesta abajo. Sin ningún tipo de protección o amortiguador.

Y aquí estoy yo, sabiendo el nivel de dolor de esa caída, una parte de mí desea subir de nuevo esa montaña.

Pero, tal vez, vuelva a caer. Ahora me estaba cayendo y ni siquiera empezaba a subir la montaña.

Me quedo mirando a la nada, mientras mi cerebro busca en el cajón de recuerdos archivados, uno de esos que marcaron nuestras vidas para siempre.

Fingir que estudiamos juntos es nuestra mejor escusa para encerrarnos en mi habitación. Como si fuéramos dos adolescentes que temen ser encontrados por sus padres haciendo cosas que no deben. Aún así, debíamos escondernos porque a mi padre no le gustaría que su único hijo saliera con la hija de los empleados, aunque a mí no me importa eso.

Sea hija de quién sea, la voy a querer igual.

Una exagerada cantidad de dinero en una cuenta de banco no va a comprar mis sentimientos y por ella siento gratis.

Ojalá todo fuera más fácil.

—¿En qué piensas? —su dulce voz me hace regresar a la realidad, pero sin poder esconder lo que atormenta mis pensamientos.

—Ojalá pudiéramos compartir con todos los que sentimos —confieso dejando un beso en su coronilla.

—Algún día —la sonrisa que me brinda me hace sentir tan seguro, esperanzado de que se podrá.

Una de sus manos dibuja círculos imaginarios en mi pecho desnudo a la vez que yo hago líneas en su espalda.

Nuestros encuentros clandestinos dentro de casa cada vez están siendo más frecuentes y me encantaría que amaneciera todas las mañanas entre mis brazos, pero en este momento estoy pidiendo un imposible.

En busca de lo que sí es posible, hago que su cuerpo quede bajo el mío y el colchón se hunda por el peso. Uno mis labios a los suyos, en una caricia suave, un roce provocador, un ritmo torturosamente exitante que provoca que nuestras lenguas se presenten en una batalla que hace que nuestros labios se muevan con más pasión encendiendo nuestros cuerpos al máximo.

Mi cama a sido testigo de incontables gemidos que inundan las paredes de mi habitación. Escucharlos es música para mis oídos, la melodía perfecta y ser el causante de ello es satisfactorio.
Sus uñas se entierran en mi espalda, mi nombre sale de sus labios entre jadeos que consumo apoderándome de su boca. Mis manos se cierran en su cintura mientras nuestros cuerpos chocan en esa unión que nos desborda y nos hace explotar de placer.

El sonido de nuestras respiraciones entrecortadas es lo único que alcanzamos a escuchar, hasta que la puerta se abre y de un golpe salgo de ella cubriendo nuestra desnudes con la sábana.

—¿Qué carajos es esto? —grita mi padre desde la puerta.

Lo único que puedo hacer es esconder a Gaia detrás de mi cuerpo como si de esa forma puedo protegerla de los gritos de Nathaniel.

Maia y Thomas son los siguientes en entrar a la habitación, llamados por los gritos que no ha dejado de soltar el señor al que suelo llamar papá. Dejo de prestarle atención a ellos cuando escucho unos sollozos que se apagan en mi espalda. Tomando su rostro bañado de lágrimas y dejando un casto beso en sus labios, le susurro un "Todo va a estar bien" que ella solo asiente sin poder retener el manantial que yace de sus ojos.

—Mis padres me miran con decepción —logra decir entre sollozos.

—Ya se les pasará, te lo prometo —susurro para los dos —Al menos ya no tenemos que escondernos.

Una pequeña sonrisa ilumina su rostro por al menos un par de segundos.

—Tienen cinco minutos para vestirse y salir afuera —ordena mi padre y se retira seguido por mis suegros.

Con los nervios al cien, empezamos a ponernos la ropa. Aunque no estamos listo para enfrentar lo que se viene, una vez vestidos, bajamos las escaleras con nuestras manos enlazadas para encontrarnos con nuestros padres en la sala.

—Esto es lo que va a pasar —empieza a decir mi progenitor —Gaia se irá a estudiar al extranjero con una beca paga. Este romance entre ustedes se va a acabar ya mismo y en unos meses ninguno se va a acordar de esto.

¿Cómo podía decir eso? Ni que fuera un artículo defectuoso comprado en una tienda y cuando te das cuenta regresas a devolverlo.

—No —contradigo rápidamente —Nadie se va a ir y nada se va a acabar aquí.

Ninguno tenía el derecho de decirnos que hacer y prohibirnos estar juntos.

—Ya todo está dicho, Nolan. Sus padres están de acuerdo con que se vaya del país, lejos de ti.

Mi mundo se detiene al escucharlo. No, así no era como debía pasar. Sin soltar la mano de Gaia, empiezo a caminar fuera de la mansión, negandome a que se la lleven lejos de mí.

Una vez en el jardín detengo mi paso.

—Prométeme que no te vas a ir —pido, un par de lágrimas se escapan de mis ojos —No importa lo que ellos digan, solo lo que sentimos. Con eso es suficiente. Prométeme que pase lo que pase no dejaras que te alejen de mí.

—Te lo prometo, no me quiero ir —susurra rodeando mi cuerpo con sus brazos —Quiero estar contigo.

La envuelvo pegándola más a mi cuerpo. Sintiendo la necesidad de tenerla todo el tiempo cerca de mí por el miedo que está creciendo en mi interior cada segundo que pasa. 

¿Todo era mentira? Me cuesta creerlo, aún cuando en algunas de las discusiones que hemos tenido me a dejado claro que lo que dice el pedazo de papel impreso que dejó encima de mi cama es verdad. Porque ni siquiera se dignó a escribirlo con su puño y letra.

¿Qué diferencia habría? Escrito a mano o impreso ya ha dejado claro la realidad del contenido y su indiferencia lo confirma.

¿Y si lo intento? ¿Y si hay un tal vez?

Mi mente rendida a las emociones y sentimientos desbordados desde que ella regresó —se cuestiona las probabilidades y a pesar de estar conciente que me puede rechazar— insiste en probar, en tratar, en lanzarme yo mismo al precipicio, pero intentarlo, por un "Y si...", por un "Tal vez".

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top