Capítulo 7

Gaia

Sus ojos empezaron a repasar los míos y a mis labios. Mi respiración se altera al presentir sus intenciones y estoy tan anclada al piso que cuando acorta la distancia no soy capaz de retroceder.

Sus manos cálidas abrazan mis mejillas, haciendo que mi cuerpo vibre y mis ojos se cierran rendida ante su tacto. Mi respiración se mezcla con la suya cuando se acerca dejando una leve distancia que apenas evita que nuestros labios se rocen.

—Quiero besarte —dice como si no fuera obvio —Desde el primer momento que te ví me muero por hacerlo.

Silencio. No me sale una sola palabra. No le digo que se aleje y tampoco tengo fuerzas para hacerlo, ni empujarlo. Mi respiración se agita y solo puedo mantener los ojos cerrados.

Cuando sus labios rozan levemente los míos, una lágrima se me escapa y él se detiene, pero no se aleja.

—Gaia... —susurra sobre mis labios como si me estuviera pidiendo permiso.

—No está bien —musito en un tono bajo.

Aún así quiero que me bese, lo deseo, pero...

Sus labios empiezan a moverse sobre los míos, en movimientos suaves y lentos. No tardo en reaccionar y corresponder. Un sin fin de emociones me abarcan gritando lo peligrosamente excitante que es tener sus labios sobre los míos y su lengua haciéndose espacio dentro de mi boca para descubrir que la mía ya lo está esperando gustosa.

Mis pies dejan de tocar el suelo y se enredan en su cintura, pegándome más a su cuerpo. Sus manos no tardan en sostenerme y el beso se intensifica. Después de tantos años sin esto, siento que no ha cambiado nada. Que nuestros cuerpos se siguen reconociendo igual que el primer día.

Empieza a caminar sin siquiera ver por dónde, pero aún así, llegamos a mi habitación y me deja caer suave en la cama y entre besos la ropa va quedando fuera de nuestros cuerpos.

—Abre los ojos —pide dejándome confundida.

—¿Qué dices? Ya los tengo abiertos.

—Despierta —escucho que dice, pero siento su voz lejana.

—¿Qué?

—Despierta.

Doy un respingo en la cama provocando que mi espalda deje de tocar el colchón. Mi pecho sube y baja sin control producto a mi respiración agitada y me encuentro con una de mis manos en mi entrepierna.

¡Joder! A sido un sueño. Una mala jugada de mi cerebro haciéndome saber lo que pudo haber pasado si en vez de pedirle que no me besara y se fuera, le hubiera pedido todo lo contrario.

Volteo a ver el reloj que reposa en la mesita de noche, seis de la mañana. Cuando logro estabilizar mi respiración salgo de la cama y voy directo por una ducha fría, para apagar la calentura de mi cuerpo.

Suelto una carcajada mientras el agua recorre cada parte de mí, me estaba tocando mientras soñaba con él. Esto era lo que me faltaba para poner más tensión entre los dos.

Increíble como todo cambia de un momento a otro, de estar desahogandonos y echándonos la culpa uno al otro de lo que pasó, me ví curando su labio cuando cayó al piso, para luego estar resistiéndome a la tentación de caer rendida ante sus labios. Pero eso no puede pasar. Por más que lo desea, hay cosas que no puedo perdonar.

Una vez estuve lista salgo del departamento para ir a la empresa. Le había pedido a Beth que se encargara de buscar los sitios donde pudiéramos hacer el salón que pedí para los eventos de la empresa.

—Buenos días, señorita —saluda Beth al verme, se pone de pie —Tengo una lista con varios lugares, pero creo que hay uno que si le hacen una remodelación sería perfecto para lo que lo quieres.

—Buenos días para ti también —respondo a su saludo —Dejémonos de formalidades, te dije que podías llamarme por mi nombre, ¿Ya llegó tu otro jefe? —me ví tentada a preguntar —niega —Bien, pásame la ubicación del lugar que te gusta. Iremos a ese primero.

Termino de entrar a mi oficina y me siento en mi puesto. Quería llamar a Mario para saber cómo estaba todo por allá, pero no quise interrumpir su horario. Ya él me llamaría cuando pudiera hacerlo.

Enciendo la laptop esperando encontrarme con un correo, una notificación en alguna página web en respuesta a todas las publicaciones de promoción a la empresa que hice, pero no había nada. Entonces me di cuenta de algo que no le presté atención por estar más centrada en emociones y mi vida privada que a lo que vine a aquí, a trabajar.

—Beth, cuando llegue Nolan, dile que lo espero en mi oficina —le informo a la joven cuando contesta la línea.

En lo que esperaba me puse a preparar una nueva línea de publicidad, pero no pasa mucho tiempo cuando la puerta se abre y entra el hombre que se a apoderado de mis sueños más húmedos. Los nervios empiezan a remolinarse en mi vientre y hago mi mayor esfuerzo por disimularlos y aparentar la misma seguridad del hombre frente a mí.

Lo invito a tomar asiento y una vez acata, aclaro la garganta para que la voz no me salga débil.

—Necesitamos un nombre. Nadie nos va a tomar en serio si no tenemos un nombre.

—¿Un... nombre? —su ceño fruncido me indica que no entiende lo que quiero decir.

—Sí, un nombre. No veo ningún registro por ningún lado. Tu abogada hace un mal trabajo, ¿Acaso no se les ocurrió antes o pretendes estar bajo la sombra del apellido de tu padre?

Murmura algo que registro, pero no logro entender lo que dice. Hace una llamada por teléfono y no tardo en adivinar que la otra persona detrás de la línea es la abogada. Una vez que termina la llamada me hace saber que la abogada va a estar con nosotros en un par de minutos. En lo que esperamos nos sumergimos en un silencio incómodo que él decide romper.

—Ayer...

Su intento de terminar una oración se va a la mierda cuando la abogada lo interrumpe con su llegada y yo agradezco por ello. No quiero hablar de lo que pasó ayer. En realidad no pasó nada, pero lo que pudo pasar no se volverá a repetir.

—La propiedad de la empresa está registrada a tu nombre —empieza a decir la mujer —Y tu apellido es el nombre de la misma, no ví ningún problema con eso al hacerlo legal.

Se sienta en un asiento al lado de Nolan.

—Un apellido no me sirve —digo contradiciendo su punto de vista —Aquí estamos empezando de cero, no es necesario poner un apellido que todos en la alta sociedad conocen, ¿O es que quieren presumir y crecer con la constructora?

La castaña me mira con rabia, pero no voy a retractarme. Si voy a hacer esto será a mi manera y con un apellido reconocido en la sociedad no voy hacerlo. La empresa está empezando de cero y así mismo quiero que crezca, sin necesidad de ser impulsada por los logros de otros.

—¿Cómo quieres llamar a tu empresa? —le pregunta ella muy sonriente a Nolan —Prepararé todo hoy mismo para que el cambio esté listo y los trámites salgan rápido.

—Star Agency —le responde a ella, pero su mirada está fija en mí.

Me acomodo mejor en mi puesto, intentando que mi expresión no cambie y no le de a demostrar lo que sus palabras hicieron en mi interior.

Porque lo dijo para provocarme, estoy segura de ello. Pero no lo va a conseguir, está vez no. Ya lo hice una vez delante de él y fue suficiente. No voy a volver a fantasear con la primera vez que me llamó Estrellita. Hasta mis sueños me traicionan, pero ahora no estoy durmiendo y no voy a caer.

—Entonces así se va a llamar —agradezco que la voz no se me quiebre ante su atenta mirada —Si eso es todo pueden retirarse.

—Yo necesito saber todo lo que necesites en el ámbito legal —informa la abogada —Si voy a preparar documentos que sea todo de una, también tengo trabajo que hacer en la constructora.

El tono amable con el que le había hablado a Nolan se había extinguido a la hora de hacerlo conmigo. Él se puso de pie y pidiendo permiso se retira dejándonos solas. Aprovecho para redactar de una vez los servicios que ofreceremos y los contratos que utilizaremos para cuando seamos elegidos por una marca para promocionar su negocio o productos.

—¿Ya le echaste un ojo a tu jefe? —su imprudente pregunta me hace mirarla a la defensiva.

—¿De qué hablas? —aunque se muy bien a lo que se refiere, finjo no entender para darle una oportunidad de retractarse.

Ella esboza una sonrisa, quién la ve ahora no diría que hace unos minutos atrás me había lanzado una mirada asesina, sin contar el tono ácido de su voz.

—Que no eres ciega. Seguramente ya miraste más de una vez a Nolan y deseaste encerrarte con él en su oficina y hacer...

—¿Ancara, cierto? —cuestiono, intentando controlar mi temperamento.

—Alice —corrige.

—Bien, Ancara —vuelvo a repetir su nombre mal, si me irrespeta con sus comentarios fuera de lugar yo no tengo porque respetarla a ella —No te mires en mí como si yo fuera un espejo.

Su ceño se frunce ante mi comentario.

—¿De qué hablas?

—El hecho de que tú estuvieras dispuesta a hacerlo, no quiere decir que yo también lo haga —respondo dejándola con la boca abierta.

Su intento de replicar queda a medias cuando hago un ademán indicándole la salida. Arrastra el asiento al ponerse de pie y sale azotando la puerta.

Que no crea que voy a quedarme callada si intenta faltarme el respeto. No es la primera vez que lo hace desde que estoy aquí, pero no voy a permitirle que lo haga. No le he hecho nada para que me trate de esa forma, intentando rebajarme o hacerme sentir menos que nadie.

—Beth, recoje tus cosas que ya vamos a salir —le informo a mi secretaria cuando salgo de la oficina.

Ella se pone de pie, pero no sale detrás de su escritorio.

—¿A dónde quiere que la acompañe? —pregunta nerviosa.

—Vamos a ver el sitio que marcaste.

—Sobre eso —su nerviosismo se acentúa —El señor Nolan dijo...

Se calla como si fuera tan difícil decirlo.

—¿Qué dijo? —insisto para que termine de hablar.

—Que seré yo el que te acompañe.

Una sonrisa me da la bienvenida cuando me giro para ver a la persona dueña de esa voz.

Tierra tragame y escupeme en un lugar que esté lejos de este hombre.

Veinte minutos después estábamos afuera de un taller mecánico que al parecer ya tenía varios años sin ser usado. El señor que está a cargo del sitio -una vez que nos da el acceso al interior- nos deja solos inspeccionando todo el área, mientras él contesta una llamada en el exterior de la construcción.

El lugar es grande y bien puede servir para mi idea. Solo se necesita hacer algunas reconstrucciones como sellar los agujeros en el suelo, pintar las paredes, cambiar el falso techo. También se puede dividir en varios departamentos, el salón para las exposiciones, un pequeño espacio para fiestas privadas con solo los socios y futuros inversionistas.

Le hago saber a Nolan lo que opino y el asiente en acuerdo, haciéndome saber que hablará con su padre para hacer las remodelaciones necesarias.

Sigo caminando por el lugar conociéndolo mejor, hasta que una culebra sale de uno de los hoyos del piso y se arrastra a menos de un metro de mí.

Agradezco que Nolan viene detrás de mí y en un impulso brinco sobre él, rodeando con mis piernas su cintura y escondiendo mi rostro en su cuello donde ahogo varios gritos.

—Ya se fue —anuncia —No se ve cerca.

Me separo un poco, pero todavía no pongo mis pues en el suelo. Miro al piso a todos lados donde mi vista llega y compruebo que ya no está. Regreso mi vista a Nolan y rápidamente me arrepiento cuando me encuentro con sus ojos.

No es un buen momento para acordarte de ese sueño, Gaia. Me regaño internamente.

Intento que mi vista no viaje a sus labios, pero es en vano.

—Tienes miedo —dice en un tono muy bajo, pero su voz sale un poco ronca.

—No —miento, hablo en su mismo tono.

—Miedosa.

—No tengo miedo —repito, mis ojos viajan de los suyos a su boca y viceversa.

Que no se de cuenta. Ruego, aunque se que es imposible que no lo note.

—Tienes miedo —insiste.

—No.

—Sí.

—Eres un idiota.

—Un idiota al que quieres besar.

Adopto una expresión seria y aclaro mi garganta antes de hablar.

—¿Qué parte de esta expresión en mi rostro te hace pensar eso?

Suelta una pequeña risa que me hace temblar cuando sus manos hacen un poco más de presión en mi cintura.

—Voy a bajarte —anuncia.

Me aferro a su cuello haciendole saber que no me voy a bajar con esa culebra andando por ahí.

—Me bajas cuando me saques de aquí —le digo antes de que intente bajarme.

—Pensé que no tenías miedo —comenta con evidente sarcasmo, empieza a caminar a la salida.

—No lo tengo —replico contra su cuello.

—Fingiré que te creo.

Asiento sin ser capaz de seguir alimentando una mentira que ni yo misma me creo. Mi miedo por todo animal que se arrastre sobre su vientre y se mueva en zigzag es evidente, incluso en la distancia.

Una vez fuera me deja en el piso, hablamos con el dueño del local y agendamos una cita para hacer la compra.

—Gaia, cuidado. Mira la culebra —el grito de Nolan me hace ir hasta donde está él y brincar sobre él —Menos mal que no tenías miedo, si lo llegaras a tener no quiero imaginarme como reaccionarias.

—Idiota —protesto con rabia.

—Puedo acostumbrarme a esto.

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