Capítulo 39

Gaia

Estoy empezando a creer que es cierto lo que algunos dicen respecto a cuando no quieres que pase algo y es lo que más te pasa. Sobre todo cuando no quieres ver a ciertas personas.

Bajo de mi auto, viendo a unos cuantos metros a Alice conversando con Nathaniel en la entrada del edificio en el que trabajamos. En este momento no sé a cuál detesto más. Los dos, pueden cortarse con la misma tijera.

Paso de ellos sin tomarme la molestia de gastar palabras para saludarlos. No pretendo rebajarme al nivel de ninguno, siendo educada, cuando ellos no midieron las cosas que me hicieron.

Disimulo, lo más que puedo, una mueca de desagrado una vez que entro al elevador y antes de que las puertas se cierren, Alice entra.

—Secretaria.

La ignoro por completo, decidida a no caer en sus provocaciones. Cuando las puertas se abren en el piso que me corresponde bajar, no cuento con que ella también lo haga. Menos que siga mis pasos.

—¿Quieres algo? —cuestiono, dando la vuelta para enfrentarla.

La burla impresa en su rostro es un adelanto de sus intenciones.

—Recordarte que tus días en este lugar están contados —su voz sale tan firme, que por un segundo, siento que es verdad.

—No te mires en mí, como si estuvieras en frente de un espejo, Alice. Aunque casi lo olvido, tus días aquí se acabaron desde ayer cuando te despidieron.

No reprimo la risa al ver como su expresión cambia a una que demuestra que le molesta mi contraataque.

—Apuesto a que no te dijo que después de despedirme nos besamos —suelta, como si tuviera que recurrir a ello para hacerme sentir mal —Por supuesto que no.

¿Será cínica?

—Prueba de nuevo —doy un paso al frente, retandola.

—¿Qué? —pregunta sin entender.

—Mentir hasta que te crea.

El leve movimiento de su mandíbula al contraerse es prueba de que gané esta pelea. No espero a que reaccione y decido continuar caminando.

—Si quieres no me creas, pero la realidad no va a cambiar. Nos besamos, Gaia —me detengo al escucharla, no solo por lo que está diciendo, sino al ver como llama la atención de mis trabajadores.

Paciencia. Pido en cada paso que doy de regreso para quedar frente a ella.

¿Cómo una mujer puede rebajarse a tanto?

—¿Qué se siente? —pregunto, aguantando la rabia para no sonar alterada y crea que va por delante.

Como si fuera poco, se ríe. En mi cara.

—Se siente mío.

—¿Qué se siente arrastrarse? —termino de formular mi pregunta —¿Qué se siente humillarse como lo hiciste? Porque tú lo besaste, no él a ti.

Me encantaría reírme ante su cara de sorpresa. De verdad se creyó que Nolan no me había contado y pensó que sería fácil joderme con eso. No entiendo su afán de querer acercarse a él sabiendo que no está solo o es que es una estrategia de ella y Nathaniel para separarnos. De cualquier forma, no le será fácil conseguirlo.

—Tenías tanto que dar y decidiste dar pena.

Termino así, esta conversación, siendo conciente que tenemos público. Mi intención nunca fue hacerla pasar pena, pero ella vino hasta mí. Empezó a mentir sin sentido, por un propósito que por más que se lo proponga no lo va a conseguir.

Ayer cuando entré a la oficina de Nolan y lo vi golpear su escritorio, inmediatamente quise saber lo que estaba pasando, sobre todo porque él no es alguien que se moleste tan fácil. Menos en ese punto en el que no puede controlar la rabia. En un principio no me dijo lo que había pasado para que se encontrara en ese estado, no porque no quisiera, sino que me pidió un momento para tranquilizarse y luego contarme.

No quise añadir algo, ni lo incómodo que se me hacía ese hecho solo para no volviera a sentirse culpable de ello. Lo dejé pasar, al fin de cuenta, él no la besó. Ella se lanzó a él como si no conociera la vergüenza.

—Buenos días, Beth —saludo a mi secretaria antes de entrar a mi oficina con ella siguiendome los pasos.

—En el salón de reuniones se encuentra el señor Shepard —informa.

Miro la hora en mi teléfono, sorprendida por esa visita tan temprano en la mañana.

—¿Lleva mucho tiempo esperando? —pregunto, dejando mi bolso en el escritorio para ir a su encuentro.

O es algo muy urgente o ese señor es muy madrugador, a penas son las siente y veinte de la mañana.

—Tal vez media hora —responde Beth, su voz suena un poco agitada al seguir mis pasos apresurados.

Solo espero que Shepard no haya escuchado mi pequeño intercambio de palabras con la abogada.

—Lamento que haya tenido que esperar —es lo primero que digo al entrar al salón, llamando su atención —De haber sabido antes de su visita...

—Soy yo quién debería disculparse —me corta de inmediato —Yo debí agendar una cita antes, pero tengo un vuelo en unas horas a Hawaii y a última hora decidí venir a asegurarme de la publicidad de mi nuevo negocio.

Correspondo al abrazo que me da cuando se acerca.

No me puedo quejar por mi día, Alice hizo el intento de joderlo y no lo consiguió. Ahora el señor Shepard me dice que quiere trabajar con nosotros nuevamente y eso es una buena noticia, teniendo en cuenta que el trabajo que hicimos con el hotel nos dio excelentes resultados. No solo aumentando los ingresos, también dándonos reconocimiento en el medio.

—Mejor vamos a mi oficina —hago un ademán a la puerta, reforzando mi invitación —Estaremos más cómodos que aquí.

Le pido a Beth que nos consiga unos cafés mientras vamos camino a mi oficina. Una vez tomamos asiento, tomo mi agenda para organizar el próximo trabajo que haremos con Shepard. Esperando tener tanto o más éxito que con el trabajo del hotel.

—¿Qué pasó con Alice?

Me sobresalto en mi lugar, cuando Nolan entra a mi oficina sin previo aviso.

—Tenemos visita —me aclaro la garganta, esperando que no diga nada más al respecto, al menos por ahora.

Shepard se pone de pie y voltea para quedar frente a Nolan, aunque a un par de metros, que este último se encarga de acortar cuando se percata de quién se trata.

Nolan lo saluda, disculpándose.

—Tenemos un trabajo nuevo —le hago saber el por qué de nuestra visita.

Tomamos nuevamente asiento y empezamos ha hablar de trabajo. El nuevo negocio de Shepard es un restaurante en Honolulu que está a dos meses de ser inaugurado, solo porque le falta el personal y quiere tomarse su tiempo para tener en su equipo de trabajo a los mejores chefs que pueda conseguir. Por otro lado la instalación ya está completa, con todo lo necesario y por las fotos que nos muestra, puedo decir que la persona que se encargó de decorar hizo un excelente trabajo. Utilizando colores cálidos, sin perder la sensación de estar en verano.

—Antes de mostrarle mi idea para la publicidad, primero quiero preparar una estrategia completa —le hago saber, anotando algunos puntos para no olvidarlos —Máximo una semana y puedo presentarle el programa para tener su aprobación, cambiarle algo o hacer algo nuevo.

Cuando levanto la vista para ver si le parece bien mi petición, me doy cuenta que su mirada está fija a la foto que está enmarcada sobre mi escritorio y el ángulo en que se encuentra, le permite verla.

¿Cómo le explicamos eso?

Las mentiras tarde o temprano, terminan enfrentándose con la verdad y, obviamente, la verdad, siempre ganará la partida.

Busco con la mirada a Nolan, esperando que el tome el control de la situación. No porque haya sido él quién nos metió en este lío por mentir en aquel momento, sino porque no tengo palabras para justificar. Yo también contribuí en esa mentira al no contradecirla.

—Es nuestra hija —confiesa Nolan, cuando Shepard toma la foto en sus manos.

—¿Su hija? —pregunta, no porque no haya escuchado y quiera asegurarse, sino que cuando Nolan mintió diciendo que éramos una pareja, nunca mencionó que teníamos una hija.

—Es una larga historia.

—Me gustan las historias —claramente quiere saber.

No sé en dónde meterme en este momento. Por eso evito lo más que puedo mentir, aunque no voy a negar que omito muchas cosas, pero mentir no es algo que haga muy seguido. Menos cuando se trata de engañar a alguien.

Porque eso hicimos con Shepard y su mujer. Los engañamos. Aunque todas las historias que Nolan habló de nosotros eran ciertas. Fueron en el tiempo que estábamos juntos, pero le hicimos creer que nunca nos habíamos separado. Cuando en ese entonces, a penas llevaba poco tiempo de haber regresado al país.

Le hago una seña a Nolan para que me deje a mí contar nuestra historia. La verdadera, sin omitir detalle y siendo consiente que una vez haya terminado de hablar, posiblemente estemos perdiendo un trabajo y a un gran cliente.

El silencio se extiende en la habitación por lo que me parece mucho tiempo, entonces, me encargo de ser yo misma quién lo rompa.

—Ahora que sabe la verdad, es libre de buscar otra agencia que se encargue de la publicidad de su nuevo negocio —me tiembla la voz —Lamento mucho que lo hayamos engañado.

Sin decir palabra, se pone de pie. Deja la foto que Mario nos había tomado unos días atrás en el lugar en el que estaba e intercambia la vista entre Nolan y yo. Ni siquiera puedo interpretar su expresión, parece incluso... ¿relajado?

—Nunca me engañaron.

¿Cómo que no?

—Le mentimos —dice Nolan, poniéndose también de pie —Eso es engañar.

—Seguro que sí —Shepard le pone una mano en el hombro —Lo hubieran hecho, si yo antes no los hubiera investigado. Por eso le di una cita en primer lugar a pesar de recién estar empezando en el medio. La trayectoria de Gaia en Londres es muy reconocida.

Bien, eso no me esperaba. Al parecer nosotros no fuimos los únicos que estuvimos investigando sobre el otro.

—¿Por qué no lo dijo antes?

Mi pregunta hace que me preste atención, las arrugas de su rostro se estiran un poco cuando me sonríe. Cálido, en confianza.

—A veces, las mentiras, se vuelven realidad.

Entiendo perfectamente lo que quiso decir con esas palabras. Que ahora Nolan y yo estemos juntos, es prueba de ello.

Agradezco internamente que Shepard no rompiera el contacto con nosotros. Sobre todo porque aunque estuviera enterado de lo que en realidad pasaba y aún así haya decidido trabajar con nosotros, tanto en el pasado como en el presente. Y a pesar de eso, cuando nos invitó a su hotel por una semana, siento que lo hizo realmente para que Nolan y yo nos acercaremos nuevamente. Por eso él y su esposa se empeñaban tanto en que le contáramos como era nuestra relación, querían ser el detonante de provocara que recordaramos lo que fuimos y volviéramos a ser. Al menos eso quiero creer.

—Un restaurante... —murmura Nolan cuando nos quedamos solos, guardando silencio al notar que pude escucharlo.

Regreso a mi puesto, sin dejar de pensarlo y recordando sus expresiones cada que veía una foto del restaurante de Shepard.

Me hizo acordar como reaccioné cuando me entregó el documento donde consta que Naia es hija de ambos. La felicidad que creció poco a poco en mi pecho y sobre todo, algo que quería, hecho realidad.

Por eso siento que eso es algo que él quiere. Cuando éramos adolescentes, siempre lo veía viendo programas de cocina, y luego con mi mamá recreaba todo lo que le era posible. La verdad, se le da muy la cocina y estoy segura que si se dedica a ello y toma cursos, le irá muy bien.

—Shepard todavía no tiene su equipo de trabajo, quizás...

—No vayas por ahí —me interrumpe, sin darme la oportunidad de continuar, entendiendo por dónde iba —Mi vida está en este lugar.

Entiendo que no quiera abandonar esto. Tal vez le asusta un cambio en su rutina, pero está renunciando a algo que le gusta y yo no me voy a quedar sentada, viendo cómo cada día sus sueños no se cumplen.

—Esto no te gusta. No es lo que quieres...

—Esto te trajo de regreso a mí.

Sus palabras me dejan muda. Es cierto, pero ahora me hace sentir culpable.

—No puedes ser preso de algo que no es lo tuyo, Nolan.

—Pero lo tuyo sí.

—Sin embargo, estoy dispuesta a dejarlo —digo, caminando hasta quedar cara a cara —Podemos empezar de nuevo, en otro lugar. Tú en lo que te gusta y yo puedo conseguir trabajo de esto, pero en otro lugar.

En serio puedo hacerlo. Ya dejé mi vida de Londres y no me he quejado a pesar de que me iba demasiado bien. No me importaría empezar de cero otra vez, solo para que él también pueda dedicarse a lo que le gusta.

—¿Qué pasó con Alice?

—No cambies el tema —pido.

—No quiero hablar de eso.

—Nolan.

—¿Qué pasó con Alice?

—Ya lo sabes.

—Solo oí un comentario cuando llegué, no quise preguntarles a ellos —aclara —Quiero saberlo de ti.

Está claro que no quiere que siga insistiendo.

—Pensó que no me habías contado y quiso meter cizaña entre los dos —respondo y le doy la espalda para regresar a mi puesto.

—Gaia...

—Puedes retirarte, necesito trabajar.

Espero a que se marche, pero no lo hace. Simplemente se planta frente a mí, apoyándose de mi escritorio.

—¿Por qué estamos peleando?

—No lo estamos —respondo, sin poder ocultar la frustración en mi voz.

—Mirame —pide, levantando mi barbilla.

—Es que ni siquiera tenemos que irnos a Hawaii —exploto poniéndome de pie —Incluso podemos transformar el local que compramos para hacer un restaurante y...

—Lo voy a pensar.

No me sirve que lo pienses. Grito por dentro.

—Siempre quisiste eso, antes no lo hubieras pensado.

—Eso era antes.

—Lo sigues deseando, ¿Por qué lo niegas?

—Porque si lo hago, mi tiempo contigo y con Naia sería menos y no quiero eso.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top