Capítulo 38
Nolan
Siempre he tenido la idea de que todo se siente mejor si se está acompañando de la persona que amas... y no me refiero a depender emocionalmente de alguien más. No, me refiero a esos casos en dónde, por lo menos yo, prefiero crear momentos especiales con la persona por la que pretendendo hacer todo lo posible para estar el resto de nuestras vidas juntos.
Una familia.
Justamente eso quiero, no experimentarlo. Vivirlo realmente.
Hasta hace unos meses atrás, no había valorado esa posibilidad. La de tener una, pero ahora, ni siquiera tengo que imaginarlo. Ya la tengo.
Y estoy dispuesto a todo por mi familia.
Por ellas.
Cuidarlas, en todo lo que me sea posible. Defenderlas, hasta que me quede sin fuerzas. Amarlas, sobre todas las cosas.
—Ya estamos casi listas, pasa y toma asiento —se apresura a decir Gaia cuando me abre la puerta de su departamento —Solo nos falta vestirnos, no tardaremos mucho... creo.
No se molesta en saludarme, simplemente me deja solo una vez que me lleva casi arrastra hasta la sala y se va por el pasillo que lleva a las habitaciones.
—Ponte cómodo —me aconseja Mario viniendo de la cocina —Por experiencia te digo que van a demorar.
Correspondo a su saludo, estrechando mi mano con la suya y tomo asiento.
—No sabía que seguías aquí —comento, más para mí que para él.
—No pienso viajar hasta la próxima semana. Pedí unos días en la universidad y como fotógrafo, tengo mi agenda libre está semana —me hace saber, también toma asiento frente a mí —Mientras Jude no pueda viajar, yo lo haré.
Me aguanto las ganas de decir que su relación me parece que va demasiado rápido.
Es su decisión, no la mía. Me recuerdo. Los dos son adultos y deben de tener claro lo que hacen con sus vidas.
—¿No tienen planes para esta noche? —pregunto para no prolongar el silencio.
Es obvio que sí, el elegante traje que lleva puesto es la pruebo de ello.
—Estoy esperando que Jude venga por mí. Todavía no tengo carro y como siempre vengo por un par de días no alquilo uno.
Me limito a asentir, pidiendo para mis adentros que en verdad no demoren. No es que Mario me caiga mal, pero me es incómodo estar en un lugar con una persona y no tener un tema de conversación. Teniendo que forzar una. Aunque al parecer, para él no es incómodo, porque me incita a conversar sobre el trabajo que hicimos juntos la semana pasada.
—Listas, te dije que no tardaríamos —Gaia y Naia nos premian con su presencia.
Me pongo en pie al reparar en ellas. Ambas hermosamente combinadas con vestidos blancos.
—Sí, claro. Veinte minutos es poco tiempo... para el que no tiene que esperar —se burla Mario y me es inevitable no unirme a su diversión.
Naia se apresura en acortar la distancia y a diferencia de su madre, ella sí me saluda. Me doblo hasta llegar a su altura y me enderezo con ella entre mis brazos.
Observo a Gaia, esperando que ella también se acerque. Como no lo hace, camino los pocos pasos que nos separan y le doy un corto beso en los labios. Hace un par de noches habíamos hablado con la niña por lo que escondernos ya no era necesario.
—Vale la pena la espera por tener la compañía de tan bellas mujeres esta noche —comento intercambiando la vista de una a la otra —Después de todo —volteo para ver a Mario —Soy afortunado al tener una cita doble con las dos mujeres más importantes de mi vida.
Mi mujer y mi hija. Añado en mi mente, queriendo no incomodar a Gaia refiriéndome a ella de esa forma.
Las cosas van bien hasta ahora y no quiero que cambien. Si bien quiero que no sea solo un término y sí sea mi mujer, primero tenemos que hablarlo. Bien me gustaría que fuera mi esposa.
Mientras tanto, agradezco que estemos juntos y que esta vez, si podamos disfrutar de esto. De nosotros.
—Nos vemos más tarde —Gaia se despide de su amigo —¿O vas a dormir fuera?
—Probablemente.
En una escala de cien, esa probabilidad ocupa todo el porciento.
Dejo a Naia en el suelo para irnos y no llegamos a salir del departamento, cuando Mario nos detiene.
—Esperen, puedo tomarles una foto. Si les parece bien.
Ninguno nos negamos y para mis adentros, puedo sentir ese cosquilleo satisfactorio que antecede a la felicidad.
Esta sería nuestra primera foto, los tres.
Mario se retira un momento en el que busca su cámara. Cuando regresa, nos pide que nos ubiquemos justo delante de la pared de la sala que no tiene cortina y cuadros colgando. Dejando únicamente como fondo el color lila de la pared.
Naia se encuentra en medio de ambos, dándonos las manos y la comisura de mis labios cosquillean por curvarse en una amplia sonrisa.
—Listo —informa Mario luego de hacer un par de tomas —Nolan, carga a Naia.
Hago caso a lo que me pide y cargo a mi pequeña. Sin cambiar el orden que teníamos anteriormente.
—Algún día se hizo realidad —murmura Naia en mi oído.
Aparto la vista de Mario para ver a mi hija, que está mirando a la cámara con una sonrisa hermosa.
Me es inevitable no sonreír sin dejar de mirarla al entender el por qué de sus palabras.
«Algún día», esas fueron sus palabras cuando me regaló aquel dibujo de una niña dándole las manos a lo que ahora puedo decir con seguridad que eran sus padres y los del dibujo éramos nosotros.
Escucho el sonido que hace la cámara al tomar otra foto, capturando este momento en el que mi sonrisa, es la fiel representante de la felicidad y si pudiera captar el brillo que probablemente reflejan mis ojos al ver a mi hija, con amor.
Esta noche no podía ser más especial. Los últimos años, para mí, esta fecha era simplemente un día más, como cualquier otro. Pero hoy no. No es un catorce de febrero cualquiera. Es el primero de muchos de los que pretendo pasar con ellas.
Como había planeado, cenamos en mi restaurante favorito de la ciudad. Todo agradable, mis acompañantes mucho mejor. No podía pedir más, con ellas siento que todo es suficiente.
—Todavía tengo un regalo que darles —no pude aguantar las ganas de decirlo.
—¿Más? —cuestiona Gaia.
Como si un ramo de rosas y un colgante sea mucho para ella. Para mí es poco, pero fue algo especial. Sobre todo porque las cinco rosas rojas del ramo, significan los últimos cinco años. Una por cada año que me hubiera encantado darle en estas fechas. Por otro lado, el colgante que ahora adorna su cuello del cual pende un dije en forma de estrella, en representación a como solía llamarle. Lo que era y significa ella para mí. Mi Estrellita.
Mi punto de referencia. A la que siempre acudía cuando no sabía a donde ir. Entre tantas personas, yo la elegí a ella, como mi principio y mi fin.
—Este es el mejor de todos, pero no sabrás lo que es hoy —aclaro, ganándome una mirada curiosa de su parte.
Y más que para ellas, es para mí. Algo que, aunque no compensa los años anteriores, compensan los que están por venir.
—¿Damos una vuelta por la ciudad? —me apresuro a preguntar, antes de que quiera saber y su insistencia me haga confesar antes de tener los papeles en mis manos —No es tan tarde —veo la hora en mi reloj —¿Qué dicen?
—Yo quiero —Naia es la primera en aceptar.
—Tus deseos son órdenes, pequeña.
La ciudad de noche es hermosa, pero en fechas festivas, mucho más. Los locales se visten con decoraciones acorde a las celebraciones y una de las más bonitas, es el día que se celebra el amor y la amistad. Por tanto, pasar por delante de tantos locales que no dejaron pasar por alto este día, es agradable a la vista. El ir y venir de las parejas, la alegría en sus rostros, la melodía de sus risas también es gratificante.
Decidimos regresar en el momento que Naia ya no podía aguantar más el sueño y terminó dormida en mis brazos.
—Me gustaría vivir juntos —me regaño internamente al notar por la sorpresa que baila en sus ojos, que no solo lo pensé, sino que expuse mis deseos en voz alta —Lo siento, eso fue algo... inapropiado.
Salgo de la habitación en la que acabamos de acostar a Naia, castigándome por haber dicho eso. No era momento. Es solo que, en los últimos días, esa posibilidad no deja de dar vueltas en mi cabeza. Sobre todo porque me he quedado en varias ocasiones y no quisiera que fuera casual. Quizás sea mi deseo de tener mi propia familia y la idea de vivir juntos no me pareció tan descabellada hasta que lo dije en voz alta y su expresión me demostró que estaba apurando demasiado las cosas.
—Nolan —su voz es casi un murmuro, como si le estuviera costando un mundo tener esta conversación.
—Hagamos de cuenta que no dije nada —pido, como si fuera posible —Lo dije sin pensarlo.
Se para frente a mí, me obligo a no apartar la mirada de la suya cuando siento que esa intensidad con que lo hace, es como si estuviera buscando a través de mis ojos lo que estoy pensando.
—¿Estás seguro? —cuestiona.
—Sí, fue un impulso.
Niega.
—¿Estás seguro que quieres que vivamos juntos? —termina de formular su pregunta anterior.
A diferencia de cuando lo dije hace unos minutos, en sustitución de su sorpresa, ahora está sonriendo.
Acaso, ¿No le desagrada la idea?
—Solo si tú quieres —me aventuro a responder.
En respuesta, deja un beso casto en mis labios.
—Sí, quiero. Pero...
Por supuesto, tiene que haber un pero.
—¿Pero...? —pregunto, queriendo saber ya.
—Vivir juntos sería desbloquear otro nivel de enfrentamiento con Nathaniel —responde —Además este departamento no tiene los lujos y comodidades que te ofrece la mansión —apunta a las paredes que nos rodean —¿Estás seguro?
Nunca había estado más seguro que ahora. Mi padre en algún momento tendrá que aceptar que no hay nada que pueda hacer para evitarlo, ya lo intentó una vez y las cosas no le salieron muy bien. Que ahora estemos en el mismo lugar, a tan solo unos pasos de distancia es la prueba de que: "No importa lo que un tercero haga para separar a dos que se quieren, cuando hay amor, están destinados a encontrarse".
***
No hay noticia mejor para alegrar mi día, que la información del papel que sostengo en mis manos. Desde que hice la solicitud de este trámite, no veía la hora de que fuera oficial.
—Gracias por agilizar este proceso —expreso mi gratitud.
—Es mi trabajo —contesta Joseph.
El abogado que había contratado para resolver todos los asuntos legales de la herencia que me había dejado mi madre y que ahora me había ayudado con una solicitud especial.
—Me mandaste a llamar y aquí estoy —Alice entra a mi oficina sin tocar la puerta, como ya es costumbre en ella.
—Sí, toma asiento. Él es Joseph —hago la presentación.
—Lo conozco, trabaja en un bufete de abogados muy reconocido. Veinte años de experiencia, y permite hacer prácticas a los estudiantes de Derecho en su penúltimo semestre en sus instalaciones siendo asistentes de sus abogados —no me sorprende que conozca toda esa información —Yo fui una de las afortunadas. No sé si me recuerda, fue hace tres años.
—Me gustaría decir que sí, pero en tres años he visto muchas caras y no reconozco la suya.
Ella se limita a asentir y vuelve a poner toda su atención en mí.
—¿Es el representante de una empresa que quiere que hagamos su publicidad? —investiga.
—No. Me estuvo ayudando con esto.
Le extiendo el documento que Joseph me había entregado unos minutos atrás. Documento en el que queda legalmente registrada Naia como mi hija, en donde mi apellido va después de su nombre. El regalo que quería hacerle a Gaia y a mi hija.
—¿Por qué no me lo pediste a mí? Yo pude hacer este trámite.
—Porque ya no trabajas para mí —respondo, entregándole otro documento en el que ya no requiero de sus servicios —Joseph se encargará de todos los asuntos legales a partir de este momento.
Sus ojos se abren, más de indignación que por sorpresa.
—¿Tu padre sabe de esto?
—No tengo por qué darle explicaciones de las decisiones que tomo en mi empresa y menos de las personas que quiero que estén en mi equipo.
Y claramente ella no es una de esas personas. No después de enterarme que ella y mi padre estuvieron confabulados para hacerle firmar a Gaia el documento en donde renunciaba a su derecho de tener la custodia de mi hija.
—Me disculpo —Joseph se pone de pie y lo imito —Voy a retirarme para que puedan tener esta conversación.
Lo acompaño hasta la puerta de mi oficina y le agradezco una vez más que haya aceptado trabajar para mí.
—A partir de hoy ya no trabajas para Star Agency —aclaro mi decisión —No acepto a personas que responden ante las órdenes de otros y no las mías. Menos a las que se aprovechan de su trabajo y engañan a otros como hicieron mi padre y tú con Gaia.
Me quedo de piedra cuando su boca se estampa contra la mía. Con movimientos toscos intentando pasar con su lengua la barrera que son ahora mis labios sellados. Evitando no ser tan brusco, cierro mis manos en sus hombros y la alejo de mí, sintiendo no suficiente doy un paso atrás para poner más distancia. Sin poder evitarlo, me paso con desesperación una mano por la boca, borrando cualquier rastro de saliva, pero esa sensación desagradable de su gesto al besarme no me lo puedo quitar.
—Primera y última vez que lo intentas —dejo claro, con la rabia vibrando en mi voz.
—Esa mujer será tu perdición —refuta antes de salir azotando la puerta.
Regreso detrás de mi puesto y una vez tomo asiento, doy un golpe en el escritorio, sin notar que alguien había abierto la puerta y sus ojos estaban fijos en mí, haciendo una pregunta en silencio que después hizo en voz alta.
—¿Pasa algo?
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