Capítulo 34
Gaia
La mejor solución que encontré para aligerar la tensión que estaba experimentando fue una larga ducha. Tuve que inventar una excusa para que Naia estuviera tranquila, la forma en la que Nolan se fue la hizo pensar que fue porque no le gustaron las fotos.
Se había marchado hace unas horas, así, sin más. Negando ser el autor de la hoja que tenía pensado deshacerme de ella, pero ahora está en su poder. Todavía me encuentro confundida por su reacción, me estoy debatiendo si llamarlo y exigirle una explicación, enfrentar de una vez por todas ese asunto o dejarlo pasar. De todas formas, el daño ya está hecho.
Me apresuro a abrir la puerta cuando escucho el timbre, a penas había conseguido que Naia se durmiera y no quiero que se despierte.
Como si mis pensamientos lo hubieran atraído, en el pasillo frente a mi departamento, se encuentra Nolan.
—Ya es tarde, Naia está dormida.
Me fijo en sus ojos, están un poco hinchados y rojos.
¿Ha estado llorando?
Me toma por sorpresa cuando se acerca y acuna mis mejillas en sus manos, pegando su frente a la mía.
—No fui yo —dice, sin dar detalles de más.
Su boca encuentra la mía y no sé cómo reaccionar, por un momento considero corresponderle, pero doy un paso atrás. No pretendo continuar este juego en el que él me deja y vuelve cuando quiere.
—¿Qué pretendes, Nolan?
—No fui yo —repite —La carta, no fui yo. También recibí una —del bolsillo de su pantalón saca un papel, bueno, son dos y me pasa uno —Fue mi pa... Nathaniel. Él inventó todo esto.
Empiezo a leer y una opresión en el pecho me hace llevar una mano a esa zona. Las letras impresas al final llevan mi nombre como firma. Por un momento considero que es una trampa, que se lo acaba de inventar y que todas las horas que pasaron desde que se fue, solo estaba tramando esto. Intentando quitarse la culpa de lo que me hizo. Entonces analizo detalladamente el papel, el color casi amarillento que está tomando la hoja, la tinta un poco regada producto a la humedad como si le hubieran caído gotas de agua o lágrimas, no parece ser de hace unas horas. También está arrugada, como la que yo he tenido en mi poder durante años.
—Yo no hice esto —me adelanto a decir, aunque no me ha echado la culpa, me veo en la necesidad de aclararlo.
—Lo sé... ahora lo sé —da un paso hacia mí —Ahora entiendo el por qué no me llamaste. La razón por la que creíste que no eras importante para mí, yo... lo siento por todo esto. Si tan solo lo hubiera sabido antes, no me hubiera comportado como un imbécil cuando supe lo de Naia, yo...
—Eso no te escusa, Nolan —doy un paso atrás —Siendo conocedor de que todo fue una mentira o no, me trataste mal. A mí, que supuestamente había sido...
¿Quién había sido yo para él?
—Gaia...
—Ya es tarde, es mejor que te vayas —pido apuntando a la salida —Tengo que procesar esto.
Tantos años viviendo en una mentira, creyendo que había sido solamente un juego y ahora resulta que fue una trampa de Nathaniel, que Nolan no tiene la culpa.
—Ahora mismo no sé qué pensar —digo, queriendo no hacerlo sentir culpable contra esto, él también fue una víctima —Necesito... lo siento, no es tu culpa.
—Tantas veces insinuaste sobre esto y yo en lugar de cuestionar a qué te referías, no pregunté nada —se pasa las manos por el pelo revolviendolo un poco —En eso tengo la culpa. Tuve la oportunidad de descubrir esto antes, pero la verdad que yo conocía, bueno... la mentira, me tenía tan cegado de rabia y no podía ver más allá de que tú te fuiste.
Parpadeo en un intento de alejar las lágrimas, sin mucho éxito. Un par de ellas se me escapan antes de poder retenerlas.
Lo invito a pasar a la sala y tomar asiento, es momento de tener la conversación que debimos tener hace mucho.
—No fui tu juego —digo más para mí que para él.
—No.
—No fui tu pasatiempo.
—Mi padre hizo de las suyas para engañarnos...
—Y tú te lo creíste —lo acuso —No lo dudaste ni un instante, ni siquiera un solo segundo y me condenaste culpable de haber escrito...
De repente la rabia toma el control de mis emociones y lo hago responsable de lo que no tiene la culpa, solo por el hecho de haber creído las patrañas que quedaron plasmadas en esa hoja.
Sus ojos bailan escaneando mi rostro, confundido por mi ataque.
—Tú también lo creíste, Gaia —responde a la defensiva —Tú te fuiste y ni siquiera me esperaste para pedir una explicación, tú...
—Yo, Nolan. Exactamente yo... ¿Cómo pudiste creer que estaba contigo por dinero? Que soy una... ¿Interesada?
Él no escribió la carta que yo recibí, pero que haya creído que estaba con él por un poco de dinero, es decepcionante. Era más fácil creer que no me quería a dar por hecho que mi relación con él fue para obtener algún tipo de beneficio económico.
—Te fuiste —repite, da un paso a mi dirección —Y sí, creí lo que decía ese pedazo de papel. Pero tú te fuiste y eso lo hizo más verídico. No podía encontrar otra explicación, ni pensar que todo era mentira, porque... te fuiste y yo... lo creí.
Niego frenéticamente. De todas las cualidades malas que podría tener, la ambición era una que no formaba parte de mí y él lo sabía.
Un sabor amargo escala por mi garganta y siento náuseas. Ambos caímos en las mentiras que formaron esos párrafos. Esas palabras que hicieron más daño que una herida física y sangrante. Aún así, mi castigo fue más grande, mi dolor, todo a lo que me tuve que enfrentar en Londres.
Y sí, yo caí en esas patrañas que, hasta el de doy, creí que eran verdaderas. Yo creí que no me quería, pero luego de lo que pasó la última vez que nos vimos hizo peso en mi mente. Su poco trato y la seriedad con la que me habló. Se fue y solo él sabe dónde, a penas cruzó un par de palabras conmigo y me sentí ignorada. No había nadie cerca. No estaba mi padre, no estaba el suyo. Solo se fue.
—Tú te fuiste primero —contraataco retomando la conversación —Yo me acerqué y en lugar de preguntarme al menos cómo estaba después de una semana sin siquiera vernos de lejos, me dijiste que tenías algo importante que hacer —recito como si estuviera narrando lo que había pasado en ese entonces —Yo creí que no me querías, que solo fui un juego, pero me regalaste tu indiferencia sin merecerla y no me detuve a cuestionar cómo era posible que todo ese tiempo fuera un pasatiempo. Respóndeme algo, Nolan ¿En qué momento yo te di a entender que me importaba el dinero?
Silencio. De su boca no sale una sola palabra, pero sus ojos parecen querer gritar muchas cosas.
No debería atacarlo de esta forma. Solo que es la única persona frente a mí y no tengo a nadie a quien reclamarle por todo el trabajo y la angustia que eran parte de mi día a día.
—No me buscaste —continuo mi reclamo —Mientras yo buscaba un lugar donde vivir porque me expulsaron de la residencia cuando mi vientre empezó a notarse más grande, tú estabas aquí. Con lujos y comodidades. En ese momento si me interesó el dinero, pero no para mí, sino para las necesidades que necesitaba mi hija.
—¿Por qué nos estamos echando la culpa entre nosotros? —cuestiona acercándose más —Los dos creímos en mentiras diferentes. Si vamos a buscar quién de los dos es más culpable, estamos empatados. Y no, Gaia. Ese día no te estaba ignorando. Eso importante que iba ha hacer, era buscarnos un espacio en casa del abuelo para que no te tuvieras que ir a ninguna parte porque mi padre seguía insistiendo con eso. Solo que cuando regresé, ya no estabas.
Comunicación. Eso fue en lo primero que nos equivocamos.
La falta de comunicación nos había conducido a un acantilado. Dimos por cierto mentiras. Puñales disfrazados de palabras y no dudamos en tomar el mango y enterrar la hoja filosa en nosotros mismos.
Tan fácil fue engañarnos. Solo bastó sembrar la semilla de la duda. Nosotros mismos nos encargamos de regarle agua y creció. Demasiado rápido, como una plaga propagándose.
Aquellas cartas fueron el veneno y nosotros fuimos el conducto que infectó nuestro corazón, confundido nuestra mente.
Las cosas hubieran sido más fácil si al menos nos hubiéramos enfrentado. Si tan solo nos hubiéramos pedido una explicación... los últimos cinco años habrían sido de otra manera.
—Yo... no puedo hacer nada para dar marcha atrás, pero estoy aquí como en el principio. Si me lo permites, Gaia.
¿Me amas? Me encantaría preguntarle en voz alta. No creo haber escuchado un "Te amo" nunca escapar de sus labios dedicado a mí, pero me contengo. Ahogo esas dos palabras en mi mente. Si tengo que escucharlo después de casi prácticamente pedírselo con una pregunta, me niego.
Y justamente eso es lo que necesito escuchar de su parte en este instante. Saber la verdad ahora no me es suficiente. Necesito escuchar su voz, rompiendo los muros que construí durante todos estos años en los que pensé que solo era la chica de turno.
Vamos, dilo. Suplico para mis adentros, pero mi ruego silencioso no llega hasta él.
Hasta ahora soy conciente que solo estamos a solo un paso de distancia. Sus ojos fijos en los míos, pidiendo una respuesta.
Silencio. Ese es el escalón al que nos subimos más rápido. Y si las palabras pueden herir, el silencio es una cruel y lenta tortura.
¿Qué se supone que debo contestar?
¿Lo dejo entrar una vez más?
—Yo no voy a ir a ninguna parte —empiezo a decir con la voz casi apagada —Necesito... —que me digas lo que realmente sientes por mí, termino de decir para mis adentros —Pensar —digo en cambio —No es fácil soltar la idea que tenía de los últimos años así por así, aunque sepa que todo fue una trampa.
Eso no me es suficiente, aunque contradictorio para mí misma. Ya le había dado una oportunidad, solo que, en ese momento seguía pensando que hace cinco años fui su juego. Ahora necesito que me diga sus sentimientos porque con mis palabras lo estoy alejando. Todo por mis emociones contradictorias.
—Gaia...
—Lo sé, Nolan. No tienes que decirme otra vez que no fuiste tú —lo corto antes de que pueda decir algo más —También está el como me hiciste sentir hasta hace unas horas desde que sabes de Naia. Y te entiendo, te juro que entiendo que hayas reaccionado así, por eso espero que entiendas como me estoy sintiendo ahora.
—¿Cómo te sientes?
Esa pregunta mayormente se responde con "bien", algunos tienen el valor de responder con "mal". En este momento yo descarto ambas, porque...
—No lo entenderías —respondo.
—Entonces dime para entenderte.
—¿Confundida? —en lugar de afirmarlo suena más a una pregunta.
Y debería estar feliz, después de todo, resulta que no fui para él cualquiera. Pero, ¿Qué fui?
Ahora, ¿Qué soy?
¿Un viejo amor?
¿La madre de su hija?
La mujer que, ¿ama?
¿Realmente me ama? ¿Lo hace?
—Estoy aquí, sigo aquí.
Su voz me hace salir del mar de cuestionamientos en el que nada mi cabeza. Veo el corto recorrido que hace su mano hasta que su pulgar hace contacto con mi mejilla y limpia el recorrido la una lágrima que no había sentido.
Está aquí, frente a mí y yo simplemente lo estoy dejando ir, así de fácil. Mi cabeza cae en su pecho, aspiro su aroma y sus brazos rodean mi espalda. Se siente tan jodidamente seguro que no sé porque todavía me estoy cuestionando sus sentimientos por mí.
Tan solo basta que... y, ¿Por qué yo no le digo primero mis sentimientos?
¿Si dejo de esperar a que sea él quién de el primer paso cuando yo también puedo hacerlo?
¿Lo estaría presionando a responder con lo mismo?
Mejor lo dejo estar, hoy no va a pasar.
Hoy no puedo decirle: Te amo.
—Yo también —dice en un susurro pegando sus labios a mi frente y dejando un suave beso.
Me despego de él para poder verlo a los ojos y sus labios están curvados hacia arriba.
—¿Tú también, qué? —pregunto sin entender.
—No sé cuándo pasó, porque todo empezó como un juego de niños, entonces crecimos y ya no quería que fuera un juego. Te quería conmigo y hasta el día de hoy es lo que más quiero. Yo también "te amo", Gaia.
Los ojos se me quieren salir. ¿Lo dije en voz alta?
Que más da, sus palabras parecen sincera y el calorcito que se instala en mi pecho es tan agradable. Algunos lo describirían como un montón de mariposas aleteando yo lo describiría como la sensación más parecida al alivio y una alegría desmedida haciendo fiesta en mi estómago.
Sus labios conectan con los míos por unos segundos, suaves. Un roce tentador que cuando quiero profundizar se aleja.
—Cuando estés lista para seguir con esto, con nosotros... —nos señala a ambos —Solo tienes que decirlo. Si esperé por cinco años creyendo que solo fui un cheque, ahora que sé la verdad, puedo esperarte toda la vida.
Me hubiera encantado decir la palabras que estaban merodeando en mi interior: "Estoy lista". Pero tal vez sea lo correcto darnos un espacio.
Los años no pasaron por gusto. Cambiamos y hay recuerdos que hay que dejar en el pasado, no sea que salgan a la luz en forma de reclamos. No quiero reclamarle que si me hubiera buscado o no creído lo que decía en aquel papel, mi hija no hubiera corrido peligro.
—Yo sí sé —digo de pronto, sin poder controlarlo.
—¿Qué?
—Cuando cumplimos quince años, dijiste: "Ya falta poco" y cuando te pregunté a lo que te referías, respondiste: "Para que seas mi novia". Ese día todo se volvió real para mí.
Tal vez fue antes, pero ese día supe que ya me había enamorado.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top