Capítulo 26

Nolan

Intento escuchar todo lo que habla Elisabeth, pero no soy capaz de concentrarme en ninguna de sus palabras. Lleva al menos quince minutos informándonos de las pocas citas programadas para esta semana, yo solo quiero que termine y nos deje solos pronto.

Gaia, en cambio, la escucha sin perderse detalle.

—Britney...

—Britney Jones —termina de decir Gaia por Elisabeth.

—Sí, ella. ¿Entonces, sí la conoces?

Me mira por unos segundos y vuelve a poner toda su atención en la secretaria para responderle.

—Sí, la conozco. Los últimos meses habíamos compartido un poco. Es hermana de... —guarda silencio buscando un nombre que al parecer no recuerda o no quiere decir —Es hermana de un amigo.

No quiere decir el nombre, si realmente es un amigo, recordaría como se llama.

—Entonces ya todo está listo. Le mandaré por correo el contrato y programaré todo para dentro de un mes. ¿Les parece bien o es mucho tiempo?

A Gaia le parece bien y yo no me opongo. Termina de programar todo lo que queda y los trabajos para empresas pequeñas que nos contactaron en este nuevo año. Una vez todo listo, al fin, se retira de mi oficina.

—Tienes muchos amigos en Londres —eso fue una afirmación que no pude guardarme.

—En cinco años se conoce a muchas personas y sí, tengo muchos amigos.

Lo mejor es que no insista por el camino por el que iba. No puedo preguntarle por ese amigo en específico cuando no tengo derecho a hacerlo. Si en algún momento desea contarme cómo es que conoce a la dueña de la empresa de cosméticos con la que trabajaremos en un mes, entonces lo sabré, hasta entonces, solo debo quedarme con la curiosidad.

Salgo de mi puesto en mi escritorio y lo rodeo para ponerme frente a ella, apoyándome en él. Le hago un gesto para que se acerque y lentamente se pone de pie, dejando solo unos centímetros de distancia.

—No veía la hora de que Elisabeth se fuera y poder besarte —digo en un susurro, acunando sus mejillas en mis manos.

Una pequeña sonrisa curva sus labios y justo en el momento que me inclino para besarla, registro el sonido de la puerta abrirse.

—Listo, ya no tienes ninguna basura en el ojo.

—¿Basura? —pregunta ella, sin entender.

—Lo siento —susurro, moviendola suavemente hacia atrás para tomar un poco de distancia.

Miro a la entrada donde mi padre y Alice están de espectadores.

—¿Interrumpimos algo? —cuestiona él y su tono de voz no es muy educado que digamos.

—Sí. Antes de entrar se toca la puerta —reclamo, regresando a mi asiento detrás del escritorio —La próxima vez, o esperas a que mi secretaria te anuncie o tocas y espera que te den permiso a entrar.

Me aguanto las ganas de mirar a Gaia, pero siento que ella me está mirando a mí desde el mismo lugar que la dejé.

—No sabía que tenía que ser anunciado para venir a la oficina de mi hijo —dice, empezando a caminar a mi escritorio con la abogada a su lado.

Toman asiento sin ser invitados a hacerlo.

—Con permiso, yo... —en cuanto escucho su voz la miro —Yo me retiro.

Al instante me arrepiento de haber actuado como lo hice. En sus ojos veo un atisbo de rabia y puede que también tristeza. Pero no podía ser de otra forma. No por ahora.

—No hemos terminado —le digo en un intento de arreglar mi error —Seguiremos en cuanto...

—No, ya todo está dicho.

—Quedate, Gaia —ordena mi padre —Este asunto también es de tu incumbencia.

La veo tensarse y solo espero que esto acabe pronto y poder explicarle por qué actúe de esa forma.

Alice nos entrega unos papeles a los cuales leo con mucha atención, aunque la mayoría no los entiendo.

—Son muy buenos números —afirma Gaia, al parecer ella sí los entiende —Teniendo en cuenta que solo tenemos poco más de un mes en el medio, las estadísticas son favorables y van en aumento.

—Yo no quiero buenos números, quiero exelentes —y ahí está el señor imponente, el hombre de negocios, Nathaniel Miller —Todos los meses evaluaré la contaduría, espero que estos números sean el triple en el próximo mes y al siguiente vaya en aumento. Que se vea el resultado y encuentre bien haber hecho está inversión que nunca debí hacer.

Aunque le estaba respondiendo a Gaia, sus últimas palabras fueron para mí. Lo supe porque no solo las dijo mirándome, sino que también entendí el por qué las dijo. Si no fuera por la inversión, Gaia no estaría de regreso.

No quiero empezar una discusión con él, por lo tanto solo escucho todo lo que tiene que decir. Alice me entrega un contrato en el que, si durante un periodo de tres meses, los gráficos no van en aumento, no solo tengo que devolver las oficinas que me cedieron para "Start Agency", sino que también tengo que devolver el dinero que invirtió quién dice ser mi padre para que esto fuera posible. Dinero que es de mi madre y aunque la mayoría Nathaniel lo heredó, yo también tengo un porciento del que al parecer no tengo derecho.

Y su mensaje es claro: "Si tengo que soportar verte cerca de ella, al menos hazme ganar mucho dinero". No tiene que decirlo con palabras, sé que es eso lo que está pensando.

Firmo los papeles, da igual si los números crecen o no. Si tengo que recurrir a un abogado para tener acceso a la herencia que dejó mi madre, lo haré. Así ya no tendré que estar recibiendo migajas de mi propio padre y por supuesto, no tener que darle explicaciones de lo que hago con él.

—Ahí tienes —le devuelvo los papeles a la abogada, pero no aparto la vista de mi padre —Si en tres meses los ingresos no han aumentado, te devolveré tu piso y alquilaré otro. También te devolveré tu inversión y que no te tome de sorpresa si consulto a un abogado para tener acceso a la herencia que dejó mi madre. Hace años debí hacerlo, no lo ví necesario hasta ahora, pero ya es momento de que yo mismo pueda administrarlo y utilizarlo en lo que se me antoje —hago un ademán con la mano en dirección a la salida —Ya pueden retirarse.

Y háganlo pronto. Digo para mis adentros, necesito hablar con Gaia ya.

—No hemos terminado —Nathaniel se levanta del asiento, imponiendo su altura.

—Yo sí terminé y lo dejé todo claro.

Ahora soy yo quien me pongo de pie.

—Nolan, no voy a permitir que me hables de esa forma y menos delante de...

No dice el nombre, pero aún así, su vista viaja hasta ella, haciéndola sentir más incómoda de lo que yo había hecho antes.

—Gaia, no te vayas —pido en cuanto da los primeros pasos en dirección a la puerta, pero no se detiene.

Regreso la vista a mi progenitor, sintiendo la rabia a punto de ebullición en mi interior. No lo entiendo o no quiero entenderlo, pero definitivamente no voy a intentarlo. Quién tiene que entender es él y por mucho que le moleste, no me va a impedir ser feliz con la mujer que quiero.

—Parece que se te olvidó lo que te dije en nuestra última discusión.

No, no lo olvidé. Aún así, no permitiré que me separe de lo que quiero. En cuanto hable con un abogado y tenga acceso a mi dinero, Thomas y Amaia no pasarán trabajo si el señor frente a mí cumple su amenaza de despedirlos.

—Alice, es mejor que nos dejes solos —le aconsejo a la abogada que inmediatamente se levanta para marcharse.

—Tantas mujeres en el mundo y prefieres a una que...

—A una que en algún momento le tuviste cariño. La tratarte como si fuera una hija, incluso mejor de como lo hacías conmigo —expongo con rabia, apuntandolo —¿Eso fue lo que hizo que la odiaras? ¿Que la chica a la que le abriste la puerta de tu casa junto a su familia y a la que viste con los ojos que en toda mi vida desee que me vieras a mí estuviera conmigo? —cuestiono sin poder guardarmelo —Y no me importaba, ¿Sabes?

—¿Qué? No sabes lo que estás diciendo, yo nunca...

Suelto una risa irónica que lo hace callar.

—No me importaba. Era un niño, pero todavía recuerdo cosas —le aclaro —Sobre todo esas en las que necesitaba a mi padre y no lo tuve. Tampoco me molesta que intentaras serlo para ella. A sus padres siempre lo has tratado mejor que a cualquiera de tus otros empleados y ahora me reclamas por haberme enamorado de ella, ¿Por qué? Ella no es tu hija, yo sí. Se supone que tienes que apoyarme.

La voz se me gasta en las últimas palabras, pero estoy seguro que escuchó bien lo que dije.

No lo culpo por tomarle cariño a esa familia. Ellos siempre fueron muy atentos y sería imposible no quererlos. Thomas y Amaia no solo son los empleados de mi padre, también son sus amigos, diría que los únicos. Aunque mi padre se empeñe en usarlos, amenazarme con ellos y despedirlos si vuelvo a salir con su hija. La misma chica a la que le enseñó las pinturas de mi madre que tiene en una pequeña galería al lado de su oficina en la mansión, mientras a mí no me las mostraba y solo tenía que mirar desde lejos, escondido. Pero todo ese cariño se extinguió cuando nos vió juntos en mi cama hace cinco años.

La chica a la que vió junto a su hijo, dejó de ser la hija de sus amigos y se convirtió en la hija de sus empleados.

La chica que antes admiraba por sus buenas notas, dejó de ser digna de su admiración solo porque estuvimos juntos.

Ya no era alguien a quien podía ver con los ojos que un padre ve a una hija, no. Ya para él, ella solo era un estorbo a la que tenía que mantener lejos de mí.

—No sabía que te sentías así. Siempre traté de ser un buen padre, yo...

—Un buen padre no se aleja de su hijo el día de su cumpleaño. Ni le oculta cartas o pinturas de su madre. Un buen padre no lo intenta, simplemente lo es. Es el primero en felicitarlo, tú nunca lo has hecho conmigo. Un buen padre no le negaría a un hijo lo único que le queda de su madre.

Siento una opresión en la garganta y me obligo a no flaquear.

—Nolan... no sabes lo que dices. Te estás comportando como un completo idiota. Su regreso te a afectado grandemente —intenta excusarse —Solo te va a utilizar, seguramente ella misma te insinuó que fueras con un abogado para después dejarte sin un solo centavo.

—Ella no tiene nada que ver en eso —aclaro —Acabo de tomar esa decisión y nada de lo que digas impedirá que tenga acceso a mi dinero. No voy a tener que vivir con las migajas que me ofreces y amenazas con quitarme si las cosas no pasan como tú quieres.

Afloja el nudo de su corbata y sin mediar otra palabra, me da la espalda y se va.

Tomo asiento cuando siento un temblor en las piernas. Enfrentarme con él y hablarle de esa forma es algo que no me gusta, pero es necesario. Tengo que ser firme, de lo contrario siempre me tendrá a su voluntad. Haciendo lo que él consideré que es mejor para mí. Limitando mis decisiones y juzgando cada cosa que hago.

Una vez que estoy relajado voy a la oficina de Gaia. Tengo que explicarle lo que pasó antes de que nos interrumpieran. Cuando entro a su oficina la veo salir de su baño, pasando sus manos húmedas por su rostro también húmedo. Le extiendo un pañuelo que llevo en uno de los bolsillos traseros de mi pantalón para que pueda secarse, pero no lo toma.

—Lo que pasó antes...

—Me quedó muy claro —rápidamente me corta —Lo entendí muy bien. De tu pasatiempo ascendí a basura, ¿O descendí? No sé cuál de los dos es peor.

Definitivamente debí contarle antes con lo que Nathaniel me amenazó. Nos estaríamos ahorrando ahora está conversación.

—Dejame explicarte...

—No tienes por qué hacerlo, Nolan. Yo solo soy una basura que fácilmente te puedes sacar de los ojos.

Y ahora está usando mis palabras en mi contra.

—No podía dejar que mi padre nos viera juntos. No por el momento.

Suelta una carcajada que no dura mucho y da dos pasos al frente para quedar al menos a un metro frente a mí.

—¿No por el momento? —cuestiona alzando las cejas —¿Qué me estás diciendo? No, espera. No me digas. Ya me quedó claro. Nadie puede saber que estamos saliendo. Para ti es mejor vernos a escondidas y así solo puedes meterte y salir de mi cama cuando se te de la gana y yo... ¿Y yo qué? —hace un ademán al aire —Me pides una oportunidad. Acepto que de nuevo entres a mi vida dándote el poder de volver a darme un tiro de gracia y solo tengo que conformarme que esto, tú y yo —nos señala a ambos —¿Tenemos que escondernos? No, Nolan. No voy a aceptar tus migajas.

Lo que menos quiero es esconderme, pero tampoco voy a permitir que mi padre despida a los suyos. Su amistad no le va a importar y si tiene que despedirlos por yo estar con ella, lo hará sin dudarlo. Lo conozco bien, o él me conoce muy bien a mí y está confiado que no haría nada para perjudicar a Thomas y a Amaia. Por tanto los está usando para que yo me aleje de ella.

—Migajas sería lo último que te daría —intento acortar la distancia, pero da un paso atrás y me detengo —Lo que hice en mi oficina...

—Me hiciste sentir como una basura, Nolan...

—Me amenazó con despedir a tus padres si se enteraba que estábamos juntos —aclaro el único motivo por el que actúe de esa forma —No fue mi intención que te sintieras así. Solo lo hice para que no supiera que un segundo antes intentaba besarte, Gaia.

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