Capítulo 25

Gaia

La ciudad en la que viví la mayor parte mi vida, sigue igual, aún así, me siento una extranjera en ella. Sus calles, y su arquitectura parecen una novedad para mí. Como si hubiese olvidado que en más de una ocasión me brindaron su hermosa vista mientras me trasladaba por ella, solo que cada una de esos momentos siguen intactos en mi mente. Los malos, los buenos y todos los que pasé con Nolan.

Último día del año. Tanto tiempo había pasado desde la última vez que celebraba esa fecha con mis padres, que ahora me resulta un poco extraño no estar en Londres con Naia y Mario. Me habría encantado que estuvieran aquí, conmigo. Compartiendo y presentándole a mis padres, el lugar donde crecí... Nolan.

Mi felicidad estaría completa.

Mario haría esos cuentos que siempre te hacen reír hasta que te duelen las tripas y Naia, probablemente, estaría corriendo por doquier como el tornado que es. Sonrío para mis adentros ante la imagen que se reproduce en mi mente con ese pensamiento.

—Llegamos —me avisa Nolan alejando la nube de pensamientos dentro de mi cabeza —Hace un par de minutos, de hecho —recalca, lo miro —¿Quieres ir a otro lugar?

Niego.

—Solo estaba pensando —confieso ante su atenta mirada —Tanto, que ni siquiera me di cuenta que nos habíamos detenido.

—¿Pensaste en nosotros?

Toda la noche. Grita mi conciencia y ahogo esas tres palabras en mi garganta para que no salgan.

Doy un brinco en mi lugar, cuando alguien da varios toques de mi lado de la ventanilla, en el asiento de copiloto.

—Buenos días, Thomas —saluda Nolan cuando termina de bajar la ventanilla.

Mi padre apenas le corresponde con un asentamiento de cabeza.

—Tu madre te está esperando —dice serio, vuelve a mirar a Nolan unos segundos —No la hagas esperar más.

Empiezo a quitarme el cinturón y aunque mi padre no fue el más educado hace unos segundos, agradezco que haya interrumpido. Ahorrandome contestarle al hombre a mi lado que no puedo sacarlo de mi cabeza.

—Te veo más tarde, supongo —digo abriendo la puerta.

Él asiente y por su mirada estoy segura que todavía está esperando una respuesta, que aunque raspa mi garganta por salir, todavía no estoy preparada para decirlo en voz alta.

Termino de salir y camino a la casa de mis padres. Desde hace una semana mamá me había hablado de los planes que tenía para hoy. Se suponía que ayer debería haber venido para ayudarla con las compras. Después del aeropuerto pretendía venir, pero todo se complicó. Primero Nolan, luego con la mamá de Beth y cuidar a Elijah. Ni siquiera mandé un mensaje para decir el por qué no iba a llegar. No tuve tiempo para pensar en ello, hasta esta mañana cuando llevamos al pequeño con su mamá y hasta que no tomé mi teléfono no fui conciente de todas las llamadas que tenía perdida y mensajes preocupados porque ni siquiera respondía.

—¿Qué hacías con él? —cuestiona mi padre cuando lo alcanzo.

—Ya se los conté cuando hablamos por teléfono. Nuestra secretaria necesitaba ayuda y fuimos los únicos que pudimos ayudarla.

—¿Y no podías hacerlo tú sola o él solo?

—Estábamos juntos cuando ella llamó, ya te expliqué la situación de su mamá y no era un problema cuidar de su hijo mientras estuviera en el hospital —le cuento, otra vez, lo que ya le había dicho por teléfono.

—¿Juntos?

—¿Escuchaste lo otro que dije?

Quizás no era correcto responderle de esa forma, pero en ese momento lo creí necesario. Su comportamiento con Nolan, puedo entenderlo hasta cierto punto. Hace un mes atrás yo también hubiera querido poner distancia, pero ahora no creo tener esa resistencia. No después de probar nuevamente sus labios y todo lo que pasó después de eso.

Sigo mi camino dejando a mi padre atrás. Saludo a mamá en cuento entro a la casa del jardín. El lugar sigue tal cual lo dejé. Sus paredes blancas de las cuales cuelgan algunos cuadros de fotos familiares y una que otra pintura. La sencillez reina en ella, aún así, su organización es reflejo de eso que podemos llamar: hogar.

Mi antigua habitación tampoco había cambiado, aunque sin lugar a duda, se nota que es atendida constantemente. Está limpia y ordenada. Encima de la cama personal están todos los peluches que iba adquiriendo con el paso de los años. Dejé la mochila que traía conmigo encima de la cama y de ella saqué un pantalón holgado un poco gastado junto con una camisa azul para cambiarme e ir a la cocina para ayudar a mi madre con los preparativos de la cena del último día del año.

—Ya estoy lista —dije en cuanto me uno con ella en la cocina —¿En qué puedo ayudarte?

Amaia sonríe en mi dirección, extrañaba tanto ver esa sonrisa que me fue inevitable no acercarme y darle un abrazo.

—A mí también me alegra que estés aquí —confiesa una vez que rompemos el contacto —Y por lo que veo, hay alguien muy interesado con tu regreso.

No era necesario que dijera un nombre. Sé perfectamente que está hablando de él.

—Sí, eso creo...

La noche anterior se recreo de nuevo en mi mente. Nolan pidiéndome volver. Continuar nuestras vidas, juntos. Probar lo que podemos ser. Yo pidiendo un poco de espacio para procesar todo lo que estaba aconteciendo con nosotros. Una parte de mí gritaba que sí y la otra que fuera prudente, siendo conciente que todavía teníamos cosas de que hablar antes de dar ese paso.

—¿Y tú?

—También me alegro de estar aquí.

Ella niega, haciéndome saber que esa no es la respuesta que quiere escuchar.

—Intentalo de nuevo —insiste, una sonrisa curva sus labios brindarme un poco de confianza —Pero esta vez se sincera, contigo misma —añade —Lo voy a preguntar de nuevo, reformulando la pregunta para que no busques una salida en otra respuesta parecida a la anterior, ¿Cómo te sientes respecto a eso, a él?

Bajo la mirada, buscando en mi interior y responderme a mí misma antes de decir algo.

¿Cómo me siento?

Es algo hasta gracioso porque solo habrían dos respuesta, bien o mal y sus respectivos argumentos. Solo que ninguna de las dos era mi respuesta, o sí, pero una fusión de ambas.

—A veces, siento que no debí irme —empiezo a decir, sin levantar la cabeza como si me lo estuviera confirmado a mí y no a ella —Otras veces, pienso que fue lo mejor. O sea, estudié en una buena universidad. Conocí a alguien muy especial que hasta el día de hoy ha sido como un hermano mayor que ha estado en todo momento y... —guardo silencio antes de mencionar a Naia, mis padres tampoco saben de su existencia —Y ahora estoy aquí y me hace cuestionar todo. Sentimientos que creí que no volverían a surgir, están como si nunca se hubieran ido. Como si todo ese tiempo solo estuvieron encerrados en alguna parte de mí y verlo, a él... hizo que la jaula se rompiera, liberandolos.

No dice nada, pero una de sus manos se posa en mi hombro y por instinto levanto la mirada hasta que choca con la suya. Y lejos de sentirme juzgada, me siento entendida.

—Y tengo miedo de que pase otra vez lo mismo —confieso.

—Siempre habrán dos caminos en la vida, el seguro y el equivocado. Pero no sabrás si lo que pueda pasar será bueno si no te arriesgas. Cuando un paracaidista salta hay una probabilidad de que el paracaídas no abra, aún así, se lanza.

Grabo sus palabras en mi mente, su significado y asiento sin poder decir algo más.

—Ahora, manos a la obra. La comida no se hará sola.

Agradezco que haya cambiado el tema de conversación, mi padre no tarda mucho en unirse a nosotras y no quisiera que su opinión al respecto, influyera —en cierto punto— en mis decisiones.

Pasamos casi todo el día en la cocina, como en años atrás era costumbre. Disfrutar del proceso mientras compartíamos en familia y preparabamos la cena. Mi mente en ciertos momentos se alejaba y Nolan aparecía en mis pensamientos. Las palabras de mi madre hacían peso en mi interior y lo tenía claro. Sabía cuál sería la respuesta que le daría, después de todo, si no me lanzaba nunca sabría si abrirá el paracaídas o no.

***

Nos trasladamos al jardín cuando la noche se hizo presente. Una pequeña fogata nos calentaba un poco de la frialdad. Ya habíamos cenado y decidimos salir para esperar la media noche mientras mi padre, con su guitarra vieja toca una que otra canción que, obviamente se las dedica a mi madre. Mi atención se queda fija en él, viendo como sus ojos, además del fuego que se refleja en ellos, tienen un brillo especial al mirar a la mujer con la que decidió compartir su vida y desee eso para mí. Tener la oportunidad de estar con alguien que me vea como él a ella.

Decido ir a buscar el postre que no me había comido después de la cena. Abro el refrigerador donde se había guardado y corto una pequeña porción del mismo, echándolo en un pequeño platillo. Un gemido de satisfacción sale de mi garganta cuando llevo el primer bocado a la boca, de niña el pastel de manzana había sido mi favorito, sobre todo si lo hacía mi madre. Una vez lo termino, tomo un poco de agua para quitar el sabor de mi boca y no regresar por otra porción.

Cuando llego de nuevo a donde mis padres, me encuentro con el señor Nathaniel sentado justo donde yo estaba antes.

—Buenas noches —saludo por el hecho de que mis padres están presentes y no por educación.

—Lo propio para ti, Gaia —corresponde con una sonrisa tan fingida que su rostro parece frizado con ese gesto.

No recuerdo muy bien los primeros años después de que mis padres llegaron a trabajar aquí y nos mudamos, pero sí recuerdo que Nathaniel era alguien a quien yo apreciaba mucho. Los años fueron pasando y podría apostar que también me tenía cariño. Pagó mis estudios desde pequeña en las mismas escuelas que su hijo, se preocupaba cuando yo enfermaba y siempre me decía que cuando necesitara algo podría pedirle ayuda sin problemas. Pero todo eso cambió cuando supo que Nolan y yo teníamos algo. Dejó de tratarme como antes y luego solo fui la hija de sus empleados. No perdía oportunidad de echarme en cara todo lo que había hecho por mí, que me tenía presente como si fuera una hija más y yo le clavé un cuchillo en la espalda al estar con Nolan.

Opté por acostarme en la hamaca cerca de ellos, con la vista fija en el fuego y escuchando en segundo plano la conversación que ellos tenían.

La media noche casi estaba cerca y con ella, un año nuevo se asomaba. Por mi mente pasa llamar a Mario para hablar con ellos, pero recuerdo lo de la diferencia de horas y que el cambio de año no sería al mismo tiempo en ambos países.

—Ya vamos a entrar —dice mi padre luego de que Nathaniel se fuera —¿Te quedas o vienes con nosotros?

—En un rato los acompaño —respondo, aunque ya el sueño estaba haciendo que mis ojos pensaran un poco.

Me quedo sola y cubro un poco mis piernas con la manta que había en la hamaca. Me meso suave por algunos segundos y cierro los ojos con la intención de relajarme un poco. La noche anterior a penas había dormido unas pocas horas. Un tanto por estar pendiente de Elijah y otro tanto por Nolan. Luego de la conversación que tuvimos en la cocina de mi departamento regresamos a la habitación donde el pequeño dormía plácidamente y ambos ocupamos el lugar de las almohadas. Él no tardó mucho en conciliar el sueño, pero a mí no me llegó tan fácil.

En algún momento me quedé dormida y solo despierto al sentir el calor de unas manos al hacer contacto con la piel de mis brazos. Una sonrisa amplia fue lo primero que ví.

—Te estaba tapando un poco —me explica Nolan, terminando de acomodar la manta de forma tal que me tapa hasta los hombros —¿Pensabas pasar la noche aquí?

Niego.

—No, yo... solo estaba esperando un poco más antes de entrar.

Aunque en realidad, solo esperaba tener la suerte de que salieras y poder hablar. Digo para mis adentros, confesando a mí misma lo que le debería decir a él.

Ambos miramos a la misma dirección cuando el primer campanazo de los doce que anuncian el año nuevo da comienzo, se escucha en nuestra ubicación proveniente del gran reloj del centro. Otro campanazo seguido de otro y otro... y otro. A lo lejos puedo ver en el cielo como se ilumina de varios colores gracias a algunos fuegos artificiales que le dan la bienvenida a un nuevo año.

Un año que vendrá lleno de desafíos pero también de oportunidades.

Nos felicitamos mutuamente y me levanto un poco de la hamaca hasta que quedo sentada en esta y mis pies descalzos tocan el pasto. Me coloco las sandalias y me pongo de pie para enfrentar al hombre frente a mí.

—Sí.

—¿Sí, qué? —cuestiona sin entender.

—Quiero quedarme, volver a empezar. Intentarlo...

Las próximas palabras que pretendía decir se apagan cuando sus labios hacen contacto con los míos. Haciéndome callar de esa forma. Una de sus manos viaja a mi espalda haciendo que me pegue más a él. Entonces me abraza una vez que rompemos el contacto de nuestras bocas.

—No quiero que te arrepientas —dice sin romper el abrazo —Me voy a encargar de que eso no pase. Esta vez todo irá bien.

Cierro los ojos, dejándome llevar por la promesa oculta detrás de esas palabras. Pase lo que pase a partir de hoy, ya ambos nos habíamos lanzado. En este momento, en este lugar. Solo nuestras actitudes y acciones nos harán saber si escogimos el camino seguro o el equivocado. Por el bien de los dos, espero que haya sido el primero.

—Y estoy seguro que esta vez sí vas a amarme —añade.

¿Cómo le digo que yo siempre lo he amado?

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top