Capítulo 24

Nolan

Miles de emociones me invadieron mientras nuestros cuerpos intentaban fundirse en el placer que florecía cada que hacíamos más fricción en el punto exacto. Nada había cambiado, nuestros cuerpos se reconocieron al instante y como un volcán, la lava se esparció por cada centímetro de nuestras pieles. Quemando, arrasando, liberando todo lo que ardía y estaba reprimido hasta que la erupción se hizo presente y nos dejamos fundir en el proceso.

La sentí más mía que nunca y el placer fue mayor cuando tuve la certeza de que ningún otro hombre la había tocado. Tal vez es idea mía, pero así lo sentí.

—¿Con cuántas?

Y como si hasta entonces he estado en una burbuja de jabón, poco a poco voy perdiendo fuerza y su pregunta me obliga a explotar mi felicidad.

—No entiendo, ¿Con cuántas qué?

Se gira para mirarme de frente, separandose un poco de mí y cubriendo más su cuerpo con la sábana.

—¿Con cuántas mujeres estuviste después que yo me fui?

Sabía la respuesta. Ni siquiera tenía que pensarla o rebuscar en mi mente algún número, sin embargo, de mi boca no salió ni un pequeño murmuro. Nada.

Silencio.

Ella mueve la cabeza en señal de afirmación como si la ausencia de mis palabras ya le hubiera dado la respuesta a su pregunta.

Más silencio.

De mi parte, de la suya. Solo un intercambio de miradas que intentan descubrir, como si fuera posible, lo que hay en la mente del otro.

—Entiendo, no tienes por qué responder y yo no debí haber preguntado —dice unos segundos después —Tampoco es que debas darme explicaciones de algo a lo que no tengo derecho saber. Es tu vida.

¿Cómo le digo que a pesar de los años ella ha sido la única mujer en mi vida?

—¿Si te digo que nunca hubo otra, vas a creerme?—pregunto, niega —Entonces no voy a decirlo.

—Pasaron cinco años...

—Cinco años en los que fingiendo haberte olvidado no tuve tiempo para otra mujer.

Confieso, aunque lo intenté. Juro que intenté borrarla, quemar las huellas invisibles que sus dedos habían dejado en mi piel. Olvidar sus besos en otros labios. Ahogar lo que siento por ella. Pero solo fue eso, un intento. Porque no dejé que otras manos me tocaran y aunque mis labios probaron otros, los rechazaba al instante. Y ese sentimiento que por más que quería llevarlo al fondo, se mantenía a flote sin darme derecho a mirar a otra sin que su recuerdo hiciera acto de presencia en mi mente.

Pero ella no sabe eso, por eso ahora niega repetidamente con la cabeza. Por eso no me cree.

Y tal vez ahora sería mi turno de preguntar, tal vez debería hacerlo. Tal vez su respuesta cambiaría todo, pero no lo hago. Solo la acerco a mí cuando veo que hace un movimiento para salir de la cama. Pero tampoco lo cuestiono cuando su pecho se une al mío y su respiración acaricia la piel de mi cuello. Y tal vez si lo hiciera, tal vez si le preguntara el por qué ella no estuvo con otro hombre, no habría ningún secreto entre los dos, pero no quiero que se sienta incómoda.

—Estoy siendo sincero —empiezo a decir con la necesidad de que me crea —Entiendo que no puedas creerme, pero la verdad es que nunca pude estar con otra y lo intenté —confieso —Jude me presentó a algunas de sus amigas modelos. Fui a un par de cenas, algunos besos con los que no me sentía a gusto, pero solo fue eso...

Me explico, contando la poca interacción que tuve con otras mujeres.

—No quiero saber eso...

—Escuchame —la interrumpo —Necesito que entiendas...

—No tienes que darme explicaciones.

—Aún así quiero hacerlo —sostengo mi punto y busco el contacto visual que me niega alzando su barbilla con un dedo —Acompañaba a Jude a ciertos eventos, sus amigas no dudaban en acercarse y al final de la semana, Jude me convencía de tener estás citas.

Suelta una risa irónica cuando escucha mis últimas palabras.

—Todo eso pasó dos años después de que te fuiste —continuo —Todavía sentía rabia por eso y convencerme no le costaba mucho, solo que cuando estaba en aquellas cenas pedía internamente que se acabaran rápido y al final de la noche cuando sus labios chocaban con los míos, lo único que sentía y necesitaba era tomar distancia y eso hacía.

—Voy a bañarme.

—Estamos hablando, no huyas.

—¿Quieres hablar? —cuestiona, asiento —¿Cómo es que traías un preservativo contigo? No me digas que ya tenías planeado esto, que pasaste por una farmacia antes de venir aquí...

—No lo hice...

—Entonces como es posible que lo tuvieras si supuestamente no tienes una vida sexual activa desde que yo me fui —frunce el entrecejo —Me cuesta creerte.

Sé que no debería reírme en este momento, que no es momento de hacerlo, pero no puedo evitarlo. Su voz sale en un siseo firme, ¿Celosa?

—Jude me lo dió. Antes de abordar al avión —cuento sin dejar de reír —Me dió una clase innecesaria de educación sexual para un adolescente y me dijo que no lo olvidara, otra vez.

—¿Te dijo eso?

Asiento, su expresión se transforma en una que no sé cómo explicar, quizás confusión o ¿Miedo?

—Voy a bañarme.

La dejo ir para no volver a poner una barrera más grande de la que estoy intentando derrumbar para llegar a ella.

***

Preparé algo de comer para los dos. Luego de haberse bañado nos sentamos a la mesa y comimos en silencio. No tenía idea de lo que pasaba por su mente en un momento como este en el que yo no dejaba de hacerme ideas sobre nosotros. Los dos caminos de los que solo se puede elegir uno. El primero, volver a empezar y el segundo que no lo quiero ni siquiera considerar, hacer de cuenta que nada había pasado.

Me pregunto si también lo piensa, si su silencio se interpreta como el mío. Como la batalla que hay en mi mente de lo que fuimos, de lo que somos y de lo incierto de lo que podemos ser.

Arriesgar.

Yo sí estaría dispuesto a arriesgarme. Intentarlo, olvidar la forma cruel en la que terminamos e intentar ser lo que fuimos, porque en el fondo sé que no todo fue fingido. Sus besos fueron más antídoto que veneno y cuando sus iris marrones conectaban con los míos, en el reflejo de sus ojos podía encontrar un poco de amor.

Y yo más que nunca estaba pidiendo eso.

Sus ojos fijos en mí.

Sus besos entregados.

Porque yo la sentía mía, y aunque no es una propiedad o un objeto que pudiera adquirir o apoderarme de él, la necesito junto a mí.

Necesito que sus manos dejen huellas nuevas por toda mi anatomía, que sus labios se fundan con los míos. Que me entregue todo lo bueno que por un tiempo fuimos.

Ese amor que nos prometimos de niños y que con los años hizo que nos perdieramos en los ojos del otro.

—Tengo que contarte algo —rompe al fin el silencio, dejando su plato a un lado —No sé cómo te lo vas a tomar, pero...

Su voz se apaga y yo solo deseo con todo mi ser que de su boca no salga ninguna palabra más si lo que va a decirme es lo que años atrás dejó en aquel papel sobre mi cama. No voy a soportar que confiese en voz alta que yo solo fui una escalera en la que pretendía subir a otro nivel. Que de mí solo quería mi dinero.

Me pongo de pie cuando escucho sonar mi teléfono en alguna parte del departamento y voy por él. Sintiendo vértigo en cada paso que doy. Con todo lo que nos habíamos acercado los últimos días había olvidado ya esas palabras. Lo que se sintió leerlas y lo cruel que había sido.

Encuentro el teléfono en la mesita de noche de la habitación de Gaia y me da tiempo responder antes de que se termine la llamada.

—Sí, Elisabeth —solo escucho sollozos —¿Estás bien? ¿Dónde estás?

—¿Pasa algo? —pregunta Gaia entrando a la habitación.

Pongo el teléfono en altavoz.

—¿Elizabeth? —insisto.

Disculpame yo... no sabía... no tenía a quién llamar —dice al fin, con dificultad —Estaba llamando a Gaia, pero no me contesta.

—Lo siento, Beth. Lo tengo en silencio y no estaba pendiente de él —se disculpa Gaia acortando la distancia —¿Todo bien?

No, mi mamá se puso mal y tuvimos que traerla de emergencia al hospital. La están atendiendo, papá está alterado y Elijah —dice apresurada —No tengo quién cuide de él, ¿Podrían cuidarlo por mí?... por favor.

—Claro, Beth. Pásale a Nolan la dirección del hospital en el que están. Iremos por él.

***

Nos quedamos unos minutos más en el hospital en lo que los doctores daban el parte de la salud de la madre de Elisabeth. Su padre parecía perdido, con la vista anclada en un punto invisible mientras algunas lágrimas resbalaban por sus mejillas y ella no se quedaba atrás. Cuando él doctor dijo que la señora estaba rechazando el tratamiento ví como el mundo de esas dos personas iba en picada y no pude detener el nudo que se armó en mi garganta y me fue inevitable el no pensar en su dolor, que yo, aunque no conocí a mi madre, por todos estos años he sentido su perdida y extrañado su ausencia. Me ofrecí a pagar los gastos requeridos, recibiendo negativas por parte de ellos, que aún así, no dudaron en dar las gracias, pero que no era necesario.

Elijah inocente a todo lo que pasaba sonreía y cuando Gaia extendió sus brazos en su dirección, él accedió. Nos despedimos de ellos y regresamos al departamento de Gaia, donde nuevamente, seríamos niñeros del rubio.

—¿Necesitas ayuda en algo? —pregunto entrando a la cocina con el pequeño en mis brazos.

Gaia por unos segundos se voltea a verme y niega, luego continua con lo que hace.

—No, solo estaba preparando algo de leche y llevándola a la temperatura correcta.

Asiento aunque no me ve.

Cuando termina de preparar el biberón de leche viene a mi dirección y carga al niño. Los sigo hasta la sala donde ella se sienta y acomoda al pequeño en su regazo y como si estuviera acostumbrado a Gaia, recuesta su cabeza a su pecho. Me quedo observando la escenas sin acercarme demasiado y sonrío ante la hermosa vista que me ofrecen.

—Se durmió —dice Gaia en un susurro.

Deja el biberón vacío a un lado y con cuidado se pone de pie, acomodando a Elijah.

—¿Puedes acomodar las almohadas en mi cama para que sirvan de barrera y no ruede a los lados si hace algún movimiento brusco dando la vuelta? —asiento, pero ella rápido niega —No, mi cama no. El cuarto de invitados —se apresura a decir, nerviosa —Casi se me olvida lo que hicimos.

Me hubiera sentido ofendido por su falta de memoria, pero solo me rio por la vergüenza que hay en su rostro al tocar el tema.

—Si quieres te lo recuerdo. Podemos acostar a Elijah, volver a tu habitación y repetirlo.

—Cállate, que vamos a despertarlo —me riñe, pero con la sombra de una sonrisa intentando curvar sus labios.

No dejo de reír, pero me encamino a la habitación de invitado donde acomodo las almohadas tal y como me indica que lo haga, luego acuesta a Elijah en la cama con mucho cuidado de no despertado.

—¿Qué me dices entonces? —me acerco a ella y cierro mis manos en su cintura —¿Repetimos?

Nuestras miradas conectan y como si yo fuera un espejo y ella se estuviera viendo en mí, sonrió. Amplio y contento. Por su sonrisa y el brillo de sus ojos al mirarme.

—¿Qué pasa, Nolan? Aguantaste cinco años y ahora no puedes hacerlo cuando deberíamos cuidar a un niño y no pensar en...

—El niño está durmiendo —digo a mi favor, interrumpiendola.

Niega y en un movimiento se aleja de mí para salir de la habitación. Le doy un vistazo a Elijah y la sigo hasta la cocina.

Entonces recuerdo la conversación que habías tenido hace un par de horas y que fue interrumpida cuando Elisabeth llamó. La inseguridad volvió a golpearme y para querer salir de ella me acerco a Gaia y la abrazo por la espalda, queriendo asegurarme que podemos ser, que podemos construir algo bonito.

No quiero que me diga que fui un crédito en su vida.

Me aferro a ella sin ejercer mucha fuerza, pero con la necesidad de sentirla tan cerca de mí. Mientras ella esté cerca estoy seguro que mis días serán mejores que vivir de nuevo con su ausencia después de lo que pasó hoy. No quiero que me aleje ahora, no quiero que me diga que lo que hicimos no estuvo bien y no va a volver a repetirse. Entonces, recuerdo cuando le dijo a Jude que en algún momento tendría que irse y me niego internamente a que eso pase.

—No quiero que te vayas —susurro escondiendo la cara en el hueco de su cuello.

—¿Qué quieres?

—Volver a empezar.

No responde y yo no sé que añadir, porque ya dije exactamente lo que quiero.

Aflojo el agarre de mis brazos a su alrededor cuando veo sus intenciones de zafarse de él, con unos pequeños movimientos sutiles. Se da la vuelta y nuestras miradas chocan. No sé cómo interpretar la forma en la que me mira, pero que no diga nada me está carcomiendo por dentro.

Si tan solo lo intentaramos, estoy seguro que esta vez sí será nuestro momento.

Solo dime que no vas a irte, Gaia. Ruego para mis adentros, pero de sus labios no sale una sola palabra.

—Olvidemos lo que pasó hace cinco años. Vivamos esto —rompo con el silencio —Arriesguemonos a que esta vez sea diferente.

—¿Cuál es la diferencia de ahora entre lo que pasó hace cinco años?

Termino de borrar el único paso que nos separa, acuno sus mejillas en mis manos para rozar nuestros labios sutilmente y poder susurrar sobre los suyos. Resistiendome a la necesidad de besarla en ese mismo instante.

—Sin buscarnos volvimos a encontrarnos. Espero que esta vez sea diferente. Tú, yo y un tal vez.

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