Capítulo 17
Gaia
Lo besé. Quisiera echarle la culpa, al calor de su mano en la mitad de mi muslo. A las veces anteriores que me a provocado. A lo que instaló en mi interior cuando me pidió una oportunidad, pero no puedo echarle la culpa cuando en realidad yo quise hacerlo. Lo besé con toda la intención. Lo deseé y no pude aguantarme.
Lo hice como si fuera una necesidad de la que dependía mi vida. Como si después de ese beso no existiera la mínima oportunidad de volver a repetirlo.
Un beso, un puto beso cargado de batallas internas en formas de sentimientos.
Deseo... Ganas... Celos.
Rabia... Amor... Dolor...
Podía sentirlo todo a la vez.
Mi voluntad estaba a la merced del deseo acumulado todos estos años con ganas de llevarnos a otro nivel. Los celos me invadieron solo de pensar que otra lo haya besado y él le haya correspondido con la misma necesidad que lo estaba haciendo conmigo. "Fuiste mi pasatiempo" recordé las palabras en aquel papel y la rabia abordó mis emociones, aún así, el amor estaba ahí. Lo sentí de mi parte, la lágrima que se le escapó a Nolan me hizo pensar y el dolor se unió a la pelea, pegándome con cuestionamientos: ¿También lo sintió?, ¿Al menos sintió un poco de amor?
—Tierra llamando a Saturno —Beth pasa una mano muy cerca de mis ojos.
—Perdón, ¿Qué decías?
—¿Escuchaste al menos algo de lo que dije? —cuestiona con una sonrisa, restándole importancia al hecho de que no le estaba prestando atención.
Pero... ¿Cómo hacerlo si todavía siento mis labios ardiendo por aquel beso y no dejo de pensarlo?
—Estoy aquí, pero mi mente está en otro lugar —confieso apenada —¿Qué me decías?
—Si no me lo dices ni me entero —bromea —La dueña de una marca de cosméticos en Londres quiere contratarnos —me repite —Cuando llamó dijo que conocía tu trabajo y nadie mejor que tú para promocionar sus nuevos productos.
No me extrañaría que me conociera. En Londres mi nombre es reconocido en el medio, es solo que la palabra "cosméticos" empieza a escarbar y una persona viene a mi mente.
—¿Cómo se llama la...? —mi intento de preguntar quién es la dueña queda atascado en mi garganta cuando unos pasos fuertes y firmes llegan a mi audición.
Por inercia me giro y sin poder evitarlo, celebro internamente que haya reconocido sus pasos.
—Buenos días, señor Miller —saluda Beth detrás de su escritorio.
—Buenos días, Elisabeth —responde él y luego entra a su oficina.
Me quedo mirando a la puerta cerrada sin poder creerlo. Mi boca se abre y se cierra varias veces en un intento de decir algo al respecto, pero lo único que consigo emitir es un gruñido.
¿Nolan me acababa de ignorar?
No sé ni por qué mierda me lo cuestiono. Ignorarme lo sabe hacer muy bien. No debería ni de asombrarme después de lo que pasó entre nosotros.
Ni siquiera volteo a ver a Beth, me pongo de pie y camino hasta mi oficina en un intento de no demostrarle el dolor por el golpe imaginario que acababa de recibir en mi estómago.
Está bien. Yo lo besé, pero él me correspondió. Él llevaba días intentando hacerlo y ahora que por fin se dió decide ignorarme.
Respira, Gaia. Cuento hasta diez internamente. Doy vueltas de un lado a otro.
Me ignoró. Hizo como si yo no existiera.
Y como si su indiferencia fuera un campo magnético que me arrastra hasta su núcleo, dejo de andar en círculos, me dirijo hasta su oficina y entro en esta sin ni siquiera tocar a la puerta.
Sus ojos se fijan en mí un par de segundos y luego vuelve a poner toda su atención en su laptop.
Ignoro la punzada que atraviesa mi pecho y borro la distancia hasta que solo nos separa su escritorio.
—¿Ahora ni siquiera me saludas? —inquiero con molestia, ni siquiera se inmuta a mirarme —Te estoy hablando.
En un impulso le cierro la laptop sin pensar que puede estar haciendo algo importante. Nolan se pone de pie y rodeando su escritorio se acerca a mí.
Los nervios se acumulan en mi vientre cuando a penas unos pocos sentimientos evitan que nuestros cuerpos se rocen.
Sus manos ejercer presión en mi cintura y al siguiente segundo estoy sentada en su escritorio, con él entre mis piernas y sus dedos enterrados en mis muslos. Nuestras narices se rozan, al igual que nuestros labios.
—Te estoy ignorando porque siempre que me acerco te alejas. Porque ahora mismo solo quiero quitar todo lo que está sobre este escritorio, desnudarte y apoyarte en él mientras te hago mía —algo tira entre mis piernas y un gemido involuntario escapa de mi garganta, tira de mi labio inferior y cuando creo que me va a besar se aleja —Cuando salgas cierra la puerta.
Me toma unos largos segundos reaccionar lo que acababa de pasar. Conseguir mantener el equilibrio cuando mis pies tocan el piso es todo un desafío.
Quise decir algo, pero las palabras murieron ahogadas en mi garganta y termino entendiendo el por qué de su indiferencia.
Luego de que sus labios abandonaran los míos quiso abrazarme y yo solo me puse de pie, huyendo de él. Del mar en tormenta que había desatado en mi interior. Le pedí que me dejara sola y ahora me está pagando con la misma moneda.
Termino de acomodar mi vestido y con pasos de gelatina por el temblor de mis piernas me retiro bajo su atenta mirada. Sintiendo varios latigazos en mi intimidad y mi boca arder por más que un simple y corto contacto.
No termino de abrir la puerta de mi oficina cuando noto a la abogada acercarse a mi dirección.
—Ancara —agradezco que aunque débil, me haya salido la voz.
—Maya —pronuncia burlona.
—A ti no...
—¿A mí no qué? —investiga cuando guardo silencio.
—A ti no te sale —remato y termino de entrar a mi oficina.
La pobre quiere jugar con mis cartas sin saber que ya yo había ganado este juego sin ni siquiera empezarlo. Aunque es cierto que confundo su nombre, no lo hago con intención, al menos no siempre. Ella sí se sabe el mío y al llamarme Maya solo me estaba imitando, tal vez desquitandose por todas las veces en las que no he sido capaz de recordar su nombre correctamente.
—Firma estos documentos —doy un respingo al escuchar su voz.
Me siento detrás de mi escritorio y tomo los papeles que me extiende. Los leo detalle a detalle. Todavía estoy en un trance por lo que acaba de pasar con Nolan y quisiera procesar o entender lo que me está pasando, aunque tengo bien claro lo que me sucede. Tengo que analizarlo, me estoy dejando llevar por emociones y siento que, si decido darle una oportunidad tengo que contarle antes lo de nuestra hija.
Los documentos son contratos de pagos de logísticas y recursos, dejo mis firmas en ellos y luego se lo entrego a la abogada.
—Ya te puedes ir —exclamo al darme cuenta que no tiene la intención de hacerlo y solo se queda mirándome, analizandome.
—Si no hubieras regresado yo tendría una oportunidad con Nolan —comenta, puedo detectar enojo en su voz —Eres como una droga para él. No importa cuando tiempo haya estado limpio, solo con verte vuelve a caer en la adicción.
—La puerta está en esa dirección —señalo, no quiero tener está conversación.
—A Nathaniel le encantaría que yo saliera con su hijo —continua, ignorandome —Me lo ha dicho en más de una ocasión, incluso me a incitado a ser yo la que provoque un acercamiento. Llegaste tú y lo arruinarte todo. Ahora tengo que competir contigo, la mujer más importante de su vida.
La mujer a la que abandonó. Corrijo en mi interior al darme cuenta que ella no conoce esa historia.
—No pienso competir contra ti —aclaro —No pienso competir por un hombre.
—Por supuesto que no —sisea con rabia y una sonrisa burlona —Nathaniel nunca te va a aceptar, con su apoyo voy a poder acercarme a su hijo.
—¿De qué te sirve el apoyo del padre si no tienes el cariño del hijo? —la reto poniéndome en pie —Ya lo dijiste, soy su droga y no importa cuánto tiempo lleva sin consumir. Un adicto siempre será un adicto, aunque esté limpio. Eso siempre será una debilidad, yo soy la suya.
Por algún motivo y a pesar de no querer competir, con mi último comentario siento que estoy empezando una batalla. Arrepintiendome de mis palabras fuera de lugar —ni siquiera sé si para él soy tan importante— me obligo a caminar hasta la puerta y con un ademán de mano le indico que se vaya, deseando no alargar este momento y armar un verdadero conflicto.
—No te voy a dejar el camino tan fácil —dice segura de sí misma parándose frente a mí.
—Preguntame si me importa.
—Debería importarte lo que firmas, leer antes de hacerlo —cambia de tema —No sabes lo que puede pasar por no prestar atención, lo que te pueden quitar.
Leí los documentos que me dió antes de firmarlos y estaban en orden por eso ignoro su comentario, no sé por qué lo dice.
Casi azoto la puerta con fuerza cuando sale, pero controlo mi impulso por educación.
Intento despejar mi mente repasando estadísticas y los últimos ingresos adquiridos con los pequeños proyectos conseguidos. Después de esa conversación no tengo ánimos de pensar en Nolan y menos cuando las palabras de la abogada hacen eco en mi cabeza: "La mujer más importante de su vida". Y solo puedo cuestionarme algo, ¿Por qué ella piensa eso?
—Solo un día de paz, ¿Es mucho pedir? Solo un día —mascullo para mí misma al leer el mensaje que acaba de llegar a mi teléfono.
Salgo de mi oficina y en lugar de usar el elevador, subo por las escaleras al piso de arriba para atrasar al menos un poco la orden de Nathaniel. Su mensaje fue claro: "En mi oficina, ahora". Estoy cansada de obedecerle.
—El señor Miller la está esperando —comunica su secretaria en cuanto me ve acercarme, asiento.
Como condenado en una hoguera termino de cortar la distancia hasta la puerta, aguanto un par de segundos antes de abrir, preparándome mentalmente para callar y obedecer como un perro fiel a su amo. Por más que no lo soporte necesito al menos respetarlo por todo lo que hizo por mí.
—Aquí estoy —anuncio mi presencia, me está dando la espalda.
—¿Qué le hiciste? —pregunta sin darse la vuelta.
—¿Perdón? —cuestiono sin entender.
—Sabía que traerte de vuelta iba a ser un error —empieza su discurso, al fin me da la cara —Volvió a ser el mismo rebelde. Mi propio hijo no me respeta, desde que estás aquí no dejamos de discutir por tu culpa.
¿Mi culpa?
—Eso es problemas de ustedes —me quito rápido la culpa —Ahora si me disculpa, me retiro. Tengo cosas que hacer.
Corto rápido la conversación. No puedo hacerme responsable de todo lo que pase. Sus discusiones, sus problemas. No míos.
Me doy la vuelta, pero solo consigo dar un par de pasos. Sus palabras me dejan frizada al piso.
—¿Necesitas que te recuerde lo que pasó hace cinco años? —doy un respingo por su grito —¿Tengo que recordartelo?
No hace falta, con solo mencionarlo hace que mi propio cerebro busque ese suceso y empieza a torturarme.
La vergüenza de mirar a mis padres a los ojos todavía no abandona mi cuerpo aunque ya haya pasado una semana desde que me vieron bajo las sábanas de Nolan con él a mi lado. Mamá actúa como si no hubiera pasado nada, aún así puedo sentir que la he decepcionado. Por otro lado está mi padre, él no lo disimula y tampoco se mide a la hora de reclamarme aunque al final del día termine dándome un beso en la frente.
No quería que se enteraran así, pero me doy cuenta que no importa si yo se los hubiera contado, iban a reaccionar de la misma forma.
El señor Nathaniel seguía insistiendo para que me fuera del país y mis padres no pusieron oposición. Ver a Nolan estos días había sido todo un desafío, nuestros padres habían levantado una muralla invisible y si la atravesamos para vernos nos encontraríamos con un campo minado de reclamos de sus partes.
Aprovecho que papá me había pedido ayuda para podar el pequeño rosal y cuando veo salir a Nolan lo sigo antes de que se vaya. Parece apurado caminando en dirección a su carro.
—¿Está todo bien? —lo alcanzo antes de que pueda montarse.
—Sí, voy a salir —dice serio —Tengo que hacer algo importante.
No dice más. Ni siquiera me da un beso a pesar de que en la semana no habíamos tenido la oportunidad de hacerlo y se va.
Regreso a donde estaba con las tijeras de podar en manos y continuo con mi labor hasta que una sombra tapa la claridad.
—Compré un pasaje para esta tarde.
—No me voy a ir —sentencio poniéndome en pie.
—Vas a cambiar de opinión cuando leas esto —Nathaniel deja frente a mis ojos una hoja doblada —Lo encontré sobre su cama.
La curiosidad me hace tomar el papel al que abro con poco cuidado. Parece una carta, solo que en lugar de estar escrita a mano, está impresa.
Mi corazón se detiene cuando leo la primera línea. En la segunda mis oídos empiezan a pitar. En la tercera empiezo a negar y a pedir que las palabras que están impresa en esa página sean mentiras, una broma de mal gusto.
Más que palabras son dagas que se entierran en mi estómago, garras que rasgan mi corazón, balas que agujerean mi alma.
Niego incapaz de creer el veneno que me está dejando sin aire.
"Gaia, ya me aburrí de lo que teníamos y debo ser honesto contigo. Nuestra relación fue un capricho para mí. Nunca podría permitirme estar contigo en público, sabiendo que simplemente eres hija del jardinero y la cocinera..."
Caigo de rodillas sobre la tierra, algunas lágrimas se deslizan sobre la hoja corriendo un poco la tinta. Las lágrimas me impiden ver bien y sobre el cristal que empaña mis ojos hago el intento de seguir leyendo.
Mis manos tiemblan y no soy capaz de llevar aire a mis pulmones como si hubiera olvidado como hacerlo. Me arde la garganta y siento una presión en el pecho.
Entonces asocio su reciente indiferencia antes de irse sin siquiera ofrecerme un beso, su poco intento de hacer algo para vernos en la semana y me convenzo que lo que dice la hoja en mis manos es cierto. Solo fui un juego. El sabor de lo prohibido, pero ahora que todos lo saben dejé de tener importancia y a medida que sigo leyendo siento como la fuerza abandona mi cuerpo.
"...estar contigo fue una perdida de tiempo que disfruté mientras duró, pero ya no quiero perderlo. Fuiste mi pasatiempo. Deberías aceptar la oferta de mi padre de irte a estudiar al extranjero. Vete lejos y no vuelvas a llamarme nunca más".
Su nombre aparece al final de la hoja y quiero gritar, pero el nudo en mi garganta lo impide y hace que todo duela el doble.
—¿Ahora sí quieres irte?
Levanto la cabeza para verlo, sonríe como si disfrutara del dolor que está quemando cada célula de mi cuerpo. Le arrebato el pasaje que tiene en su mano y hago mi mayor esfuerzo por ponerme en pie.
Camino y no me detengo hasta que preparo mi maleta, mamá continúa preguntando que pasa mientras papá solo le dice que es lo mejor y yo todavía no soy capaz de pronunciar una palabra. Si fuera posible mi corazón habría reventado de tanta opresión en mi pecho, de cada latido que a pesar de mantenerme con vida, hace que el dolor también corra por mis venas. Fui tan poco para él que era mejor plasmar esas oraciones venenosas en un papel antes de mirarme a los ojos y decirme todo eso en la cara.
Esa había sido mi tortura, siento un par de lágrimas hacer canales en mis mejillas y me obligo a no obedecer al impulso de mis rodillas querer tocar el piso. Me doy la vuelta mirando al hombre que parece disfrutar de mi sufrimiento, con una sonrisa tan amplia que puedo ver su dentadura.
—Me alegra saber que no tengo que recordartelo —escupe sin compasión.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top